Miras hacia atrás, y ya llevas mil veces temiendo que están justo a tu espalda. Pero los drasgos no están a la vista y sigues trotando, conservando las fuerzas.
El paisaje cambiará pronto. A una bersta o así de distancia, la carretera va cuesta abajo para serpentear entre un lago y un bosque. No te sorprende, porque ya te llevaron por aquí los bárbaros. Lo que te preocupa es la visión, a lo lejos, de otra columna de prisioneros. Crees que aún no te han visto, todavía.