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— "Compañeros, hemos de luchar contra cualquier forma de autoridad"
[Aplausos y ovaciones]
"Debemos decir NO a toda forma de opresiĂłn, aquĂ y ahora, todos juntos y juntas"
[Aplausos y ovaciones]
— "Si compañeros, ha llegado el momento. Y lo primero que vamos a hacer es decir NO a los arneses de sujeción"
Los asistentes se desbocaron. Una voz empezĂł a corear el lema "Abajo los arneses". Más voces se le unieron hasta que el clamor fue total. El lĂder agitĂł las manos pidiendo calma.
— "La época de opresión ha acabado. No reconoceremos su autoridad."
[Aplausos y ovaciones]
— "Y lo siguiente será negarse a ir de espaldas en el carrito."
— SĂ, eso— se desgañitĂł un asistente, con los ojos hĂşmedos de emociĂłn.
— "Algunos caeremos, otros seremos castigados severamente, pero quiero que quede clara una cosa, los anarquistas no salimos domados de las prisiones, si no más firmes en nuestros propósitos y en nuestros objetivos"
MirĂł a la pobre Ainara. Los asistentes no cabĂan en sĂ de jĂşbilo. Algunos empezaron a destrozar lo que tenĂan a mano.
— "Y os digo más, compañeros. ¡Abajo los muros de las prisiones!"
¡Abajo, los muros, de las prisiones! cantaban una y otra vez. Un par de ellos se acercaron a la verja de seguridad e intentaron tirarla abajo. Otro se acercĂł a la celda de castigo donde tenĂan a la compañera Ainara prisionera.
— "Os pido a todos que seáis valientes e iniciemos una serie de actos de rebelión: huelga de hambre, jornada de 24 horas de lloros y cualquier otra forma de asalto a su autoridad. ¿Estáis conmigo?"
¡¡¡ Siiiiiii !!!. Ya no habĂa marcha atrás, habĂa empezado la revoluciĂłn en la clase de los delfines.
Las cuidadoras, Cecilia y Helena, estaban en las horas de máximo ajetreo con los bebĂ©s en la guarderĂa. Ese dĂa en concreto estaban más rebeldes que nunca.
— Ahyyy, mira que majos, como balbucean sus primeras palabras.
— Si, parece que se entiendan.
— Si, y no veas Dante que dicharachero ha venido hoy, Jajajajaja.
— Bruna, Marc, eooooo, venid aquĂ, bonitos.
— Voy a traerlos que si alguien quiere entrar y mueven la valla de seguridad les harán daño.
— Estos dos cualquier dĂa se nos escapan, Jajajajaja.
Algunos bebĂ©s cogĂan los juquetitos y los tiraban lejos.
— ¡Pero bueno, que rebeldes andan hoy estos niños!, lo están tirando todo.
— ¿Donde está David?
— AllĂ, al lado de parque. Parece que quiere jugar con Ainara.
LlegĂł la hora de darles los biberones, pero curiosamente ninguno quiso comer.
De repente empezaron todos a llorar. Primero Dante, el más travieso. De todos es sabido que cuando un niño llora, lloran todos, y asà lo hicieron.
— ¡Vaya orquesta!
— Huy si, como están hoy...
Al cabo de un rato empezaron a llegar las madres. Al ver llorando a sus hijos, cada madre sacaba de las mochilas del carrito los objetos más preciados por sus hijos: Marc su jirafita de trapo, Ainara una pelotita con un cascabel dentro.
— "No, ¿que hacéis?, no os dejéis engañar, os están embaucando"
Dante no paraba de balbucear palabras sin sentido.
— Que gracioso está.
— Si, ha empezado a balbucear hace dos dĂas y no para— comentaban unas madres en la puerta de la guarderĂa.
A David le dieron su xilĂłfono al que le encantaba aporrear, para que dejara de llorar, y a Bruna una maraca con tierra dentro.
— "Noooo, ha fracasado la revolución. He subestimado al enemigo, pero juro que volveré a la lucha contra toda forma de gobierno"
La madre de Dante le dio su burrito de patas flexibles.
— "No, el burrito no.... es tan.... es tan hipnótico..."
Dante dejĂł de llorar y se abrazĂł a su burrito preferido. La revoluciĂłn habĂa terminado.