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Últimas Esperanzas

Libro-juego

de Miguel de Luis Espinosa

Advertencia

Esto no es un libro normal sino un librojuego que te convierte en el protagonista de la historia, tomando decisiones y descubriendo las consecuencias de las mismas.

Para jugar es conveniente que tengas algo con lo que escribir y un dado.

Reglas

Son sólo dos y muy sencillas

1ª. Secciones y Elecciones.

Este librojuego está dividido en capítulos minúsculos que llamamos secciones.

Cada sección te ofrecerá las decisiones que puedes tomar, acompañadas cada una

de un enlace.

Ejemplo: “Dudas entre esconderte de ese bandido 901 o atacarle 902 ”, que

interpretado, significa “si quieres esconderte ve a la sección 901, si quieres

atacarle, ve a la sección 902”

2ª. Pruebas

A veces las consecuencias de una acción no están muy claras y tendrás que

tirar un dado. En ese caso te encontrarás tres números presentados en este

formato: x y, z.

Para pasar la prueba tienes que sacar, como mínimo, el valor del número x en

el dado; en ese caso vas a la sección del número “y”, pero si fallas vas a la

sección del número “z”.

Ejemplo: “Atacas al bandido, que se defiende con saña 3 903,904 ”, que,

interpretado, significa: “tira el dado, si sacas un 3 o más habrás ganado al

bandido y vas a la sección 903; si sacas menos que 3 o sea 1 ó 2 habrás

perdido y tendrás que afrontar tu destino en la sección 904”.

Nota: esos enlaces no funcionan porque solo hay 400 secciones. :)

Tu primera elección

La que yace bajo los huesos ha comenzado su venganza. Hoy, en el Reino de

Adell, se han alzado las novecientas sombras de la profecía, tomaron forma de

demonios grises, y emboscaron a la Reina Uryele y toda su corte cuando acudían

a rendir pleitesía a los seres divinos del lejano Monte de los Espíritus.

Todos debían morir, pero el Príncipe Itair 399 , un joven de quince años,

herido, aún respira en los brazos de Deor 1 , el más veterano de los guardias

de palacio. Dicen que, desde más allá del mundo de los dioses, el espíritu de

un héroe, escogió a uno de los dos como avatar.

1

Corres lo que te dejan tus años y tus fuerzas. Tu vista se fija en la mirada

de dolor del muchacho que sostienes en tus brazos. Tiene un vendaje encarnado

de sangre en el costado y los pensamientos perdidos en el miedo. Llora de

dolor, como cualquier otro chico, pero no le sale queja alguna; quizás se crea

también afortunado de estar todavía vivo, quizás crea como tu que no llegaréis

a ver la luz del próximo día.

Vas menguando tus pasos, tus músculos no tienen las fuerzas que exigen tus

ansias de sobrevivir. Al final, claudicas y te sientas junto a un arroyo;

crees que es el que llaman Santo, que nace del Monte de los Espíritus. Dejas

el príncipe a tu lado; tus dedos buscan sus latidos y encuentran miedo y

fiebre. Si todo pasa como anuncia la agonía de su respiración ya nada importa.

Va a morir. Tú lo harás después, cuando los grises te encuentren.

Despojándote de tu capa, cubres al príncipe y lo acomodas lo mejor que puedes.

Su rostro palidece ante ti, el sudor le perla la cara y sus ojos parecen

perdidos. Como te temías, ya es demasiado tarde y solo te queda una medida

desesperada, la misma que podría tomar un campesino supersticioso: sumergirlo

en el agua. Es de esas cosas de cuentos de viejas, pero no tienes tiempo que

perder, así que lo descubres y lo levantas como un fardo. Evitando su rostro,

te metes con él en las aguas que te cubren hasta las rodillas y entonces, lo

tumbas sobre la superficie y lo sumerges por completo.

Uno, dos, tres; el chico lucha por respirar con todas las fuerzas que le

quedan y tienes que hacer verdaderos esfuerzos para atraparlo. Ahora está en

manos de los dioses, sabes que lo normal es que lo desprecien y le dejen ir,

como mortal que es, pero nada hay qué perder, le quedaban minutos de vida.

Cuatro, cinco, seis, siete, ha quedado exánime, sin mas signo de vida que una

ristra de burbujas de aire que todavía abandonan su cuerpo. Ocho, nueve, de

repente se retuerce y se levanta, tirándote a ti al agua. ¡Está vivo!

--¡Detrás! --Te grita, --¡Gris!

Corriendo dentro del arroyo descubres a una de esas criaturas terribles que os

vienen asesinando desde la emboscada. Este es un ser de forma humana, con ojos

sin pupilas, calvo, espigado, cubierto de harapos negros y la piel gris como

la ceniza. Va armado de lanza y escudo y corre hacia vosotros como si de

vuestra muerte dependiera su vida.

¿Qué haces? ¿Luchas 3 35,125 o huyes con el príncipe 3 67,101 ?

2

Dormís; todo el tiempo que os dejan vuestros miedos. En uno de tus despertares

tus ojos ya habituados a la oscuridad más profunda, descubren un filamento de

luz colándose desde la boca de la cueva.

--Despertad, alteza, debemos seguir adelante.

--¿No nos podemos quedar aquí? --Alteza, sígame.

Al llegar al borde de la cueva te paras a observar. No puedes contar con que

los grises hayan abandonado su búsqueda, pero no ves nada.

Consideras tus opciones. No estás muy seguro de dónde estáis. Podrías volver a

la cueva y salir solo para buscar agua y, si puede ser comida 149 y aguantar

así hasta que se cansen. Por otro lado podrías seguir hasta la cima 29.

3

El desfiladero ofrece solo una ruta angosta y empinada por la que bajar con

algo de seguridad. Afortunadamente habéis sido capaces de encontrarla durante

la noche y, muy poco a poco habéis podido bajar hasta alcanzar las faldas de

las montaña. Muy lejos quedan ya los grises que ni siquiera imaginan dónde

podéis estar. Pronto os rescatarán los soldados.

~ Fin ~

4

--Deor, --susurras, --se me ha ocurrido una cosa. ¿Y si seguimos hacia

delante? Pero escondidos, claro. --Podría resultar, Alteza. --¿Seguro? ¿No lo

dices por…? --No, Alteza. Perdón pero solo estoy seguro de una cosa, o nos

movemos o morimos.

El alba es todavía muy débil, lo suficiente como para que apenas os distingan.

Corréis, os escondéis, esperáis, os arrastráis y vuelta a empezar. A cada paso

esperas toparte con alguna de las bestias que os acechan, pero la suerte o

hacer lo que menos esperan os salva y abandonáis el cerco. Agachados,

descubrís a vuestras espaldas a los que os cerraban el paso, todavía esperando

a que aparezcáis, pero vosotros ya los habéis superado.

--Alteza, esta es nuestra oportunidad, ¡corra! 3 96,148

5

El camino hacia la cima se transforma pronto en una pendiente terrorífica por

su inclinación y la oscuridad que se profundiza según os va alcanzando la

noche. Ahora mismo cualquier opción que puedas tomar es temeraria. Si paras os

pueden encontrar los grises y cambiar de dirección no garantiza un camino más

seguro.

Por eso seguís los dos juntos, en vuestro viaje terrible, sin saber que la

mala suerte ha escrito vuestro destino, en la forma de una sima en medio de la

montaña, profunda y terrible, en la que caeréis tras perderos y de la que no

saldréis nunca.

~ Fin ~

6

La procesión de orugas gigantes continua infinitamente durante horas y todavía

no ha terminado cuando los grises os alcanzan. En ese momento intentáis huir,

pero la única dirección de escape es precisamente bloqueada por las orugas y

había una razón para no interferir con ellas: en cuanto tropiezas con una, un

aguijón te inyecta un veneno que te quema por dentro.

~ Fin ~

7

--Sí, me siento capaz, --dices, aunque dudes por dentro. Toda tu educación te

ha preparado para aparentar más valor, prestancia y gracia de la que tienes

cuando es necesario, porque para el mundo de fuera de palacio tú nunca has

sido una persona, sino el símbolo de un reino.

Pues bien, ahora le toca al símbolo de un reino trepar como un mono. El

guardia comienza la marcha, tu vas detrás observando e imitando sus

movimientos. Un par de veces pierdes el agarre de una mano, otra el apoyo de

un pie y otras tres veces te haces daño contra la roca pero al final has

coronado la cima.

Bueno, en realidad no, lo que habías creído la cima no era más que un repecho.

Aún os espera una larga caminata en pendiente de varias horas, que no podréis

cruzar antes de que os caiga la oscuridad encima.

--Alteza, será mejor que busque un refugio.

Te parece sensato lo que dice y quizás quieras dar tu aprobación 24 pero puede

ser que temas más a los grises que a un accidente nocturno en la montaña y

siendo así, prefieras seguir adelante 172.

8

Rechazas la tentación de lanzarte al vacío con el muchacho y sigues corriendo,

sin ni siquiera mirar atrás. Pero resultará que la oportunidad que rechazaste

es la última que tendrás y no lo comprendes hasta que los grises os alcanzan

en una horda y os destrozan junto al desfiladero.

~ Fin ~

9

Animados como estáis por vuestra pequeña victoria os lanzáis a por la cima con

fuerzas renovadas. Casi os diríais alegres, pero lo cierto es que ninguno de

los dos puede pasar de una tímida sonrisa, no es la noche, ni el cansancio, ni

el hambre ni el frío, sino el recuerdo de ayer lo que os acongoja. Seguís

vivos, sin embargo, y podéis subir por el terreno, cada vez más difícil hasta

que el sol muere por completo. Solo quedan las débiles lunas y la tenue luz de

las estrellas, que son incapaces de revelar siquiera a dónde vais a escalar.

De pronto, el príncipe Itair te llama y señala al cielo con cara de muerto. Y

es que sobre el horizonte negro, se recorta la escena de seis verdugos de

cuerpo y pelo rojos, en ropas de luto, llevando en la carreta de los

condenados a siete prisioneros: dos hombres, una mujer, un lobo y tres seres

quiméricos, mezcla de ser humano y bestia. Los dos conocéis la antigua

historia para niños, como la diosa de la justicia se transforma en seis

verdugos rojos que tiran de una carreta en la que meterán a quien consideren

inmundo para someterlo a una eternidad de torturas y a cualquiera que los

ayude.

--¿Vendrán a por mi?

El príncipe tiembla. ¿Habrá hecho algo que no sepas? Tal vez sea mejor que os

escondáis hasta que pasen 39 o aproveches esta oportunidad para seguir

adelante a pesar de la oscuridad 307

10

Lo que viene al final son cinco grises, uno detrás de otro, espaciados veinte

metros. Al primero y al segundo los siegas con tu espada, pero el tercero

resiste tu furia, el tiempo suficiente para que lleguen los otros y te rodeen.

El chico trata de ayudarte, pero sus habilidades y, sobre todo, lo que queda

de sus fuerzas no está de acuerdo con su arrojo. Él recibe las primeras

heridas y su sangre recibirá a la tuya sobre la fría tierra.

~ Fin ~

11

Muerdes la calavera de mazapán y al instante el dolor te tumba al suelo. Ardes

en fiebre, convulsionas y no sabes lo que está haciendo el mundo. Apenas

puedes pensar, todo tu cuerpo está lleno de dolor, dos hilos de sangre te

corren por la espalda. Babeas sin poder contenerte y hasta te muerdes los

labios y, entonces, tras el peor miedo de tu vida, duermes.

Despiertas. Estás tan cansado que crees flotar. Tienes la camisa destrozada y

te duele la espalda. Deor te mira con más asombro del que te imaginabas. Y

entonces, ¡caes!

Ahora lo comprendes, estabas flotando de verdad, te han salido alas y puedes

volar.

--Alteza, ¿está bien?

--Lo que siento es bien y mal y bien y… raro… y…

--Alteza, por favor, aproveche esta oportunidad, tiene que escapar, son los

dioses quienes quieren que viva. Si no, no le habrían hecho este regalo.

Váyase, déjeme a mí, sabré defenderme.

¿Qué respondes a eso? “Tienes Razón” 236 o “No, yo no abandono a mis amigos”

241.

12

La escalada nocturna ha sido un baile con la muerte. El chico temblaba de

miedo antes de comenzar y llegó a la cima abrazándose a ti. Aquí el verano no

protege del frío y el suelo está entreverado de musgo entreverado de la nieve

sucia que el sol no llega nunca a fundir. El viento, a colmo de males, sopla

con fuerza y las nubes se rasgan contra esta cima, llevando a intervalos aún

más oscuridad.

El chico señala asustado al cielo, una llama se os acerca, volando como si

fuera un pájaro y al punto de llegar a alcanzaros da círculos sobre vosotros,

como un buitre.

--¡Zrakos Adgé! --Chilla siete veces.

--Deor, lo que dice es “Busco a los muertos”. Habla en el idioma de los

Ancestros y dice busco a los muertos, el é final es plural, creo y…

--Alteza, no soy vuestro preceptor. ¿Eso es un espíritu?

--Sí, como en las Leyendas. ¿Habremos muerto?

--No.

--Y, ¿qué le digo al espíritu, Deor?

Podrías pedirle al chico que diga la verdad al pájaro de fuego, señalando el

valle donde murieron tus compañeros y el resto de la corte 161. Por otro lado

quizás sea mejor no perturbar a los espíritus 116.

13

Está siendo una jornada interminable y la fe te falta más que la fuerza. De

estar solo, querrías estar muerto, pero de ti depende un reino, un rey y un

niño. Itair va llorando detrás tuya, pensando que no te das cuenta, pero no te

hace falta ver las lágrimas para saber que se está rompiendo por dentro y

perdiendo vigor. Y sin embargo los dos tenéis razones para la esperanza. Solo

hay que buscarlas.

¿Qué le dices al príncipe? ¿«Estaremos a salvo cuando llegue el amanecer.» 266

? ¿O «Dese prisa, Alteza, los grises están muy cerca» 201 ?

14

Decididos a no perder la oportunidad, os guiáis por la pendiente de la

montaña. Echando la vista al cielo y al suelo diriges lentamente tus pasos

hacia lo que crees que será el este, pero por lo demás no puedes estar seguro

de tu situación. Además es una zona de densa vegetación, casi todo matorrales

de hojas pequeñas y aterciopeladas al tacto, que apenas llegan a rozar tu

codo, pero molestan al caminar. Aún así os abrís paso hasta que empiezas a

escuchar unos aullidos extraños muy cerca de vosotros, algo muy suave y dulce.

No se parece a nada que hayas oído de un gris antes, pero tampoco crees que

sean humanos, aunque por alguna extraña razón te recuerda a una canción de

cuna.

El príncipe Itair ya se ha girado en su dirección, con una sonrisa en sus

labios. ¿Quieres ir tú también, a investigar? 215 ¿O espabilas al chico y os

alejáis tan rápido como podáis correr? 221

15

--De acuerdo, Deor, ¿pero cómo lo vamos a hacer?

En vez de responderle te lanzas al agua. Una vez allí te sacas los pantalones

y atas las perneras. Justo después tomas la prenda por la cintura y,

elevándola sobre tu cabeza, la introduces de un golpe en el agua, cerrándola

al mismo tiempo. La maniobra te ha permitido hinchar los pantalones como si

fueran un flotador.

--Truco del ejército, alteza, --le dices.

Le cuesta un par de intentos, pero el chico logra emularte. Después es solo

cuestión de dejaros arrastrar por el río. La corriente no es mucho más rápida

que un trote, pero apenas os cansa y pronto os aleja del Monte de los

Espíritus y su infestación de grises. Habéis sobrevivido, estáis a salvo y en

cuanto encontréis los soldados que ya os buscan el reino tendrá una

oportunidad.

~ Fin ~

16

Corréis como nunca habéis podido hasta lijar las gargantas en el empeño. Más

el infortunio interviene, haciendo que equivoquéis la dirección solo en

algunos grados sin que os deis hasta que os topáis de frente con un grupo de

cuatro grises que cargan contra vosotros con furia destructora. Uno se

enfrentará al príncipe, los otros tres van a por ti. Sabes que lucharás con

valor.

~ Fin ~

17

Los venablos caen a vuestro alrededor y uno de ellos te acierta en la espalda.

Pero es el hasta del arma lo que te golpea y no la punta. Poco después, casi

como si os estuviera protegiendo, el sol cae tras el horizonte y la oscuridad

os protege hasta que desaparecéis entre las sombras. Sin embargo todavía no

habéis llegado a la cima, ni siquiera estáis cerca. Ante vosotros se interpone

una enorme pared que, debido a la oscuridad, no puedes saber qué dificultad

tiene para su escala. Por otro lado tampoco os podéis quedar aquí.

Una opción sería tratar de rodear el pico de la montaña por la cota en la que

estáis ahora, lo que tendría algún peligro 3 152,78. Por otro lado puedes

apretar los dientes y tratar de coronar la cima 137.

18

--Tienes razón, Deor, ve tú a investigar.

--Alteza, aquí tampoco va a estar seguro.

--Ya lo sé, por eso quiero que te des prisa, venga.

--Como desee, alteza.

Pronto pierdes la vista de tu amigo entre la niebla de la madrugada, pero los

sonidos de pasos continúan mientras tú te aprietas contra el suelo sin saber

qué va a ser de ti.

Un cuarto de hora más tarde, Deor ha vuelto con la cara torcida de

preocupación. --Alteza, he descubierto el rastro de los grises, tenemos que

huir ahora 272.

19

Os deslizáis entre los matorrales hasta que creéis estar protegidos de la

vista de vuestros perseguidores y solo entonces emprendéis a correr. Con esto

solo ganáis tanta ventaja que para cuando los grises os descubren ya es

demasiado tarde y pronto desaparecéis entre las sombras.

~ Fin ~

20

Entráis, y descubrís un lago circular que se extiende doscientos metros de una

orilla a la otra. Está rodeado por un inmenso bosque de abetos que se extiende

hasta donde se pierde la vista. El cielo está en calma y solo dos nubes rompen

el azul, como si puestas de decoración. Junto a vosotros veis a un lobo jugar

con un cordero y un niño los guía a los dos.

--¿Dónde estamos? --Le preguntas.

--En el Refugio de los Héroes. Aquí podréis vivir para siempre o hasta que

pase el peligro.

~ Fin ~

21

El bosque de robles no os ofrece ninguna dificultad, después de lo que habéis

pasado desde la emboscada a la reina. Los grises aún os siguen, pero buscar

vuestro rastro lo retrasa y cuando emergéis a los cielos abiertos descubrís la

bandera del reino descollando sobre una columna de caballería. Son los

soldados que han venidos a rescataros y a matar a vuestros perseguidores. Lo

has logrado Deor, al joven príncipe le esperan duras decisiones y peores

recuerdos, pero tú, lo primero que vas a hacer cuando vuelvas a casa, es

presumir de tus hazañas en la cantina.

~ Fin ~

22

--Príncipe Itair, tenemos que subir, no volveremos a tener otra oportunidad

como esta. --Vale, Deor.

Hay un ingrediente de resignación y otro de duda en ese “vale” del príncipe e

incluso antes de empezar el ascenso tienes que reconocer que el chico tiene

parte de razón. Está oscuro, hace frío y la subida será de todo menos

sencilla. No obstante ambos preferís eso a la amenaza de los grises.

Con todo, sumando moratones y más cortes a los que ya teníais, conseguís

alcanzar la cima del Monte de los Espíritus al tiempo que se hace la noche. No

habéis hecho contacto alguno con los grises y el haber subido la cima pone una

nota de euforia en los ojos de Itair. No le dices nada de que aunque no veáis

a los grises no significa que no estén cerca, ya ha sufrido demasiado.

Además está el espejismo que se ha formado sobre la cima. Eso ya ha cambiado

la euforia del chico por asombro, y tú compartes ese sentimiento. Porque lo

que ves ahora es un arco de luz ambarina que parece surgir de la tierra y lo

que es escuchas es una voz que dice “Terdos”.

--Venid --explica el príncipe --dice “venid” en el idioma de los Ancestros. O,

“pasad”, no, creo que sí, dice “pasad”. Bueno y eso es un arco, ¿pasamos? ¿o

le decimos algo?

Quizás quieras que el muchacho le diga algo a los espíritus en el idioma de

los Ancestros, algo como para qué quieren que paséis y quién es quien os habla

2 88, 145 o prefieras seguir vuestro camino discretamente 158.

23

No esperáis demasiado tiempo, solo lo justo para tener una oportunidad.

Entonces das la señal al príncipe Itair para que se arrastre sobre el suelo.

Tú vas justo detrás y juntos os deslizáis de mata a roca y de roca a

hondonada, rodando ladera abajo y agachados siempre, hasta que la noche reina

absoluta sobre el Monte de los Espíritus.

Ahora mismo tu corazón se mueve entre la seguridad y angustia con la que te

confortan y asustan los espíritus de la noche. Por un lado es casi imposible

que te vean, pero por otro, podrías confundir a algún gris con el príncipe o

él se podría pensar que tú eres uno de ellos. Quizás la salvación esté ya muy

cerca, y solo haga falta perseverar un poco 2 55,162 , pero también podría

estar cerca la muerte, llegando hacia vosotros con una espada oxidada. Si es

así puede que prefieras quedaros quietos hasta que vuelvan las primeras luces

71.

24

--Tienes razón, Deor. Tenemos que encontrar un refugio.

Pero lo cierto es que perdéis el tiempo buscando un refugio que no aparece por

ninguna parte en este lado de la montaña hasta que la noche cae sobre vosotros

robándoos toda esperanza. Al final no os queda otra que juntaros el uno con el

otro y resguardaros bajo su capa y su manta.

Algo te despierta a mitad de la noche y, en cuanto sientes lo que es, rezas

para que solo sea tu imaginación 4 70,102.

25

Las horas de la noche pasan muy tranquilas, quizás los grises estén durmiendo

ahora o puede que sencillamente no hayan sido capaces de encontrar vuestro

refugio en la oscuridad. En cualquier caso tu turno pasa tranquilo y es hora

de que su alteza te releve en lo que queda de la noche 2 373,273.

26

A las armas debes tu vida hasta ahora. Decidido, te sumerges en el agua.

Palpas el fondo para superar la oscuridad absoluta bajo la superficie, pero no

encuentras nada hasta que la necesidad te obliga a emerger. Y entonces, cuando

surges del agua, te topas con el rostro de Itair quebrado de miedo. Los grises

están saltando y caen a tu alrededor por decenas, listos para arrojarse sobre

ti y ahogarte en el fondo.

~ Fin ~

27

Buscáis un escondite pero la pared de rocas no os ofrece ninguno. Ninguna de

las oquedades se abre lo suficiente como para que quepa ni un gato.

Desesperados, lo único que os queda es tomar esta cima, a pesar de la noche 3

12,119

28

Decidido a no permanecer impasible ante la amenaza, agarras la primera piedra

que ves. Para entonces ya traban pugna el guerrero y el monstruo, el guerrero

intenta acercarse al enemigo mientras éste mantiene su distancia con la lanza.

Tú intentas colocarte a su flanco, buscar su espalda para impedirle

retroceder, pero en cuanto te ve reacciona de manera suicida y olvidando al

guerrero te arroja su lanza al corazón. Los dioses no vuelven a salvar a nadie

una segunda vez y así mueres en las aguas mientras el guerrero acaba con tu

asesino.

~ Fin ~

29

Otra vez animas al príncipe a seguir adelante y tus palabras tienen que ser

convincentes porque deben convencer también a ti mismo, no ahora, que aún

estás fuerte, sino cuando el miedo y el hambre se unan a los grises.

Eso sucede tres horas más tarde, cuando la noche se ha convertido en un

recuerdo. El verano se ha hecho con el dominio del monte de los espíritus y

hasta sudáis bajo el esfuerzo. Os habéis internado por las ruinas de una vieja

población, cuyos viejos muros se entremezclan con los árboles de un frondoso

bosque.

--Deor, ¿qué es eso?

Miras a tu alrededor, puedes reconocer los cadáveres de murallas y torres y,

aún en pie, un silo fortificado. --Una ciudadela de refugio.

--¿Es de la época de las Muertes?

--Quizás. Pero es nos da lo mismo, Alteza.

Seguís caminando, buscando las alturas, cuando notas que el príncipe se agacha

lentamente, y susurra. --Ahí.

Ahora los ves, son cuatro, su aspecto te recuerda a los grises, solo que uno

de ellos va vestido con las ropas de la reina muerta y los otros tres con la

de otras víctimas. Sería para temblar entre el ridículo y el odio, si no fuera

porque están acechantes tras los restos de un antiguo almacén de madera. Os

han visto, eso seguro, pero quizás todavía no sepan que vosotros también los

habéis detectado a ellos.

El silo fortificado, que aún está en pie, quizás sea un buen lugar donde

refugiaros, ¿corres hacia él? 238. Si no también puedes seguir avanzando hasta

donde una vieja casa os ocultaría de la vista. Si para entonces no han saltado

podríais desaparecer de sus mismas narices 229.

30

Saltas a correr pero antes de dar veinte pasos te sale al paso una banda de

grises. Tu espada se multiplica en el aire para detener una tras otra las

lanzas que buscan atravesar tu vientre. Deor estaría orgulloso de ti; lástima

que no puedas ganar este combate.

~ Fin ~

31

Lo que viene son cinco grises, uno detrás de otro, separados por veinte metros

cada uno. Tu única oportunidad es reaccionar rápido y la aprovechas haciendo

caer a tus enemigos. Uno tras otros los tajos certeros de tu espada te libran

del ataque y después te mueves rápido, a otra posición, burlando la carga de

tus enemigos 235.

32

--Por favor, dejemos eso, es de los Dioses.

No necesitas decir nada más; tu compañero está de acuerdo contigo en dejar ese

cáliz que la magia de los caprichosos espíritus ha conjurado.

Y así, palpando las rocas con vuestros dedos ateridos, volvéis a escalar la ya

cercana cima, pero alcanzándola solo os esperan las estrellas. Todo está

extrañamente en calma, demasiado quizás.

¿Pretendes observar a tu alrededor con tanta calma como te sea posible 150 ?

¿O prefieres lanzaros montaña abajo antes de que sea demasiado tarde?

223

33

Giráis y zigzagueáis entre los árboles, con tanta velocidad como podéis, pero

no conseguís ganar terreno. Los grises han respondido con vuestra misma

agilidad y se acercan lo bastante para arrojaros sus proyectiles, uno de ellos

te hiere el hombro antes de volver a caer al suelo. Entre el miedo y la

carrera casi no lo sientes, pero estás herido y vas dejando un rastro de

sangre 400.

34

--Está bien, alteza, no nos vendrá mal un poco de luz.

La lámpara revela un mundo extraño. La cueva está pintada con criaturas

etéreas, que parecen hechas de luz y fuego. Sobre el suelo están esparcidas

varias docenas de las vasijas que antes palpaste. Van pintadas de negro y ocre

y tienen todas unas letras grabadas. Junto a una de ellas, rota, hay un

montoncillo de ceniza.

--Alteza, no me llegan los ojos a leer, ¿qué pone?

--Está en la lengua de los antiguos. Son como palabrotas o maldiciones o ambas

cosas a la vez. --El chico se para y le ves palidecer. --Son, tienen que ser

cenizas de criminales. Es tierra maldita.

¿Quieres apagar la lámpara para poder pasar la noche aquí a pesar de todo? 2

¿O no deseas exponerte a la maldición? 147

35

No has tenido tiempo para el escudo y en los primeros momentos te concentras

en esquivar las acometidas del gris. Pero pronto descubres un sutil brillo en

sus ojos sin pupilas. Es el príncipe que se acerca a su costado enarbolando

una piedra con las dos manos. El gris te olvida y se prepara para arrojar su

lanza contra el muchacho, pero antes de que salga tú te has lanzado contra él

y le has clavado tu acero en sus entrañas. Una asquerosa sangre negra de

pútrido olor se vierte en el río mientras el monstruo desfallece hasta

extinguirse.

Tu mente se aviva, recuerdas que, al este, queda la Ciudadela del Búho, en

cuanto su guarnición sospeche el desastre que habéis sufrido saldrá a

buscaros, pero por ahora tienes que pensar en sacar terreno a los grises,

internándote en lo más profundo del monte 188 o siguiendo la corriente del

Arroyo Santo hasta su manantial 56.

36

Aún apurado por los perseguidores, no tienes más que recordar a Deor para

saber lo importante que es elegir la ruta. Necesitas una sencilla y rápida y

una sonrisa acude a tu boca en cuanto ves lo que tienes delante. Increíble,

casi una escalera natural perfecta que lleva directamente hacia abajo y que

solo se puede ver si estás justo en frente.

Bajas avanzando rápidamente y los únicos grises que te adelantan son los

desafortunados que se desprenden de la pared de rocas. Sus restos te esperan

cuando llegas abajo, junto con el cadáver, ya frío, de tu amigo. No puedes

sonreír, ni tampoco tienes tiempo de llorar, pero cuando te lanzas a la

carrera sabes que ya nada podrán hacer para detenerte. Que los dioses reciban

a Deor.

~ Fin ~

37

Estáis perdidos, por mucho que consigas mantener la calma, nada puede cambiar

este hecho. Deor mira para todas partes, en un inútil esfuerzo. Ni siquiera

tus jóvenes ojos consiguen ver nada más que las copas de los pinos

recortándose en una oscuridad menos plena. Y el ulular, el odioso ulular de

los grises cobra ahora mucha más furia. Están cerca, los miles de monstruos

están más cerca, pero no sabéis dónde.

Tu mente bulle por una idea salvadora, pero todo te parece estúpido, como

imitar la llamada de los grises 369 , abrazar el primer árbol para fundiros

con su tronco 375 o lanzaros a correr y que los dioses repartan su fortuna

381.

38

Hierves en una batalla de emociones. Piensas que todo esto está perdido desde

el principio pero al final tu fidelidad se impone hasta al sentido común.

--Está bien alteza, viviremos juntos.

--O moriremos con valor.

--Eso seguro.

--A lo mejor tenemos suerte.

--¿Suerte?, eso sería como si fuera en esa dirección --dices

señalando con el brazo al azar-- y encontrar un refugio. --Pues vamos por ahí,

--dice el chico sonriendo.

--Como desee, su alteza.

Estás seguro de que será vuestra último ilusión, pero no pasan diez minutos a

tu paso que te topas con una entraña roca, labrada en su exterior, con dos

pequeñas aberturas, a modo de minúsculas ventanas y una puerta de hierro.

Soportas la mirada de “te-lo-dije” del príncipe con alegría. La extraña morada

es sólida y la puerta, aunque vieja, es sólida puede atrancarse desde dentro.

--Dormiremos aquí.

Cerrada la puerta, os tumbáis en la húmeda tierra y acabáis dormidos antes de

que tengáis oportunidad de hacer cualquier otra cosa.

