Quizás no hayamos hecho las cosas bien…
Y hayamos creído que somos una raza avanzada, para eso somos los que estamos de pie, y pensamos, que razonemos es otra cosa, pero eh, pensamos, o al menos eso creemos, porque somos la raza superior, la raza que domina un planeta que nos pertenece, si, nos pertenece porque para eso somos superiores al resto de las especies ¿porque? Porque lo decimos nosotros ¿que tienen las otras especies? ¿alas para moverse libremente? ¿nula animadversión ante los diferentes? ¿capacidad de adaptación? Eso son pequeñeces, nosotros como raza avanzada, somos los amos del planeta.
Solo hace falta ver como hemos avanzado, de aquellos ordenadores que ocupaban toda una habitación hasta imponentes medios de transporte capaces de llevarnos allá donde queramos con suma rapidez. Somos esa raza que hemos aprendido a explotar los recursos del planeta para sacarles provecho, lo que se encuentren los que vengan eso ya no es nuestro problema. Hemos logrado tener teléfonos móviles, estamos siempre conectados, nos levantamos y ¡buenos días mundo!, toma mi “like” a ti que ni te conozco, miremos el correo no vaya a ser que las cosas importantes pasen al otro lado de la pantalla, y sirvamos en café en una cafetera con tropecientos botones, una ducha y venga, a trabajar para quejarme del estilo de vida que llevamos solo hasta que me llegue el sueldo el cual gastaré con suma rapidez hasta volver a quejarme por el escaso sueldo que tengo. Movámonos en patinete eléctrico, oh si, el gustazo de no respetar las normas de tráfico ya que esto no, no es un coche, así que no me culpes por saltarme el paso de cebra mientras tu cruzas sin mirar por un paso de cebra ¡a ver si aprendes a moverte! Pasaremos el día conectados a pantallas, usando una tecnología que se creo para ayudarnos pero que hemos permitido que nos absorba, que nos domine, porque ser libres es algo voluntario y como raza superior necesitamos estar controlados para quejarnos de ellos.
Quizás no hemos aprendido lo que significa convivir con la tecnología, hemos permitido que esta nos absorba, que nos domine en su totalidad. Porque cuando sale un nuevo gadget todos lo queremos, no nos importa que haga, ¿es tecnología? Lo quiero, tenemos esa dependencia tecnológica que nos hace ser esclavos de nuestra propia creación. Porque nos han educado para ello: para ser esclavos de nuestras propias decisiones, para ir aumentando el peso de nuestras cadenas tecnológicas a medida que avanzamos. Hemos cambiado el lápiz y el papel por la tablet, el bolígrafo y el bloc de notas por el procesador de textos, hemos cambiado los pies por bicicletas eléctricas, patinetes eléctricos y infinidad de vehículos motorizados, hemos cambiado el dormir abrazados con quienes queremos a quedarnos dormidos ante un televisor cuyo contenido parecía interesante mientras lo elegíamos, hemos dejado de jugar en los parques con amigos a encerrarnos en casa para jugar con gente que desconocemos quienes son, están ahí, nos valen. Hemos dejado de escribir cartas, aguardar ese momento de llegar a casa y encontrar en el buzón una carta manuscrita de alguien a quien le importábamos, hemos dejado de decir te quiero con la voz a dar “like” a publicaciones que quizás, solo quizás, hayan sido creadas por una máquina, olvidamos las cartas pero abrazamos los mails. Hemos cambiado el perdernos en un cielo estrellado a quedarnos adormecidos ante una pantalla.
Y quizás no estemos del todo equivocados ¿rehuir de la tecnología? Sería absurdo negar una existencia sin ella, pero hemos permitido que esta nos domine, necesitamos estar conectados, decirle al mundo que existimos ¡estoy aquí! Necesitamos jugar a videojuegos cuyos nombres olvidaremos, y lo haremos solos pues a pesar de jugar on-line, la soledad es evidente. Y esa misma tecnología al abrazarnos, al hacerse con el control de nuestras vidas, nos ha convertido en seres individualistas ¡mundo, este soy, mírame! Pero si miramos hacía atrás vemos como sucede algo cuando no estábamos siempre conectados y eramos nosotros quienes dominábamos a la tecnología: eramos felices y no lo sabíamos. Quizás alguien pueda decir “pero no podemos vivir mirando atrás” y en cierto modo estaría en lo correcto pero de la misma forma estaría olvidando que son nuestras cicatrices quienes cuentan nuestra historia, del mismo modo podríamos decir que un cuerpo sin cicatrices es un cuerpo que no a vivido.
Nos hemos convertido en esclavos de la tecnología, sabemos que podemos controlarla pero ¿queremos? Como seres absurdos que considero que somos, algo que dudo, y lo dudo porque todos tenemos una parte de aquello que criticamos, una raza que no quiere avanzar, que avance la tecnología que para eso la hemos creado ¿verdad? Porque nos da miedo soltar aquello que nos hace decirle al mundo que estamos aquí, porque algo me dice que las nuevas generaciones no sabrán que es escribir una carta a mano, o el placer de recibirlas, no sabrán lo que es juntarse con los amigos y echar una partida a cualquier juego de mesa buscando una escusa para pasar tiempo juntos, las nuevas generaciones verán una guitarra española y buscarán donde enchufarla, no sabrán que es chutar un balón de plástico y desconocer hacia donde irá su trayectoria ¡cuidado señora! Las nuevas generaciones mirarán una pantalla para ver el cielo estrellado. Y no podremos culparles, al fin y al cabo fuimos nosotros los que les enseñamos a ser esclavos de la tecnología, no les enseñamos a convivir con ella, les enseñamos a que ella nos domine.
Somos una raza absurda dominada por una tecnología que ella misma creó, ¿que las cosas podrían cambiar simplemente aprendiendo a convivir “con” en lugar de “a depender de”? Por supuesto, pero para eso la raza humana debería ser consciente de su breve existencia, anular el egoísmo del “yo antes que tú”, y para eso no, no estamos preparados.