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Voy a contar algo gracioso que le pasĂł a un amigo. Democracio (Demo para los amigos) fue a -comprar- al -mercado- como hacĂa habitualmente. ParĂł en la -fruterĂa- y pidiĂł un melĂłn. La -dependienta-, con una afable sonrisa, le puso una berenjena.
— Perdona, te pedà un melón.
— Si, es lo que te he puesto, un melón.
— ¡Esto es una berenjena!
— No, no, es un melón.
Mi amigo se quedĂł mirando la berenjena, resignado la puso en la cesta y pagĂł.
— Tenga, 2€
— Son 10€— dijo la dependienta.
— Debe haber un error, aquà pone que vale 2€
— Si, debe haber un error, son 10€
No entendĂa nada. MirĂł a su alrededor y vio que no era el Ăşnico al que le pasaba lo mismo, pero la gente lo aceptaba y pagaba religiosamente. Demo tambiĂ©n pagĂł a regañadientes y se fue a la -carnicerĂa-.
Vio un entrecot a 8€ y lo pidió. Pagó con un billete de 10€.
— Gracias por su compra.
— ¿Y el cambio?
— ¿Qué cambio?
— Pues que le he dado 10€ y el entrecot vale 8€, me tienes que devolver 2€.
— Ah, mire, pues lo siento pero no va a ser posible, vuelva usted otro dĂa a recoger el cambio.
Demo se quedĂł con la sensaciĂłn de que le estaban robando, pero agachĂł la cabeza como el resto de gente que estaba comprando en esa carnicerĂa y se fue sin su cambio.
Cuando se disponĂa a salir se le acercĂł una señorita muy mona para decirle que tenĂa que abonar 2€.
— ¿Por qué?
— Por el uso de las instalaciones, señor.
— Oiga, que esto es un mercado público, ya pago lo que compro.
— Ya, pues ahora ya no, hay que pagar la -tasa de uso-.
Demo ya tenĂa bastante, estaba harto de tanto timo, de tanto robo, y se negĂł a pagar. En medio de la trifulca aparecieron dos -guardias de seguridad- y uno de ellos empujĂł a Demo, le sacĂł la porra y le amenazĂł. El resto de los clientes miraban de lejos. Algunos agachaban la cabeza y seguĂan su camino. Otros miraban para otro lado, otros aplaudĂan diciendo en alto "algo habrá hecho".
Demo se asustĂł, pagĂł y se marchĂł de allĂ. Al cabo de unos dĂas le llegĂł a su casa una -multa- de 50€ por desĂłrdenes pĂşblicos.
Yo no me lo podĂa creer.
— ¿Y no hiciste nada?— le pregunté.
— ÂżY que querĂas que hiciera? Es lo que hay, ellos mandan.
— No volverás más, ¿no?.
— No me queda otra opción.
— ¿Cómo que no? Siempre hay otras opciones, siempre hay alternativas.
— Tu siempre con tus cosas, todo lo ves muy fácil, prefiero lo malo conocido.
Nos despedimos y cada uno se marchĂł a su casa. Ahora propongo algo: vamos a cambiar las palabras que hay entre guiones por las siguiente:
• Compra — Derechos
• Mercado — Gobierno
• FruterĂa — Partido polĂtico A
• Dependienta — PolĂtica A
• CarnicerĂa — Partido polĂtico B
• Tasa de uso — Impuestos abusivos, tasas y cánones.
• Guardia seg. — Cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado
• Multa — Ley mordaza, enjuiciamiento criminal, reformas regresivas...
ÂżTĂş volverĂas a comprar en ese mercado?, no, Âżverdad?
Democracio, que sin ser consciente se hallaba en una Dictadura del Capital impuesta por el neoliberalismo, pensaba que vivĂa en Democracia en un paĂs donde hay derechos y el pueblo decide. Se dio cuenta de que lo que realmente puede elegir el pueblo es a quiĂ©n vota cada 4 años (a quĂ© mercado va a comprar para que le roben menos).
No es consciente, o no quiere serlo, de que si se hubieran unido y organizado todas las afectadas del mercado (a través de cualquier colectivo, plataforma o asociación vecinal) hubieran tenido la suficiente fuerza como para cambiar algo las cosas.
Pero Demo y el resto de clientes del mercado no ven más allá. Son islas, creen que ellos solos no pueden hacer nada, delegan todo en los dependientes del mercado, que les roban. Les han hecho creer que “es lo que hay” o que “no se puede hacer nada” (sin ni siquiera intentarlo), y se intercambian esas frases en sus charlas entre vecinos como si intercambiasen cromos, con el asentimiento general del concurrente y la propia reafirmación en sus mantras para autoconvencerse aún más de lo que tanto repiten como un disco rayado, no viendo la realidad que les rodea y las alternativas que les ofrece.