29-06-24
Haruki Murakami se convirtió en uno de mis escritores favoritos, eso desde hace algunos años. A veces hace flores de bostas de las cuales a nadie le interesa leer, como los ensayos 'De que hablo cuando hablo de escribir'; ni me molesté en leer el que era de correr y dejé casi al princpio el de 'Música, solo música', que era para ir y cagarlo a trompadas. Pero no, no vinimos a eso con el bueno de Haruki, no vinimos a alabar 'La Muerte del Comendador', una genialidad en 2 masacotes, 2 tomos como me gusta a mí, hablando de la soledad, de delirios oníricos, de más soledad, de gente aislada del mundo, de cosas sin sentido, como que te cambia la historia a mitad de camino, de cosas que habla sin tapujos pero a la vez sin el tapujo japonés, o sea, con medio tapujo, como lo sexual, raro, pero se deja leer.
El pintor este podría ser yo, o cualquiera que llega a mitad de la vida y quiere patear todo y se va a la mierda. De repente un amigo le presta una casa y allí empieza toda la historia, pero tampoco vinimos a eso, no soy crítico y no es mi palo tampoco, vinimos a venerar el libro de una manera poco amigable, al estilo de un Técnico Ligero, es decir, con ligereza, alabando algunos pasajes, como cuando desayuna y mira el paisaje, como cuando ve la montaña, o el camino serpenteante, o los autos estacionados en la puerta, o el bosque ese tenebroso.
Recomiendo su lectura para quien quiere ver un Murakami completamente afianzado desde 'La caza del carnero salvaje' que junto con el clásico 'Tokio blues' son como sus obras maestras para mí.