No te despierta el sol, sino el retumbar de la puerta. Os levantáis mano a las

armas justo cuando una lanza se introduce por una de las ventanas. Están aquí

y el sonido de sus pasos se multiplica como en un enjambre, silenciando todos

los sonidos de la mañana. Con todo, no pueden pasar, todavía.

--¿Aquí se acaba todo?

--Sí, alteza.

--Pues no seamos cobardes. No me gustaría ser un cobarde en lo que nos quede

de vida. Y con esa idea final encaráis vuestro malvado destino.

~ Fin ~

39

Permanecéis muy quietos, callados, pegando la cabeza a la tierra, prestando

pleitesía a los espíritus, para no llamar su atención ni su ira. Los verdugos

rojos dan vueltas a vuestro alrededor, como las águilas a sus presas, hasta

que deciden que no sois dignos de su atención y empiezan a alejarse levitando

a un codo del suelo, arrastrando su pesada carreta. Los condenados, aún

amordazados, os miran con ojos suplicantes, pero habéis decidido no

inmiscuiros en los asuntos de los dioses.

Solo hay un pequeño detalle, la ruta que siga la carreta, parece la más segura

posible. Quizás quieras seguir a los espíritus durante la noche, por lo menos

el tiempo suficiente para llegar a lugar seguro 222. O tal vez no os guste la

compañía 213.

40

Deor avisado, os disponéis a volver a por los grises cuando los descubrís a

punto de entrar en vuestra cueva. Quieres salir, pero Deor te retiene y los

dos juntos esperáis a que se atrevan a entrar. En cuanto lo hacen, vuestro

ataque acaba con ellos en tres segundos, ni siquiera tuvieron tiempo de veros.

--Alteza, debemos irnos de aquí, te dice Deor y tú asientes. Pero Deor duda en

cuanto salís de la cueva, lo notas porque acaricia el pomo de su espada.

--Deor, ¿qué hacemos?, le preguntas.

--Príncipe Itair, --te responde, --¿por qué había paja en esa cueva?

Le dices que algún campesino, pero él te recuerda que es tierra desolada. Si

quieres aprovechar la oscuridad para escabulliros dile a Deor, que no merece

la pena investigar eso 208. Si, por el contrario, piensas que es importante,

dile que deberíais mirar en esa paja 337 a ver qué encontráis.

41

Tu búsqueda desesperada de un escondite te lleva de un mato a otro intentando

encontrar un lugar que resguarde de la vista y el frío, permita observar y

escapar rápido en caso de apuro. No descubres nada que cumpla esos requisitos,

lo más parecido es una ermita semi excavada en el suelo, donde en tiempos no

tan remotos se abandonaban los restos de los sacrificados. Es honda lo

bastante para que el chico pueda permanecer de pie, pero tú tendrías que

sentarte; huele a humedad y frío, pero una vez que cubras las tejas con ramas

nada debería ser capaz de verte. Eso sí, si os encuentran no tendréis forma de

defenderos ni escapar.

Por eso probablemente prefieras seguir corriendo 195 , aunque por otra parte,

¿qué mejor lugar en el Monte de los Espíritus que uno dedicado a los dioses?

Si así piensas, busca refugio en la ermita 100.

42

Sigues adelante y el chico detrás, tratando de seguir tu ritmo pero al fin

retrasándote cada vez más. Media hora más tarde sucede lo que tiene que pasar:

cinco de los grises os descubren y no tenéis más remedio que huir o morir 3

138,170.

43

Avanzáis los dos con pasos fuertes, disfrazando de aplomo el miedo que

estáis pasand o. Los espíritus, indiferentes, siguen a lo suyo, hasta que

vuestros cuerpos penetra n sus formas sin tocarlos. Entonces el mundo se

vuelve en un mar gris sobre el que flotan los espíritus, que siguen con su

extraño baile. Vosotros flotáis y bailáis con ellos, quizás hasta la

muerte del cosmos.

44

Mantienes la calma y aprovechas el tiempo extra para desenvainar y prepararte

para el combate mientras señalas al chico que se quede a unos pasos a tu

espalda: suficiente para protegerle sin que te moleste.

El engendro de magia negra carga contra ti con toda su furia irracional, pero

es ahora cuando un corazón firme, curtido en la experiencia gana con

facilidad. La espada alcanza mucho más que la daga, todo se reduce a eso, y

unido al escudo se convierte en una combinación mortal. Solo tienes que dar un

paso y dejar que la propia fuerza del mal le lleve a tu filo. Una vez herido

lo rematas antes siquiera de que se derrumbe sobre el suelo.

El muchacho te mira impresionado, pero tú no sientes nada. Tu cerebro está

todavía demasiado concentrado en la batalla para permitir emoción alguna. Más

ahora eso ha pasado.

--Deor, ¿qué hacemos?

Quizás pienses que lo mejor sea aprovechar este respiro para buscar un

escondite 74 o tal vez prefieras seguir adelante hacia la cima de la montaña

22.

45

Cuando coronáis el Monte de los Espíritus todavía es de noche y es entonces

cuando el miedo religioso se apodera de ti, desplazando a los demás. Recuerdas

las viejas leyendas de este sitio que ahora te parecen más reales que nunca.

--Alteza, este no es buen sitio para quedarse.

¿Qué respondes? “Tienes razón, Deor, pero tenemos que hacer un sacrificio

primero a los Dioses o será peor.” 209 , o “Vale, sigamos” 305".

46

Tras la decisión no os vino la calma, como suele ser, sino la serpiente de la

noche, que se deslizó sobre el mundo tragándose el sol y trayendo las débiles

luces de las estrellas y las dos lunas. Os vino también su frío y su miedo

pero no pudo robar vuestra determinación de seguir vivos.

Bajáis, usando esas lunas y esas estrellas para guiar al príncipe y os lleváis

algunos tropiezos que añaden tantos rasguños y moratones como metros que

avanzáis. Escuchas algo. Te giras.

--Deor, ¡mira!

El príncipe señala a lo lejos, pero no ves nada.

--Deor, ¡grises!

Sigues sin ver nada. ¿Será que tus ojos ya no valen lo que valían cuando

tenías su edad? ¿O es la imaginación de su juventud? En cualquier caso sería

estúpido ignorarlo.

--Alteza, ¿cuántos son?

--Dos o tres o más. ¡Vienen muy rápido!

Ya no hay tiempo para elaborados planes, ¿vas a luchar y enfrentarse a lo que

venga? 3 31,10 o correr 164 ?

47

Itair tiene la cara encalada por el miedo cuando te despierta pero dice que no

tiene nada especial de lo que informarte, solo los espantosos ruidos de la

noche. En cuanto le das la oportunidad, ocupa tu lugar en el refugio y tú

debes salir al exterior.

Van pasando los minutos y el frescor de la noche te aviva los sentidos. Vas

dando vueltas, intentando pasar desapercibido hasta que descubres a dos grises

husmeando cerca. No te han visto, estás a su espalda y, de seguir su

dirección, podrían llegar a ver el refugio.

Quizás sea mejor seguirlos a hurtadillas 278 o tal vez prefieras saltar sobre

sus nucas ahora mismo 3 259,376.

48

Te abalanzas sobre las filas de los grises, con el chico detrás tuya, pero

pronto tienes que frenarte. Es el alcance de sus lanzas, de nuevo, el que te

frustra la maniobra. Además son demasiados para intentar alguna floritura de

esgrima.

Perdida la furia de la arremetida, te van haciendo retroceder sin prisas ni

riesgos, sabiendo que a vuestra espalda os espera el filo del acantilado.

~ Fin ~

49

--Tiene usted más experiencia que yo.

Lo que le dices al guardia es tan cierto como nada pueda ser. Sin embargo,

notas un tono tristón en sus ojos que lo mismo podría ser decepción como

resignación.

--Está bien alteza, subiremos montaña arriba hasta buscar un sendero para

alcanzar la otra vertiente.

--¿Y después?

--No creo que eso importe ahora, alteza. Y no tenemos tiempo. Sígame.

Y le sigues cuesta arriba a través de la montaña, esperando que sus decisiones

te salven la vida.

~ Fin ~

50

Los días se van pasando lentamente en el fondo de la cueva. El hambre os ha

vuelto locos, os ha hecho llorar y discutir por las cosas más tontas. Pero

todo eso ha pasado ya.

Ahora, tras dos semanas sin comer, tratáis de dormir lo más que podéis, para

conservar las pocas fuerzas que os quedan. Apenas te pones en pie, la fatiga

te vence. El príncipe ni siquiera se mueve, a lo más habla, pidiéndote que le

cuentes anécdotas de la vida en palacio como si fueran cuentos de hadas de una

era que nunca existió. Precisamente estás en una de esas cuando escuchas voces

llamándoos, voces humanas.

Arrastrándote sales al borde de la cueva. Y ahí están, como respuesta a las

oraciones de tu corazón, doce soldados de caballería, nunca has visto visión

más hermosa en el mundo.

~ Fin ~

51

La subida a la cima va ganando en dificultad rápidamente. Ya está todo oscuro

y no puedes elegir una ruta. Te tienes que conformar con escoger bien el

siguiente paso para confirmar que no llevará a un precipicio. A peor aún, la

pendiente se hace cada vez más inclinada y poblada de arbustos espinosos.

O te abres camino con tu espada 65 o tendrás que arriesgarte a darte la vuelta

y buscar otra ruta 3 134,90.

52

--Sí, alteza, pasaremos frío, pero tiene que hacerse.

Has dejado al muchacho tu capa esperando que no se congele, gracias a que

todavía es verano, pero no lo pasará bien. En cuanto a ti, tus ropas son más

adecuadas para el frío y eres lo suficiente rudo. No, de lo único que tienes

que preocuparte es de los grises y los accidentes 366.

53

Iniciáis el descenso por una pendiente desprovista de peligros, pero pronto el

terreno se complica con un bosque en el que os internáis sin ni siquiera daros

cuenta. A partir de entonces os repartís tropezones y hasta alguna caída de

bruces.

Pero lo peor es que os perdéis en ese bosque, dando a los grises el tiempo que

necesitaban para alcanzaros.

~ Fin ~

54

Aceleráis tanto como podéis, pero sin que te des cuenta Deor se ha ido

quedando atrás. Paras cuando escuchas el rumor de la lucha y corres a ayudarle

cuando todo para él está perdido. Tu último gesto de valentía no será

recordado por nadie porque ante la horda de grises que llega sin interrupción

no puedes tener ninguna esperanza.

~ Fin ~

55

Os agazapáis, tanto como podéis, y camináis con el sigilo de los ratones,

huidizos al menor sonido, buscando siempre un lugar dónde esconderse y una

dirección por la que huir. Seguís así durante horas hasta que el día conquista

de nuevo el mundo y os encontráis solos, en la falda de la montaña, muy lejos

de los grises, que solo recobrarán vuestros rastro cuando los soldados que

venían a rescatoros os encuentren.

~ Fin ~

56

Seguir las corrientes de agua, santas o no, significa no perderse. Por tanto

andáis a paso firme, río arriba, entre el rumor de las aguas que van

aumentando su velocidad conforme subís. Todo lo demás está en silencio, los

animales que deberían estar disfrutando del verdor han desaparecido hacia el

interior del bosque.

El chico se vuelve. --Nos siguen, --te dice y sin más se lanza a correr. Has

podido ver a cuatro de las bestias sin alma acelerando hacia vosotros, con

lanzas y hachas. Poco a poco los vais dejando atrás pero sabes que no van a

soltar vuestro rastro y que no podéis estar corriendo para siempre. Quizás

quieras dar un acelerón aún a riesgo de consumir toda vuestra energía 64 o

prefieras esconderos para tenderles una emboscada 154.

57

Cuando caes a dormir Deor cae contigo. Despertáis a la vez, rondando el alba.

Pero ahora los grises no están aquí. Vuestro problema inmediato, por primera

vez, es precisamente decidir cuál es vuestro problema: construir un refugio

para sobrevivir en este bosque hasta que los grises desaparezcan 252 o volver

a vuestra huida tan pronto como encontréis algo de comer 263.

58

Van pasando los minutos pero no tienes forma de saber si el peligro se ha

disuelto. Más bien, siempre algún ruido te da razón para dudar. Una y otra vez

vas postergando la decisión de salir a la carrera o incluso de arrastrarte a

explorar. Es el miedo el que, sin que te dieras cuenta, ha tomado tu mente,

haciéndose más fuerte con cada nuevo peligro. Por su parte el chico solo te

sigue, como hasta ahora, y permanece quieto, aunque dudando de ti hasta que

revienta. Discutís y vuestras voces llegan a los grises, que pronto os rodean

y cazan.

~ Fin ~

59

Corres y los grises corren detrás de ti, intentado alcanzar tu marcha. Sin

embargo, una vez más sus largas lanzas les impiden moverse como querrían en

medio de este terreno abrupto y poco a poco los vas dejando atrás hasta que

desaparecen en medio de la vegetación. Pero la angustia no ha abandonado tu

cuerpo, ¿dónde está el príncipe?

Tu primer instinto, por supuesto, sería ir a buscarlo 288 pero quizás

prefieras aguardarlo aquí, confiando en que aparezca una vez se alejen los

grises 77.

60

--Deor, no me gusta esa cueva, tengo un mal sentimiento.

--Muy bien alteza. ¿Tiene fuerzas para seguir adelante?

--Desde luego.

Y seguís adelante en la más profunda oscuridad. No tenéis antorchas ni

lámparas de aceite y, francamente, tampoco tendríais valor para encenderlas

por miedo a atraer a los grises. Sin fuego el único peligro de aquí son las

fieras o las irregularidades del terreno.

--¡Au!

Antes lo piensas antes te hubieras caído. Has metido el pie en un hoyo y ahora

te duelen las rodillas y las manos, pero sobre todo el tobillo. Deor se acerca

a ti.

--Alteza, ¿está bien?

--Creo que sí. --Pero tu voz se quiebra por el dolor.

--Esperemos un momento. Yo haré guardia.

Aprovechas el descanso para examinar el hoyo donde metiste el pie. Descubres

asombrado que ha sido tallado en la piedra y tiene forma de una letra del

alfabeto de los Antepasados. Esta tiene la forma aproximada de un búho u otra

criatura semejante. A su lado hay otra, de las mismas dimensiones, que

recuerda a una espada. Intrigado, sigues el terreno con tus manos para

descubrir un mensaje que traduces en tu mente.

Escucha atento, magia te otorgo

Mi porte oculto, mi canción canto

Rauda me dicen, Muerte me llaman

Espanto a los grises, muelo sus huesos

Amo la lluvia, nunca amanezco

Escribe ahora, el nombre que guardo.

Se te ocurre que podrías dejar todo esto bien tranquilo 79 si es que no te

atreves a intentar presionar la letra del búho 129 o la de la espada 118.

61

Convencido de que la ventaja del terreno elevado será decisiva esperas a los

grises al borde del repecho, con el príncipe convenientemente armado a tu

espalda, listo para actuar si te ves superado.

Los primeros minutos te dan la razón y ocho grises acaban sus días rodando

colina abajo, con el corazón literalmente quebrado, las tripas abiertas o el

pecho partido en dos. Pero siguen viniendo más y más hasta que te das cuenta

de que no podrás matarlos a todos. Dándote cuenta de que todo está perdido le

pides al muchacho que huya. Tu última esperanza es que tu vida dure lo

suficiente para que él escape.

~ Fin ~

62

Intrigados por el canal de luz, seguís su fluir, completamente hipnotizados

por ella hasta que, de repente, un rayo surge del suelo matándoos

inmediatamente. Los dioses no han querido descubrir sus secretos arcanos.

~ Fin ~

63

--¿Podemos entrar en el bosque?, hasta lo más profundo quiero decir.

--Alteza, todo es peligroso aquí, pero sea lo que sea, que sea rápido.

--¿Qué me decís?

--¿Prefiere su alteza que tome yo las decisiones?

A decir verdad lo único que tienes por encima de Deor es tu derecho a la

corona, pero el guarda te supera con mucho en experiencia, así que quizás

debas dejar que sea él quien tome las decisiones 49 siempre que no prefieras

seguir con lo que habías pensado, 87 dado que no hay tiempo que perder.

64

La carrera cuesta arriba os sega las fuerzas. Acabáis de golpe, tendidos sobre

la gélida hierba del monte sin fuerzas ni para esconderos del frío. Al menos

aquí arriba no hay signos todavía de los grises. El corazón os bombea con

fuerza y tú hasta sientes dolor en las sienes y en el bazo. Temes que tu

cuerpo te esté pidiendo descanso. El muchacho, por su parte, teatraliza sus

respiraciones para parecer más cansado de lo que está pero tú haces todo lo

contrario hasta que te das cuenta de lo ridículo de la situación. Ninguna de

esas actitudes retrasará a los grises. Lo importante ahora es observar lo que

pasa y determinar un plan.

Reuniendo fuerzas consigues ponerte de rodillas. A tu alrededor la vegetación

se ha hecho más rala, el arroyo un surco de agua entre rocas húmedas y el sol

está acercándose al suelo. Pronto será de noche. En cuanto al chico tiene las

piernas cubiertas de arañazos y empezará a pasar frío en cuanto descansen sus

músculos, pero por lo demás está bien. ¡Grises! Antes de que pudieras

desarrollar un plan os han encontrado. Son cuatro y se acercan a vosotros tan

rápidamente como pueden, apoyándose en sus lanzas. Quizás quieras aprovechar

el momento para atacarles colina abajo antes de que puedan reaccionar 4 97,173

o tal vez prefieras arrancar a una nueva carrera 199.

65

Cuando empiezas, tu espada necesita dos tajos para abatir las ramas de los

zarzales, pero con eso solo avanzas un paso. Pronto necesitas tres y hasta

cinco tajos porque te es difícil acertar siempre en el mismo sitio. Además

rápidamente el filo de tu espada se va mellando y cada vez corta peor.

De todas maneras eso no es lo peor. Lo peor es que cuando los grises os

encuentras, estáis todavía en el centro de un mar de espinos, con solo una

espada mellada para defenderos. Es el…

~ Fin ~

66

El choque de armas transforma el caos en dos muertes, las de los grises. Uno

de ellos atravesado por el arma del príncipe, el otro por la tuya. Como por un

milagro no tenéis nuevos dolores que lamentar.

Para cuando recuperáis resuello y la adrenalina os deja pensar, la Estrella de

Oriente te hace recordar que hacia al este queda la Ciudadela del Búho,

seguramente para este momento deben haber estar inquietos por la comitiva

real.

Lo primero, sin embargo, es rodear la cima de la montaña. Esto lo hacéis

despacio, tanteando los pasos, buscando los reflejos de las lunas, y guiándoos

por las estrellas. Aún así, Itair está a punto de caer al abismo, así que

cuando llega la nueva luz de la mañana sentís más alivio que miedo.

Los grises, sin embargo, podrían estar muy cerca y la bajada directa hacia el

este es un desfiladero fatal, por lo que te enfrentas a un nuevo dilema. O

afrontáis el riesgo de ser interceptado por los grises mientras buscas una

mejor ruta 246 o afrontáis el desfiladero 3 104, 279.

67

--¡Corra! --Gritas a tu joven señor, y echándote el escudo a la espalda salís

saltando del río. No sabes de dónde sacas las fuerzas, pero te mantienes junto

al chiquillo, al que no le estorban ni años ni armaduras, y juntos vais

sacando ventaja al gris quien, desesperado, os arroja su lanza como último

gesto de desafío, pero ni siquiera te ocupas en ver dónde ha caído, sigues

corriendo y poco después os habéis perdido entre los árboles.

Cuando recuperáis el aliento no estás seguro sobre lo que tienes que hacer.

Estáis en un bosque en medio del Monte de los Espíritus, pero ni siquiera

sabéis exactamente dónde. A la mente te viene la peregrina idea de que estar

perdido podría ser bueno, con tal que también lo estén las decenas de grises

que os persiguen. Por otro lado tampoco puedes pararte demasiado tiempo, a la

vista de lo que acaba de suceder.

Quizás desees explorar los alrededores para descubrir dónde estáis 198 salvo

que creas que lo principal es seguir moviéndoos 4 153,120.

68

Tres segundos preceden los movimientos. Al final reaccionas tú antes de que lo

hagan ellos, y opones tu escudo a dos puntas de lanza mientras atacas al

tercer gris. Pero ellos se retiran, manteniendo la ventaja de sus lanzas y

rodeándote. Enseguida el combate se transforma en un asedio, donde cada lanza

te ataca por una dirección diferente y no puedes estar por todas partes.

Treinta segundos después una lanza atraviesa tu espalda.

~ Fin ~

69

Giráis y zigzagueáis entre los árboles y la fortuna quiere que los grises os

pierdan de vista. Después es todo correr hasta que sentís el silencio profundo

del bosque. No sabes dónde estás, un techo de ramas y hojas cubre el cielo, y

todavía no has recuperado el aliento como para preguntar a Deor, pero tampoco

debe saber nada 400.

70

Pensabas que había sido… pero solo era una pesadilla que ahora ni alcanzas a

recordar. Pasado el susto te vuelves a acostar.

Despertáis a las primeras luces de la madrugada, con un extraño sonido de

pasos a vuestro alrededor. ¿Le dices a Deor que tenéis que salir corriendo

inmediatamente? 242 ¿O te ofreces para salir a investigar? 157

71

Lográis pasar escondidos todas las horas de la noche. Pero las luces del alba

os revelan docenas de grupos de grises, rondando a vuestro alrededor, todos

sedientos de sangre. Con la seguridad de que vais a ser descubiertos, tratáis

de forzar vuestra huida corriendo, pero son demasiados y salen en todas

direcciones hasta que sus armas se hunden en vuestras carnes.

~ Fin ~

72

En cuanto ves al gris te das la vuelta y corres. ¿Quién podría reprochártelo?

Eres un muchacho que acaba de volver de la muerte y no tienes ni armas ni

armadura. Solo serías un estorbo. A tu espalda escuchas el entrechocar de

espada y lanza sin que cedas a la tentación de mirar hasta que has dejado un

buen trecho por detrás. Entonces te das la vuelta y ves al guerrero empujando

al monstruo al río y acabando con él a espadazos. Solo entonces, aunque

abochornado por tu poco heroica conducta te acercas a él. Ni siquiera tienes

el alivio de poder disculparte, te han enseñado que un príncipe nunca se

excusa ni pide perdón y aunque quisieras hacerlo no sabes cómo. Solo tus ojos

hablan por ti.

--¿Necesitáis un arma, alteza? --Te pregunta como único saludo, con la voz

áspera de quien le falta el aliento.

--Sí, Deor. --Le respondes.

--Podéis tomar las armas del gris, alteza, si queréis usarlas.

Una vez armado podrás preocuparte de qué hacer a continuación. Quizás quieras

ofrecerte para trepar a un árbol para tener una idea de dónde estás antes de

que las decenas de grises os alcancen 82. Pero por otro lado quizás no sea

momento de perder el tiempo y prefieras seguir adelante 127.

73

--Alteza, --le dices, --necesitamos un refugio, y me preguntaba si, dadas las

circunstancias, me podría ayudar usted.

--Deor, ¿crees que podremos vivir?

--Creo que vivimos todavía, alteza.

--Entonces espero ser capaz de ayudarle.

Cavas en la memoria de tus jóvenes años, durante la guerra, para improvisar un

refugio. Claro que entonces tenías un hacha y sabes que tu espada perdería su

filo si la usaras como herramienta. Así que, en vez de árboles, te concentras

en buscar un arbusto, y encuentras un joven mato de hierba-de caño, una

especie de bambú de ramas flexibles, que hundís en el suelo y entrelazas y

atas para formar una cúpula. Después, y por no tener otra cosa, extendéis

sobre ésta tu manta, tensándola tanto como es posible.

Antes, has pedido a Itair que cave un hogar para el fuego. Pronto tenéis un

hornillo natural que os aliviará lo suficiente para pasar la noche sin morir

de frío. Después de esto, lo único que queda por hacer es decidir quién hará

la primera guardia. Puedes preferir hacerla tú mismo 4 25, 106 aunque sea para

dar ejemplo, o reservarte para ti las horas mas tardías 3 47,144 que se te

antojan también más peligrosas.

74

Ansiosos por encontrar un lugar donde refugiaros de los grises y de la noche

creéis haber llegado al paraíso cuando encontráis la boca de una cueva,

angosta y húmeda, alta como tres metros pero lo suficientemente estrecha como

para que tengáis que pasar de lado y buscando huecos para que no tropiecen las

armas.

Tras dos metros, sin embargo, la cueva se abre a una gruta más espaciosa. Nada

más podéis ver. Hasta aquí no llega la luz y hasta el aire es escaso.

Tropezáis con algunos objetos sueltos que cuando los examináis parecen al

tacto urnas de terracota.

--Deor --te llama el príncipe --creo que esto es una lámpara. ¡Y tiene aceite!

¿La encendemos?

Aquí, en esta húmeda oscuridad, te va a costar una eternidad hacer fuego y lo

más probable es que no revele nada interesante. El chico es joven, pero tú ya

has estado en otras cuevas antes y sabes que no hay más que piedras, bichos y

basura, y por ese orden. Por eso tal vez quieras aprovechar este lugar para

dormir lejos del alcance de los grises 2. Por otro lado, Deor, quizás quieras

complacer a tu joven señor 34.

75

El gris no se arredra y carga contra vosotros con nada más que una daga de

cazador, apenas un juguete ante tu espada. Quiere compensar con energía y

valor el poco alcance de su arma, pero tú eres un guerrero experimentado y el

filo de tu arma abre sangrientos cortes en su cuerpo antes de que simplemente

te aparte y le dejes al suelo.

Tras su caída volvéis a vuestra huida porque os azuza el miedo hasta que

primero el chico, después tú, caéis exhaustos en la hierba. Quieres relajarte

pero ni emoción ni razón te lo permiten: sabéis que se acercan, que no vendrán

ya de uno en uno y tienes que aprovechar estos instantes de descanso para

buscar un plan al mismo tiempo que recuperáis resuello.

Podrías tratar de buscar algún tipo de escondite mientras aún estéis a tiempo

41 o simplemente seguir corriendo monte arriba sin perder ni un segundo más

84.

76

Os pegáis al suelo tanto como podéis mientras veis a los espíritus

acercándose. Fantasmas y luces bailan en un corro abierto y caótico, a veces

entrando una pareja al centro, otras saltando una sobre otros y acompañados

por una música siempre cambiante. Por fin os alcanzan y, por pura mala suerte,

el fantasma de un ciervo pisa un pie del príncipe. Al instante el chico se une

a la compañía sobrenatural; poco después darás tu también el primer paso de

una danza que durará hasta los siglos alcancen su muerte.

~ Fin ~

77

Esperas al príncipe durante un tiempo que aviva tus miedos hasta que un grito

distante te rompe el corazón. Claman victoria los engendros del mal y aunque

no escuches ni lamentos ni gritos de dolor estás seguro de que el último

miembro de la familia real ha perecido.

~ Fin ~

78

La jornada se endurece por el frío pero es la falta de luz la que os confunde.

Sin daros cuenta os vais metiendo por una loma cada vez más peligrosa. No pasa

mucho tiempo hasta que, perdiendo pie, caes al vacío.

~ Fin ~

79

Pasáis el resto de la noche lentamente, intentando conservar las fuerzas todo

lo posible, aunque los nervios son demasiado grandes como para permitiros

descansar. Y tienes buena razón para ello porque en uno de tus desvelos,

descubres que a derecha y a izquierda dos grupos de grises os están rodeando a

escondidas y deben ser más de cien. Delante vuestra ya os espera un retén.

Estos, ufanos, no hacen ningún esfuerzo por esconderse.

¿Avisas a Deor para que huya inmediatamente contigo 187 o le sugieres avanzar

a escondidas hacia delante? 4

80

La puerta se abre y deja ver una extraña estancia. Para empezar es casi

cilíndrica y angosta, y está ocupado por una extraña estructura con forma de

pájaro gigante, con dos asientos en su centro. Sin perder tiempo os montáis y

cuando eso pasa la pared se abre dejando mostrar el cielo. Esta es una

maravilla de la era de los antiguos y vosotros vais a escapar en ella,

volando.

~ Fin ~

81

--Deor, nos podemos turnar, yo haré la guardia primero y si hay problemas te

despierto, ¿vale?

Deor se limita a sonreír y a dormirse cuando todavía está sentado en el suelo.

Desde ese mismo momento te sientes profundamente solo. La cabeza se te va a

los reinos de los sueños. ¡No! Luchas por concentrarte hasta que te sacudes la

modorra de encima. Ahora el problema es no verse sorprendido. ¿Deberías

quedarte en la cueva 219 donde estás más protegido o deberías salir al

exterior, bajo la noche desnuda y fría 224 ?

82

--Creo, me gustaría trepar a ese árbol, --le dices a Deor tratando de ganar

una aprobación que te dé un poco de seguridad, --es que así veremos dónde

estamos.

--Muy bien alteza. --¿Querrá decir eso muy bien, es usted el príncipe y puede

hacer lo que quiera, o que le parece buena idea? No tienes forma de saberlo.

Tus dudas siguen cuando empiezas a subir, eres ágil, pero nunca habías hecho

algo como esto; el chico del arrozal de tus sueños no hubiera tenido tus

problemas para encajar pie, encontrar agarre a su mano y, sobre todo no mirar

al suelo; el de la realidad de palacio lo tiene más difícil. Superando mil

titubeos consigues subir y cuando lo haces el estremecimiento casi te derriba.

Estáis en la ladera sur del Monte del Espíritus a dos mil metros de su cima,

nevada aún a trozos en el centro del verano. Lejos, en el valle, los buitres

dan círculos sobre los restos de la comitiva real. Y entre los árboles,

moviéndose con rapidez, oleada tras oleada de grises, los tres primeros grupos

caminando hacia vosotros tratando de rodearos.

Tienes la tentación de quedarte en ese árbol, pero en seguida descartas la

idea. Puede que sea mejor buscar esa cima 105 , aunque no te apetece afrontar

el frío con los pies descalzos. Otra opción sería primero subir y luego

desviarte hacia el oeste donde ves asomar bocas de cuevas entre viejos abetos

91.

83

--¡A los árboles!

No le das al chico posibilidad de dudar. Sin otra posible solución, vas hasta

el borde del acantilado y ante los ojos del príncipe te descuelgas hacia los

pinos. Itair, apurado por la llegada de los grises te sigue inmediatamente.

Descendéis las ramas como podéis, hasta abrazar el tronco del árbol y desde

ahí alcanzáis el suelo. Vuelan tras vosotros algunas lanzas que no os

alcanzan, protegidos como estáis por el árbol.

