En cuanto abres la trampilla descubres una oscuridad y una soga; nada más puede verse. ¿Y olerse?: humedad, viejos huesos y a miles de insectos. ¿Escucharse? Un extraño rumor que recuerda a la del viento en los árboles. La soga cuelga del techo y desciende hasta la oscuridad.
Para rematar, un gavilán de plata salta de la oscuridad, vuela hasta tu nariz y vuelve a caer antes de que, sorprendido, puedas hacer nada.