Simone Weil escribió un librito en Londres el mismo año de su muerte. Se titula "La persona y lo sagrado" y, en contra de lo que parece sugerir, sostiene la tesis de que lo sagrado no es la persona, a la que se le puede sacar un ojo sin que deje de serlo, sino el ser humano porque sacarle un ojo nos provocaría el mayor desgarro: hacerle un mal, vulnerar un bien. Eso es lo sagrado.

A mí me ha hecho revolverme contra el personalismo -cristiano y obrero- de Mounier, que me fue muy importante en la adolescencia y primera juventud. Seguiré este hilo en otras entradas.

Desde la primera infancia hasta la tumba, existe en el corazón de todo ser humano algo que, pese a toda la experiencia de los crímenes cometidos, sufridos y observados, espera invencible que se le haga el bien y no el mal. Eso es, antes que ninguna otra cosa, lo que es sagrado en todo ser humano. El bien es la única fuente de lo sagrado. Lo único sagrado es el bien y cuanto se relaciona con el bien.