Habéis quedado en un estrecho saliente en la roca, ¿os atreveréis a intentar

descolgaros de saliente a saliente 2 286,281 u os defenderéis aquí de lo que

quiera que os manden los grises 2 291,296 ?

84

Casi no puedes arrancar a correr por el gasto de la pelea, pero cuando lo

haces enseguida llegues a un buen trote. Unos días antes no hubieras creído

que tus músculos adornados con canas podrían mantener el ritmo que tenían

cuando eras joven. Quizás sea el ansia de seguir vivo, quizás sea simplemente

que tienes más experiencia para correr. El chico, por su parte, tiene en su

rostro un guiño de dolor. Debe ser demasiado para su corazón y sobre todo para

su alma, no está acostumbrado a estos esfuerzos, por no hablar lo que ha

sucedido a todo su familia.

Te tienta acercarte a él, bajar un poco el ritmo y darle ánimos 132 , pero lo

primero es la supervivencia, por eso quizás prefieras liderar por el ejemplo y

seguir adelante 42.

85

--Lo siento, Deor, me parece que no puedo más, me estoy helando.

--Podemos, pero es mala idea, por los grises. Podría dejarle mi capa 126

--¿Y si buscamos un refugio?

Deor te mira apesadumbrado y tú te sientes avergonzado de tu propia debilidad

pero al final accede. Empezáis así una búsqueda desesperada en medio del frío.

Al final lo único que encontráis antes que la negritud os nuble por completo

la vista es una hendidura en la montaña, lo suficientemente grande para que os

encajéis los dos juntos. Deor improvisa ahí un refugio con piedras y su manta

y os pegáis el uno al otro para conservar el calor.

Ya habéis conseguido dormir cuando empiezas a escuchar la canción de un niño:

--Ekeles, Yekoles, Aekilesh

Es “mil uno, mil dos, mil tres”, en la antigua lengua de los Antepasados. Este

idioma solo se aprende de los eruditos, como tu preceptor, y si no fuera

porque estás en el Monte de los Espíritus estarías seguro de que se trata de

un sueño.

No puedes reprimirte y asomas la cabeza. A seis metros de ti hay una niña sin

pies flotando en el aire. Viste de una dorada túnica sin mangas que le cae

hasta los muslos y en sus manos porta un bastón.

--Bienvenido --te dice sonriendo en el idioma de los Antepasados, --soy

Alisdar, y estoy jugando a contar mis estrellas.

No puede ser, Alisdar es la pastora de las estrellas. Si es cierto estás

delante de una de las diosas, en su forma más infantil y juguetona. Tienes

tanto miedo que te dan ganas de resguardarte en tu refugio y cerrar los ojos

190 pero tal vez prefieras responder a su saludo y presentarte 180.

86

Decidido a no ser un estorbo en esta batalla, agarras la primera piedra que

ves y flanqueas a los combatientes, intentando alcanzar la espalda del gris.

Éste se gira y arroja su lanza contra ti, pero apenas te roza su punta el

brazo, mientras que Deor atraviesa su espalda hasta que su pútrida sangre

contamina el lecho del río.

No te ha hecho nada que un soldado pudiera llamar una herida, pero del susto

lo primero que haces es arrebatarles sus armas. Con dos miradas el guardia y

tú os ponéis de acuerdo en que hay que salir de aquí. Quizás siguiendo el

curso del río hasta su naciente 159 o tal vez internándoos en lo más profundo

del Monte de los Espíritus 63.

87

Apresurando la marcha, avanzas buscando la oscuridad y la espesura. El viaje

sería tranquilo si no fuera porque cada sonido extraño recuerda a tu vientre

tus perseguidores. Tras dos o tres horas acabáis en un palacio de árboles

gigantes, de copas tan densas que no dejan ver el cielo y con el suelo

alfombrado por capas de musgo, hierbas y setas. A falta de un cartel que ponga

_“lo más profundo del bosque”_ , te quedas con este lugar.

--Ya hemos llegado.

--Muy bien, alteza, ¿cuáles son sus órdenes?

Esos árboles parecen fuertes y altos, fáciles de escalar y algunos tienen el

suficiente espacio en sus copas como para que durmáis los dos juntos. Quizás

quieras pasar allí toda la noche 171 o tal vez prefieras usar la cobertura del

bosque para intentar deslizaros entre vuestros perseguidores y escapar 108.

88

El príncipe habla con dificultad y traduce después la respuesta del arco

lentamente.

--Dice que es la puerta de la muerte y la vida. Que si pasamos es vida, pero

que si pasamos es muerte. Es que… es difícil de decir… es como que son cosas

gramaticales distintas. Lo de la vida es como si pasamos nosotros porque

queremos, lo de la muerte es como si algo hace que pasemos. --Bueno,

--respondes, --la respuesta está clara.

¿Es “entremos” la palabra que completa tu frase 20 o más bien “salgamos de

aquí” 163 ?

89

Apresuras la marcha todo lo que os es posible bajo la luz nocturna. Pero

pronto tienes que parar. Muy cerca, aunque no puedes determinar su dirección,

has escuchado unos pasos susurrantes. Podría ser solo unos animales, pero no

crees que debas correr ese riesgo.

Con todo, ¿debes salir corriendo ahora mismo? 30 ¿O será mejor esconderse y

esperar? 192.

90

Os apresuráis a dar la vuelta sobre vuestros pasos y ponéis ojos a cada pista

que pueda ofrecer el terreno pero la desgracia hace que no encontréis ninguna

ruta. Peor aún, los grises os han ido rodeando y antes de que podáis

reaccionar saltan sobre vosotros como una horda asesina. Mueres con la espada

en la mano; poco consuelo cuando el mundo se derrumba.

~ Fin ~

91

Los grises no os molestan durante la subida y casi dirías que nunca

existieron. La preocupación más inmediata ahora es el frío, el hambre y la

fatiga, que de esos tienes más que suficiente. De hecho no te acuerdas de

haber estado tan cansado jamás. Pero seguís con vuestro plan y os acercáis a

las cuevas. El suelo se hace ahora rugoso a tus pies por las extrañas rocas

ocres y las raíces de los árboles que corren entre ellas. Pronto las ramas van

ocultando el sol que, adivinas, está poniéndose en el horizonte y seguís

adelante hasta que, por fin, das un salto movido por la excitación.

--¡Allí! Las cuevas.

No hace falta que digas más. Tenéis ánimos de correr, fuerzas para andar y

acabáis alternando marcha y carrera hasta entrar en una de las bocas del Monte

de los Espíritus. Un lugar oscuro que huele a cuadra, pero protegido para

pasar la noche. Hay incluso paja cubriendo el suelo, que sin duda te

aguijoneará la piel pero te protegerá de la humedad.

Si esta cueva no acaba de convencerte, puedes intentar seguir adelante en la

oscuridad 60 , pero después de lo que has sufrido, ¿merece la pena plantearte

buscar algo mejor 128?

92

Tras una corta carrera os internáis en la fronda. Desde ahí guías al príncipe

hasta uno de los árboles más viejos, donde esperas que paséis desapercibidos.

Poco después empezáis a escuchar las pisadas y a oler el hedor de los grises y

la oscuridad cae sobre el mundo haciendo completamente invisible todo lo que

se esconde bajo las ramas de los árboles, pero al mismo tiempo se multiplican

también los sonidos de las bestias.

Si quieres intentar escapar esta podría ser tu última oportunidad 309 , aunque

quizás prefieras comerte tus miedos y aguantar entre las raíces y la tierra

123.

93

La noche entre los espinos pasa fría y lenta. Un rumor de angustia en tu alma

no te deja dormir y ni siquiera pides al príncipe que te haga una guardia.

Eres tú solo el que ve a veinte grises acercándose con lentitud, husmeando el

aire nocturno.

Doscientos pasos, aún están lo suficientemente lejos como para ganar la huida

si salís inmediatamente a la carrera 19 , pero todavía no os han visto y

quizás prefieras confiar en tu escondite 174.

94

El príncipe parece no creerte cuando le hablas.

--Deor no deseo que mueras. Tienes que buscar otra idea, por favor.

--Yo tampoco deseo morir, Príncipe Itair, pero no puedo seguir vuestro ritmo.

--Pero yo sí puedo seguir el tuyo.

--Y también los grises, alteza.

--Me da igual.

El muchacho, con razón o sin ella, no está dispuesto a abandonarte y no

consigues alejarlo de ti. Quizás sea éste el momento para enfadarte 122 o tal

vez prefieras probar a buscar un refugio, si es que tanto insiste 2 189,38.

95

La ladera de la montaña es para vosotros un campo del terror porque cada paso

os recuerda que los grises pueden aparecer en cualquier momento. La mandíbula

te duele de los nervios y el músculo del canto de la mano se mueve a pulsos

sin control pero sonríes por tu compañero y los dos seguís adelante.

Llegáis a la vereda bajo la oscuridad, un viejo camino hollado a fuerzas de

pies y patas que desciende enrollándose en torno a las irregularidades del

terreno. El chico se pega a ti, y tú le rodeas con tu brazo.

--Es mejor así, Alteza, de noche no podrán vernos.

Pasa media hora y empiezas a pensar en buscar un refugio para la noche cuando

vez aparecer por el camino el farol de un caminante que sube al Monte de los

Espíritus. Puede que quieras avisarle de lo que le espera, o al menos verle de

más cerca 206 aunque quizás prefieras esconderte ahora entre la hierba alta

268.

96

Y corres, vaya sí que corres, feliz, casi como si estuvieras en los Juegos de

Verano. Pronto desaparecéis de la vista de los grises, escudados por la

pendiente de la montaña y seguís hasta que no os queda aliento. Para entonces

los grises ya se han dado cuenta de tu artimaña, pero es demasiado tarde para

ellos.

~ Fin ~

97

Corres contra ellos colina abajo buscando que el impulso y la sorpresa sean

suficientes para multiplicar tus fuerzas contra las suyas. Apenas te das

cuenta, pero estuviste a punto de tropezar y caer, lo que te habría llevado a

la muerte. En su lugar saltas sobre el primero, que ni siquiera ha tenido

tiempo ha preparar su lanza y lo derribas con un mortal corte en el vientre.

Tu energía te sigue impulsando cuando todavía quieres detenerte y para cuando

giras las bestias inhumanas ya están listas para defenderse. Si se hubieran

contentado con eso habría ganado, pero les vence su sed de sangre y solo dejan

a uno de ellos contra ti; los otros dos siguen a por el príncipe. Un

intercambio de golpes y te has llevado una punzada en el antebrazo izquierdo,

por haber abierto demasiado la guardia del escudo, pero el enemigo ha caído al

suelo con la cadera destrozada por tu espada.

No pierdes tiempo en rematarlo, corres a por los otros dos, que por fin

intentan defenderse, pero en este terreno tan abrupto no hay sitio para el

baile de las lanzas y es tu espada la que se impone; tu espada y el arma del

príncipe que te ayuda, como puede, a finalizar lo empezado.

Mano con mano, celebráis vuestra victoria, y sonreís solo un momento, por las

docenas de grises que todavía acechan esta montaña y os preguntáis que hacer.

En estos alrededores no hay lugar dónde esconderse y solo os queda decidir

hacia dónde huir. Quizás quieras simplemente seguir colina arriba, alejándote

de los grises 9 o tal vez prefieras hacer justo lo contrario, dirigirte al

bosque que crece más abajo en la falda del Monte de los Espíritus y aprovechar

la noche para infiltrarte entre los grises. Seguro que no esperan algo así

197.

98

Dicen que cuando los valientes van a morir escuchan a las Damas de los

Guerreros cantar en su corazón las hazañas de los antiguos héroes. Cuéntanos

pues, oh valiente, las gloriosas gestas que escuchabas mientras arremetías

contra el mal con tu bello acero que ten por cierto que los escribas de los

dioses no han perdido nota de tus acciones.

Descansa en paz, última esperanza del Reino.

Bueno, esa era la teoría. Porque apenas le dices al príncipe que se ponga a

salvo mientras tu cargas el chico te da un bofetón. Deja que lo repita: un

crío de quince años te ha pegado un bofetón.

--Mañana seré rey y el Rey desea que vivas.

Poco después estáis corriendo los dos juntos, tanto como podéis, colina arriba

194.

99

--Alteza, no olvidemos lo que es importante, tenemos que salir de aquí.

El chico asiente.

--Tenemos el monte de los espíritus al oeste y las estrellas nos indican el

este. ¿Ves la constelación de la cigüeña? Su pico nos indica el este. ¡Vamos!

388

100

Os acomodáis como podéis en la angosta ermita, el chico con todo el cuerpo

dentro, en la oscuridad, y tú de pie, asomando la cabeza, vigilando la llegada

de los monstruos mientras la oscuridad va descendiendo sobre la montaña.

Llega por fin la noche, coronada por las dos lunas y el universo de las

estrellas. Nada parece indicar la tragedia que ocurrió en la madrugada de este

día, salvo las quejas del muchacho.

--No puedo respirar, quiero salir.

Podrías responder diciéndole que aguante y que duerma, hasta que pase el

peligro 165 , o tal vez prefieras aprovechar la noche para deslizaros entre

sus sombras 139.

101

--¡Corre! --Gritas a tu joven señor, y echándote el escudo a la espalda salís

saltando del río y corréis tanto como os permiten las piernas. Un momento

antes habrías jurado que no podías más, que ya tienes demasiados años para ser

un héroe, pero tu espíritu aún brama por sobrevivir. El chiquillo, con sus

ligeras ropas de palacio te lleva la delantera. El gris os sigue al principio

con torpeza, pero después arroja lanza y escudo y cobra una velocidad

sobrehumana.

Quizás quieras ahora enfrentarte a tu enemigo ahora que se ha desarmado 75 o

hacer un último esfuerzo para huir 133.

102

No descubres nada, el ruido se desvanece y tus miedos se entumecen entre el

frío y el cansancio de la noche. Legas la guardia a Deor y caes rendido sobre

el suelo de la caverna.

La mañana te despierta al hambre y a la sed. Has recuperado algo de fuerzas,

pero es más el miedo lo que te mantiene alerta. Tienes las piernas de un

lazarillo, cruzadas de rozaduras y pintadas de moratones, los pies de

carbonero.

Deor no está en la cueva. Supones que está afuera vigilando, pero podría

haberle pasado algo. ¿Deseas esperarlo en la cueva 160 o sales en su búsqueda

142 ?

103

Corréis tan rápido como os es posible y aún más pero, la Araña, la Señora del

Destino, ha decretado que corráis justo hacia un grupo de treinta grises. Al

descubrirlos, tratáis de escapar, pero sus ululares avisan a los suyos, y os

rodean y juegan con vosotros y se acercan, robando metros poco a poco hasta

que llegan a una distancia en la que sus lanzas no pueden fallar. Caéis al

suelo atravesados por las armas. En seis segundos los grises rematarán al

príncipe, tú morirás desangrado, dentro de tres horas.

~ Fin ~

104

--Itair, Alteza, siga mis pasos. El desfiladero es peligroso pero si no nos

equivocamos no nos pasará nada malo. Use las manos siempre que pueda, pero no

confíe en ningún agarre. Cada vez que coloque un pie apure la vista, si duda,

respire y espere a que se disipe.

La bajada es tan lenta como habías planeado y no es el chico, sino tú quien

tiene más problemas, pero al final, conseguís llegar al fondo. El suelo aquí

es blando y vuestros pies se hunden en el barro y la hojarasca hasta los

tobillos.

A la madrugada, os sorprende el rugir de los cascos de un escuadrón de

caballería. Son los soldados que os han encontrado y pronto os llevarán a

lugar seguro.

~ Fin ~

105

El viaje a la cima se va haciendo eterno. La parte buena es que es solitario y

si no fuera por el miedo que te reconcome la garganta podrías soñar que estás

en una gran aventura. A pesar del verano, a la altura que estáis llegando, el

frío te perfora las plantas de los pies desnudos y sientes agujas en todas tus

articulaciones. Además, ya se acerca la noche y la oscuridad traerá más frío.

El guardia, por su parte, está perfectamente bajo sus rudas ropas militares.

Todavía no tienes miedo de morir congelado ni nada por el estilo: eres fuerte,

y joven y un príncipe, ¿qué es lo peor que puede pasar? ¿una gripe? Ya te la

curarás cuando escapes de esas bestias.

Aquí ya van quedando pocos árboles, pero sí hay hierba alta y toda clase de

matos y plantas de una clase que jamás habías visto ni estudiado: leñosa,

espinosa, con hojas finas como lanzas y pequeñas flores rojas y bayas

diminutas que oscurecen según maduran.

Dioses… te acabas de acordar de tu pedagogo y tu última imagen de él es el de

un cuerpo tendido el suelo, desfigurado… y la sangre. Te agitas físicamente

para sacudirte ese recuerdo de la mente.

--Alteza, ¿está bien? --Estás preocupando al guardia, que por primera vez

parece perdonar tu anterior cobardía.

¿Qué respondes a Deor? Quizás quieras aprovechar para confesar que tienes frío

y que necesitas un lugar para pasar la noche 85 o le tranquilizas y le animas

a seguir adelante 126.

106

La primera hora de la noche va calmando los ruidos del mundo, excepto la

angustiosa respiración del príncipe, que se agita en sus pesadillas. Tú vas

dando lentas rondas alrededor del refugio, sin dejarte ver ni escuchar.

En esas estás cuando tienes que sujetarte a un árbol del susto porque van

flotando hacia ti, doce fantasmas, víctimas recientes de los grises. Conoces

sus hombres, y los encabeza la Reina Uryele, con su cuerpo etéreo teñido en

sangre. La tradición lo dice, hasta que los siervos de los dioses los atrapan,

las ánimas persiguen a los suyos, a veces para dar un mensaje, otras para

llevarlos consigo y muchas otras para hacerlos descender a la locura.

Quizás, por tanto, pretendas interceptar a los fantasmas y enfrentarte a ellos

248 , guiar la madre hacia su hijo 277 o tal vez agarrar al chico y salir

corriendo, para evitar lo peor 284.

107

Es Itair quien te despierta. --Deor, están aquí.

Agachado entre la hierba alta, puedes ver a los grises andando por el camino

que antes tomasteis a cincuenta metros de vosotros. Cuentas hasta treinta,

divididos en cuatro grupos, con dos en vanguardia y otros dos al final.

--Deor, ¿qué hacemos?

Una opción sería abrazaro al suelo y quedaros tan quietos como os sea posible

297. También puedes intentar huir, antes de que se os acerquen más 329. Por

último, y como opción intermedia, tienes la posibilidad de iros arrastrando

por el suelo lentamente, confiando en que la hierba os esconda 380.

108

La noche ha transformado el monte boscoso en una laberinto de sombras que se

hunde en la más vacía negritud. El silencio es tal que podéis escuchar el

planear de un búho, pero los troncos y las ramas permanecen completamente

invisibles, listos para golpear vuestra osadía. Pronto acabáis agachados,

unidos mano con mano para no perderos y palpando cada paso. Así el avance es

muy lento, y aún así confuso. Podríais estar caminando directo a unos grises o

a algún peligro mayor y no tendríais forma de saberlo hasta que fuera

demasiado tarde. Quizás ya lo sea 2 117,135.

109

La ruta que se hunde en la tierra es tan oscura que os obliga a avanzar

palpando las paredes. Incluso así tenéis la sensación de ir avanzando bastante

trecho hasta que, tras un rato largo, habéis salido de la hondonada y ante

vosotros queda la vertiente opuesta de la montaña. La sensación de éxito os

reavivan fuerzas y ánimos para la siguiente decisión: aprovechar lo que queda

de la noche para tratar de dejar atrás a los grises para siempre 3 131,14 o

dormir para conservar nuevas fuerzas para mañana 182.

110

Las palabras muerte y fracaso se meten en tu mente tan pronto como marchas

colina abajo. Pero incluso antes de que empiecen a caer las jabalinas te das

cuenta de que solo escuchas tus propios pasos. No te hace falta darte la

vuelta para saber que el príncipe ha escogido su propio camino, hacia arriba,

donde aguardan los espíritus, quizás tenga mejor suerte.

En cuanto a ti, y tu locura, te enfrentas a demasiados enemigos como para

tener alguna esperanza de sobrevivir.

~ Fin ~

111

No podías ver por dónde pisabas y aunque no puedes culparte de intentar lo que

estabas forzado a hacer, a la naturaleza le da igual que tuvieras la culpa o

no. Lo cierto es que el peligro te ha superado, has perdido agarre y has caído

tres metros, hasta un saliente, donde se estrella tu hombro .

--Alteza, no se mueva, por favor, estoy bien, busque un lugar seguro para

dormir, tenemos que pasar aquí la noche 393.

112

Crees que subir esa pared de rocas es demasiado peligroso y así se lo haces

saber al guardia que responde con un monosílabo casi inaudible.

Después de eso comenzáis a dar un rodeo para buscar otra ruta pero antes de

que podáis encontrarla, una turba de grises os intercepta. No tienes valor

para contarlos, sin duda pasan de treinta y se dirigen contra vosotros como

una masa turbulenta y asesina.

Tratáis de huir, pero el terreno es demasiado escarpado y así, atrapado entre

las rocas, caes atravesado por siete lanzas.

~ Fin ~

113

--Príncipe Itair, sígame, debemos encontrar otra ruta.

Tras veinte minutos tienes que desistir de otra ruta que os lleve directamente

a la cima. Quizás sea la oscuridad que va cayendo sobre el Monte de los

Espíritus, pero todo te parecen paredes verticales, peores incluso que la

empinada ladera que habías descartado. No obstante sí descubres una cañada

tortuosa, poco más que un surco profundo y estrecho en la tierra que parece

llevar a la otra vertiente de la montaña.

Si te parece esta última la mejor elección, quizás deberías tomarla 109. De lo

contrario podrías intentar la pendiente que antes desechaste, eso sí con más

oscuridad y tras haber perdido una ventaja preciosa 119.

114

Queréis correr, pero la pendiente os va restando las fuerzas hasta que lo

máximo que conseguís es una marcha rápida. Rezáis para que a los grises les

pase lo mismo.

Tras, quién sabe si cuatro horas, la noche se va imponiendo y oscureciendo la

pared rocosa en que se va transformando la pendiente. Mientras quede algo de

luz no debería ser demasiado difícil de trepar.

Ante esto no te queda más remedio que tomar una decisión o atacáis la pared

rocosa 3 12, 119 o buscáis un escondite entre sus oquedades 27.

115

Antes de que pueda pensárselo, sin decir una palabra, tomas al muchacho con el

brazo y, mano con mano, saltáis al desfiladero. Caéis con la sensación de que

el estómago se os quiere salir por la boca, y entráis al agua al mismo

instante. Durante dos segundos os recibe un caos de espuma, pero en seguida

podéis reponeros y saltar a la orilla. Lejos, ante el desfiladero, se agolpan

los grises, pero has perdido tus armas y tu escudo. ¿Vas a buscarlas al fondo

26 o aprovechas para escapar 191 ?

116

El espíritu insiste en sus preguntas durante minutos sin que respondáis una

palabra ni hagáis más gesto que intentar alejaros lenta y respetuosamente.

Tras un rato desaparece en el aire y creéis que podéis volver al transcurrir

normal del mundo, pero no das ni dos pases y caes de bruces en el suelo, el

vientre estallando de dolor. El príncipe ha caído también, su cara llena de

pústulas y llagas.

Justo entonces el pájaro de fuego vuelve a manifestarse sobre vosotros para

esperar que la enfermedad vaya cobrándose vuestra vida durante siete días de

dolor y fiebre.

~ Fin ~

117

El silencio de la muerte desaparece entre los familiares ruidos del bosque

nocturno. La preocupación sigue en tus huesos y tiembla también tu mano, fría

y sudorosa como la de un esclavo pillado en una falta.

Esta es la situación, solo sabes que estás dentro de un bosque, en algún lugar

del Monte de los Espíritus y parece que os habéis separado de los grises. El

hambre y el cansancio es real, todo lo demás es misterio. Ya te tambaleas y

solo avanzas apoyándote en Deor, cuyos párpados también luchan por no

cerrarse.

¿Quieres derrumbarte aquí mismo y dormir 57 o seguir avanzando hacia donde

quieran los dioses y los demonios 244?

118

Tocas la letra de la espada, pero la estructura no reacciona, aplicas toda tu

fuerza, pero igualmente el mundo te ignora, mientras Deor mueve la cabeza.

--Alteza, recuerde a los grises, ¿no le parece esto una tontería? 79

119

Tienes que animar al chico para que se decida a escalar detrás de ti. El miedo

le agarrota los movimientos y le hace temblar, por mucho que le eche la culpa

al frío. Tú, por otra parte, decides olvidarte de tus propios nervios y haces

lo posible para ir palpando la roca.

Poco a poco vais subiendo, sin que la noche os retrase demasiado. --Solo hay

que fijarse, --le mientes al príncipe, tratando de infundirle valor--, solo

hay que fijarse y el resto es como una escalada normal.

Pero no pudiste ver que uno de tus apoyos era una roca rota desde dentro hacia

fuera y que se desprendió bajo tu peso en cuanto pusiste pie. A punto estás de

caer en la oscuridad, solo te salvan tus brazos, que te sostienen en el último

momento, aunque de la inercia te llevas un gran golpe en la rodilla. Estás

herido , e hirviendo de dolores, pero aún decidido a sobrevivir 12.

120

La marcha os ha ido quemando las fuerzas que menguan según el sol va bajando

por el horizonte. Sois una desdicha de hambre y sed, de heridas y cortes, de

malos recuerdos y peores miedos. El príncipe está mucho peor que tú, al ser

más joven y estar más desprotegido. No puedes evitar sentir lástima por él,

aunque sabes muy bien que eso no ayudará a ninguno.

Y entonces, justo cuando empezabas a perder la concentración de lo

fundamental, os topáis con ellos: cuatro grises que corren hacia vosotros.

Inmediatamente echáis a huir en la dirección opuesta, con el alma en vuestras

piernas. Ya ni los cortes, ni las fatigas, ni el hambre ni el frío importan

nada.

Una mirada atrás. ¡Se acercan! Aceleras. Escuchas sus pisadas. ¡No! El chico

ha caído. Te giras y desenvainas. Respiras, el grupo de grises se ha dividido,

el más rápido le saca treinta metros a los demás. Corres a por él gritando

como en los cantares de gesta y arremetiendo contra su cabeza con el escudo lo

derribas pendiente abajo. Entonces vuelves a girarte y azuzas al príncipe que

ya se ha levantado. Llueven los venablos de los grises, pero no os alcanzan.

Corréis y corréis hasta que caéis sin fuerzas entre la hojarasca del monte.

Te tiembla el pulso, respiras, poco a poco recuperas el aire y solo después el

dolor. Tu sangre ha formado un círculo oscuro en tu pantalón, el gris debió

darte una punzada con su lanza. No es grave, pero sabes que ha sido solo el

ansia de la vida lo que te ha permitido correr como lo has hecho. Lo que va a

pasar, si tienes suerte, es que te va a doler y retrasar tu marcha. No vas a

poder repetir esta carrera y un mar de dudas te asalta el corazón. El chico,

por otra parte, está bien, solo un poco cómico, con toda la suciedad que se le

ha pegado al sudor y una mirada de no saber qué hacer.

Quizás quieras decirle que debéis dividiros para que él tenga una mejor

oportunidad de escapar y tener así un fin noble 94 , pero tal vez pienses que

lo mejor sea buscar un escondite antes de que caiga la noche sobre el Monte de

los Espíritus 141.

121

La batalla fue confusa, breve y acabó en un silencio desesperado. Ya no

escuchas las voces de los grises, ni sientes la respiración del príncipe a tu

lado, ni siquiera ves al abrir los párpados. Solo resta el dolor que te

atraviesa el muslo mientras te desvaneces, como una vieja nube.

~ Fin ~

122

--¡Lárguese! ¿Qué cree que tiene la razón por tener la corona? ¿Qué lo sabe

todo? No es más que un niño. Ya no puede darme órdenes.

--¿Por qué! ¿Por qué no estamos en palacio?

--Porque voy a morir, ¡imbécil!

El chico, que nunca le habían dirigido palabra ni la mitad de fuerte que esa,

se queda callado.

--Pero ya te he dicho que no quiero que mue…

Cortas la frase con una acción de la que no te sentirás orgulloso y que define

todo tu enfado y que hace al chico caer sobre sus rodillas en silencio

mientras tú te alejas tan rápido como puedes.

Pronto morirás, solo esperas que tus acciones, aunque rudas le hayan dado una

mínima oportunidad al muchacho.

~ Fin ~

123

Las raíces de este viejo árbol se alzan del suelo y forman una especie de

cabaña que muchos animales han usado de cubil. Os refugiáis allí y dormís a

turnos, tanto como os dejan vuestros miedos porque nunca os desprendéis del

rumor de pasos de los grises y, a veces, hasta los descubrís acercándose entre

los matos, sin alejarse nunca lo suficiente como para sentiros seguros.

Al fin la noche está dejando paso al día, y, tenéis que tomar una decisión.

¿Os escabullís a la primera oportunidad que tengáis 4 205,251 , o esperáis a

que sea seguro 176 ?

124

Después de la terrible experiencia de la muerte de Deor te parece un suicidio

seguir adelante sin luz. Pero la noche no es agradable; a pesar del verano a

esta altura el tiempo es húmedo y frío y como único refugio solo encuentras

una oquedad rugosa en la pared rocosa donde cobijarte.

Cuando despiertas, a la primera brisa, descubres a un enjambre de grises

escalando tu pendiente. No estás seguro de que te hayan visto todavía pero

sabes que tienes que actuar rápido. ¿Tendrás tiempo para explorar una ruta de

descenso al otro lado de la montaña? 36 ¿O debes salir inmediatamente 185?

125

Sin tiempo para empuñar tu escudo, pero aún decidido a combatir, defiendes la

vida del príncipe. La bestia antropomorfa te mantiene a distancia, atacando

con su lanza a tu cabeza o a tus pies con tan solo un giro de muñeca. Tú

intentas acercarte hasta donde tu espada tenga la ventaja pero el terreno te

dificulta los movimientos.

Al mismo tiempo el joven príncipe se acerca con una piedra en sus manos. En

ese instante, por solo un segundo, pierdes la concentración, y el gris lo

aprovecha hiriéndote con su lanza, solo tu cota de malla y tu gambesón han

impedido que te atravesara de punta a punta. Justo después Itair arroja su

piedra al gris y falla, pero te ha dado tiempo. Tu escudo aparta la lanza del

enemigo y tu espada le siega la vida, tiñendo el suelo en negra sangre.

Estás herido , no tanto como para arriesgarte a las aguas santas, pero sí lo

suficiente para debilitarte para un nuevo combate.

