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La hechicera no electrónica me había sugerido, recomendado, indicado, elegir y traerle un par de ojos para la sopa mágica del día: ya fueran los ojos grises, los que parecían ser rasgados, los que sí eran rasgados, o los de pestañas centimétricas.
Cabe decir que no solo se trataba del par de órganos, sino también de los accesorios alrededor. Por eso la importancia de la forma de los párpados y demás. Otros colores de iris, o cualquier otra variación o mutación, no nos servirían; pero no dejarían de generar turbulencias tintadas en la superficie del planeta.
Siempre me había cautivado imaginar cómo es que formábamos parte de dichos patrones: la escala de nuestras personas, nuestras chozas circulares, y la vegetación que nos alimenta, no daba ningún indicio de poder dar paso a todos esos remolinos, brochazos o pincelazos de colores variados, que habíamos tenido la oportunidad de observar directa o indirectamente.
De hecho, a la hora dorada teníamos que terminar para podernos lanzar en una nueva sonda de mediana altitud y observar las novedades. Los registros y las memorias que teníamos de la superficie ya pasaron por distorsiones y remezclas en los sueños que hemos tenido. Los ojos que buscábamos nos permitirían recuperar algo de claridad.
Preparamos la infusión que me permitiría ingresar a este nódulo del espacio tiempo con miras a completar lo indicado. Las recomendaciones eran las de siempre: no confundirse de realidad, no perder el objetivo, aferrarse a que las olas nunca revolcaran el centro.
Brindamos. Un par de tragos. Un salto pequeño, que se convierte en un cruce de umbral. Caída pero sin gravedad.
Poco a poco, crece un tanto de luz; en metáfora y no. Soy materia de esta otra clase.
Vaya cantidad de imágenes que nos rodean como entidades de estos rumbos. Mi proceso de crecimiento sucede a baja velocidad, como siempre. Pero todo lo demás parece estar acelerado, y no de manera uniforme. Alguna que otra actividad, como ser partícipe de esas bebidas a mediana temperatura, me lleva a recordar qué es lo que estoy haciendo aquí.
Pero es difícil. Las turbulencias de las últimas épocas han también reverberado sobre este ambiente. Si bien percibo el llamado para recolectar los pares de ojos que acordamos, en realidad la situación toma otros rumbos. No sabría si llamarlo confusión, pues es como si la neblina de la mañana interfiriera en mi cognición con sus patrones circundantes.
Y bueno, el centro sí se revuelca. Recuerdo las nociones de dónde vengo, pero parecen malviajes, ficción, ilusiones.
Encuentro los ojos, los ojos me encuentran. Pero ya ni sé cómo salir, ni siquiera sé que es posible hacerlo fácilmente. No habría problemas, inconvenientes, destrucción. Todas las historias podrían seguir coexistiendo.
Los ojos nos perdemos. El flujo nos lleva a distintas ubicaciones.
El objetivo inicial parece irrelevante ahora, después de esta inmersión que satura. ¿Cómo es que las imágenes de nuestra superficie son tan importantes después de toda la variedad aquí presente?
Las recomendaciones se perdieron también. No hay problema, se ha dicho que esto suele suceder. Todo está y estará bien. Solo queda esperar, y mientras tanto, no dejar de ver.