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2005-06-16
En estos dos días me he quedado francamente impresionado. Y muy gratamente, dicho sea de paso.
Todo el mundo sabe que los blogeros tenemos una cierta tendencia a hacer causa común por cualquier tontería, pero no creo que esta sea la única explicación de lo desmesurado de este caso.
Supongo que hay un cierto punto de autodefensa. Hoy me ha ocurrido a mí, y mañana puede pasarle a cualquier otro. Mejor es ir haciendo notar que no es tan fácil ignorar a un blogero como podría parecer.
Supongo, en fín, que cada cual tendrá sus motivos.
Sean cuales sean las razones, quiero agradecer a todos el increible apoyo que me han mostrado. No es modestia (ni de la falsa ni de la de verdad), pero no esperaba algo como esto. No creo que me haya sentido más respaldado en ningún otro momento de mi vida: Blogeros, barrapunteros, lectores, comentaristas, visitantes, foreros... No podría hacer una lista exhaustiva de todos ellos, y no tengo intención de hacerla. De modo que te lo agradezco personalmente a tí.
Sin tí, sin la presión moral de tanta gente, seguramente aquí no habría pasado nada. Mi amor propio se vería levemente abollado, quizás escribiese algún artículo resentido quejándome de lo cruel que es la vida del blogero, pero habría seguido con mis posts y, de vez en cuando, daría el coñazo en las reuniones de amigos con frases como "¿Os he contado lo de la vez que me plagiaron?"
He escrito un par de correos a La Verdad[1] y no me han respondido a ninguno de ellos. Entiendo que deben recibir una montaña de correspondencia diaria y se habrán perdido, y que, de todos modos, no tenían garantía alguna de que el remitente fuese realmente yo. De todos modos, dados los comentarios que he recibido por personas que dicen ser Javier Marín Ceballos y José María Esteban Ibáñez (y no tengo razones para dudar de su buena fe), no me parece necesario insistir en ello.
Doy por válida la explicación de este desaguisado que da Javier Marín Ceballos en un comentario a mi post de protesta[2], y que copio a continuación:
Hola, soy Javier Marín Ceballos, el culpable de toda esta justificada indignación.
Lo primero que quiero hacer es pedir disculpas a Psicobyte, que desconocía que fuera el autor de un excelente texto que a mí me llegó como anónimo en un correo electrónico que provenía de una cadena de sucesivos emails. Lo que demuestra que la idea era muy buena y digna de ser divulgada, y, por supuesto, citada.
Yo estaba en esos momentos preparando un artículo sobre el mismo tema (tan candente y necesitado de apoyos) y desde un punto de vista semejante. Llevaba escrito una buena parte y decidí incorporar unos párrafos de ese texto pues creía que valía mucho la pena propagar la idea que en él se desarrollaba de ponerse en el lugar del otro para poder conocer su posición y su realidad antes de juzgarlo. Como el texto era muy largo, hice una síntesis de los que, a mi entender, eran los mayores aciertos. Eso ocurría a partir de la línea 41 de mi artículo, y lo presentaba como una hipotética conjetura. En un momento puse que 'circulaba como la pólvora de correo electrónico en correo electrónico' pero, al ver que me había pasado con creces de las 600 palabras permitidas, fui borrando frases y esta fue, desgraciadamente (no saben cuanto lo lamento) una de las quité (se aprecia claramente un error gramatical motivado por este corte). Marqué el texto incorporado en cursiva, como una forma de cita (aunque desconociera al autor) y acoté el final de los fragmentos integrados con una frase que pretendía indicar que se acababan las comillas: 'Fin de la conjetura'. Despedí el artículo en dos líneas pues ya había agotado todo el espacio, y también el tiempo que me quedaba para enviarlo. Y lo envié al periódico, que sin sospechar que acarreara ningún problema y que está exonerado de toda culpa.
Yo esperaba recibir palos de la Iglesia, a la que criticaba por haberse metido en política y, además, aliada con los sectores más reaccionarios (pueden ver el artículo completo en http://servicios.laverdad.es/murcia/pg050614/prensa/noticias/Articulos_Murcia/200506/14/MUR-OPI-136.html[3]), y justo los recibo del lado del que menos lo esperaba, pues con las prisas, y al no releer, no me di cuenta de que cometía un error muy grave: incorporar unos textos que me parecieron lúcidos e inteligentes y dignos de ser divulgados, pero sin indicar que esos párrafos eran de un autor que aunque desconocía su identidad, no era yo (la cursiva desapareció en la edición impresa y las urgencias me impidieron releerlo con la atención suficiente para darme cuenta de que la referencia a su origen -vía cadena de emails- no debí haberla borrado.
Pido disculpas de nuevo al autor, Psicobyte. Declararé en el periódico y donde sea necesario que él es el autor de esos textos originarios (y originales). Pido también disculpas a todos los lectores y escritores de su solidaria Blog, que no conocía, por mis escasas dotes de navegador.
Sólo quiero añadir que no soy ningún bicho raro. Sólo soy, como muchos de vosotros, un escritor pluriempleado que había conseguido, después de mucho esfuerzo, una columna en un periódico y que, sin ninguna intención, ha metido la pata, al citar mal un texto que creía perteneciente a ese paradójico anonimato de internet, con la finalidad de difundirlo. Yo, que he sido siempre un defensor de los derechos de propiedad intelectual, he aprendido con este lamentable incidente que, detrás de todo texto, por muy virtual que sea su origen y por anónimo que parezca, hay siempre un autor que se ha dejado la piel luchando contra la nada del papel en blanco, y que, siempre, siempre, hay que buscarlo, y presentarlo como tal.
Lamento enormemente lo ocurrido. Nunca jamás me volverá a pasar.
Sin resentimiento de ninguna clase. Creo firmemente en que cometió un error y en su disposición a subsanarlo.
Le agradezco, por último, su sinceridad y su buena disposición.
En lo que a mí respecta, doy este incómodo asunto por zanjado.
Por último, algunas precisiones:
No creo ni he creído en ningún momento que este caso sea una vulneración de la licencia CC. Si no hubiese tenido esa licencia, los téwrminos de mi protesta hubiesen sido los mismos, o quizás más duros. La licencia CC está concebida para **permitir** la copia en unas condiciones razonables. Solo hice mención a ella para mostrar que lo que me molestaba no era que se me copiase, si no que se atribuyesen mi trabajo.
No creo que se haya vulnerado la clausula que obliga a distribuir los trabajos derivados bajo la misma licencia si la intención de Javier Marín Ceballos era (como él dice y yo le creo) simplemente citar el texto.
Estos detalles de las licencias Creative Comons me parecen muy interesantes, pero mejor los hablamos cuando esto se haya calmado un poco.
Afirmo para finalizar, y para que no quede resquicio de duda alguno, que creo sinceramente las palabras de Javier Marín Ceballos en el sentido de que no fué plagio sino error, y que, en cualquier caso, no fué intencionado. Y para reafirmarme en esta creencia lo pongo como título de este post.
(Esto es un añadido de última hora)
No, yo no soy Javier Marín Ceballos. Tampoco soy un trilobite.
La forma más fácil de comprobar ambos extremos es pasarse el sábado por la kedada bloguera[4] que tenemos prevista en Granada el sábado que viene (cerveza y tapitas, cada cuál se paga lo suyo).
Para comprobar que no soy un trilobite solo tienes que fijarte en que soy un mamífero, y que carezco de los menores rasgos artropodianos.
Para ver que no soy Javier Marín Ceballos (que también es un mamífero) tendrás que preguntar un poco...