--Gracias, alteza --le dices, --creo que se defendería mejor si tomara las

armas de ese gris.

Recuperas tu escudo y tu armas y decides si quieres internarte a lo más

profundo del Monte de los Espíritus 188 o prefieres seguir la corriente del

Arroyo Santo hasta su manantial 56 .

126

--Sí, Deor, gracias, estoy bien, solo era un mal recuerdo.

--Me alegro de escuchar eso, alteza.

Sonríes, orgulloso de ti mismo y de tu temperamento de hierro para los pocos

años que tienes.--Tenemos que seguir adelante. --Muy bien, príncipe, sigamos.

Pero a los pocos pasos quieres cambiar de opinión y el miedo se acrecienta

según van pasando las horas. El día avanza hasta morir y, en todo momento, el

burlón ulular de los grises os acompaña. Rabias por preguntarle a Deor cuándo

van a atacar, pero te contienes, no sea que vuelva a considerarte un cobarde.

Además ahora tienes que concentrarte en la pendiente que casi no puedes ver

ahora que cae la noche. Miras al guardia suplicante, pero o no se entera o no

quiere enterarse. Al final aprietas los dientes, sigues adelante y esperas que

todo vaya bien 2 45 , 37 .

127

--¿Podemos irnos ya?

--Debemos irnos, alteza. Veremos hasta dónde llegamos.

Y salís tan rápido como podéis. Enseguida el sol de la montaña hace brotar el

sudor que la brisa transforma en rachas de escalofríos. Vuestra huida se va

ralentizando según entráis en una zona escarpada y pedregosa entre abetos

centenarios que acaba en una pared de piedra casi vertical que os corta el

paso. Le calculas la altura de siete hombres y está cuajada de los caprichosos

recovecos que han tejido aquí los dioses.

--Alteza, --te dice entonces el guardia, --¿se siente capaz?

Capaz te sientes 7 , aunque no tengas la seguridad absoluta porque nunca has

hecho algo parecido, y podrías aprovechar la circunstancia para responder que

no e imponer tu voluntad de buscar otra ruta de huida 112 .

128

Tanto has buscado un buen lugar para pasar la noche que cuando encuentras uno

no lo puedes dejar. El sitio te hubiera resultado infame hace dos días, pero

hoy te parece el mejor de los refugios. Además, en cuanto se acerca el ocaso

la oscuridad es tan profunda en esta cueva que, literalmente, no te permite

ver ningún defecto. En cuanto a los olores tu nariz se acostumbra pronto a

ellos y no les echas cuenta.

--Alteza, ¿debería vigilar toda la noche?

Tu primer impulso es responder con un sí, que para eso es un soldado 171 ,

pero también podrías ofrecerte para hacer la primera guardia por aquello de no

parecer un niño asustado 81 .

129

Nada más presionar el glifo del búho el suelo se abre bajo tus pies para

revelar algo que se parece a una vaina de judías, pero retorcida y de madera,

con inscripciones de letras que te resultan desconocidas, quizás más antiguas

que el mismo tiempo.

Haces por abrirla, pensando que no va a pasar nada, pero dentro descubres un

cráneo de ratón, hecho de mazapán y que, aunque macrabo, parece tremendamente

apetitoso. Si lo deseas puedes probarlo 11 , de lo contrario será mejor que

te ocupes de escapar de los grises 79 .

130

No estás dispuesto la soportar la idea de pasar la noche escondido como una

zorra a la espera de los cazadores. Ya has visto cómo acaba la zorra. Tu idea

es aprovechar el abrigo del bosque para rodear la cima del monte santo cruzar

la vertiente y escurrirte entre las sombras de la noche. La idea es tan

demencial por peligrosa --una caída puede darte peor muerte que lo haría un

gris-- que te estremeces y tienes que contenerte delante del chico.

--No nos podemos quedar aquí, hay que seguir, alteza.

--Pero… ¿no podríamos pasar frío?

El muchacho ya la está pasando; puedes compartir tu ropa pero no hay forma de

que tus botas encajen en tus pies. Tu mochila tiene cuero de sobra para

improvisar unos mocasines; de lo único que no estás seguro es de si habrá

tiempo antes de que os asesinen los grises.

Una vez consideres todo, quizás te mantengas en tu plan 52o prefieras

compadecerte del chico 167 .

131

Decididos a no esperar las horas, seguís la pendiente de la montaña buscando

abandonar este lugar de locura. Poco a poco la tierra se cubre con espesos

matos pero que solo se alzan hasta la altura de tu codo. Con todo, os ofrecen,

de cuando en cuando, alguna rama donde sosteneros mientras descendéis muy

lentamente.

Así pasáis la noche hasta que la madrugada os sorprende envolviéndoos en una

tenue luz. No hay rastro de los grises y, cerca, sobre los árboles divisáis

los estandartes granate de la caballería que marcha en vuestra dirección.

Estáis a salvo.

~ Fin ~

132

--Alteza, todavía quiero que viva. El chico rompe a llorar bajando el ritmo de

correr hasta andar. --Yo no lo sé, --dice.

--Al Reino le gustaría que viviese.

--Pues el Reino lo tiene crudo.

--Ya lo sé. --Te acercas hombro con hombre. --Y aún si vive, piense en todas

las maneras en que podría cagarla.

--¿Cagarla? Se le puede decir cagar a un príncipe.

--Solo si uno todavía es capaz de cagar, su alteza.

--No me vas a hacer reír. Tampoco quiero.

--No hace falta. Basta que disimule, que pretenda ser un príncipe, un héroe,

el pueblo aquí presente, que soy yo, pondrá lo demás. Esperamos sus órdenes.

--Corramos.

Y seguís adelante, aunque lo de correr hace tiempo que se convirtió en trote y

caminata, hasta que la noche y su frío se cierra sobre vosotros. Apenas veis

nada y no tenéis más remedio que ir cada vez más despacio.

Crees que estás ya cercano a la cresta del monte y quizás quieras pasarla ya

en esta cota 184 , o tal vez prefieras aprovechar la noche para llegar a la

cima, lejos de cualquier

gris 51 .

133

La espalda te mata cuando corres bajo el peso de tu cota de malla y es el

chico el que tira de ti, literalmente, mientras el monstruo va ganando

terreno. Sabes que pronto te alcanzará, es mucho más ligero que tu ahora que

va armado con esa daga pero todavía te quedan unos pasos con los que ganar

alguna ventaja.

Podrías buscar un lugar protegido entre los matorrales donde luchar contra él

177 o tal vez prefieras probar una batalla a campo abierto 44.

134

Ves la cara de preocupación en el rostro del príncipe cuando le dices que

tenéis que dar la vuelta. Tú no tienes mucha mejor cara porque sabes el riesgo

que asumes. Vais descendiendo mientras buscáis desesperadamente una forma de

subir. En esas estás cuando Itair se percata de una roca a la que está unida

una argolla a guisa de aldaba. Sin poderse reprimir tira de ella y descubre

una apertura perfectamente triangular, lo suficientemente amplia como para

entrar reptando.

¿Será buena idea hacerlo 211 o prefieres seguir buscando 178?

135

Al final no tienes tiempo de tener miedo a la muerte. De no haber estado tan

cansado, entre tanta oscuridad y teniendo, además, tantas muertes que

recordar, no te habrían sorprendido así. Pero apenas notas la maza que te

destroza de un golpe la cabeza. Lo que pasó después no podrás saberlo y quizás

sea mejor así.

~ Fin ~

136

La rueda de metal gime cuando aplicas todas tus fuerzas sobre ella hasta que

cede, deslizándose hasta la mitad. Ya no se moverá más, pero su apertura ha

revelado un pasadizo cilíndrico perfecto.

--Príncipe Itair, ¿sabe qué es esto?

--A lo mejor algo de la Era de las Muertes.

--Las Muertes murieron, ¿verdad?

--Lo dicen los libros.

--Pues adentro.

El túnel se hunde en la tierra como el interior de una larga caracola. Lo que

más miedo da es que se ve como a pleno día, sin que pueda verse ningún foco de

luz. El pasadizo gira, cambia su inclinación y sigue durante horas hasta que

emergéis en un extraño camino, rodeado de hierba gigante 290

137

La dificultad de la escalada no hace sino incrementarse según ascendéis y la

oscuridad cubre el mundo. El chico protesta, quiere parar, pero sabes que

aquí, tarde o temprano se os cansarían los músculos y os desplomaríais, uno

tras otro, antes de que llegara el día. Por eso sigues adelante pero, a pesar

de toda tu precaución, la noche impone la muerte a la montaña cuando, el chico

se despista con un estrella fugaz y acaba cayendo al abismo.

~ Fin ~

138

Aunque corréis a romper los pulmones los grises se mantienen detrás vuestra. A

rematar, un precipicio os corta la huida y solo frenáis a un palmo de caer al

abismo. En sus paredes escalonadas se agarran a la vida algunos pinos que

parecen brotar de la misma roca, si eso fuera posible.

Rápido, se acercan, aquí no os podéis quedar. ¿Tratas de salvar la vida

encaramándote a los pinos 83 ? ¿O intentas abrirte paso entre los grises 48

?

139

Comiéndote tu frustración aceptas abandonar el refugio que has buscado. Ahora

toca una noche horrorosa. Os movéis agachados, observando en cada momento

cualquier pista que pueda indicar la presencia de los grises. Las horas os van

pasando por encima aplastándoos con la preocupación de sobrevivir.

Quizás por eso habéis llegado a ver lo que estáis viendo, una acequia donde

corre la luz, en vez del agua, rodeado de espesa vegetación que parece no de

jardín por su perfección. Intrigados, os acercáis y tienes la sensación de que

tus armas tratan de moverse hacia el canal. El estómago se te hace un nudo,

¿será cosa de los espíritus de este monte?

¿Sigues el canal de luz 62 , o te alejas de él 228 ?

140

Avanzáis tan rápido como os deja la pendiente. Nunca llegáis a correr sino que

pasáis del trote a una caminata que va endureciéndose según subís. Todavía os

sentís acosados: el chico, al miedo, suma el frío que le atraviesa sus prendas

de palacio y en esta zona pelada de vegetación no hay dónde esconderse. Peor

aún, se acerca la noche y la subida que tienes delante aparenta ser de algún

peligro. No puede llamarse una pared, pero está lo suficientemente empinada

como para que una caída suponga rodar sabrán los dioses cuántos metros y con

cuántos dolores. Así pues, tus opciones son claras, o tratáis de negociar esta

pendiente 168 o intentáis encontrar una ruta mejor antes de que os encuentren

los grises 113.

141

--Alteza, si me lo permitís, me gustaría buscar un lugar para descansar.

--A mi también me gustaría Deor. ¿Puedes andar?

--¿Tanto se nota?

--Un poco.

Pero el refugio que encontráis, tras bastante andar, no es más que una hoya

semicircular en el terreno rodeada de rocas, y en su centro un extraño círculo

azul con una especie de rueda de metal herrumbroso.

--Príncipe Itair, --le dices al príncipe. --Usted ha estudiado esas cosas.

¿Podría ser del tiempo de los Antepasados?

Él te mira dudando y frotándose un pie contra el otro. --No lo creo. Podría

ser del tiempo de las Muertes.

Te paras un momento para considerar tus opciones. Desde luego no vas a

abandonar este lugar ahora que ha caído la noche pues esas Muertes son de una

era de la que solo quedan leyendas y los grises son muy reales. Lo más simple

sería que ambos os acostarais bajo tu gruesa manta, escondidos tras los

espinos 93. Por otro lado, no puedes quitar tus ojos de esa vieja rueda 136.

142

Te arrimas a la boca de la cueva; no hay nadie. Sales despacio pero aún eres

incapaz de detectar nada. De pronto un ciervo salta desde detrás de un árbol y

corre ante tus narices, dándote un susto de muerte.

¿Qué haces? ¿Te vuelves a la cueva? 260 ¿Exploras los alrededores? 265 ¿Sigues

al ciervo? 270.

143

El sueño os llega rápido y cuando despertáis el sol ya ondea tras las nubes.

Pero no hay un segundo para contemplar el paisaje. Los grises, ¿dónde están?

No podéis descubrirlos a vuestro alrededor pero te imaginas que deben estar

emprendiendo la subida, si es que no os están esperando ya emboscados a este

lado de la montaña.

Desde aquí ves tres rutas para bajar. La primera te permite seguir una

pendiente larga y suave, aunque casi pelada de vegetación 267 , la segunda es

un pinar espeso y salvaje que no permite ver su interior 261 , y la tercera

una sucesión de paredes con formas caprichosas, y salpicadas de piedras por

las que podríais intentar bajar 256.

144

Cuando Itair te despierta el miedo desfigura su mirada. --Los estoy oyendo,

los estoy oyendo. --Calle.

Ahora los escuchas tú también, un extraño ulular como el que nunca has

escuchado antes. No puedes estar seguro, es probable que sean nervios de

novato aunque es posible que alguien esté intentando comunicarse tratando de

imitar a una lechuza.

¿Le dices el chico que se tranquilice y que tu harás el resto de la guardia

298 u os preparáis para huir 303?

145

Es posible que el chico conociera los rudimentos de la lengua de los antiguos,

pero no lo suficiente para impresionar a uno espíritu. O quizás demasiado

porque lo siguiente que pasa es que el arco os traga enteros. Y ahí os

quedáis, dentro de su dimensión o dónde sea que vivan los espíritus, envueltos

por una luz blanca perpetua e infinita, sin poder moveros ni tampoco hablar.

Quién sabe si cuando salgáis todavía existirá el mundo.

~ Fin ~

146

La carrera es larga, pero no conseguís dejar atrás al temible ulular de los

grises. Más bien, os parece que, van ganando terreno según pasan minutos y

casi sentís el dolor de sus venablos atravesando vuestras espaldas.

--Deor, ¡para!

--¿Alteza?

--Allí, mira.

A dos metros, te esperaba una pared vertical que cae a plomo sobre el abismo.

Pasado el susto, tus ojos te traen la visión de la Luna de Cobre en el fondo

de la sima.

--Deor, es agua, ¿verdad?

El Monte de los Espíritus es famoso por sus lagunas y eso te da la idea

desesperada de saltar 115.

--Deor, ¿no dices nada? Deor, oigo pasos, ¿corremos? 8

147

La maldición quizás te ha perseguido, porque, poco después de salir de la

cámara, los grises os han rodeado, todo ellos. Os quedan dos segundos de vida.

~ Fin ~

148

Tu carrera te lleva al extremo del cansancio, pero no por eso paras. Ni

siquiera piensas, el mundo se te ha perdido a tu alrededor, completamente

absorto. No escuchas así los gritos de Deor que te advierten de la enorme

grieta en el terreno en la que sin remisión vas a caer…

~ Fin ~

149

Respiras, tragas saliva y te concentras en hablar con calma y seguridad.

--Alteza vamos a encontrar comida y agua. Si la encontramos iremos a la cueva

y esperaremos a que vengan los soldados.

--No saben si estamos vivos.

--No os encontrarán entre los muertos.

--¿Habrá caza? ¿Con todos esos grises?

Tiene razón, pero no te conformarás hasta que, un día más tarde, os veis

forzado a volver a la cueva, sin nada que llevaros a la boca. ¿Decides

aguantar ahí lo que sea necesario, aguantando el hambre 50 o sales a por

alimentos 225 ?

150

--No se preocupe, alteza, estamos en la cima del monte, aquí no hay animales

grandes, ni grises, aún no.

--¿Qué hacemos ahora?

--Déjeme pensar alteza. Si nos quedamos aquí 320 , el frío que vamos a pasar

esta noche no quiero ni contárselo, y luego está que se presentasen los

grises, claro. Pero si bajamos ahora, con esta oscuridad…, podría ser

peligroso 3 131,398. ¿Usted qué opina?

151

Al examinar la copa descubres que tiene su borde, justo donde apoyarías tus

labios, decorado con alas de buitres, los laterales relatan la historia de un

barquero, y en su interior, el líquido parece tomar el color de las perlas.

Probablemente pienses que lo más prudente sea dejar el cáliz a los dioses 32 ,

pero, dadas las circunstancias, quizás te atrevas a derramar el líquido 230 o

incluso a beberlo 214.

152

La ruta alrededor de la cima se hace difícil y miserable por el frío;

peligrosa por la oscuridad. Más de una vez estáis a punto de perder apoyo y

caer, pero los dioses han querido favoreceros en esta noche. De hecho quizás

el príncipe se haya pasado en sus oraciones, porque cuando ya empezáis a

descender desde la otra vertiente de la montaña, os encontráis con una curiosa

procesión de orugas, grandes de largo como un pie, brillantes en la oscuridad

como el oro bruñido y emitiendo una música que recuerda a una tarde verano.

Tu primer instinto sería dejarlas en paz 6 , pero es que siguen la misma ruta

que queréis seguir y, a su paso, tardarán horas en desaparecer de vuestra

vista. Por eso quizás quieras correr hasta adelantarlas, tratando de

interferir lo menos posible 186.

153

Estás convencido de que nada podría ser peor que parar ahora y apresuras la

marcha colina arriba. Ni siquiera intentas correr porque sabes que eso es

imposible, a pronto solo conseguirías fatigarte y desfondar al muchacho.

Sigues durante un cuarto de hora hasta que te alarmas al darte cuenta de que

has cometido un error fatal: en tu esfuerzo por salvar lo peor del terreno te

has ido desviando a tu izquierda, justo hacia donde te sale al paso una docena

de grises. Ya no te quedan fuerzas para escapar.

¿Un último gesto de gloria y cargas contra el mal después de decirle al

príncipe que se ponga a salvo 98 ? ¿O intentas correr a la cima, a pesar que

tus piernas te digan que es imposible 194 ?

154

--A mi señal saltamos sobre ellos --le dices al príncipe que te mira con los

párpados tensos y las cejas altas.

Estáis arrodillados tras un matorral esperando la aparición de los grises. Los

segundos, minutos quizás, van pasando desgranándote los últimos restos de

calma. En cuanto al chico parece como que está en otro mundo.

Al fin llegan, exhaustos de la persecución, y entonces, sin dar la señal

convenida, corres hacia ellos. El príncipe solo acierta a levantarse pero se

queda paralizado.

En el choque rebanas a un gris medio cuello de abajo arriba, mandándolo a la

muerte. Sorprendidos, los otros tres huyen en tres direcciones diferentes,

pero cuando estás a punto de cantar victoria se giran y se vuelven hacia ti.

Preocupación sobre preocupación, el chico ha desaparecido. Tienes un instante

para reaccionar. ¿Luchas 68 o huyes 59 ?

155

--Treinta días, podemos sobrevivir treinta días más sin comer, Alteza, ninguno

si nos encuentran los grises.

Los dos os conformáis con este razonamiento. Listos, arrastráis la balsa al

lago y os montáis en ella. El agua es turbia, muy tranquila y tan somera que

os podéis impulsar con una caña a modo de pértiga, sin hacer apenas esfuerzos.

A la tercera hora de vuestra partida, los pájaros verían a un adolescente

tumbado de medio cuerpo sobre la balsa, con las piernas en el agua, adormilado

por el hambre. Mientras, un guardia cansado, rema a las puertas de entrar en

un río. Calculas que, si os mantenéis en su centro, el caudal deberá ser

suficiente para cubrir completamente una persona, y tendrá veinticinco metros,

de margen a margen. Tus pensamientos se dirigen, por tanto, a la transición al

río, cuando lo interrumpen la visión de los grises que corren por la orilla

norte. Son cuatro, pero ahora que os han descubierto sabes que llamarán a más.

¿Apresuráis la navegación 3 323,351 , o desembarcáis en la margen sur 358 para

continuar vuestra huida a pie?

156

Partís ladera abajo, a desprecio de los peligros de la noche, buscando una

ruta segura. La oscuridad no os ofrece ninguna y pronto os tenéis que

enfrentar a una terrible complicación. El príncipe cae rodando por la

pendiente hasta chocar contra unas rocas y, con una costilla rota, chilla de

dolor, mientras tú sopesas tus posibilidades.

Si no estás herido tú también, puedes intentar cargar con él y seguir adelante

218. Ya sea porque no te quede otro remedio, o porque te parece mejor idea,

siempre atenderle y dejarle descansar el resto de la noche 233.

157

--Deor, ya sé que me vas a decir que no vaya, pero debo ir yo, me escondo

mejor y tengo mejor vista y oído. --Por supuesto, alteza.

Antes de que puedas responder Deor se mueve hacia los ruidos, y tú le sigues.

Sin embargo, en algo tenías razón, tú eres el primero en detectar las huellas

de los grises. En cuanto las señalas sobre el barro, Deor menea la cabeza.

--Son buenas huellas, perfectas, no sé cómo no las he visto antes.

¿Le dices a Deor que las siga 253 , que corra en su dirección 243 o que huya

en dirección contraria 272 ?

158

Dais media vuelta tranquilamente y, como quien estuviera despistado, os

alejáis del arco. Sin embargo a cada paso que dais el mundo parece ir

perdiendo sus colores y su formas hasta disolverse en un blanco absoluto.

Asustados, tratáis de volver sobre vuestros pasos pero sin saberlo acabáis

dando vueltas en círculos hasta acabar en mundo donde todo ha sido reemplazado

por un vacío blanco, infinito y eterno.

~ Fin ~

159

Aceleráis siguiendo el curso del río, aprovechando su frescor y la seguridad

que sabéis a dónde vais. Al poco, la mala suerte hace que una docena de grises

haya tenido la misma idea. Los descubrís primero por el silencio que su horror

antinatural impone a las criaturas del bosque y después por el rumor de sus

pasos y el chocar de sus armas mientras intentan negociar el terreno y los

árboles.

--Alteza, apresuraos, --te dice Deor intentando disimular el aire que le falta

a su aliento.

Sintiendo que tienes que tomar la iniciativa, das un acelerón corriente arriba

54 o giras bruscamente, buscando perderos entre los árboles 4 69,33.

160

Esperas durante toda la mañana y Deor no aparece. La culpa y el miedo te hacen

ir de un lado para otro impidiéndote tomar una decisión.

¿Qué podrías hacer? ¿Aguantar dentro de la cueva? 250 o sales a buscarle 245 ?

161

No ha terminado el chico de contar su historia al espíritu y éste desaparece

en el aire, dejando una estela de luz tras su vuelo.

--Ha ido a por las almas.

Te gustaría poder decir algo para confortarle, pero no se te ocurre nada.

Quisieras escucharle pero notas como cierra la boca tan fuerte que parece

querer comerse los labios. En vez de todo eso te acercas y estás con él un

rato, los dos, en la cima.

Aquí no queda nada por hacer, solo te toca decidir si quieres esperar al alba

en esta cima 210 o partes inmediatamente ladera abajo 4 111,156 a pesar de la

noche.

162

Camináis a la desventura, aguzando los oídos, tratando por todos los dioses no

hacer ningún ruido, agachándoos como ratones, buscando cada escondite que

pueda proveer la hierba, por bajo que sea.

Pero a pesar de todas las precauciones, los grises os huelen, os siguen, os

rodean y saltan sobre vuestras gargantas.

~ Fin ~

163

Agarras al chico y os lanzáis a corres, pero antes de que deis diez pasos, el

portal se materializa justo antes vosotros y entráis en él sin tener tiempo de

esquivarlo ni parar. Nunca saldréis.

~ Fin ~

164

Giras de un salto y corres con Itair a tu lado. Os persiguen los sonidos de

las pisadas de los grises. Uno de ellos grita. Algo golpea el suelo junto a tu

tobillo, quizás una flecha. Agarras al chico de la mano y aceleras. Dejas de

pensar, la carrera lo inunda todo convirtiéndoos en un par de animal

perseguidos. Minutos más tarde paras y caes al suelo, hirviendo de dolor.

Itair se queda a tu lado, doblado del esfuerzo.

--No… no los… o… oigo. --consigue decirte entre toses.

Tú solo puedes sonreír. 235

165

A duras penas consigues imponer tu voluntad. No es algo que hubieras logrado

en palacio y si has triunfado aquí es solo porque el chico tiene demasiado

miedo para protestar con fuerza.

Después de eso las horas de la noche van pasando con calma hasta que sientes

algo extraño en tus piernas. Llamas al chico, pero no te contesta, pronto

descubrirás la tragedia a la que le ha llevado una lenta asfixia entre las

cenizas de otros niños muertos.

~ Fin ~

166

Apostaste tu vida a que los grises no serán capaces de acertar a herir tu

espalda. Y tienes razón, solo una de las hastas de sus armas golpea tu muslo

sin hacerte daño.

El príncipe Itair, sin embargo, cae rodando montaña abajo, su cuello

mortalmente atravesado por el asesino metal. Solo puedes rezar para que su

muerte sea rápida.

~ Fin ~

167

Te apresuras a cubrir al chico con tu capa y después a trabajar en los

mocasines. Nada que enorgulleciera a un zapatero, solo un truco de soldado. Se

pone el pie sobre el, se corta alrededor dejando altura suficiente para cubrir

dedos y talones y se cose el mínimo cordel necesario para mantenerlo todo

atado al pie. --Gracias. --Hay un alma en el mirar del príncipe que es muy

distinta a las gracias formales que se da a un sirviente de la corte.

Los dioses han querido que no os hayan alcanzado los grises durante todo ese

proceso, pero la preocupación por el tiempo perdido te azuza a moverte

precisamente cuando el sol inicia su descenso hacia la noche.

Es posible que quieras seguir camino hasta la cima de la montaña, alejándote

de los grises tanto como te es posible 5 o quizás prefieras cruzar a la otra

vertiente de la montaña por una cota inferior y menos expuesta a los elementos

46.

168

La subida ladera arriba os quema las caderas y las rodillas, pero evitáis las

caídas aunque en dos ocasiones estuvierais a punto de perder pie. Pero, antes

de que hagáis cima, el miedo pasado no encuentra respiro.

Abajo, escucháis el ulular de una docena de grises. Seguramente habrán

descubierto vuestras formas recortándose como sombras y estén iniciando el

ascenso tras vuestros cuellos. Además, en la cima se ha formado una nube de

insectos luminosos, dirías que luciérnagas, sino fuera por la altura de esta

cima y porque parecen acompañar a fantasmas de animales terribles.

Si sigues avanzando tendréis que enfrentaros a esas extrañas criaturas 43 de

lo contrario solo os queda correr colina abajo tratando de esquivar a los

grises 110 o esperar pegados al terreno, en la esperanza de pasar inadvertidos

2 175,76.

169

Esperáis pegados al suelo tanto tiempo como os es posible y solo cuando crees

estar seguro das señales al príncipe Itair para que se lance a reptar. Tú vas

justo detrás, guiándole de roca en roca, y hacia cualquier pliegue del

terreno, pero, en uno de esos lances, os topáis con dos grises, casi

invisibles por la noche que ya se posa sobre la montaña. Están demasiado cerca

para ofrecer vuestras espaldas a sus lanzas, atacad 3 66,121

170

Corréis todo lo que podéis, pero no es suficiente para alejaros de sus lanzas.

Desesperados, aceleráis todo lo que os es posible hasta que perdéis la visión

de lo que tenéis delante.

Caéis al precipicio sin ni siquiera daros cuenta hasta que os encontráis en el

aire, dos segundos antes de vuestra muerte.

~ Fin ~

171

Al principio te cuesta mucho coger el sueño por todos los nervios pasados en

el día, pero al final el cansancio vence. No llegarás a despertarte nunca más.

~ Fin ~

172

Nunca te hubieras aventurado a escalar esta cima de noche si no hubiera sido

por los grises. Ellos tienen la culpa de todo, ellos son los que han matado a

Deor.

Si no fuera por ellos, no hubieráis subido y Deor no habría caído gritando en

el abismo nocturno ni hubieras escuchando el estruendo de sus huesos sobre las

rocas, ni estarías tú llorando de dolor. Porque tú has tenido peor suerte, te

has quedado solo en medio de la oscuridad, en esta montaña pelada y fría.

Crees que ya has llegado a su cima y que todo lo que te queda es un descenso,

pero, ¿quién te defenderá cuando lleguen los grises? Si quieres puedes

arriesgarte a bajar la montaña por el otro lado durante la noche 89 pero

quizás prefieras esperar al amanecer 124.

173

Cargas tan rápido como puedes, pero con tal mala fortuna que la fuerte

pendiente te hace tropezar y caer. A partir de ahí el combate se transforma en

una lucha desesperada por la vida en la que cuatro largas lanzas se imponen a

una espada solitaria.

Tu último pensamiento, antes de que tu mente sucumba al dolor, es para el

joven príncipe.

~ Fin ~

174

Os quedáis muy quietos, ni el más leve susurro escapa de vuestros labios, pero

todo es inútil. La búsqueda de los grises es muy concienzuda y cuando os

descubren ya es demasiado tarde para correr.

~ Fin ~

175

En el margen de la pendiente, hundidos en un surco del terreno, donde los

dioses han querido, pasáis una hora sagrada bajo el baile de los espíritus.

Los grises se han acercado hasta alcanzaros, pero no os atacan, fascinados o

aterrados por las apariciones. Vosotros, en vuestro doble espanto, no os

atrevéis a alzar la cabeza y cuando por fin lo hacéis veis a los doce grises

unirse a la danza hasta desaparecer.

Al final, todo lo que queda es una copa de plata sobre el suelo, llena de lo

que parece ser vino 151.

176

Lentamente esperáis el momento perfecto. Los minutos pasan mientras los grises

se acercan y se alejan, pero nunca lo suficiente, hasta que, finalmente, uno

de ellos señala en vuestra dirección. Corréis pero para entonces estáis

rodeados y aunque conseguís matar a algunos, al final caéis atravesados por

sus lanzas.

~ Fin ~

177

Corres con el chico a tu lado hasta un círculo de matorrales y desenvainas la

espada. Ni un segundo después el gris te alcanza. Intentas mantenerlo alejado

pero las ramas de la vegetación desvían y entorpecen tus golpes que la

criatura infernal esquiva con facilidad hasta colocarse en un momento de

descuido a tu espalda, justo donde está el príncipe quien, aterrado, aún

alcanza a herir al gris, pero éste, a desprecio de su vida, salta sobre hasta

hundir el filo de su arma en su corazón. Un instante demasiado tarde después,

tu espada rebana la cabeza del monstruo. Pero para el reino que habías jurado

proteger esto es el…

~ Fin ~

178

Tan pronto como descartáis la gruta del pasadizo triangular os ponéis como

locos a buscar otro refugio. Pero antes de que podáis encontrar nada mejor los

grises os rodean y os atacan por todas partes. Vuestra lucha salvaje se lleva

a muchos de ellos antes de morir.

