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Autores: BREMMER, J., ROODENBURG, H. Textos de Peter Burke; Aaron Gurevich; Jacques Le Goff. Ediciones Sequitur. ISBN: 9788495363015
Por Aaron Gurevich. Página 55.
Bakhtin, gran pensador ruso de principios de siglo, en 1965, dedica un estudio a Rabelais y a la cultura carnavalesca de la Edad Media y del Renacimiento. Describe la cultura popular como una cultura de la risa o del carnaval diciendo que la risa era la principal característica de la cultura popular. Divide en dos polos la sociedad de la época: cultura oficial y popular, los agelastoi (los que nunca ríen e incluso odian la risa).
Pero no menciona la Cristiandad ni el Dios cristiano. También un estudio de dos historiadores israelíes demostró que la Iglesia no rechazaba la risa. Desde el comienzo del XIII están los exempla, breves historias didácticas que se incluían en sermones clericales y monásticos que contienen cantidad de elementos para la historia de la risa y del humor. Por otro lado, parece imposible caracterizar la cultura popular como cultura de la risa porqué uno de sus principales aspectos es el del miedo, coexistiendo carnaval y terror.
El carnaval sirve como vía de escape al miedo imperante, así que van intrínsecamente ligados. Los estudios de Bakhtin son muy interesantes pero sesgados por falta del limitado acceso a la información en la época de Bakhtin y por ser unilaterales, crean una paradoja historiográfica. La noción de cultura popular es vaga y en el medioevo es difícil de discernir entre cultura popular y docta. Pero sí había niveles mentales: el de la cultura oficial (religión) y la de las supersticiones.
Por Peter Burke. Página 63.
¿Cuándo una broma deja de serlo?¿Cómo influye el paso del tiempo en lo cómico? (ensayo de Robert Darnton sobre la masacre del gato para captar lo ajeno). Lo que ha dejado de ser gracioso.
Desde Bocaccio a Bandello, desde la Peste Negra a la Contrarreforma. Burckhardt dedica en su conocido ensayo sobre el Renacimiento algunas páginas a la parodia y humor modernos. El italiano tenía mucho vocabulario para expresar el humor. En la Italia renacentista sorprende la permeabilidad de los límites: Mattello, bufón de la corte de Mantua, se disfrazó de fraile y parodió los ritos eclesiásticos; los curas podían ser bufones como Fray Mariano en la corte de León X. ¿Es la risa un fin en sí mismo?. Puede servir también como instrumento de venganza. Según Vladimir Propp, la ritualidad de la risa en momentos específicos.
Abundaban los géneros cómicos: comedia culta o popular, comedia buffa de arlequín en la commedia dell’arte, cuentos y relatos, recopilatorios de anécdotas (facezie), la parodia era apreciada tanto en prosa como en poesía, gustaban las paradojas, como los elogios burlescos de Berni o Lando y los versos absurdos de Burchiello. Las artes plásticas también tenían sus formas cómicas: el Palacio del Te de Mantua con paredes que se desmoronan en sus frescos.
Aunque la burla no sea un fenómeno universal, la recurrente fiura del bromista en el folklore mundial indica que se trata de una manifestación muy extendida. (Panurge y Hill Eulenspiegel). Florencia la capital Della beffa. Decameron Boccaccio, las historias de Sacchetti, en el siglo XV los cuentos de Masuccio Salernitano y Sabandino degli Arienti, en la novella del XVI (Antonfrancesco Grazzini, recopilatorio las Cene; en Matteo Bandello: 70 beffe en 214 novelle); en las obras de teatro del siglo XVII como Mandragola de Maquiavelo o Il marescalo de Pietro Arentino (la “novia” es un paje).
Las historias están estilizadas y circulaban en forma oral y escrita, hay variantes.
La literatura de ficción es un buen reflejo de la fantasía y de la imaginación colectivas. La taberna era el lugar más beffe y en tiempos de carnaval; encender las fuentes en la aristocracia y que se mojen…
Los límites de la burla: frontera entre el engaño inofensivo y la broma pesada. En el norte de Italia, en el XVI, dare la burla se refiere a falsas promesas de matrimonio.
Tesis de Welford sobre el “declive de los bufones de corte” en el XVII y “desintegración de la risa popular” por Bakhtin.
Italia de la Contrarreforma: algunas formas tradicionales de burla fueron objeto de crítica por parte del clero extranjero, desde Erasmo (carnaval) a Ecolampadio (Pascua), merecen ahora condena por razones religiosas y morales. Arentino se une a Lutero y Calvino en el Índice de los Libros Prohibidos.
Ofensiva cultural de la Contrarreforma. A las beffe escritas se les añadía moraleja. Retoques, mutilaciones, comparecencia ante la Inquisición, indulto de Decameron por Cósimo de Medici, duque de Florencia, aunque purgados. San Carlos Borromeo denunció las representaciones pascuales que inducían a la risa. El Papa Pío V promulgó un decreto contra la risa “sin moderación” en la iglesia, etc.
Esta ofensiva clerical forma parte de un cambio más amplio en las actitudes (clase alta) desde el auge del clasicismo en el arte hasta la auto-exclusión de la clase alta de la cultura popular; lo que Norbert Elias describió como el desarrollo del auto-control o de la “civilización”.
Manuales de etiqueta cortesana de Castiglione con Cortegiano y Giovanni Della Casa con su Galateo. Período de reducción de lo públicamente permisible. La beffa es depurada. Las clases altas empezaron a inclinarse por el ingenio y el humor verbal. Auge de las Academias. El retórico XVII Emmanuel Tesauro dio forma a un nuevo ideal de elegancia que descalificaba las “bromas populares” (facetie popolari), prefiriendo las ocurrencias verbales a las bromas pesadas dentro del periodo barroco donde se apreciaban los juegos de palabras y las caricaturas, inventadas en los círculos de Carracci y Bernini en la primera mitad del XVII. El siglo XVIII conoce una recuperación del Renacimiento pero filtrado. Varios textos del XVI volvieron a imprimirse pero revisados.
Han cambiado las fronteras sociales del humor. Lo que en siglo XIV era un uso social generalizado queda ahora circunscrito a los jóvenes de la clase trabajadora. Hay una desintegración de las formas tradicionales de humor desde el siglo XVI en adelante.