Inici

Blog

Projectes

Glossari

Contacte

Baudolino. Umberto Eco, 5

Baudolino. Umberto Eco (2000) DeBolsillo.

Pg.463 Viven aquí juntos desde hace siglos, se han acostumbrado los unos a los otros y, negándose a ver la monstruosidad de sus vecinos, ignoran la propia. Monstruos, sí; más semejantes a bestias que a hombres. Este es el pueblo que tenemos que gobernar, y con mano despiadada, para evitar que se exterminen unos a otros.

Baudolino conoce a Hipatia, la dama del unicornio, se enamora de ella y la deja embarazada.

Pg.513 En realidad nadie ha sabido nunca exactamente lo que ella enseñaba. Todos sus escritos se perdieron, los que habían recogido su pensamiento de viva voz habían recibido la muerte, o habían intentado olvidar lo que habían oído. Todo lo que sabemos de ella nos lo han transmitido los santos padres que la condenaron y, honestamente, como escritor de crónicas y Estorias, tiendo a no prestar demasiada fe a las palabras que un enemigo pone en boca de su enemigo.

Pg.531 He reflexionado mucho, después, y me he convencido de que el amor perfecto no deja espacio para los celos. Los celos son sospecha, temor y calumnia entre amante y amada, y san Juan dijo que el amor perfecto ahuyenta todo temor. No sentía celos, pero intentaba evocar, a casa minuto, su rostro y no lo conseguía. Recordaba lo que sentía mirándola, pero no podía imaginarla. Y aún así, durante nuestros encuentros, no hacía sino mirarle la cara, no hacía sino… He leído que sucede a quien ama de intenso amor…-dijo Nicetas, con el apuro de quien quizá no ha experimentado nunca una pasión tan arrebatadora-. ¿No te había pasado con Beatriz y con Colandrina?. No, no de una manera que me hiciera sufrir a tal punto. Creo que con Beatriz yo cultivaba la idea misma del amor, que no necesitaba una cara, y además me parecía un sacrilegio esforzarme por imaginar sus facciones carnales. En cuanto a Colandrina, me daba cuenta, después de haber conocido a Hipatia, de que con ella no había habido pasión, sino más bien alegría, ternura, afecto intensísimo, como habría podido sentir, Dios me perdone, hacia una hija o una hermana pequeña. Creo que les pasa a todos los que se enamoran, pero aquellos días estaba convencido de que Hipatia era la primera mujer a la que había amado de verdad, y ciertamente es la verdad, todavía ahora y para siempre. Luego he comprendido que el verdadero amor habita en el triclinio del corazón, y allí se encuentra la calma, atento a los secretos más nobles, y raramente vuelve a las estancias de la imaginación. Por eso no consigue reproducir la forma corporal de la amante ausente. Es solo el amor de fornicación, que nunca entra en lo más sagrado del corazón, y se alimenta únicamente de fantasías voluptuosas, el que consigue reproducir tales imágenes. Nicetas calló, dominando con esfuerzo su envidia.

Comprendía solo entonces por qué había oído contar que los verdaderos amantes, en su primer coloquio de amor, palidecen, tiemblan y enmudecen. Es porque visto que domina los reinos de la naturaleza y del alma, el amor atrae a sí todas las fuerzas, se mueva como se mueva. Por eso, cuando los verdaderos amantes llegan a concialiábulo, el amor perturba y casi petrifica todas las funciones del cuerpo, tanto físicas como espirituales: la lengua se niega a hablar, los ojos a ver, las orejas a oír, y cada miembro se sustrae a su deber. Es la razón por la que el cuerpo, cuando el amor se demora demasiado en lo más profundo del corazón, falto de fuerzas, se consume. Pero llega un momento en que el corazón, por la impaciencia del ardor que siente, casi arroja fuera de sí su pasión, permitiendo que el cuerpo recupere sus propias funciones. Y entonces el alma habla.

Descubre que tiene piernas de sátiro:

Pg.536 Luego decidí, mi cuerpo decidió por mi alma, o mi alma por mi cuerpo, que lo que veía y tocaba era bellísimo, porque aquella era Hipatia, y también su naturaleza animal formaba parte de sus gracias, aquel pelo rizado y sedoso era lo más deseable que nunca hubiera anhelado, tenía un perfume de musgo, aquellas extremidades suyas antes escondidas estaban dibujadas por manos de artista, y yo amaba, quería a aquella criatura olorosa como el bosque, y habría amado a Hipatia aunque hubiera tenido facciones de quimera, de icneumón, de ceraste.

En la batalla contra los hunos, los monstruos acaban batiéndose entre sí: los pigmeos confunden a los blemias por grullas y los atacan; los gigantes y los esciápodos entran en conflicto teológico y acaban matándose; los circunceliones se arrodillaban para ser ejecutados…

A Colandrino le muerde una serpiente y muere. Aparecen los cinocéfalos y ven a los pájaros roq, que eran enormes. Son conducidos al castillo de Aloadin que Baudolino reconoce por las descripciones de Abdul. Quedan presos y Gavagai hace de bufón y acaba facilitándoles limas con las que desprenderse de sus cadenas y acaban huyendo con los pájaros roq. Gavagai muere.

Alejo, hermano de aquel Isaac el ángel que había depuesto a Andrónico para arrebatarle el poder y se convierte en Alejo III. Hay otro Alejo, hijo de Isaac, que huye y intenta el beneplácito de los venecianos para reconquistar la ciudad a cambio de ayudas para reconquistar la Tierra Santa. Atacan Constantinopla y Alejo III huye con un barco cargado de oro. Isaac es muy viejo y en su lugar, en el trono, está Alejo IV que acaba convirtiéndose en un hazmerreír.

Encuentran a Zoísmo y este explica su desventura. Está viejo, ciego y tullido porque creyó tener el Greal y no lo tenía. Se acaban acusando los unos a los otros de la muerte de Federico y la posesión del Greal y, en verdad es Baudolino quien lo tiene por equivocación. El Poeta quiere matar a Baudolino cuando este explica que le estaba escribiendo los poemas y Baudolino acaba matando al Poeta. El Greal será emparedado en una estatua y todos se dispersan.

Baudolino se sube a una columna y se queda allí mucho tiempo. Primero lo veneran y luego lo apedrean. Decide bajar y cumplir tres promesas.

Pg. 628 Estando en esa columna he entendido muchas cosas. He entendido que he pecado pero nunca para obtener poder y riquezas. He entendido que, si quiero ser perdonado, tengo que saldas tres deudas. Primera deuda: me había prometido que haría erigir una lápida a Abdul, y para eso había conservado la cabeza del Bautista. El dinero ha llegado por otra parte, y es mejor, porque no procede de simonía sino de donativos de buenos cristianos. Encontraré el lugar donde enterramos a Abdul y haré que construyan una capilla (…) Segunda deuda: le había hecho una sagrada promesa a mi buen padre Federico, por no hablar del obispo Otón, y hasta ahora no la he mantenido. Tengo que llegar al reino del Preste Juan. Si no, habré malgastado mi vida en vano (…) Tercera deuda: tengo un hijo, o una hija, allá. Y allá está Hipatia. Quiero encontrarlos y protegerlos como es mi deber. (…) -¡Pero harán falta años y años para volver a aquellos lugares y seguir adelante! -Nosotros los de la Frascheta tenemos la cabeza más dura que la pija. -¿Y quién dice que vivirás hasta el término de tu viaje? -Viajar rejuvenece.