~ Fin ~

179

La primera salida de caza os ha provisto de cuatro gazapos. No es mucha carne,

pero no tenéis previsto dejar ni los huesos así que volvéis al refugio con

ánimos renovados. Por eso se os hiela la sangre cuando descubrís a un gris

corriendo desesperado. Va solo, desarmado, en dirección al este, cuando

vosotros vais al norte. ¿Os escondéis 324 , salís a interceptarle 328 o huís

tan rápido como podéis 332.

180

--Mis saludos, su Majestad. --Tiemblas al pronunciar las palabras. En palacio

sabrías como dirigirte del primero al último de los mortales, ¿pero cuál es el

protocolo con una diosa infantil?

--Mis saludos, su pequeñez, nunca había visto chicos humanos por aquí.

--Es que me persiguen.

--Ah, bueno, ¿no quieres jugar conmigo a las estrellas?

--Es que no puedo volar.

--¿No lo sabes, eh? Estás hecho de cachitos de estrella y yo tengo poder sobre

las estrellas. Si quisiera te podría convertir en una.

--Pero no quieras, por favor.

--Hoy no. Hoy puedo hacer que vueles.

--¿Y mi amigo?

--Es muy viejo, no querrá jugar, pero me da igual, yo sí.

Y de pronto los tres estáis volando en el cielo, incluso Deor que, aún

durmiendo, se lleva el susto de su vida. En un segundo os convertís en luz de

arcoiris y adelantáis a las estrellas fugaces hasta aparecer sobre el océano,

bajo un cielo azul de mediodía. No entendéis este milagro, pero os da igual,

solo os ocupa jugar al escondite entre las nubes o a asustar a las águilas.

Muchas horas después el espíritu decide que ha tenido bastante juego y os deja

en los jardines de un palacio.

La pega es que no es vuestro palacio, sino otro que está al otro lado del

mundo y se os acercan doce guardias a los que tendréis mucho que explicar

mientras os parece que las estrellas se burlan de vosotros.

~ Fin ~

181

Corres como el niño que todavía eres, dejando al adulto que guarde tu vida y

la suya. De todas maneras, ¿qué podrías hacer a tus quince años, descalzo y

sin armas? Ni siquiera cedes a la tentación de tornar la mirada hasta que has

cubierto un largo trecho.

Y cuando lo haces ves al guerrero morir atravesado por la lanza del gris. El

monstruo corre entonces hacia a tí y tu haces lo que puedes por alejarte de

él. No tienes escudo y armadura que te estorben y vas cobrando ventaja hasta

que el monstruo se despoja de lanza y escudo y corre hacia a tí, armado solo

con un daga de cazador. Aún así redoblas tus esfuerzos pero poco a poco el

gris va acercándose. A punto de alcanzarte, quiebras su persecución como una

liebre, una, dos, tres veces, pero a la cuarta te agarra por un brazo y

entonces su cuchillo, una y cien veces, se hunde en tu carne.

~ Fin ~

182

La luz del sol calienta tus brazos. Itair ya está despierto, hecho un zorro

muerto, a decir verdad, con ojeras de viejo, lleno de polvo y tantos roces en

la ropa como en la piel.

--No hay grises cerca, --te comenta como quien da los buenos días.

--Mejor. --Te levantas, bajo la luz, la jornada parece sencilla, la única

dificultad es el matorral que se extiende ladera abajo. Por no hablar de los

grises, por supuesto. ¿Te decides a atravesar el matorral? 249 ¿O prefieres

evitarlo dando un largo rodeo? 254

183

En cuanto enfrentas tu escudo a los grises, los monstruos cambian de táctica.

Ahora la mitad de ellos se apresura pendiente arriba mientras la otra mitad os

apunta con sus lanzas. Aguantas hasta que los grises llegan a tu posición y

entonces vas a despacharlos uno por uno.

Acabas con el primero, pero antes de que tengas oportunidad de atacar al

segundo un venablo te perfora el costado. Los grises te abandonan mientras te

desangras patéticamente y se lanzan a por el Príncipe Itair que ya no tiene

ninguna oportunidad.

~ Fin ~

184

La cresta de la montaña se desdibuja según os acercáis a ella. En realidad no

hay cresta, te recuerdas a ti mismo, es solo un efecto de la perspectiva, y

ahora, en la oscuridad de la noche, no tienes forma segura de saber dónde

estás. Quizás lo mejor sea iniciar el descenso tan pronto como puedas 53 o

seguir caminando a esta misma altura hasta que las lunas sobrepasen el

horizonte de la montaña 196.

185

Deor, como experto militar que fue, era capaz de encontrar una ruta de

escalada de forma instintiva. Pero tú te has criado en palacio y no tienes

experiencia en estas cosas, así que ni lo intentas. Con todo, eres capaz de

seguir subiendo la cumbre, pero no con la velocidad suficiente. Los grises

pierden a varios en la subida en su precipitación, pero eso no es más que una

pequeña pérdida. Pronto el enjambre te rodea en la roca de forma que no te

dejan ni avanzar ni retirarte. Sin otra opción, peleas con uno, arrojándolo al

abismo, pero otros dos te agarran por la piernas y te tiran.

Rebotando entre las rocas no llegas vivo al suelo.

~ Fin ~

186

--Itair, alteza, tenemos que ir por ahí. Habrá que correr entre las oruga,

pero sobre todo no se le ocurra acercarse a ninguna.

--No pensaba hacerlo. Deben ser criaturas de los dioses.

Emprendéis la carrera. La dificultad está en que el terreno es muy abrupto y,

a ratos, se abre en despeñaderos, pero conseguís mantener el equilibrio y

seguir adelante hasta adelantar a la procesión de los espíritus. Por fin

tenéis ante vosotros un campo libre y detrás una de las columnas de caballería

que os buscaban.

~ Fin ~

187

Tenéis que salir de aquí. Te lanzas a correr con tu compañero a tu lado, a

reventar los pulmones, pero no conseguís salir antes de que terminen el cerco.

Vuestra lucha es tan salvaje y heroica como breve y acabas tu última hora

escupiendo sangre, las piernas rotas, el estómago hundido por una maza,

mientras soportas las burlas de los grises regocijándose en tu sufrimiento y

la cabeza de Deor, separada de su cuerpo, te mira desde la punta de una lanza.

~ Fin ~

188

Marcháis siguiendo las sombras más profundas del Monte de los Espíritus,

procurando llegar a su mítico corazón. Dejas que el chico vaya primero,

guardando tú la distancia a vuestros perseguidores. A tu espalda nada está

tranquilo, los pájaros chillan y revolotean y el repugnante aliento de los

grises llena el viento. Barruntas pisadas, imaginas esos ojos sin pupilas

fijados en tu nuca y tiemblas sabiendo que no hay final a la furia de la

profecía que no descansará hasta tener vuestra sangre.

Por fin llegáis a un lugar donde las copas de los árboles tiñen de verde el

cielo y el sol apenas llega como agujas de oro en medio de la oscuridad húmeda

y fría.

Quizás quieras empezar a buscar un lugar dónde pasar la noche a resguardo 73 o

tal vez pienses que lo mejor sea abandonar el bosque y tratar de alcanzar la

cima del monte para cuando llegue la noche 130.

189

--Está bien, Alteza, no le desobedeceré aunque nos lleve a los dos a la

muerte.

--Gracias, Deor. ¿Es normal tener tanto miedo en la guerra?

--Es lo normal y más cuando se va perdiendo, Alteza. Ahora busquemos donde

escondernos, antes de que nos alcancen.

--¿Por dónde empezamos?

--¿Por donde quiera, Alteza?

--¿Qué tal por ahí?

--Lo mismo da.

Y lo que encuentras, pasados cinco minutos, es una tienda de campaña, de paño

azul bordado en hilos dorados con figuras de ciervos, nutrias y cuervos.

Deberías estar soñando, es la tienda de Naná, la bruja de los cuentos de tu

abuela.

--Deor, ¿qué es?

No son cuentos que se escuchen en palacio. --Es, bueno, se parece a algo que

me contaron hace mucho tiempo, alteza…, leyendas de magia y… eh… eso.

--¿Entramos?

--Alteza, ¿acaso tenemos mucho qué perder?

El príncipe responde con un “no” juguetón, casi alegre. --Vaya, vaya, vaya,

--dice una extraña señora en cuanto os ve entrar-- si es mi niño Deor, ¿sabes

cuánto te vengo esperando? --¿Naná?

--Pues claro. ¿No reconoces mi tetera de avestruz y mi escudilla de plata?

¿Ahora crees que tu abuela era una mentirosa? --Y diciendo eso toma la tetera

y vierte el te humeante en el recipiente. --Acercaos.

Aunque sabías por el cuento lo que ibais a encontrar allí, no dejas de

asombrarte. En el interior del té se ha formado una miniatura de todo lo que

existe. En cuanto miráis el mundo se engrandece ante tus ojos girando hasta

mostrar una vista de pájaro del monte de los espíritus y de los centenares de

grises que bullen en él.

--Hmm, esto no parece estar muy buen lugar, vamos a otro. Un segundo después

oléis el olor del mar cruzando la entrada de la tienda. Al salir os topáis con

una pléyade de mil islas rodeadas de un mar de terciopelo azul. La vuestra

está rebosante de árboles frutales. Muy cerca, junto a la costa, hay un pueblo

de cabañas de bambú y gente feliz. Volvéis, pero dentro de la tienda ya no

está Naná, sino una nota escrita en cristal que flota en el aire. --Salí a

unos asuntos. Vuelvo en catorce meses o cincuenta años, da igual, aquí el

tiempo no envejece a nadie. Cuidad mi casa, Naná.

~ Fin ~

190

Tan pronto como cierras la puerta del refugio notas una extraña sensación en

tu cuerpo, que rápida se transforma en luz. Pronto eres una bola de fuego que

atraviesa la protección del refugio, sube a los cielos, donde seguirás

vagando, hasta el fin de los tiempos o a Alisdar se le pase el enfado.

Muy lejos, en una torre de observación, un sabio anota tu primera aparición:

“Estrella Fugaz, constelación de La Lechuza, ángulo 37, luminosidad 2, color

rojo”.

~ Fin ~

191

Dejas las armas donde han caído, y arrancas a alcanzar la orilla. Agarras a

Itair en cuanto llegas y los dos os lanzáis a correr cuesta abajo. Al mismo

tiempo los grises se arrojan desde las alturas y caen también en el agua.

Aceleráis, ganando metro tras metro, hasta que crees que la vegetación y la

oscuridad os oculta de la vista de vuestros perseguidores.

¿Aprovechas para esconderos? 3 308,202 ¿O prefieres cambiar súbitamente de

dirección? 2 356,262

192

Te arrepientes de esperar tan pronto como tomas la decisión. En un segundo

estás buscando desesperadamente el escondite perfecto y, sin encontrarlo,

optas por meter al príncipe Itair entre las raíces de un árbol moribundo y

meterte tú mismo en una poza infecta de bichos, con el agua hasta las orejas.

Y ahora toca esperar mientras los pasos de los grises se acercan y se

transforman después en sombras que van apareciendo en cada dirección. Bueno,

no exactamente en cada dirección, ahora que te fijas, ves que están dejando

libre la que tienes precisamente a tu espalda, un gran pasillo de tierra

yerma, apenas molestado por árboles y vegetación. Quizás debieras aprovechar

esta oportunidad 220 , o tal vez pienses que quizás sea mejor seguir escondido

226.

193

La marcha alrededor de la laguna mantiene la misma angustia que hasta ahora.

Deor no te deja descansar ni un segundo, por mucho que lo necesites. Pero ni

siquiera eso os aleja lo suficiente de los grises. Lo primero que notas es

unas sombras moviéndose entre los árboles y, tras fijar la vista un momento,

puedes distinguir la punta de una odiosa lanza.

¿Le dices a Deor que acelere 330 o le pides que os escondáis dentro del bosque

334 ?

194

Vuestra carrera a la cima se ralentiza hasta un rápido caminar, monte arriba,

según la pendiente se empina y se complica. Afortunadamente los grises tienen

que enfrentarse a las mismas dificultades y durante minutos la persecución

mantiene la furia y la angustia, solo que a un ritmo más lento. Poco después

notas un venablo que ha cae junto a ti, fallando tu espalda por poco y sabes

que tienes que tomar una decisión definitiva.

O te das la vuelta para enfrentarlos y proteger al príncipe tras tu escudo 183

o seguís adelante a despecho de las lanzas y de la muerte que puedan traer 3

17,166.

195

Tras la decepción, esperas que los dioses se compadezcan de vuestra situación,

pero te equivocas. La búsqueda del refugio te haya llevado demasiado tiempo y

para cuando empezáis a correr los grises, tres grupos de ellos, os han

descubierto y caen sobre vosotros desde tres direcciones distintas. Morís bajo

una lluvia de lanzas.

~ Fin ~

196

Desconfiando de las traiciones de la noche, decides esperar a la luz. Para

entonces descubres una larga y suave pendiente cubierta por un bosque cuyo

único franqueo es un pequeño río. Animándoos, conseguís bajar junto a su

orilla, hasta que el alba os alcanza mucho más abajo.

Ante vosotros, la luz del sol descubre un extenso desierto de rocas y grava,

donde nada parece crecer, salvo ahí donde la corriente surca la dura tierra.

--Alteza, se me ocurre podríamos dejarnos llevar por el río.

¿Estás de acuerdo con Deor en deja que el río os lleve flotando 15 ?

¿Prefieres caminar junto a la corriente 212 ?

197

Bajas con el príncipe por la pendiente desnuda, pegados tanto como os es

posible al manto de la tierra, que ni se apiada ni os presta cobijo del

viento. Seguís adelante, tan rápido como podéis hacia el bosque protector.

Pero allí, sin que vosotros lo sepáis, os esperan emboscados dos docenas de

grises. Morirás antes de qué te des cuenta de lo que pase.

~ Fin ~

198

--Tenemos que saber a dónde vamos y a qué nos enfrentamos, alteza --aseguras

al chico que te mira con desconfianza, --vamos a explorar.

--Pero los monstruos.

--Eso, tenemos que saber por dónde vienen, ¿no lo entiendes?

El chico reacciona con rabia contenida quizás porque tus palabras han olvidado

que es el príncipe heredero con quien hablas. Pero ni tus nervios te dejan

disculparte ni confías en que alguno sobreviva a esta noche. Así que, tras una

mirada experta, localizas tres puntos desde donde otear tanto como te deje el

monte. Lo que descubres te deja sin aliento, colina abajo os siguen tres

grupos, tan numerosos que roen tus esperanzas. El del centro se va retrasando,

juzgas que aposta, mientras que los que van a la derecha y a la izquierda

aceleran la marcha.

Quizás quieras continuar la jornada colina arriba hasta la cima del Monte de

los Espíritus 114 o tal vez pretendas sobrepasar al grupo que os intenta

rodear por vuestra derecha 3 16,140.

199

La carrera, en este caso, es un apresurarse a subir la pendiente tratando de

no desfallecer. Afortunadamente los grises se están sometiendo a la misma

prueba y son incapaces de cerrar vuestra ventaja. La persecución continúa así

durante casi una hora hasta que sois capaces de coronar la pendiente.

No, no habéis alcanzado la cima, sino tan solo un repecho del grandioso monte.

Ante vosotros se abre un bosque ralo de árboles delgados, entreverado de

espinos y rocas, por la que desaparece, asustado, un rebaño de cabras

salvajes. Detrás de esto descuella como una torre la cima nevada del Monte de

los Espíritus.

Quizás quieras correr inmediatamente al bosque 92 o prefieras aprovechar la

ventaja que da la altura para combatir a los grises justo en el punto de

inflexión de la pendiente 61.

200

El jardín de la bruja parece algo más que un laberinto de espinos secos. Cada

mato tiene flores amarillas y unas bayas blancas que, como huelen a almendras,

no os atrevéis a tocar. Nubes de lagartos, del color del polvo, corren entre

ellos a vuestro paso y por todas partes tenéis la seguridad de ser observados.

Tras media hora, el horizonte se ha transformado en una alambrada de arbustos

espinosos que os cubre en todas direcciones; más allá no podéis ver nada y

rezáis para que desde fuera nada más os pueda ver. Todo lo que sabéis del

mundo exterior es el cielo desnudo de nubes y el rumor de los centenares de

pies que se acercan; no pueden ser otros que los grises. Es por eso que hacéis

lo posible por agacharos, dentro de lo que el dolor y el cansancio deja, y por

internaros todo lo posible entre los matorrales y así llegáis a un claro de

tierra seca, en cuyo centro aparece un iglú de espinos, apenas más alto que un

hombre, con más abertura que la entrada y desde cuyo interior surge una leve

letanía.

¿Dejáis este lugar 384 u os acercáis a quien quiera que sea su habitante 390 ?

201

--Dese prisa, Alteza, los grises están muy cerca.

--Vete, --dice con los ojos enrojecidos.

--Alteza, perdone si…

--¡Vete!, Vete ya, ¿vale? Ya sé que me van a matar.

Quieres decir algo más pero no entiendes la reacción del príncipe que, a pesar

de todo sigue siendo un adolescente. Incluso te alejas un poco, y esperas a

que se le baje la furia. Al menos ahora, del enfado, anda más rápido 4 95,363

202

Buscas apresuradamente un escondite y te conformas con pegarte a una hondonada

llena de espinos. Ahí os quedáis los dos juntos, deseando que los grises no

lleguen nunca. Pero aparecen desde dos direcciones distintas y cuando los veis

ya es demasiado tarde para huir. Sin armas, no tienes esperanzas en la última

batalla por vuestras vidas.

~ Fin ~

203

Coges al príncipe de la mano y juntos corréis hasta estar casi al lado de los

zarzales, entonces lo sueltas y salta, apoyado por tu fuerza. Tu vuelves

atrás, para tomar carrerilla y saltas también. Decenas de espinas te arañan la

piel pero contienes cualquier expresión de dolor. No hay tiempo para eso, una

de las criaturas ha saltado detrás de ti y ha quedado atrapado entre las ramas

espinosas. ¿La rematas 313 o sales corriendo 321 ?

204

Itair dejó de hablarte hace una hora. Solamente te sigue, un paso detrás del

otro, con la cabeza colgando. Tú, con tu brazo izquierdo sobre sus hombros, le

prestas tu determinación para caminar; desgraciadamente dentro de dos pasos se

te cerrarán los ojos y caeréis los dos al suelo, rodando cuesta abajo. Tú

morirás y solo los dioses saben que será del chico.

~ Fin ~

205

Una nueva carrera en la que dejáis atrás a los grises. Aunque sea por los

pelos, ninguno de los dos ha muerto. La única y grandiosa diferencia es que

esta vez los grises han perdido vuestra pista y para cuando la encuentren ya

estaréis con los soldados que también os buscan. Habéis sobrevivido y con

vosotros el reino.

~ Fin ~

206

--Alteza, escóndase aquí, ese farol puede atraer a todos los grises de la

montaña a este camino. Cuando esté bien chirriaré como la lechuza.

--No quiero dejarte solo, Deor.

--Gracias Alteza, pero confíe en mí. Me basta con que deje los ojos abiertos,

le llamaré en cuanto necesite su ayuda. --Está bien Deor.

Por supuesto no planeas llamarle ni aunque estés muerto, pero necesitas la

pequeña mentira para salvar el honor del chico y que no haga estupideces.

Escondido el chico, desenvainas la espada y sales del camino, buscando el

abrigo de cualquier roca, moviéndote despacio pero con decisión hasta que

puedes ver claramente al viajero.

Es un extraño peregrino vestido con una túnica verde que la cubre hasta los

codos y las rodillas, los pies descalzos. Trae boca grande, nariz pequeña,

ojos saltones, la cabeza rapada y un pequeño cuenco sobre ella. En un brazo

lleva el farol y en el otro una bandera formada por quince cintas de colores.

--Paz, --le dices.

--¿Paz?, ¿por qué me enseñas tu espada, amigo?

--Los… --no sabes si creerá la verdad porque hasta la emboscada los grises

eran criaturas de leyenda --… bandidos. Pueden que estén cerca.

--Oh, en ese caso mi luz será un inconveniente. --De un gesto apaga su farol.

--Gracias, señor…

--Oh, mi nombre es Puca, pero quizás ya es demasiado tarde, ¿es ese uno de

nuestros asesinos?

Te das la vuelta de un salto. --Alteza…

--Lo siento, Deor, no podía dejarte solo.

--¿Alteza? --Sonríe el peregrino-- Un nombre extraño para un niño.

--Es un mote.

--Mentís. Bien, tendréis vuestras razones supongo, seguiré con mi camino.

El príncipe interviene. --Los asesinos son reales. --Ah, alteza, ¿tienes miedo

a los asesinos?

Ninguno de los dos respondéis, raptados por el asombro de ver que el peregrino

está disolviéndose en el aire.

--Oh, no os preocupéis, nací para dar luz me apago si mi luz se apaga, déjame

hacerte de nuevo la pregunta, ¿sabes para qué vives?

--No.

--Bueno, debería ser una pregunta interesante, ¿no te parece?

Y dicho eso Puca termina de desaparecer del mundo.

¿Te parece mala idea seguir por este camino y decides continuar tu huida campo

a través? 99 ¿Prefieres seguir adelante sin perder más tiempo? 326. O quizás

quieras pasar la noche escondido entre la hierba alta que rodea este camino

solitario 107.

207

Os habéis perdido en esta jungla. Crees que has mantenido aproximadamente la

dirección al este, pero es más una esperanza que otra cosa, intrigado por una

suave flauta que acompaña el terso rumor del agua. Corréis en esa dirección

hasta que vuestros pies se hunden el barro. Habéis llegado un punto en que la

hierba cede a las cañas de papiro y, más allá, se abre una laguna que, a lo

lejos, desemboca en una corriente, quizás un río.

¿Pretendes seguir adelante inmediatamente, nadando si es necesario 276 ? ¿Os

hacéis una balsa 293 o investigáis el origen de esa música 350?

208

Pronto estáis caminando de nuevo y tan pronto tenéis que esquivar a un nuevo

grupo de grises que pasa sin veros. Diez minutos más y encontrarán a sus

muertos. Aquí no podéis estar y os apuráis tanto como podéis, bajando la

montaña, hasta que llega la madrugada.

--¿Nos hemos perdido?

Deor no contesta a tu pregunta directamente. --Alteza, --te dice, debemos

bajar de esta montaña.

Ahora puedes ver, el camino no es fácil, pero tampoco peligroso, es solo una

pendiente fuerte, con algún desnivel que podrías saltar con cuidado. Mientras

no os encuentren los grises no podría pasar nada más que algún roce en los

codos. La única duda es que ninguno de los dos sabe exactamente dónde estáis.

¿Le dices a Deor que debéis descubrirlo primero 216 o te centras en bajar 240

a dónde sea?

209

--¿Un sacrificio? ¿Pero qué podemos sacrificar?

--La sangre de un príncipe.

Ya lo has hecho otras veces, en palacio, para hacerte el gallito delante de

los otros chicos. Deor no se impresiona ni discute y se va a buscar las ramas

que servirán el combustible para vuestro fuego, lo enciende murmurando una

oración y dejas que nazca una llama. Justo entonces te rajas el dorso de la

mano y dejas que tu sangre apague el fuego.

--Dioses y espíritus, --recitas, --yo Itair, príncipe de sangre real os hago

servicio y reverencia, os ofrezco regalos, doy para que deis, hago para que

hagáis, protegednos. --Y a la oración añades algo de tu cosecha, --o al menos

dejadnos en paz o matadnos sin dolor. Así sea.

Normalmente la respuesta a este tipo de ceremonias es interpretable, pero esta

vez se manifiesta en la forma clara y contundente de una criatura con voz de

dama consentida y cuerpo de cabra peluda.

--Soy Fara, la diosa de este lugar y puedo salvaros. Solo me tenéis que

prometer devoción eterna y ya nunca tendréis que preocuparos de esos tontos

grises. ¿Tenemos trato?

Si estás de acuerdo, jura devoción perpetua a este extraña, aunque agradable

criatura 310. De lo contrario puedes negarte amablemente 315.

210

Antes de que el amanecer expulse a las lunas del cielo, los grises han subido

hasta vuestra altura. Agazapados entre los zarzales os han rodeado por

decenas. Ha sido el sueño que no te ha permitido reconocer sus apagados

sonidos hasta que fue demasiado tarde.

~ Fin ~

211

Encabezas la entrada al túnel, aunque hubiera sido más práctico que Itair lo

hubiera hecho. Él no tendría tantos problemas como tu para desencajarse de los

bordes de la pared ni se habría dado tantos golpes. Además ya has avanzado lo

suficiente para que no quede luz ninguna aquí y, por si fuera poco, al palpar

hacia delante, por mucho que extiendes tus brazos y todo tu cuerpo tus dedos

no encuentran nada, ni arriba, ni a derecha, ni a izquierda ni hacia abajo.

Intentas lo mismo con tu espada y la respuesta es casi la misma. ¿Sigues

adelante, pese a todo 3 316 322? ¿O te das la vuelta y le dices a Itair que

haga lo mismo 178?

212

El príncipe se pone quejoso, casi lloriquea protestando de que está harto de

ir sin rumbo, que ya no cree en ti y todas esas cosas, pero no propone plan

mejor. Por tanto, camináis junto al río, molestos y apesadumbrados, durante

horas hasta que los grises os alcanzan. Vuestra última oportunidad es correr.

5 257,274.

213

No tienes ninguna intención de seguir a los espíritus, cuyos poderes y

caprichos van más allá de la comprensión de los mortales. Por eso observas el

terreno y te decides por una hendidura en el terreno, que se te antoja una

cañada.

--Alteza, tenemos que alejarnos de esta gente, sígame, --le dices y él te

responde con un sí aliviado.

Le guías los primeros pasos hasta entrar en la cañada y justo entonces te

aborda la desolación. La pendiente, lo que adivinas de ella, te daría miedo de

día, inclinada como un tobogán, pero plagada de rocas y zarzales. A colmo de

males, tras vosotros, escuchas los pasos acechantes de los grises.

--No moriremos, le dices al chico, como si pudieras prometerlo.

--¿Que hacemos?

--Alteza, no dudaremos, no miramos atrás, no nos preocuparán los grises. Pasos

precisos, el enemigo más cercano es la montaña. Piense, piense solo en el

siguiente paso y en su cabeza no habrá sitio para el miedo. Vamos.

Descendéis con apuros y sin seguridad, pero vuestra mente os salva de cada

paso, uno por uno. Miras atrás, no hay miedo en el rostro del chico, bien. Más

allás, los grises comienzan a bajar. Seguís adelante, un grito, una caída,

--¡Alteza!, --le gritas.

--Deor, estoy bien, los que se han caído son grises.

Es cierto, los grises, están corriendo y dos se han tropezado uno contra otro

y han caído hasta partirse los huesos. Pero lo que quedan os siguen, una

jabalina surca el cielo hasta perderse en la noche.

--Alteza, no corra, por los dioses, no corra, es lo que buscan. La persecución

continua, ahora los grises tienen más cuidado y mantenéis la distancia. La

noche avanza y cuando llega la madrugada alcanzáis la base del Monte de los

Espíritus. Los grises aún os siguen y rápidamente examinas el terreno a tu

alrededor, tienes un extenso robledal delante, que te retrasaría la marcha,

pero también os ocultaría, seguramente podrías atravesarlo 21 para intentar

que los grises pierdan vuestro rastro. Sin embargo, podrías aprovecharlo para

intentar despistar a los grises y volver al Monte de los Espíritus por una

nueva ruta 341.

214

Nada más beber de la copa un intenso dolor te revienta el estómago y la

cabeza. Caes al suelo, entre convulsiones, sin que tu compañero pueda hacer

nada por ti. Cuando despiertas te mira con horror, pero tú respondes saltando

al viento, transformado en el más gigantesco de los buitres.

~ Fin ~

215

Te concentras tanto como puedes en lo que tienes delante y aguzas tus sentidos

tratando de descubrir cualquier mal, pero no hay nada. De pronto te sientes en

paz y sabes que nada malo puede pasarte. El mundo no tiene sentido, solo

conoces este instante que te guía a un paraíso donde las manzanas brotan del

suelo y llueve té dulce del cielo.

Ahora aparecen veinte animales, que han venido a recibiros a este lugar

mágico, los más hermosos que jamás hayáis visto: del tamaño de un lobo,

cubierto de escamas arco-iris y una ancha cabeza con grandes ojos de gato. Al

sonreír os dejan ver sus dos filas de puntiagudos dientes. Vosotros respondéis

al saludo dejando caer vuestras armas, no se vayan a enfadar. Después os

despojáis de la ropa y os tumbáis pacientemente a que vengan a comeros vivos.

Nada hay que temer, tan profundamente hipnotizados como estáis, ya no podéis

sentir dolor.

~ Fin ~

216

Discutís y al final cedes, pero para cuanto se te pasa la testarudez habéis

perdido un tiempo precioso. Nunca sabrás si será por tu culpa o la de Deor,

pero lo cierto es que el ruido de vuestras discusiones no pasaron

desapercibidas a los grises que os esperan emboscados en el peor lugar de

vuestra ruta.

~ Fin ~

217

--Ahora, --le dices a Itair, --lo más importante es que ni nos oigan, ni nos

vean.

El príncipe sonríe. --¿Ni si quiera comer?

Su pregunta te lleva a poner tu mano sobre su hombro, una familiaridad que no

te hubieras permitido hace dos días, y los dos tomáis rumbo este guiados por

el sol.

La mañana pasa extrañamente sin más novedad que el calor. Ahora el sudor perla

vuestra piel y el cansancio os obliga a tomar asiento. Es el momento peor,

cuando sobreviene el hambre y las dudas.

-Antes de que diga nada, alteza, todavía no estamos a salvo. Los grises habrán ido a la cima de la montaña ahora se estén preguntando dónde estamos.

--Pero les llevamos ventaja.

--Estoy de acuerdo alteza, y es una ventaja que, si la perdemos, nos matan.

De nuevo os levantáis y seguís así hasta que se os corta la respiración. Por

la ruta que habéis seguido la montaña cae a plomo al este, unos treinta

metros, antes de retomar una pendiente más sencilla. Hay salientes para pies y

manos y la bajada, aunque peligrosa y difícil, es posible sin cuerdas 3

344,234. Otra idea sería fingir vuestras muertes, fabricando peleles y

vistiéndolos con vuestras ropas 255.

218

--No, por favor, por favor, déjame.

--Alteza, los grises…

--Me duele y nos volveremos a caer.

--No lo haremos, le doy mi palabra.

Te agachas bajo el muchacho y, con toda la suavidad que puedes, los cargas

sobre tus hombros como una mochila.

--¡Ay!

--Itair, muchacho, llore todo lo que quiera, pero por los Dioses, no grite.

--Es que duele un poco.

--Eso está mejor. Vamos a ir bajando, de vez en cuando tendré que pisar fuerte

y entonces le dolerá. Usted apriete los dientes y grite todo lo que quiera,

pero para dentro, sin abrir los labios. Así me ayudará a vivir.

Y así seguís monte abajo hasta que a la madrugada os encuentra una patrulla de

veinte soldados a caballo. Estáis a salvo.

~ Fin ~

219

Te quedas esperando en la cueva, donde te sientes más seguro. donde el calor y

el susurro del viento van turbando tus sentidos hasta que los párpados se

pliegan, vencidos por el inmenso cansancio de estos terribles días.

No llegarás a despertar, y puedes dar gracias a los dioses por ello.

~ Fin ~

220

Os movéis acechantes primero y al ver que los grises no reaccionan saltáis a

correr. Aceleráis todo lo que os dan vuestras piernas, como las otras veces

que ha estado en juego vuestra vida, pero cuando pensáis que estáis a punto de

salir, cinco monstruos interceptan vuestro camino. Tienen la misma piel que

los grises, pero el tamaño de los tigres, seis fuertes patas terminadas en

garras y mandíbulas repletas de colmillos.

~ Fin ~

221

--Alteza, tenemos que irnos. --No te responde, sigue caminando embobado y

tienes que agarrar sus hombros y sacudirle para que vuelva en sí. --¡Alteza!

--Todo es hermoso.

--¡No! Es una trampa. Dese la vuelta, sígame.

Al instante, te toma la mano como si fuera un niño pequeño y tienes que correr

con él, vigilando cada paso. Al poco los aullidos cesan y son sustituidos por

golpes de patas a la carrera. No has podido verlos, pero por el ruido sabes

que no son grises, sino algún tipo de jauría, quizás lobos. Para empeorarlo

todo vais directos a lo que parece un muro de zarzales.

Puedes tratar de saltar sobre los matorrales 203 o atravesarlos, aprovechando

la energía que traéis 271.

222

El carro de los condenados sigue su camino sin prestaros atención. Tampoco

presta atención a los grises que acaban de alcanzar la cima y que os siguen

lentamente, sin atreverse a atacar. Las horas de la noche se van sucediendo

así, vosotros respetáis la distancia al carro y los grises respetan vuestra

distancia, pero llega un momento, rondando la madrugada, en la que el carro se

disuelve en el aire, junto con los verdugos rojos y los condenados.

Los grises sonríen entonces y se disponen a atacar. No tenéis tiempo ni para

vuestras últimas oraciones.

~ Fin ~

223

No estás dispuesto a morir en una emboscada. Deor, ¡corre!, le dices, e

inmediatamente te mueves tan rápido como te es posible, pero la pendiente es

traicionera y en tu precipitación resbalas y caes al vacío.

~ Fin ~

224

Sales y te estremeces, la sangre te corre por todas las venas huyendo del

frío. El corazón bombea tan bien como siempre debe hacerlo a tu edad. Te has

traído el escudo de Deor y una lanza de los grises y por un rato juegas a ser

un gran guerrero. No es muy inteligente, pero durante todo el rato, eso

piensas, has mantenido los ojos abiertos.Ahora viene eso que siempre pasa a

los que guardan la noche, esos ruiditos extraños, que casi siempre significan

que todo va como debe ir. “Un ruido, seguro que no es nada”, te dices a ti

mismo buscando tu valor, solo que entonces pasa algo peor, un silencio, de

esos de emboscada, que solo turban tus pasos. Te estás alejando de la cueva,

muy despacio, agazapado, cuidando que ni la lanza ni el escudo tropiece con

nada, hasta que te cansas y los dejas atrás.Ahora te deslizas sobre el suelo,

la hierba húmeda te araña el pecho con su frío y tus ojos buscan aterrados

hasta que los ves. Grises, son solo dos y rebuscan cansados entre los

arbustos, pinchando con sus lanzas. Aún no te han visto pero si siguen en esa

dirección no tendrán más remedio que encontrar vuestra cueva.

Tienes tu cuchillo, si pudieras saltar sobre uno antes de que pudiera

reaccionar, tendrías una buena oportunidad de victoria 239. O tal vez

prefieras volver a la cueva y avisar a Deor 40 ; él sería capaz de liquidar a

esos dos con tu ayuda, o incluso sin ella.

225

--Alteza, deje que yo me ocupe de la caza. Por los dioses, quédese aquí,

siempre, aunque no vuelva, sobre todo si no vuelvo.

Estas palabras son tu última despedida del príncipe y también tu última

esperanza, horas después cuando los grises te descubran, te rodeen y corran

contra ti, como una horda inmensa, y te claven sus lanzas.

~ Fin ~

226

Hay algo en la actitud de los grises que te recuerda a las artimañas de la

guerra. Había un general que, al rodear una ciudad y comenzar un ataque, se

“descuidaba” y dejaba abierta una ruta. El enemigo, confiado, mandaba por allí

sus refuerzos o intentaba escapar, pero hiciera lo que hiciera en realidad le

esperaba una emboscada.

Por eso no te mueves, ni dejas al chico que abandone su escondite, hasta que

los grises, lentamente van desapareciendo de vuestra vista. Entonces te

arrastras a explorar y, una vez que confirmas que de verdad se han ido,

corréis por vuestras vidas sin que nunca más los monstruos vuelvan a encontrar

vuestro rastro.

~ Fin ~

227

Corres en la oscuridad, Deor se ha quedado atrás y ya no puede enfadarse,

porque vuestra loca carrera os llevó justo en medio de los grises. Él se

interpuso y lo mataron, dándote unos pocos segundos para escapar de los

grises, pero han sido demasiado pocos. Ahora se acercan y no podrás con ellos.

~ Fin ~

228

El río de luz te dio mala espina en cuanto notaste que dominaba vuestras

armas. O es tesoro de dioses o es ardid de los demonios y, en cualquiera de

los dos casos, lo mejor es dejarlo en paz.

Guías al príncipe alejándoos de la luz, hasta que volvéis a las sombras.

Pronto las estrellas son vuestra única guía, buscas el este, pero aquí en el

monte roto, dónde las nubes se han encaprichado reunirse, la orientación es

mucho más difícil. En todo momento tienes que comprobar el terreno, vigilar a

los enemigos que os buscan y, además, tomar el mejor camino.

Tienes ante ti un desfiladero, ya peligroso de bajar durante el día, pero si

lo consiguieras no te queda duda de que estarías a salvo 5 3,258. La otra

posibilidad es dar un largo rodeo y arriesgarte a ser descubierto por los

grises durante las horas de la madrugada 3 264,232.

229

El plan funciona y, mientras los grises tratan de figurarse lo que ha pasado,

vosotros dos ya habéis desaparecido tras los árboles. Otra vez tenéis que

internaros en el monte hasta que no podéis saber donde estás y otra vez estáis

mirando para todas partes, no parando sino para esconderos, como cualquier

ratón.

--Deor, ¿a dónde vamos?, necesitamos ir a alguna parte, --te dice el chico y

tiene razón.

La Ciudadela del Búho te espera al este, con su guarnición de soldados, que ya

deben estar preguntándose qué ha sido de la comitiva real. Lo malo es que los

grises también deben ser conscientes de eso. ¿Quieres retomar el camino a la

cima 235 o te diriges ahora al este 217 ?

230

En cuanto el líquido toca la tierra se desliza sobre ella transformado en un

río que crece sin control. Alarmado, devuelves el cáliz a la vertical e

incluso lo tapas con tu mano, pero todo es inútil, el río crece ahora por

fuentes desconocidas. Además el mundo se ha transformado hasta que la hierba

se vuelve negra, lo árboles púrpura y el cielo se viste de amarillo. Pero no

tienes tiempo de admirar el nuevo paisaje, donde desaparecen montañas y

valles, porque debéis correr por vuestra vida, ahora amenazada por la crecida

de estas aguas. Pero estas siguen creciendo hasta rodearos completamente en

una pequeña isla negra que empequeñece sin parar.

En esas estáis cuando veis aparecer un barquero montado en una barca de negra

madera; una mujer parece, con cabeza de cuervo y rema venciendo fácilmente la

furia de las aguas. ¿Llamas su atención para que venga a salvaros 342 o

preferirás nadar cuando os cubran las aguas 347 ?

231

Escalofríos os recorren el cuerpo en cuanto atravesáis el umbral de mármol.

Hace verdadero frío aquí dentro a pesar del verano y la luz que acaricia las

paredes blanquecinas os recuerda a un sudario. Sin embargo recorréis el

estrecho pasillo en pocos pasos y al final no encontráis nada, solo una urna

de alabastro con las cenizas de un difunto.

¿Deseas volver a la plaza pentagonal 340 o decides internarte en la selva de

hierba gigante 2 207,345, ?

232

Los grises llevan horas escondidos bajo el viento frío, maldiciendo su suerte,

pero ahora os descubren y se pegan a sus rocas, esperando el momento fatal en

que vuestros cuerpos estén a su alcance. Entonces todas las jabalinas irán al

príncipe, que morirá lentamente mientras tu defiendes su sangre.

~ Fin ~

233

Te da miedo llevar al chico por este despeñadero, arriesgando a que sus

lesiones vayan a peor o que acabéis los dos víctimas de un nuevo accidente.

Pero la espera os va congelando los huesos y da tiempo a los grises a

acercarse. Cuando llega el alba decides que no hay más remedio que alejarse.

--Alteza, ¿puede caminar?

--Caminar, un poco, correr, no creo.

--No se preocupe, alteza, si somos listos no habrá que correr. 393

234

Aceptaste los riesgos, pero eso no atenúa el dolor de tu fracaso. Sobre todo

porque tu fracaso ha sido una caída de catorce metros. Te has roto siete

huesos, incluida la espalda y estás paralizado de cintura para bajo. El

príncipe aún desciende, llorando, tú ahora le mientes, comiéndote todo el

dolor que puedes, diciéndole que no se apure, que estás bien. Cuando esté a

salvo le dirás la verdad y le pedirás que te deje, para que los grises no le

alcancen. Y si no acepta tus palabras, tu propia daga acortará tu vida.

~ Fin ~

235

Inmediatamente volvéis a vuestra ruta hasta que coronáis el lado opuesto de la

montaña. Para entonces es imposible ver nada más allá de veinte pasos y hasta

hablar os cansa. Casi dormís de pie. Y sin embargo, la salvación y la libertad

puede estar al pie de esta pendiente, más allá de vuestra vista, pero cerca.

¿Piensas que tenéis que dormir 143 o te arriesgas a bajar de noche 3 13,204 ?

236

--Tienes razón, --le dices a Deor.

--Alteza ha de saber que éste es el día más feliz de mi vida porque usted va a

vivir y ha de triunfar, los dioses le han bendecido, de eso no hay duda.

No encuentras palabras con las que contestarle porque sabes que él lo va a

tener mucho más difícil.

--Adiós, Alteza, que reine diez mil años, hasta que la arena se transforme en

montaña y brote el musgo sobre su cima. --Adiós Deor.

Segundos más tarde estás volando. Tus lágrimas se agregan a la lluvia mientras

te alejas del Monte de los Espíritus aunque ya sabes que ninguno de los

monstruos puede detenerte. Aún no lo sabes, pero debes llorar también por ti,

porque cuando vuelvas a casa nadie te reconocerá por tu nuevo aspecto, te

tomarán por un espíritu de los muertos, los sacerdotes y los magos se

congregarán para echarte más allá de las murallas y vagarás para siempre entre

las bestias del aire.

~ Fin ~

237

--Eras su madre, Majestad, más ahora solo una sombra helada. Ante tus

palabras, los fantasmas engrandecen sus cuerpos, y suenan las palabras de la

reina, --¿Qué sabes tú, necio, lo que somos? ¿Qué sabe ninguno vivo de la

muerte?

--Sé que éste no es vuestro lugar, llevaos vuestro dolor y dejad que el niño

viva y reine.

Uryele duda hasta desaparecer llorando ante tus ojos, junto con su triste

compañía 284.

238

Llegáis al silo con los grises pisándoos los talones, pero la puerta de madera

hace tiempo que se ha desprendido de sus goznes. Así que lo primero que haces

es bloquear la entrada con tus armas. Los grises se lanzan a por ti una y otra

vez, pero caen ante tu acero. Pronto el umbral se llena de cuerpos y durante

esos minutos de gloria te sientes invencible.

Sin embargo, para entonces la horda ha sido convocada y eres lo

suficientemente veterano para saber que tarde o temprano te superarán.

~ Fin ~

239

Tus pasos jóvenes, tus leves pies no hacen ningún ruido. Con la calma que has

conseguido después de pasar tanto miedo llega a un metro de la espalda del

monstruo. Entonces saltas y le clavas tu puñal, hiriéndole. Se revuelve de

dolor y se enfrenta a ti, mientras su compañero te apresa las piernas. Tu

pequeña arma no será rival para dos lanzas.

~ Fin ~

240

La bajada te resulta más fácil de lo que habías previsto. Es solo el

cansancio, el sueño y el hambre acumulada las que te hacen dudar, pero el

miedo a los grises es una fuerza más poderosa que todo eso. Un bosque os

espera en las estribaciones de la montaña, tan espeso que los grises no os

podrán encontrar nunca.

~ Fin ~

241

Tomas los aires y a pesar de la noche puedes descubrir a los grises cuando se

acercan por el movimiento que causan a las ramas. Desde ahora guías a Deor,

primero a un refugio, después por las rutas de la montaña, evitando a los

grises mucho antes de que estos puedan acercarse a tu amigo y sin que esto

puedan hacer nada salvo maldecirte. Poco a poco van resignándose a abandonar

vuestra persecución y al fin llegaréis a tierras civilizadas donde tendrá que

acostumbrarse a tu nuevo aspecto.

~ Fin ~

242

--Deor, ¿no lo estás oyendo?, tenemos que escapar, rápido. Deor responde

comprensivo a tus palabras --No, alteza, primero tenemos que saber a qué nos

enfrentamos.

¿Te ofreces a ir a mirar tú? 157 ¿Prefieres que vaya él? 18 ¿O insistes en que

tenéis que huir ahora 247 ?

243

Deor te mira preocupado cuando sugieres tu idea, pero después su cara se

ilumina. -Entendido alteza, no se quede atrás.

Corréis, siguiendo las huellas hasta que estas desaparecen súbitamente.

--Lo sabía, --dices, --estaban hechas al revés para engañarnos. Pero los

engañados han sido los grises, que todavía os esperan al final del camino

mientras vosotros os seguís alejando más allá de su alcance.

~ Fin ~

244

No hablas, ni siquiera haces un gesto, simplemente obligas tus pies a caminar.

Pronto empezáis a caminar en círculos en el bosque hasta que, a una hora de la

madrugada, descubres que estás caminando solo. Sin que ninguno de los dos se

diera cuenta, te has quedado atrás, mientras que, a tu alrededor, grandes como

lobos, te ves rodeado de veinte arañas grises, armadas de tela, ácido y

veneno.

~ Fin ~

245

Tu regreso al mundo es recibido con el frío y el silencio. Husmeas por los

alrededores, buscando alguna pista pero tu eres mal rastreador y tienes que

desistir. Deor no ha dejado pistas obvias y tú ni siquiera sabes exactamente

qué debes buscar 265.

246

La búsqueda en plena mañana dio a los grises el tiempo que necesitaban para

encontraros, seguiros despacio y escoger el mediodía como la hora en que

moriréis.

~ Fin ~

247

No, Deor, tenemos que irnos ya, por favor. El sargento te lanza una mirada que

estaría acompañado de una palabrota de ser tú uno de sus reclutas, pero calla

y obedece. Acabáis así los dos corriendo sin dirección 4 343,227

248

--No nos molestes, criatura de sangre, estamos muertos. Reconoces la voz de la

Reina Uryele, aunque sus labios no se mueven. El resto de los fantasmas, ni

siquiera te dirigen la mirada.

--No os molesto, señora, -- le respondes, --pero debo proteger a su hijo.

Su respuesta es sencilla. --Soy su madre e impondré mi voluntad sobre la

muerte.

¿Continuarás tu desafío 237 o te apartarás por fin 277?

249

Una corta bajada y ya estáis en el bosque de matorrales, hasta aquí todo ha

ido bien, pero es justo en el momento de desaparecer tras las ramas cuando

distingues a un gris agazapado entre las rocas, mostrando solo su cabeza que

gira de un lado a otro.

¿Os quedáis quietos 346 o seguís con vuestro plan 352?

250

Resignado a no encontrar a tu amigo, te vuelves a la cueva, pero lo que no

sabías es que los grises te han visto entrar y salir y pronto asaltarán la

entrada.

~ Fin ~

251

Esta carrera termina antes de empezar, porque cuando comenzáis a correr uno de

los grises se cruza en vuestro camino. Lo matas, pero el combate te retrasa lo

suficiente para que los demás os alcancen.

~ Fin ~

252

El bosque os provee de las suficientes ramas caídas y matorrales como para

haceros una especie de iglú vegetal que luego cubrís con hojas. No es mucho y

no resistirá una lluvia fuerte, pero sí os ocultará. Las cosas os van bien así

el siguiente día y la siguiente noche, ni siquiera escucháis otros sonidos que

no sean los de la naturaleza y los animales. Pero a la mañana del segundo día

los estómagos os revientan de hambre. Duele constantemente y no sabéis que

hacer para remitir el dolor. ¿Os decidís a cazar 179 o aguantáis el hambre

319?

253

Seguís las huellas despacio, no por que sea difícil seguirlas, sino porque

paráis a cada poco para descubrir la presencia de algún gris, pero no

encontráis ninguno. Todavía no lo sabéis pero os encamináis directos a una

emboscada; son siete grises que os han estado siguiendo, aprovechando vuestra

lentitud. Dos ya están cerrado vuestra huida, los otros cinco preparan sus

armas.

~ Fin ~

254

Parece que el matorral no se acaba nunca, y aún seguís intentando rodearlo

cuando descubrís delante vuestra un grupo de tres grises; probablemente la

última esperanza que tienen los grises para alcanzaros. ¿Arde tu sangre por un

combate 3 348,301 o prefieres una carrera salvaje con la que, con suerte,

salvar vuestras vidas 353?

255

Te cuesta convencer al príncipe que no accede a tu plan hasta que le aclaras

que os quedaréis con la ropa interior y la manta. Después, juntando ramas de

zarzales y hojas, rellenáis vuestras ropas. Cañas dobladas y entrelazadas

forman vuestras cabezas y con ramas más gruesas y claras fabricáis las

piernas.

El príncipe no está convencido del resultado.

--Se ve lo que son.

--De cerca sí, pero tendrán que acercarse y eso significa bajar por ahí. Les

llevará tiempo. Ahora vamos al sur, así medio desnudos no quiero subir a la

montaña.

Y al sur bajáis, nunca sabréis si será porque tomasteis al final la ruta menos

esperada, o si vuestros peleles funcionaron, pero lo cierto es que los grises

no recuperan vuestra pista y acabáis rescatados por una partida de cazadores

que pronto os llevan a la civilización.

~ Fin ~

256

Quien no haya visto nunca espíritus creería que esta pared caprichosa y

resquebrajada le da al monte su nombre. Hendiduras la siguen de arriba abajo,

piedras brillantes la salpican y junto a ella crecen desde el fondo, hasta

sobrepasar su altura, cilindros de roca y arcilla en precario equilibrio.

Sobrecogidos por la caída de cien metros, emprendéis la bajada. Las

dificultades aparecen desde el principio pero os sobreponéis y poco a poco

vais bajando hasta que, a medio camino, descubrís a los grises asomando desde

el precipicio. Los nervios casi os hacen perder pie y aún os queda una caída

mortal. Sin embargo, tras mucho esfuerzo conseguís llegar abajo. Seis grises

han seguido vuestra ruta, aunque aún les queda un gran trecho por descender,

quizás cuarenta metros. ¿Salís ahora a todo correr 3 354,397 o intentáis

derribarlos a pedradas 4 289,359

257

La carrera ha sido larga junto al río pero con la fortuna de que un rebaño de

búfalos se cruzara tras vuestros pasos quedando entre vosotros y los grises.

Para cuando pudieron sobrepasarlos ya estabais muy lejos.

~ Fin ~

258

A duras penas has conseguido sobrevivir a la caída. Han sido solo seis metros

y como por milagro no te has roto ningún hueso, pero tienes los brazos

cubiertos de sangre. El príncipe está llegando junto a ti, jadeando. La noche

te ha jugado otra mala pasada; lo único bueno es que, sea como sea, ya estás

en el fondo del barranco.

--Deor, ¿estás bien?

Tú le respondes con una sonrisa y con un trozo de diente que se te cae de

ella. Justo entonces escucháis pasos que se paran súbitamente apagando la

risas. ¿Salís a toda prisa 355 o te preparas para combatir 361?

Tu primer ataque deja a uno de los grises sin vida. El segundo se revuelve,

pero antes de que pueda reaccionar le atraviesas las entrañas. Han quedado

muertos y tienes que reaccionar, escondes los cuerpos y vuelves corriendo al

refugio, porque sabes que en cuanto se den cuenta este no será un lugar seguro

284.

260

Tras el susto te vuelves a la cueva, temiendo que el ciervo esté escapando de

alguien. Pero lo que no sabes es que los grises, escondidos, te han visto

salir y entrar de esa cueva. Pronto van a deslizarse sigilosos en su interior,

donde no vas a poder huir ni esconderte.

~ Fin ~

261

Os metéis por el pinar, confiando en su protección. Una vez dentro la

pendiente es perversa, cubierta de musgo y cayendo en ocasiones a plomo, desde

luego un terreno muy difícil por el que correr. Si quieres, puedes cambiar de

opinión y salir ahora del bosque para emprender camino por la pendiente más

suave y pelada 267 , o bajar por la pared de formas caprichosa 3 256,362. De

lo contrario, sigue adelante 367.

262

Sin tiempo para decidir, giras a dónde te parece y aceleras a sacarte el

corazón por la boca. Así exprimes al máximo el efecto de la sorpresa y la

confusión que recae sobre los grises cuando desapareces de su vista junto con

el príncipe, que te sigue de cerca. Pero los crueles dioses han querido que,

tras unos primeros metros, acabéis en un pedregal erizado de espinos que

rápidamente frenan vuestra huida. Pronto os alcanzarán los grises, por última

vez.

~ Fin ~

263

Decides que la comida es lo primero. Vuestra excursión os provee de un botín

de cebollas silvestres y una camada de cuatro pequeños roedores que, según las

mentiras de Deor, deberían ser gazapos. Un rápido fuego y un espeto convierte

todo en vuestro desayuno.

Recogido y limpio el lugar, buscas un árbol desde el que descubrir el sol.

Trepas lo justo, por no malgastar energías y mientras tratas de calcular tu

ruta, algo frío toca tu tobillo.

--¡Alteza!, --es Deor que ahora señala un oso gigantesco, dos veces más pesado

que cualquiera que hayas imaginado antes, pero con pico de ave. Os mira

fijamente y sacude luego el suelo con sus patas. Puede que sea hora de correr

311 de trepar tanto como podáis 318 o de alejarse muy despacio 336.

264

Esta suerte la habéis pasado, si habían grises cerca, todavía están detrás,

pero más allá de vuestra vista y quizás de vuestro miedo, mientras os alejáis,

hacia el este, de este monte de los espíritus 95.

265

Pasado el susto, te paras y escudriñas el bosque con tus ojos. Al no ver nada,

das un paso, miras y vuelves a mirar. Sigues adelante. Hay un tronco caído

entre dos árboles, casi como si fuera una barrera, sospechoso… Un sonido. Te

das la vuelta de golpe… pero nada. Tres pasos más, ahora los ves, dos cabezas

entre los matorrales, son grises, puede haber más, ¡corre! 3 275,280.

266

--Estaremos a salvo cuando llegue el amanecer.

--¿Cómo lo sabes?

--Alteza, no lo sé, lo espero.

--Ya…

--Perdone Alteza.

--No Deor, perdóname tú. Dilo otra vez, por favor.

--Estaremos a salvo cuando llegue el amanecer.

El chico suspira y pronto estáis los dos caminando a buen ritmo y casi

sonriendo 3 95,363.

267

El viaje por esta zona ofrece pocas complicaciones y avanzáis con rapidez,

pero desde lejos los grises os han visto y con silbidos están reuniendo toda

su horda que está confluyendo tras vuestra a toda velocidad. Escucháis el

rumor de sus pasos, y conscientes de ello, las manos se os llenan de frío y

aceleráis vuestros pasos, pero entre vuestros perseguidores hay muchos que son

muchos más veloces que vosotros. De tantos no conseguiréis escapar.

~ Fin ~

268

Escondidos bajo la hierba veis pasar al farol lentamente. Te preguntas quién

pudiera estar caminando a estas horas y por este lugar tan desolado. Un

bandido nunca se dejaría ver de esa manera y mucho menos otra víctima de los

grises, ¿Será un extranjero o un maestro de los espíritus, quizás?

Mientras pasas tus elucubraciones el farol también se apaga de repente y ya no

puedes ver ni la menor sombra del caminante. Sin embargo ya no sabes si seguir

escondido. El príncipe parece dormido y quizás quieras hacer lo mismo 107 ,

aunque, por otro lado, quizás prefieras proseguir tu huida 99.

269

Sabéis que la torre es una cripta en cuanto entráis en ella. Es más que el

aire húmedo, la pálida luz que se cuela en el interior o el olor que toma al

asalto vuestras gargantas; el pasadizo donde estáis baja retorciéndose en

espiral y al llegar al fondo del abismo desemboca en una entrada cerrada con

huesos y cráneos, de hombres, mujeres y niños.

--Deor, nos vamos de aquí, ¿verdad?

Te tomas tu tiempo para recuperarte del susto. La verdad es que sería fácil

apartar esos viejos huesos, bastaría sacar unos cuantos y dar un buen empujón.

¿Pero quieres hacer eso 306 o haces caso al muchacho y volver por donde habéis

venido 340 o seguir adelante a través de la selva de hierba 2 207,345?

270

Corres tras el ciervo, quizás pensando que si está huyendo será por algo.

¡Tienes razón! En cuanto das el cuarto paso, doce grises salen de entre los

árboles desde diferentes posiciones y corren a por ti con sus lanzas. Ahora no

hay tiempo de pensar, tu única posibilidad es correr 2 275,280.

271

No pares, acelera, le gritas al príncipe, pero los zarzales son espesos y las

ramas no ceden a tu fuerza. El grueso cuero de tu gambesón te salva de los

pinchos, pero no de la caída. El príncipe está mucho peor, zurcido de

rasguños, pero eso no tiene ninguna importancia. Lo único que cuenta son las

mandíbulas de la jauría monstruosa que dentro de un segundo os alcanzará.

~ Fin ~

272

Deor te guía justo en la dirección contraria que marcan las huellas de los

grises. Se trata de un rastro demasiado fácil de seguir porque ha sido marcado

a posta. No podréis advertirlo hasta que ya no quede nada por hacer sino morir

con honor, pero ahora doce grises ya sonríen acariciando las puntas de sus

armas.

~ Fin ~

273

Nunca sabrás lo que le ha pasado al príncipe, porque para despertarás cuando

un intenso dolor te cruce la garganta y la sangre abande tu cuerpo hasta que

mueras.

~ Fin ~

274

Habéis querido correr, pero ya han sido muchos días de hambre y persecución.

El príncipe cayó primero, exhausto por lo poco acostumbrado que su vida le ha

preparado para los esfuerzos. Después fueron las lanzas las que acabaron

contigo.

~ Fin ~

275

¡Lo has conseguido! Tu rastro se ha perdido entre los árboles y aunque ha sido

una carrera dura al final los grises han cedido. Poco a poco vas recuperando

resuello mientras piensas que hacer. Desde luego no volver a la cueva, ni

rehacer tus pasos, sobre todo porque nunca en tu vida habías estado tan

perdido como en este momento. Lo que te pide el alma es esconderte, pero eso

ya ha fracasado, por no hablar del hambre que cada vez es peor. Una cosa que

no has probado es hacerte pasar por un gris, si lo piensas desde lejos, con la

piel embadurnada de ceniza podrías pasar por uno ellos; bastaría con un

pequeño fuego 357. Por otro lado tal vez sea mejor internarte en el bosque,

evitar a los monstruos y aguantar hasta que vengan a rescatarte 365.

276

Tras desprenderte de tus botas te metes con tu compañero en el lago. Durante

los primeros metros tratáis de andar pero pronto tenéis que desistir porque

vuestros pies se hunden en el fango o tropiezan con las bases de las cañas. El

agua está turbia y no podéis saber qué criaturas tocan vuestras piernas

mientras se deslizan por el fondo. Las armas, el escudo y la cota de malla te

pesan, y dudas si dejarlas atrás 302 o seguir con ellas 372.

277

--Señora, vuestro hijo duerme, le dices por fin, seguidme. --Ya sé yo muy bien

dónde yace mi hijo, ¡apártate!

Segundos más tarde ves al fantasma de Uryele introducirse lentamente en su

refugio y nada más después, un chillido te atraviesa el corazón. Corres, el

cortejo de los muertos ha desaparecido. Entras al refugio, no hay nada, del

chico no ha quedado traza alguna, como si hubiera muerto en la emboscada y

estos últimos días fueran solo fruto de tu locura.

~ Fin ~

278

Ignoran tu presencia; los asesinos ni siquiera imaginan que nadie les aceche.

Pasan dos minutos de esos en los que cada segundo cuenta, en que cada

movimiento se queda en tu mente y tu mano está lista para matar. Así los ves,

acercándose a vuestro refugio, y el detalle de sus babas cuando descubren el

cuerpo del príncipe, indefenso en su sueño, más no el filo de tu espada cuando

corta sus cuellos. 284

279

Ya sabías que el camino del desfiladero llevaba la traición en cada uno de sus

pasos. Desde el primer momento aceptaste la pena de muerte con la que te

amenazaba. Pero no estabas preparado para ver a Itair caer veinte metros hasta

romperse las piernas y desangrarse lentamente junto a tus lágrimas.

~ Fin ~

280

Tres lanzas siguieron tu carrera. Una se rompió en un árbol, la segunda se

hundió en tu espalda y la tercera cayó junto a ti, sin hacerte daño. Pero para

entonces ya estaba tendido en el suelo, perdiendo sangre. Ahora los grises se

reúnen ante ti, haciendo burlas y contemplando como te vas apagando lentamente

entre dolores hasta morir.

~ Fin ~

281

La bajada por este desfiladero escondía muchas dificultades, pero las habríais

superado todas de no ser por la persecución de los grises. Fue por eso que

tropezaste con el chico y os fuisteis los dos montaña abajo hasta estrellaros

con las rocas del suelo.

~ Fin ~

282

Lo primero es saber dónde está el sol. Para eso Deor se fija en el musgo de

los árboles.

--Alteza, por ahí está el oeste. --Señala la dirección con su brazo, que en el

bosque no parece mejor ni peor que otra cualquiera. Emprendéis una marcha

apresurada, pero siempre atentos a cualquier ruido que pudiera indicar la

cercanía de los asesinos, los primeros kilómetros serán los más peligrosos

285.

283

Palpando el suelo del foso, apartando los cadáveres, acabáis por encontrar una

trampilla hexagonal, que abrís con gran esfuerzo. Dentro encontráis un pozo,

dotado de una escalerilla, de algún metal antiquísimo que, por maravilla de

los Ancestros, no solo está libre de óxido sino que brilla con una luz

verdosa. Descendéis, ¿a qué otro sitio podéis ir?

Lo que os encontráis al fondo os sobrecoge: una cámara de piedra sólida, llena

de literas, y en cada uno de ellas, los huesos y el polvo de algún

desventurado. Pero también hay vida en forma de insectos, que pululan como

fantasmas bajo la luz verdosa y, más aún de todo eso, agua, que corre por el

fondo en un canal subterráneo. Poco a poco descubrís lo que pasó, estos deben

ser de los últimos de los antiguos, que sobrevivieron aquí las guerras hasta

que se les acabó la comida, pero vosotros no tendréis que esperar tanto

tiempo, porque al fondo también hay otro túnel, y éste sigue durante

kilómetros hacia el este, hasta salir de vuelta al mundo muy lejos del alcance

de los grises.

~ Fin ~

284

Por poco habéis conseguido evitar al peligro a y no puedes evitar reír, sea

por el miedo o por la simple fortuna de estar vivo, ni tú mismo puedes

saberlo. El chico te mira asustado y tú te excusas diciendo que es para

ahuyentar al miedo.

--Deor, ¿a dónde vamos ahora?

--No nos podemos quedar aquí, Alteza, seguiremos viaje a la cima 366.

--¿No será peligroso? Yo pienso que ahora, que es de noche, si nos quedamos

muy quietos seguro que no nos encuentran 371.

285

Un día más tarde llegáis a un extenso claro que aloja una laguna circular, de

trescientos metros de orilla a orilla con un islote rocoso en su interior.

Deor quiere rodearla 193 para volver a vuestro camino hacia el oeste, pero tal

vez prefieras hacer una balsa para atravesar la laguna 287.

286

A pasos precisos y calculados, pero sin titubeos acabáis en el fondo del

acantilado. Los grises todavía están tras vuestros pasos, pero les lleváis

buena delantera. Instintivamente sabes que esta puede ser vuestra oportunidad

de dejarlos atrás para siempre y te lanzas a correr, con el chico a tu lado.

Dos minutos más tarde escuchas sus saltos llegando al suelo. Te das la vuelta,

debe haber unos ochocientos metros entre ellos y vosotros, no es suficiente y

se te cruza la idea de abandonar tu espada y el escudo 368 o quedarte atrás

para entretenerles mientras el príncipe escapa 374 , pero quizás lo mejor sea

no pensar absolutamente en nada y convertirte en el espíritu de la carrera? 3

379 368

287

Empezáis a fabricar la balsa inmediatamente. Lo primero es reunir los

materiales, los troncos que servirán de estructura, las fibras que los ligarán

y las ramas que servirán de relleno. Esto os lleva tiempo y ruido por lo que,

antes de que consigáis terminarla los grises se han extendido entre vosotros y

el agua, bloqueando toda dirección de escape. Así, cuando ataque, no tendréis

esperanzas.

~ Fin ~

288

A la parte de tu mente que se le ocurrió lo de esperar al chico le dedicas un

grosero insulto. Insuflado de energía militar te mueves por el terreno a

súbitas marchas, interrumpidos en parte para observar, en parte porque ya

doblas más de veinte años.

Te lo encuentras, el muy novato está trotando sin parar, mirando al suelo para

no caerse. No te ve hasta que lo atrapas. --¡Alteza! ¡Podría haber sido un

gris! --Tiemblas en cuanto te salen las palabras. Solo el miedo te ha movido a

hablar así. Pero lo único que hace el chico es abrazarte, hundiendo sus dedos

en tus carnes, como si así estuviera a salvo. --Calma, --le dices --tenemos

que seguir.

Y quieres seguir, pero dejas que pase el tiempo para que se calme, más que

nada porque tu corazón necesita este tiempo para recuperarse.

--¿A dónde vamos? --Te dice al fin.

--Déjeme… pensar…

Mientras recobras el resuello podrías decidir bajar la montaña hacia el este

95 guiándote por las estrellas. Crees que en esa dirección hay una vereda que

conduce a la Ciudadela del Búho, allí deberíais estar seguros. Por otro lado

es posible que los grises os esperen en esa dirección y quizás prefieras

esconderos en este bosque hasta que pase el peligro 58.

289

Lo habéis conseguido. En realidad casi ninguna de vuestras piedras acertó a

alguno de vuestros enemigos, pero en cuanto cayó el primero al vacío,

chillando de miedo, el resto se retiró a buscar mejor ruta, pero vosotros

aprovecháis ese tiempo para escapar tan lejos que nunca más volverán a

encontraros.

~ Fin ~

290

El camino ahora está escoltado extrañas caretas de piedra que aparecen

escondidas entre la gigantesca vegetación que crece en sus márgenesa los

márgenes del camino. Seguís adelante porque peores son los monstruos que os

persiguen y cuando se hace de día la vereda termina en una cúpula de tierra

que surge del mismo suelo; no hay ventanas, solo una abertura rectangular

delante vuestra y otra, del tamaño de un puño, en su ábside. ¿Deseas entrar

333 o sigues adelante a través de la selva de hierba 2 207,345?

291

Tras fracasar con las lanzas algunos de los grises os imitan y saltan a los

árboles. Bajan con ferocidad y arrojo pero abajo les esperan vuestras espadas

y entre el príncipe y tú vais despachando a los que llegan, o los empujáis al

abismo. Sin embargo siguen llegando sin arredrarse, impulsados por un odio

demoníaco que no podéis comprender.

--Me estoy cansando. --Protesta el príncipe y tienes que darle la razón, no

hay alternativa, tendréis que intentar descender esta pared 2 286,281.

292

Aguantáis escondidos los dos juntos sin hacer un movimiento pero son tantos

los grises que están pasando y durante tanto tiempo que la fatalidad hace que

uno de ellos se tope literalmente con vosotros. La lucha acaba en la muerte

del gris, pero para entonces ya estáis completamente rodeados.

~ Fin ~

293

Las cañas gruesas y la hierba gigante son una excelente materia prima para las

balsas. Los únicos problemas los da que solo uno de vosotros está acostumbrado

a trabajar con sus manos. Aún así, a base de cortar cañas y atarlas en fardos,

pronto tenéis un par de flotadores, que unís con más cañas y hierba hasta

formar una plataforma. Vuestros estómagos rugen después del trabajo y os

tienta pescar, improvisando una red 364 , antes de emprender viaje en la balsa

155.

294

Esta vez los ruidos que acompañaban vuestros pasos demuestran ser algo más

terrible: un grupo de grises que os estaban acechando esperando el momento

preciso. Veinte lanzas volaron hasta vuestros cuerpos que ahora yacen

sangrando entre las cañas y el barro.

~ Fin ~

295

La senda de la espada termina en una pequeña torre almenada. No tiene puertas

ni ventanas, ni ninguna decoración, salvo los nidos que las aves han

construido en sus aleros. Apenas levanta tres metros del suelo y os sería muy

fácil escalarla 269 , aunque quizás prefieras volver por donde habéis venido

340 o seguir adelante a través de la selva de hierba 2 207,345.

296

La ferocidad de los grises tiene un origen demoníaco y no se calma ni por el

miedo a perder la vida. Por eso saltan sobre vosotros y encuentra el camino de

vuestras espadas. Su sangre os salpica, pero siguen llegando uno tras otro.

Con todo, estáis a punto de eliminar la primera oleada y ganar el tiempo

suficiente para pensar, pero un maldito gris, justo al tiempo de morir,

atraviesa tu rodilla con su lanza. Sabiendo los dos que no puedes huir, que

quedarse aquí es un suicidio, le ordenas al príncipe que intente salvarse

solo, deseándole la mejor de las suertes.

~ Fin ~

297

--No te muevas, por favor alteza, no te muevas. --La crudeza de la situación

hace que te olvides de la formas.

Quedáis los dos acurrucados bajo la hierba y la noche mientras los monstruos

van pasando uno tras otro, reventando a sustos vuestros cuerpos, sin que este

trance avance a su resolución. Calláis como los grillos, como la naturaleza

misma que tiembla con vosotros. Itair te mira suplicante y entonces tú le

confortas con tu mirada y le pides en silencio que aguante 292 o que se haga

una serpiente y se escurra contigo bajo la hierba alta 380

298

El ulular que habías escuchado se disipa mientras el príncipe cae en su sueño.

Tú te pones a vigilar, conforme a la ronda que aprendiste de recluta, y al

final los ves, la docena de ellos, avanzando en todas direcciones. Apenas

tienes tiempo para despertar a Itair, pero quizás nunca debieras haberlo

hecho, porque para entonces los grises ya están cargando contra vosotros,

empezando un combate que nunca podréis ganar.

~ Fin ~

299

El camino que surgía de la estatuilla de la corona de laurel os lleva a través

de la selva de hierba alta hasta lo que parece una casa labrada de un solo

bloque rectangular de mármol. No tiene ventanas, pero tiene un vano por puerta

que te permite entrar en su interior 231. También puedes seguir adelante a

través de la selva de hierba 2 207,345 o volver por dónde has venido 340.

300

El consejo de Deor te lleva a aceptar también su conocimiento de la

orientación. Al este vais, pero bajo este bosque todo te parece igual. En todo

momento, tanto como es posible a tu edad, mantienes la alerta buscando la

sombra de algún gris.

--Deor, es raro que estemos tan, tan solos.

--Ajá.

--Y, ¿sabes por qué?

--No, Alteza.

--¿Me lo adivinas?

--Algo peor hay por aquí, puede ser eso.

--Vale.

Pero lo cierto es que durante este primer día tenéis suerte. Algunos lobos

pasan cerca de vosotros pero no muestran interés al ver vuestras espadas. Por

lo demás, la jornada se completa con la caza de un conejo herido y la llegada

de la noche justo cuando alcanzáis una corriente, cuyas aguas bebéis sin

precaución.

Seguir adelante es una opción 386 , pero no confías en tus fuerzas, ¿buscas la

copa de un árbol donde dormir 395 ?

301

Cargas sobre ellos, el príncipe junto a ti. Las bestias no pueden creer la

furia que ven en vuestros ojos. Estáis hartos de ellos y cada uno de tus

golpes cuentan por los de tres hombres. Uno tras otro, los grises van cayendo.

Al primero le partes, literalmente, la cara; Itair empala al segundo, el

tercero se derrumba en trozos, derribado por tus golpes. Después, todo en

calma, caes tú también.

--¡Deor!

--Alteza, si no le molesta, me gustaría morirme.

Y cierras los ojos, cinco veces te habían herido los grises y solo ahora te

das cuenta, mientras los brazos de un niño te abrazan y sus lágrimas bañan tu

rostro.

~ Fin ~

302

Dejas en el agua todo lo que te pesa, primero tú, luego tu compañero, y

después seguís adelante por la laguna, buscando las zonas junto a la orilla

norte, las más espesas de vegetación. Seguís así durante horas, soportando los

mosquitos, hasta que, llegada la noche, os atrevéis a salir a campo abierto.

Corréis y andáis mientras las estrellas están el cielo y al llegar la

madrugada una patrulla de soldados de la Ciudadea del Búho os alcanza. Estáis

a salvo, enhorabuena.

~ Fin ~

303

--Alteza, si fueran grises tenemos que salir ahora y si no, lo siento por su

sueño. --Y así los dos salís andando apresuradamente, tratando de no armar

ruido alguno entre las sombras de la noche. Es entonces cuando descubres a los

grises, acercándose a vuestro refugio y sonríes porque cuando lleguen ya

estaréis lejos camino de la cima 366

304

El camino del cuenco de piedra con agua se encuentra también rodeado de la

selva de hierba gigante que, si cabe, crece aún más alta hasta cubriros

completamente. Llueve sobre vosotros y, de hecho, chapoteáis al andar, pero al

mismo tiempo luce el sol y el agua está templada por el verano. En esas estáis

cuando al pisar te hundes hasta la cintura y ante ti se abre la selva de

hierba hasta descubrir una corriente salpicada de cañaverales.

¿Pretendes seguir adelante, nadando si es necesario 276 ?

¿Empleas el tiempo que sea necesario para haceros una balsa 293 o prefieres

volver por dónde has venido 340 ?

305

Optas por seguir adelante, camino al éste, dónde sabes como Deor que queda la

Ciudadela del Búho, vuestra mejor y casi única esperanza 95 o quizás al oeste

285 , donde nadie podría imaginarse que iríais porque solo viven las bestias y

los peligros.

306

--Deor, esto no es una buena idea, de verdad.

--Confíe en mí, Alteza, tenemos que descubrir qué se oculta aquí dentro.

--¿Por qué?

La respuesta llega cuando sacas uno de los huesos y el resto de la obstrucción

se desploma sonoramente. Ante vosotros hay un cámara apenas iluminada por la

luz que entra desde un tragaluz circular. El polvo que dispersa esa luz se va

depositando para revelar un sarcófago de piedra. Itair fija sus ojos aterrados

en ti, pero tú continuas con la decisión que ya habías tomado y antes de que

el chico recuerde que es príncipe te lanzas a abrir la tumba.

Pero tus esfuerzos solo descubren un cráneo aplastado, unos huesos surcados de

viejos cortes, una espada oxidada y polvo. Frustrado, puedes tratar de volver

a la plaza pentagonal 340 o quizás intentar atravesar la jungla de hierba

gigante 2 207,345.

307

Tan pronto como os agazapáis y os lanzáis a correr, una energía invisible os

paraliza las piernas. Caéis rodando por el suelo, pero incluso antes de que

paréis salís flotando por el aire hacia el carro de los condenados. De nada

valen vuestras protestas, los verdugos rojos, ahora te fijas, ni siquiera

tienen boca con la que responderos. Pronto, como el resto de los prisioneros,

os conformáis a apagaros en una esquina del carro hasta que os dormís.

Despertáis en la tierra de la noche eterna, donde las estrellas no brillan y

las rocas están sembradas de viejos huesos. Es una terrible gruta, flanqueada

de gigantescas estatuas de demonios, a la que os llevan, las puertas del

verdadero infierno.

Uno tras otro los condenados van entrando en la oscuridad sin fin, pero cuando

llega vuestro turno el infierno os rechaza. Segundos más tarde estáis solos, a

tres años de camino de vuestro hogar.

~ Fin ~

308

Resguardados entre las plantas escucháis a los grises rondando entre las ramas

hasta que sus sonidos se alejan. El príncipe, por milagro del cansancio, ya se

ha dormido, y te tienta hacer lo mismo permaneciendo en vuestro escondite 171

o arriesgarte a infiltraros entre los grises 314 antes de que amanezca.

309

Corréis tanto como es posible correr, pero este mágico bosque, repleto de

sombras y reflejos os separa. Tú escuchas un grito de dolor y quieres pensar

que es uno de los grises, abatido por un golpe afortunado de Itair, pero

entonces uno de los grises te derriba al suelo.

Luchando, saltas sobre él clavándole la espada, pero ya todo da igual, porque

antes de que muera otros siete grises te rodean con sus lanzas. Vas a morir.

~ Fin ~

310

--Vale, ahora repetir conmigo… Uroj.

--Uroj --La primera parte es fácil.

--Erbmudivres anrete a araf.

--Erb…mudi…vres anrete a araf. --Esta parte os cuesta más.

--Bien, ya está hecho, disfrutad la vida conmigo.

Y dicho esto veis el mundo transformarse a vuestro alrededor. Ya no estáis en

la montaña, sino en una galería en el interior de la tierra. A vuestro

alrededor pululan centenares de criaturas, todas trabajando sin descanso,

picando y transportando diamantes por kilos.

--¿Dónde estamos? --preguntas a lo que parece el cruce de macho cabrío y

caballo.

--En las minas de los dioses que comen diamantes. Venga, poneos a trabajar que

seréis felices.

--Y os ponéis a trabajar y, la verdad, es que sois muy felices picando

diamantes. Quizás sea por el hechizo de la diosa cabra.

~ Fin ~

311

Saltas del árbol y arrancas tan pronto como pones pie en el suelo. El monstruo

chilla y corre tras vosotros, esquivando los árboles como si fuera un halcón,

pero con la fuerza de tres osos. Rápidamente, sin remisión, os recorta la

distancia. Deor, en un último gesto, se da la vuelta con la espada, pero el

monstruo ni siquiera para, no tendría tiempo ni aunque quisiera, y lo

atropella en una masa de músculo y sangre. Deor muere sin un grito y el

monstruo, consumido por su rabia, corre ahora hacia ti.

~ Fin ~

312

Un día más tarde, quizás dos, cuando abrís la trampilla, no sabéis lo cerca

que han estado los grises de encontraros. Pero ya no están, ni siquiera en el

mundo. La profecía ha perdido su poder, la magia se ha disuelto y la que yace

bajo los huesos, sigue yaciendo bajo ellos, rumiando su venganza, prisionera

de su propio rencor, hasta que las más malvadas de las estrellas vuelvan a

darle nueva ocasión. Pero ese peligro no llegará hasta que mueran de viejos

vuestros nietos; de momento tanto vosotros como el reino ha sobrevivido.

~ Fin ~

313

Un tajo de tu espada debilita las ramas del zarzal, el siguiente raja su

cráneo entre los ojos. Pero no tendrás ocasión de celebrar tu victoria, porque

al mismo tiempo ocho otros monstruos han saltado el zarzal y lanzan sus

mandíbulas contra ti.

~ Fin ~

314

Más de una vez llegaste a pensar que había llegado vuestro último momento,

pero todo acabaron por ser fantasmas de tus miedos. Al final la noche pasó y

el alba os encontró ya muy lejos de los grises. Todavía os espera un día de

incertidumbre, pero el peligro, aunque aún no lo sabéis, ya ha pasado. Al

final serán los soldados quienes os encuentren; el reino tendrá una

oportunidad, aunque para el pobre Itair empiece la etapa más dura de su vida.

~ Fin ~

315

Deor te deja actuar mientras lidias con la diosa. --Excusadnos, noble señora,

--le dices tratando de no reírte haciendo reverencias a la cabra, --pero soy

príncipe y me debo a mi reino y a todos los dioses del templo.

--¿Príncipe? ¿Tú te has visto? Pareces ya muerto, los dioses se ríen de ti.

No, mentira, se rieron de ti y ya te han olvidado. --Aún así, noble señora,

por causa de mis súbditos no debo ofenderles.

--En fin, no sabes las riquezas que te pierdes, que tengas suerte, en este

caso, que tengas buena muerte, porque para más no llegas. --Y, dicho eso,

desaparece 305.

316

Te recorre el terror instintivo a la caída, pero apenas dura un instante,

porque la bajada no es más de dos metros. Resoplas, tratando de recuperar tu

corazón, cuando sientes un bulto golpeándote y derribándote otra vez al suelo.

Echas manos de la espada.

--¡Los grises! --Es Itair, que acaba de saltar sobre ti 327.

317

Necesitáis hacer acopio de todas vuestra fuerza y astucia para que la tapa del

pesado sarcófago ceda y podáis apartar lo suficiente para que revele su

interior.

Huesos, todo esta cubierto de huesos perfectos, pintados en blanco de plomo,

solo recubiertos por una fina pátina de polvo.

--La que duerme bajo las huesos…

Sin una palabra más, escarbáis entre los huesos, con un miedo que pronto se

transforma en rabia vengativa y no os paráis hasta encontrar el cadáver, negro

como la obsidiana, de un ser que apenas podéis reconocer como humano. La

visión os hace vacilar y en ese momento el malvado ser lanza sus brazos al

cuello de Itair. El muchacho lucha, la espada de Deor ataca una y otra vez los

brazos de la brujas, lanzando chispas, y esquirlas de metal, hasta que los

viejos miembros acaban cortados. Librado el muchacho, seguís golpeando hasta

reducir a la bruja a una masa de polvo negro. Mientras, por todas partes, los

grises están volviendo a las sombras de donde surgieron y la antigua maldición

se va desvaneciendo para siempre.

~ Fin ~

318

--¡Deor, arriba! --Le dices, mientras ganas tú también tanto del árbol como

puedes. Pronto los dos estáis colgados cada uno de una rama, en el punto más

débil y alto que aún puede soportar vuestro peso.

Pero el monstruo se acerca lentamente, se yergue sobre sus patas traseras y

empieza a sacudir el árbol, que se mece como una brizna de hierba. ¿Aguantáis

385 o tratáis de saltar al siguiente árbol 5 339,391.

319

El hambre y las penalidades han sido demasiadas para ti. Han pasado cinco días

y ahora te revuelcas de fiebre en el fondo de vuestra choza. Deor intentas

hacer lo que puede para animarte, pero poco a poco pierdes las esperanzas de

sobrevivir. Al atardecer del sexto día tampoco Deor se puede levantar, apenas

hablar y solo tienes la débil respiración de cada uno por compañía. Segundos

más tarde te deslizas al abismo 3 331,325.

320

Prefieres el frío de la cima desnuda a la posible muerte hasta el momento en

que los dientes te empiezan a castañetear. Te pegas a tu compañero buscando el

calor de su cuerpo mientras el mundo se va disolviendo en la nada.

~ Fin ~

321

Corréis, sin preocuparos por nada más, siempre hacia el valle. Atrás han

quedado grises y bestias; mientras que vosotros ya muy lejos, camino del este,

divisáis ahora el ejército del reino. La salvación está cerca.

~ Fin ~

322

Lanzas la espada, que cae enseguida dando un sonoro “clank”. Calculas que el

suelo no puede estar a más de dos metros. Armado con esa información te

acercas con cuidado al borde y te descuelgas despacio.

--Alteza, siga despacio, yo. --Dices mientras recuperas la espada del suelo.

--No, despacio, no. ¡Los grises!

Un segundo más tarde el chico se ha lanzado sobre ti. Solo por un milagro se

ha librado de encontrar tu filo y no dudas qué tienes que hacer 327.

323

Las piedras de las hondas han llegado a golpear la balsa, y los venablos de

los grises han atravesado el agua, pero, por vuestra habilidad o milagro

ninguno os alcanzado. Entráis ahora en el río, añadiendo a vuestras fuerzas,

la de la corriente, ganando una velocidad que vuestros desventurados

perseguidores solo podrán mantener durante quince minutos.

Después, y hasta llegar a la civilización, nadie habrá que os persiga.

~ Fin ~

324

Os tiráis al suelo y os metéis bajo la hojarasca, mientras el gris se aleja,

mirando atrás, como vosotros habéis hecho antes. Un segundo más tarde

descubrís su perseguidor, una criatura de tres metros, con pico de búho

salpicado de sangre y hechuras de oso. Corre derribando árboles jóvenes a su

paso, atronando la tierra a su alrededor. Casi sentís lástima del gris.

Cuando todo se calma volvéis lentamente a vuestro refugio, donde comeréis a

los pobres gazapos y esperaréis escondidos, aguantando hambre y fatiga, hasta

que los soldados os rescaten.

~ Fin ~

325

Despiertas envuelto en mantas, en una tienda del ejército. Un sanador está

junto a ti, limpiándote los labios. Estás a salvo, te dice, pero cuando le

preguntas por Deor, baja la cabeza.

~ Fin ~

326

La vereda se hunde en la hierba, ahora tan alta como para cubrirte hasta los

hombros y pronto sobrepasará vuestras cabezas. De hecho, cuando el viento la

toca, se mece hasta golpear suavemente vuestros cuerpos una y otra vez.

Adelante no puedes ver sino un mar de verde, arriba el cielo negro tachonado

de estrellas y atrás apenas el recodo que acabáis de dejar atrás. 335

327

Ocho grises corren en el túnel, escuchas sus pasos, acaricias tu espada. Itair

prepara su arma. Llega el primero, muerto queda, tres saltan, despachas a dos

de dos cortes limpios, el príncipe destripa al siguiente. Los otros cuatro

dudan, y paran.

Das al príncipe señal para se agache. Las lanzas, desde el otro lado, se

mueven sin encontrar más que aire. Un salto, un tajo de tu espada y cortas dos

pies. Enrabietados, los que quedan saltan al abismo, a clavarse en vuestros

filos.

La furia tarda en pasaros, pero al fin, os sentís más fuertes que nunca,

decididos a explorar el resto de la cueva 283 o volver al mundo 178.

328

Una rabia asesina se apodera de vosotros cuando os lanzáis a por el gris, pero

él ni aún así os ve, solo sigue corriendo. Segundos más tarde escucháis un

trueno quebrando un árbol mientras aplasta la tierra. Os giráis, es un

monstruo de tres metros, con hechuras de oso y un pico de búho ensangrentado

por mandíbula que ahora se lanza a por vosotros. De esto no podréis escapar.

~ Fin ~

329

Solo un segundo sorprendéis a los grises. Un salto y emprendéis la carrera,

pero inmediatamente los tres grupos convergen sobre vosotros. Llueven lanzas a

vuestro alrededor, y una te roza el muslo, tirándote al suelo. Te levantas,

pero ya no tendrás tiempo de escapar, lo último que ves son los ojos de horror

del príncipe cuando los grises os alcanzan.

~ Fin ~

330

Otra vez a la carrera, desde la distancia atisbas el caos que se forma donde

estaba la lanza, cómo los grises agitan las ramas a su paso intentado mantener

vuestro ritmo, quizás lo consigan. 2 370,377

331

Cuando despiertas estás envuelto en mantas, bajo la carpa de una tienda del

ejército. Un sanador está junto a ti, limpiándote los labios.

--Ah, ya vuelve a la vida, su Alteza.

Tratas de incorporarte, --Deor, ¿dónde está?, --le preguntas.

--¿Quién? Ah, el sargento, por supuesto. Duerme, no se preocupe por él,

Alteza, mi mejor aprendiz está junto a él y sanará.

~ Fin ~

332

La carrera os aleja del gris y pronto todo vuelve a la calma. Ya a la tarde,

reventados de hambre, llegáis a vuestro refugio. Allí pasaréis aún una semana

solitaria y angustiosa hasta que los soldados os encuentren, desfallecidos de

hambre, pero los mejores amigos del mundo.

~ Fin ~

333

Hay una momia de un niño muerto a la entrada, atado de pies y manos; una

moneda de piedra cuelga de su cuello.

--Es un sacrificio, --dice Itair, --alguien ha sobornado a los demonios para

librarse del infierno.

Quizás, por tanto, sea buen momento para abandonar este sitio malhado y volver

a la plaza del pentágono 340 o probar mejor suerte internándote en la selva de

hierba gigante 2207,345. Por otro lado puede ser que te atrevas a seguir

adelante a pesar de esta tétrica advertencia 338.

334

Al internaros en el bosque habéis despistado a los grises por el momento. Lo

malo es que, de nuevo, habéis perdido el sentido de la orientación y tenéis

que deteneros antes de arriesgaros a acabar en cualquier parte. Ese tiempo va

pasando como la nieve sobre las manos desnudas hasta que, al fin, Deor vuelve

a señalar al oeste.

Dos o tres horas, --no tienes forma de saberlo--, pasan sin que nada

interrumpa la rutina de troncos y ramas, pero entonces una duda te cruza la

cabeza, ¿de verdad es bueno mantener siempre la misma dirección 382 o no sería

mejor zigzaguear un poco, a pesar del riesgo que habría que correr 2 392,87?

335

De pronto, la hierba gigante se aparta hasta acomodar una explanada pentagonal

pavimentada con losetas de piedra. En cada ángulo hay un pilar de piedra, en

cada pilar una hornacina y dentro de ella una estatuilla. La vereda por la que

llegáis contiene una libélula de piedra en su hornacina; las otras cuatro

llevan una distinta cada una: moneda 290, espada (295), un cuenco con agua en

su interior 304 y una corona de hojas de laurel 299.

336

Has oído que hay animales que deciden que sus presas son todo lo que huye de

ellos. Parece ser que en este caso es cierto y lo que pasa es que la criatura

mantiene su mirada en vosotros hasta que desaparecéis de su vista y después os

olvida.

Pasado el peligro volvéis a vuestra huida, pero a partir de entonces todo está

en calma. Poco a poco comprendéis que la presencia de ese monstruo os ha

salvado la vida, pocos grises se han atrevido a internarse en el bosque y los

que lo han hecho deben haber acabado asesinados por este oso o cualquiera de

sus congéneres. Dos días más tardes, rotos de hambre y cansancio, os abrazáis

el uno al otro, llorando, ante la patrulla de caballería que ha venido a

vuestro rescate.

~ Fin ~

337

Lo que encontráis es un colgante de madera, con forma de alas, cubierto de

glifos mágicos, que reconoces como un amuleto de protección, del tipo que se

pondría un pastor o un trampero que se viera forzado a venir por estas

tierras. Sin dudarlo, te lo pones, quizás su magia o la confianza que te hace

ganar, te ayuden un poco 208

338

Detrás de la momia sacrificada, la cripta es sorprendente sobria. Solo hay un

pasillo estrecho de piedra desnuda donde ni el moho crece ni los insectos

reptan. Hay luz que se cuela desde una hendidura en el techo pero ni el menor

rastro de agua ni vida. Por fin, --han sido dos minutos pero os ha parecido un

siglo de miedo--, llegáis ante los restos de una puerta de mármol partida en

dos. Itair te tira del brazo, como lo haría un chiquillo, para que no sigas

adelante, pero llegados a este punto ya no hay vuelta atrás y atraviesas el

tétrico umbral para descubrir un tesoro inmenso.Ante vosotros, brillando

resplandeciente, en el centro de la cámara circular fría y desnuda, como

sacada de una fábula antigua, tumbado en el suelo, aparece un sarcófago de

plomo. Es, de largo, como la altura de dos hombres, de alto os llega a los

hombros y lo suficientemente ancho como para alojar un caballo.

Cuando se os pasa la emoción, caéis en la cuenta de que es demasiado pesado y

ancho como para poderlo sacar de aquí. ¿Abandonas pues el descubrimiento,

volviendo a la plaza del pentágono 340, o internaros en la selva de hierba

gigante 2 207,345? ¿U os atrevéis a abrir el sarcófago? 317

339

Por poco, pero lo has conseguido. Te has estrellado contra dos ramas, pero tus

manos se han asido a ellas y das por buenos los rasguños de piernas y brazos y

el moratón que te va a salir en la cara.

Haces señas a Deor para que te imite, pero el sonríe y niega con la cabeza.

Mientras, el monstruo duda, va de un árbol a otro sin decidir qué hacer hasta

que, tras tres idas y venidas, prosigue su mortal trabajo con el árbol de Deor

hasta que el veterano guarda se suelta y se estrella sobre el suelo.

Desde tu precario refugio, lleno de vergüenza y miedo, pero vivo, tienes que

contemplar como la bestia lo devora hasta dejar poco más que sus huesos y

entonces, satisfecho su hambre, desaparece entre los árboles.

Aprovechas la oportunidad para descender y escurrirte tú también entre las

sombras. Horas más tarde encuentras una lobera abandonada, en la que te

arrastrarás hasta que, dentro de una semana, casi muerto de hambre y frío, te

rescaten tus soldados.

~ Fin ~

340

Volviendo a la explanada pentagonal escucháis unos extraños ruidos,

probablemente no sean nada. Cuenta el número de veces que has estado en esta

sección, incluyendo esta, y súmale el resultado de un dado, sin contar

positivos ni negativos. Si la suma es de 7 o más ve a la sección 294.

Si es menor ahora puedes escoger un nuevo camino, ya sea el de la moneda 290,

el de la espada 295, el del cuenco con agua 304 o el de la corona de hojas de

laurel (299). Si estás harto de estos caminos siempre puedes tratar de

internarte en la jungla de hierba 2 207,345.

341

En cuanto desaparecéis de la vista de los grises, ocultos por el bosque,

giráis bruscamente y os escurrís buscando un lugar de ventaja en el límite del

robledal. Encontrado, esperáis agazapados , a que el último de los grises

entre en él siguiendo vuestro rastro y entonces serpenteáis silenciosos y

rápidos de vuelta a la Montaña de los Espíritus.

Pasará una semana, los grises os buscarán en el robledal, en la llanura y en

los ríos, pero en todas partes encontrarán las espadas de los soldados y serán

muertos. Después, hambrientos y hechos polvos, recibiréis a vuestros

rescatadores con una sonrisa porque se ha salvado el reino y el mundo.

~ Fin ~

342

La barquera lleva la barca hasta vuestra menguante isla, y sin hablar ni hacer

ningún gesto, deja que entréis. Justo en ese momento una prodigiosa

transformación os alcanza, ya no sentís el movimiento de vuestros corazones,

ni el hálito en vuestra boca, ni sentís ya ni miedo, ni frío, ni odio, ni

alegría ni esperanza. Habéis muertos y solo quedan vuestras almas que la

silenciosa barquera transporta a su mundo, hasta el fin de los tiempos.

~ Fin ~

343

Como por milagro habéis acabado los dos corriendo solos, inmensamente solos,

lejos de los grises que nunca más volverán a encontrar vuestro rastro.

~ Fin ~

344

A punto estuviste en la bajada de caerte desde catorce metros. Fue por tu poca

cabeza, por estar más pendiente del príncipe que de dónde pones tu pies, pero

al final pudiste salir del percance y debes dar gracias a los dioses por ello.

Ahora, todo olvidado, estáis los dos a salvo, corriendo hacia los bosque del

este donde los grises encontrarán las espadas de los soldados antes que a

vosotros.

~ Fin ~

345

La hierba ha conquistado este rincón del mundo hasta hacer desaparecer todo lo

demás. Además tanto la terrible jornada de ayer, como la noche sin dormir, la

falta de agua y comida os han robado las fuerzas y la atención. Os habéis

perdido y no descubrís a los insectos que vuelan asustados entre las plantas,

ni a las ranas que saltan a sus charcos para cubrirse de barro, y menos a los

grises que sistemáticamente os han ido rodeando y que dentro de diez segundos

saltarán sobre vuestros cuellos.

~ Fin ~

346

Os quedáis como conejos hasta que el gris se retira y desaparece de vuestra

vista. Seguís así un largo rato, hasta que se desvanece también el silencio y

vuelven los tranquilizadores sonidos de la naturaleza. Solo entonces os

internáis en el matorral, la espesura que será vuestra casa una semana más, ya

lejos de los grises, hasta que, cubiertos de polvo y mugre, os encuentren los

soldados de la Ciudadela del Búho.

~ Fin ~

347

La barquera ha desaparecido, las aguas os suben hasta las rodillas y pronto os

separan de la tierra. Desesperados, hacéis lo indecible por nadar, pero la

corriente es demasiado fuerte y os conformáis con tomar aire, de cuando en

cuando, mientras la corriente os arrastra a su placer.

Horas más tarde el río de tu niñez arroja vuestros cuerpos exánimes sobre la

playa del palacio, despojados de todo. Es el príncipe, grita una sirviente, y

al poco os rodean docenas más y en ese momento te dejas caer en el sueño,

contento de haber alcanzado el caprichoso favor de los dioses.

~ Fin ~

348

Ríes cuando cortas el aire, espada y escudo en ristre, como cuando eras joven;

el príncipe te sigue, ambas manos a la espada y los grises os miran incapaces

de entender vuestra furia. Brillan vuestros filos, bailan vuestras espadas,

los grises caen, nada más podéis ver, nada más recordar; todo ha sucedido con

el favor de los dioses. Sonreís de nuevo porque, de alguna manera, sabéis que

aquí acaba vuestra pesadilla y comienza vuestra aventura.

~ Fin ~

349

Camináis durante horas, sin ver el fin de esta jungla, hasta que, va

desapareciendo poco a poco, sustituida por la inmensa estepa de las Tierras

Salvajes, que se extienden hacia el sur. Necesitaríais provisiones y fuerzas

para atravesarlas, y la desesperación no os impide adivinar que los grises os

verían desde kilómetros. Resignados, os internáis en la selva 207.

350

La flauta es un espíritu que baila bajo las aguas, ¿qué otra cosa podría ser

en esta laguna? Un espíritu que os atrae y atrapa, entre las cañas, junto a

ella, donde, disueltos en notas y silencios, os convierte en aire y os añade a

su música.

~ Fin ~

351

Crees que estuvisteis a punto de escapar, pero no tendrás tiempo de lamentar

ni aprender de tus errores, porque las lanzas y las piedras de las hondas han

herido vuestros cuerpos y vuestra sangre se disuelve ahora en el río mientras

vuestra vida se apaga lentamente ante el regocijo de los grises.

~ Fin ~

352

Cuando ignoraste al gris cometiste un último error, porque os descubrió al

primer movimiento y se señaló vuestra presencia a una docena de sus malditos

compañeros. Después fue una larga persecución, una corta lucha y la muerte.

~ Fin ~

353

Lo primero es la victoria, salir vivos, dejar bajo sus huesos a la que nunca

debió convocar a sus demonios. Hoy vuestras huellas, marcan la tierra que

apenas os ve, unidos al viento que levanta vuestros cabellos. Atrás, cada vez

más, atrás, los grises, gastando sus fuerzas en dolor, por mantenerse cerca de

vuestro entusiasmo, y tras media hora uno, tras otro, los grises se derrumban

en su propio sudor. Los espíritus del monte os han poseído, han esperado todo

este tiempo para elegiros como vencedores.

Eso, o es que habéis sido mejores.

Fin

354

La última carrera ha terminado en el interior de una marisma, a la sombra de

los espíritus. Habéis llegado aquí por no pararos a pensar por pura casualidad

y el destino; de haber seguido el camino más lógico, los grises os hubieran

perseguido por la llanura, pero aquí estáis, rodeados de charcas, árboles y

mosquitos, lejos de cualquier gris y cerca de los soldados que ya se aproximan

a rescataros.

~ Fin ~

355

La súbita carrera sorprende a los grises, que se habían quedado en el borde

del precipicio. Sus hondas y sus proyectiles acompañan vuestra huida, sin

haceros ni un rasguño; vuestra audacia y la poca luz os protegen hasta que

desaparecéis en un bosque cercano, más allá de sus últimos y desesperados

intentos por alcanzaros.

~ Fin ~

356

Das un toque al príncipe y giras bruscamente, a donde quieran conducirte los

dioses. Corres, aceleras, te gastas el alma en los pulmones, arrancando metros

a vuestros perseguidores antes de que descubran qué ha pasado.

Y el engaño funciona, porque, cuando el alba os encuentre rendidos en el

suelo, no habrá rastro de los grises 314

~ Fin ~

357

Con sumo cuidado intentas encender un fuego, pero después de diez intentos

tienes que desistir. Si estuviera Deor, podría hacer esto en cinco minutos,

pero solo eres un príncipe que no sabe nada de la vida en el bosque y ni

frotando palitos ni estrellando piedras consigues nada más que chispas que no

llegan a prender. ¿Qué hacer? ¿De verdad tienes confianza en que podrías

sobrevivir en el bosque tu solo 365 o convocas al espíritu de Deor para que te

enseñe el secreto del fuego 396 ?

358

Algunos de los grises se arriesgan a arrojaros sus proyectiles, pero enseguida

os ponéis demasiado lejos para ellos. Los monstruos se lanzan al agua en

cuanto comprenden vuestras intenciones y respondéis remando aún más deprisa,

dejándolos atrás fácilmente, mientras intentan sobreponerse al fango y la

corriente.

Llegando a la orilla saltáis y corréis, tan rápido como podéis al principio,

para perderlos de vista. No lo sabéis todavía pero los grises tendrán que

renunciar, como no podía ser de otra manera, a cruzar el lago y para cuando

consigan fabricar su propia balsa ya estaréis demasiado lejos. Aún os queda

una semana de supervivencia al aire libre entre fieras y lluvias; nada que,

después de lo pasado, se os ocurra llamar peligro.

~ Fin ~

359

Debe haber sido los nervios, la precipitación, el temor de perder la vida,

pero lo que pasa es que falláis la mayoría de las piedras y las que aciertan

caen tan suaves sobre los grises que ni las sienten. No os queda otra que

salir a correr 4 354,397

360

Los grises se han evaporado. Aquí los árboles son más altos y los arbustos más

espesos, aunque muchos estén aplastados. El origen de todo esto está a vuestra

izquierda, a solo cuarenta pasos, un oso del tamaño de una casa, pero al que,

como a los grises, le falta la cabeza. No es un corte limpio, pero tampoco una

herida animal, sino como hecha a hachazos. Quizás sea la obra de un espíritu,

uno como el que os observa ahora mismo, con cuerpo de gigante, enarbolando una

alabarda en cada mano, que se aleja de vosotros con su barba pintada en

sangre. Asustados, pensáis en dejarle ir, pero luego una idea loca se os mete

en la cabeza y lo seguís a él, a buena distancia, pero sin perderlo de vista

hasta que desaparece en las brumas de la montaña. Para entonces los grises

están muy lejos.

~ Fin ~

361

Desenvainas y te das la vuelta, para descubrir a los grises en el borde del

acantilado. Durante un segundo el único sonido que resta es la respiración del

príncipe, mientras se prepara para la acometida que va a de venir. Justo

después escuchas su grito, es una piedra de honda, que le ha alcanzado. Está

tendido en la tierra, con la cabeza ensangrentada, incapaz de reaccionar. Te

agachas junto a él, una lanza se clava junto a tu pie, aún respira, lo

levantas y cuando te lanzas a correr una lanza se clava en tu cuello.

Fin

362

El tiempo que habéis perdido en el pinar se lo habéis dado a los grises para

que encontraran vuestro rastro. Ahora os han visto y os están esperando con

armas envenenadas. No tendréis ninguna oportunidad.

~ Fin ~

363

--Hola, dejad que me presente, mi nombre es Muerte y, hasta ahora, he tenido

mucha paciencia con vosotros. Me debéis un muerto y no os veo amar tanto la

vida como para que merezca las inconvenientes a los que los dioses me

someterán por vuestra causa.

Esta presencia, que ha interrumpido vuestro paso, es un joven pastor, con

todos los aperos de su oficio, y un collar de esclavo. Su rostro os sabe a un

amigo largo tiempo perdido, pero sin poder concretar quién es, pero lo más

inquietante es que su rebaño son esqueletos de cabras.

--¿Queréis un sacrificio? --Suplica el príncipe.

--¿Yo, Muerte? Me sobra el trabajo.

--¿Un templo, quizás? --Añades tú.

--Millones de cementerios me recuerdan. No, negociaré con vosotros, dejo eso a

los demoncillos del tres al cuarto, no es digno de Muerte. Solo os exhorto a

que viváis antes de morir, y ahora, callad.

Y calláis, porque su magia no os deja musitar una palabra, ni hacer un gesto,

mientras el rebaño y su pastor se alejan hasta que no queda más que sus

campanillas y después ni eso 95.

364

Os ponéis a construir una red con la rapidez que da el hambre, pero no será lo

bastante rápido, porque, antes de que podáis terminarlo, una lanza te

atraviesa el cuello desde detrás de las cañas. Lo último que ves antes de

morir es a tu compañero lanzándose al agua en un desesperado intento de

sobrevivir.

~ Fin ~

365

No estabas preparado, en absoluto, para los días que has sufrido. No has

conseguido cazar, apenas has conseguido comida y las bayas que comiste ayer te

hicieron arrojar. Incluso en verano las noches en este bosque han sido frías y

terribles. Te duelen todos los huesos, tienes los labios llenos de llagas, la

piel hecha lija y apenas te sostienes en pie.

Más todo eso va a dar igual en un segundo, justo cuando escuches la batalla

entre los soldados y los grises; la misma en la que los monstruos van a ser

exterminados.

~ Fin ~

366

El viaje a la cima empieza relativamente fácil pero se va complicando con la

pendiente y el terreno, que os lleva a sustos, caídas y algunos arañazos en

las rodillas del príncipe.

Cuando la oscuridad llega a su plenitud con ella, casi como una maldición,

llega también el ulular terrible de los grises. Quisieras saber si se están

comunicando algo o solo buscan destrozaros los nervios. En cualquier caso

suenan demasiado cerca.

Tu primer impulso es arrancar a correr mientras aún podáis ver un poco 3

146,103 , pero tal vez prefieras deslizarte sigilosamente entre las sombras 4

23,169.

367

Seguís adelante, entre las raíces y el musgo que aquí crece tupido y

brillante. Vais muy despacio y así evitáis las traiciones que, en forma de

súbitas caídas, alberga este bosque anclado a las peñas. Más bien aprovecháis

los troncos y ramas de agarre y así, poco a poco, protegidos por la espesura,

descendéis el Monte de los Espíritus. Cuando los grises descubran vuestras

formas, desde sus improvisadas atalayas, ya estaréis demasiado lejos. Pronto

os reuniréis con los soldados que os buscan.

~ Fin ~

368

Más ligero y más ágil al principio sacáis más metros a los grises, pero estos

os imitan, soltando también sus armas. No las necesitan, sencillamente son

demasiados. Poco a poco os van arañando metros, hasta que os alcanzan y es el

~ Fin ~

369

Imitáis la llamada de los grises muy bien, demasiado bien. No lo sabes todavía

pero estáis atrayendo a los grises que pronto se congregarán en torna vuestra

rodeándoos hasta que os sea imposible escapar.

~ Fin ~

370

Ha sido una carrera salvaje, pero una vez más habéis conseguido despegaros de

vuestros perseguidores hasta conseguir perderlos de vuestra vista en lo más

profundo del bosque. 334

371

El chico estaba equivocado, este lugar ya no era seguro; demasiadas cosas

habían pasado como para pensar que los grises no hubieran detectado nada

inusual por aquí. Y siguieron mandando exploradores, hasta que no os quedó

otra que salir a la cima a toda prisa 366.

372

Conservar las pesadas armas y la armadura fue una mala decisión que solo

consiguió retrasaros, más y más, dando a los grises la oportunidad que

necesitaban, para descubriros y rodearos en esta zona de cañas y lodo donde es

imposible correr y casi imposible luchar.

~ Fin ~

373

--Deor, rápido, --Itair te sacude el hombro, --hay un peligro.

--Alteza, ¿los grises? --Ahora despierto, te fijas en sus ojos, a punto de

llorar de miedo.

--No, hay dos grises, pero muertos, no tienen cuello, ni cabeza, solo tienen

sangre.

--Calma, Alteza ¿Ha visto a sus asesinos?

--No.

--Da lo mismo, tiene razón, es un peligro. Salgamos de aquí.

--¿A la cima del monte 366 o nos damos la vuelta y nos escurrimos entre los

grises 360 ? Tienen que estar asustados.

374

La certeza de la muerte disipa tu miedo. Vas a afrontar a esos grises cuando

vengan, con tus armas, y tu valor y tu carcajadas y a contar a los que mates

antes de que la muerte tome tu vida. En cuanto al príncipe, solo puedes

esperar que tu sacrificio sirva para algo.

~ Fin ~

375

Era solo una medida desesperada, la idea de un niño, pero ha dado resultado.

Habéis pasado dos horas pegados a ese tronco, rezando a los dioses; tú has

prometido siete templos para cuando llegues a reinar. Quizás por eso los

grises no han acabado por encontraros y ahora se alejan y también se abra

ahora un rayo de luz que ilumine vuestro camino hasta la cima del Monte de los

Espíritus 45.

376

Saltas sobre uno de los grises, y le clavas tu espada en la espalda. Sangra,

pero se revuelve, junto con su compañero y como rayos intercambiáis golpes. El

primer gris, herido otra vez, expira, borboteando sangre negra y tu caes al

suelo, empalado por una lanza que se ha roto en tus entrañas.

~ Fin ~

377

La tierra, la única que tienes, la única que tendrás, acogerá tu sangre cuando

los grises lleguen junto a ti, hieran tus rodillas y te rematen en el suelo;

porque esta vez su velocidad ha superado a la vuestra.

~ Fin ~

378

Decidís que sea Itair el primero que descienda por el pozo. Atado a la soga,

es solo cuestión de ir descendiendo poco a poco y esperar que lo que haya allá

abajo, sirva para esconderse.

Pero lo que encontráis no es nada más que la humilde agua y, descorazonados,

os dais toda la prisa posible para salir de aquí, y, aunque retrasados ,

elegir de nuevo si lanzaros a correr por la pendiente desnuda 383 o meteros

por lo que parece el Jardín de la Bruja 200.

379

Tus pensamientos desvanecidos vuelven a ti tras la carrera, tumbado en la

tierra, el viejo corazón dolorido y encabritado. El príncipe está junto a ti,

envuelto en sudor y polvo como cualquier otro chico. Están lejos, lo sabes,

todavía arrastrando sus incómodas lanzas, y han perdido vuestro rastro. Para

cuando lo recuperen ya os habéis encontrado con los soldados que hace tiempo

han partido en vuestro rescate. Lo habéis logrado.

~ Fin ~

380

Reptáis muy lentamente, cuidando de no mover los tallos de la hierba gigante,

ganando distancia poco a poco hasta quedar más allá de sus ojos y sus orejas.

Después, seguís más rápido, pero sin atreveros, durante horas y horas, a

poneros en pie 207.

381

Corréis, pero los grises ya estaban sobre vuestra pista y al salir corriendo

solo habéis revelado a todos vuestra posición exacta. Ya estabais rodeados y

ahora estrechan el cerco desde todas partes, relamiéndose en el dolor que os

van a causar.

~ Fin ~

382

No te equivocabas cuando pensaste que ahora ya no podrías perderte. Tampoco se

equivocaron los grises cuando previeron hacia dónde ibas a ir y cuando

decidieron el lugar desde dónde os esperan emboscados.

~ Fin ~

383

La primera media hora no sorprende vuestro camino, pero justo después la masa

gris de la horda asesina, inmensa como el horizonte, aparece tras vuestro

camino. Ululando, los monstruos cargan contra vosotros cuesta abajo,

obligándoos a correr hasta que el príncipe no puede más y cae. Aceptando tu

destino lucharás con el y antes de que su noble sangre manche el suelo,

algunos grises verán sus tripas en el polvo.

~ Fin ~

384

No queréis interrumpir a ningún santón en este monte de los espíritus, lo que

seguramente sea una buena idea cualquier día normal. Pero este es un día en

que todo está infestado por los grises, en el que contáis con heridas y

cansancio y en el que vagáis de un lado para otro hasta que las diosas, los

dioses y los espíritus deciden que ya se han divertido lo suficiente con

vuestra amargura. O quizás sea una realidad tan sencilla como que tarde o

temprano los grises iban a acabar por asaltar este jardín de la bruja y

atraparos.

~ Fin ~

385

Aguantas unos horrorosos quince minutos hasta que tus brazos pierden fuerzas y

caes estrepitosamente al suelo. Rotas tus piernas, el monstruo solo necesita

un rápido zarpazo para dejarte sin vida.

~ Fin ~

386

Atravesáis la corriente y seguís adelante, con la suerte de salir del bosque

justo cuando la noche acababa de imponer su fuerza. Encontráis ahora el este

en las estrellas y desde aquí iniciáis un camino largo, evitando los peores

peligros del terreno, tanteando cada paso, hasta que aparecéis en las faldas

de la montaña 388.

387

Tu cara pide perdón cuando el cambio de rumbo que sugeriste os lleva

directamente a los grises, pero no hay sombra de reproche en el rostro de tu

amigo. --Morir no importa, --te dice, --es el fin de todos. Lo único que

importa es cómo vivimos y como afrontamos la última hora. Y dicho eso alzáis

vuestras armas ante la horda monstruosa.

~ Fin ~

388

La noche a esta altura tan baja es cálida en verano y conseguís cubrir tanto

terreno que ganáis confianza en que los grises no sean capaces de encontraros,

por lo menos no antes de que alcancéis la salvación del fuerte. Sin embargo

cuando va acabando la noche os topáis con un obstáculo imprevisto. Es la misma

hierba que ha venido creciendo hasta hacerse gigante. Ahora mismo ya os cubre

hasta los ojos y es tan espesa que podría llamarse jungla.

Si os internáis en ella vuestro futuro quedaría en manos de la diosa de la

suerte 3 207,345 ¿Pero qué otra opción os queda? ¿Rodear la jungla de hierba

hasta encontrar un terreno más despejado 349 ?

389

Tras un rato la criatura decide que no sois buenos para comer y os deja en

paz, abandonando vuestro árbol a todo correr.

--Deor, lo siento, pero lo hemos intentado a tu manera y creo que es peor, no

vamos al oeste 282

390

Venciendo el miedo, os aproximáis a la entrada de la choza y llamáis. Os

recibe el toque de una pequeña campana de cobre bruñido y después un rostro

amable, joven, calvo, envuelto en una toca negra.

--Ah, una interrupción, o mejor dos interrupciones, pero tranquilos que no les

amasaré como si fueran un moco viejo. Si tienen necesidad la atenderé, si

quieren meditar conmigo les doy mi bienvenido, pero de otro modo les ruego

marchen como esas nubes. Soy Kyonin, un aprendiz de la realidad nada

interesante.

--No, señor, --así se dirige a él, el príncipe Itair, --necesitamos su ayuda,

nos buscan para matarnos.

--Y casi lo han conseguido por lo que veo. Bien, éste es un sitio ruidoso y

tengo mis trucos, --dice mientras desplaza con el pie descalzo la alfombra de

la choza. Bajo ella hay tierra, que con una mano aparta para descubrir una

trampilla de madera.

Entráis, uno detrás de otro, en una cámara esférica del más lóbrego aspecto,

de asientos de tierra aplastada, un cuenco de agua en el centro y, en cuanto

Kyonin cierra la trampilla, de la mayor oscuridad y silencio.

--Podéis elegir qué hacer mientras os buscan vuestros asesinos, pasar miedo o

meditar, yo ya sé lo que hacer, --y dicho eso, el monje toca una campana, 2

312,394

391

El salto no fue suficiente y caíste antes de alcanzar el otro árbol. Ahora

yaces en el suelo con cuatro huesos rotos ante un monstruo que ya se dirige a

rematarte.

~ Fin ~

392

Los miedos acompañan cada uno de vuestros pasos y las horas se empeñan en ir

desgastando vuestras fuerzas. Cuando llega la noche apenas os queda energía

para seguir adelante, pero tampoco podéis dormir. Camináis por tanto,

tambaleándoos, dejando que os guíen las pocas estrellas que desde lo alto se

cuelan entre las copas hasta que, al salir el alba, el paisaje se transforma

en una inmensa pradera salpicada de humedales, poblada de toros salvajes, de

lobos y corzos, de osos y conejos y hasta bestias gigantes, pero sin el menor

rastro de grises. Aún os espera un gran viaje, una inmensa aventura, pero, de

momento, la muerte aún no podrá hacerse un festín con vuestros huesos.

~ Fin ~

393

La luz del día os amplía las opciones, tenéis una zona de pendiente despejada,

sin más obstáculo que alguna roca que los torrentes han arrastrado los días de

lluvia 383. Sin contar eso, también hay una gran área de espinos, secos y

duros, que parece el jardín de una bruja 200 y, por último, por extraño que

parezca en este tierra desolada, un pozo, con su soga para el cubo 378.

394

Cuando al final os encuentran los grises no hay nada que podáis hacer. Ya

hayáis elegido meditar, despreciando aquello que no podíais controlar o hayáis

preferido revolcaros en vuestros preocupaciones, nada tiene importancia,

porque en unos segundos las lanzas os atraverán una y otra vez, hasta que no

queda de vosotros nada más que un amasijo de carne y sangre.

~ Fin ~

395

A las primeras de la madrugada, aún haciendo por despertarte, te sorprendes

agarrándote a una rama con todas tus fuerzas. Miras abajo, es una criatura de

leyenda, más alta que cualquier oso, con su pelo, el triple de su constitución

y un salvaje pico de águila en su boca. Esta agitando el árbol, parando solo

para miraros. ¿Aguantáis 389 o tratáis de saltar al siguiente árbol 5 339,391

396

Nada se aparece ante ti a pesar de tus oraciones. Lloras desesperado y te

parece oír, en tu mente, una voz familiar que podría proceder de tu propia

imaginación, si no fuera porque su tono es algo distinto del que estás

acostumbrado.

--Siga intentándolo, maldito imbécil, y por lo que más quiera, nada húmedo ni

verde.

Y sigues éste, el que puede ser último consejo de Deor, hasta que se produce

el milagro de la chispa. A partir de ahí es solo cuestión de introducir ramas

y hojas secas hasta que consigues tu cosecha de ceniza.

Ahora viene la parte desagradable de desnudarse y embadurnarse de ceniza y la

parte peligrosa en la que caminas entre los grises, evitando acercarte a

ellos, pero sin huir, dejando que la distancia, la ceniza y tu valor

desesperado les confunda. Pasas así el día más terrorífico de tu vida, hasta

la mañana siguiente cuando, completamente solo en medio del mundo, encuentras

el río más bello del mundo y te bañas en él. Muy cerca, cabalgan ya hacía ti,

doscientos soldados del reino, que te encontrarán desnudo, lo que, llegados a

este punto, te da absolutamente igual.

~ Fin ~

397

Habéis tratado de correr, pero esta vez vuestros esfuerzos no han sido

suficientes. Quizás haya sido el sudor derramado, si no la sangre, quizás

equivocaras dónde zigzaguear; lo único cierto es la piedra de honda que ha

alcanzado tu nuca y te ha derribado, ciego e indefenso.

~ Fin ~

398

Vuestras desventuras acaban en una caída en una poza oscura, llena de agua

hedionda, entre un ciervo agonizante y los huesos de las otras criaturas que

han caído aquí antes que vosotros.

~ Fin ~

399

Verano, hay un chico metido hasta las rodillas en un arrozal bajo una lluvia

lenta. Sabes que sueñas; has muerto y resucitado siete veces desde que te

clavaron la lanza en las entrañas. Del cuerpo solo sientes la cabeza y la

herida, apenas notas las manos que te sujetan y tu mente entra y sale de

fantasías. Se te agotan las fuerzas, tanto que hasta el miedo se ha

debilitado, vives en un pequeño universo de dolor y sopor del que no esperas

salir nunca hasta la oscuridad.

Vuelves de pronto a ser el chico del arrozal, hay una niña que se te acerca,

te abraza y te besa. Su rostro es el rostro de tu amor, al que viste morir y

lloras.

El mundo se para. Te dejan sobre la hierba y unos dedos muy fríos te palpan la

garganta. Toses y abres los ojos: es uno de los guardias de palacio, pero te

cuesta recordar su nombre, Deor. Su mirada te confirma lo que ya sabes, vas a

morir y no sabes si llorar o agradecer. Todos han muerto, tu madre, tus

hermanos y tu primer amor; tan muertos como el padre que nunca conociste, el

Rey muerto en batalla. Sonríes, de niño soñabas con ser como él, ahora ya

sabes qué se siente, ahora que vas a morir y todo acaba.

De pronto te sientes levantado en el aire. ¿Qué está pasando? Miras al hombre

que esquiva tu mirada mientras se interna contigo en el arroyo. Inmediatamente

un escalofrío te recorre el cuerpo, va a meterte en el agua hasta que mueras o

los dioses te resuciten. Protestas, si tuvieras tiempo para pensar le dejarías

hacer porque no tienes esperanzas de vivir, pero es tu instinto el que lucha.

De todas maneras ni siquiera te escucha cuando tiende tu cuerpo sobre el agua.

Un segundo, dos y después te hunde con todo su peso, atrapándote contra el

lecho del río. Luchas, durante seis segundos hasta que sin fuerzas te duermes.

Vas a morir y te alegras de que todo acabe. Ya se ha ido el dolor, ya todo

está en calma hasta que, de pronto, te vuelven las fuerzas. Vuelves a luchar y

esta vez te levantas, lanzando el guardia al agua, vivo, tan fuerte como antes

de la emboscada.

Pero no tienes tiempo para alegrarte. Detrás del agua descubres a uno de los

grises, aquel cuya lanza casi te lleva a la muerte, corriendo hacia vosotros

con su piel de ceniza, sus ojos sin pupilas y su sed de muerte. Gritas y Deor

desenvaina su espada. Tú, con tus quince años, tus finas ropas, desarmado y

descalzo, ¿aprovecharás para huir? 2 72,181 o ¿intentarás ayudar al guerrero?

2 86,28

400

--Alteza, --te dice Deor interrumpiendo tus pensamientos, -- no podemos estar

muy lejos de la Ciudadela del Búho.

--Vale vamos… espera, espera ¿cómo de cerca?

--Dos, tres días, hacia el este, depende de los que pase, alteza, pero no

necesitamos llegar a sus muros, su guarnición saldrá a buscarnos en cuanto

piensen que algo le ha podido pasar a, a…

--A la reina, mi madre. --Completas guardando la compostura.

Piensas que la idea de Deor no puede ser demasiado mala, al menos es una

esperanza, pero quizás los grises, o quien sea que los mande hayan previsto

tal ruta. ¿Decides ir al oeste donde no hay sino tierras salvajes 282 o

decides seguir el consejo de Deor 300 ?