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Hace tiempo escribí un articulo para una revista sobre las penosas condiciones laborales de las personas que trabajan en la fabricación de muchos aparatos tecnológicos. De aquel articulo que soy incapaz de encontrar on-line, es lo que tiene colaborar con luditas, han pasado más de 12 años y la cosa ha ido a peor. Porque ya no es solo que la tecnología cree trabajadoras esclavas en el proceso de fabricación, es que también las ha creado en el sector servicios. Si, voy a daros la turra con la uberizacion del día a día.
Y todo esto que voy a escribir es porque un día vi a un conductor de Uber provocar una situación complicada de trafico por adelantar a un autobús en la Calle Atocha de Madrid con tráfico de frente y pensé "claro, si es que ese conductor va a cobrar lo mismo por el servicio tarde poco o mucho, conduzca con prudencia o ponga en peligro su vida y la del pasaje". Y ojo, que no es esto una defensa del sector del taxi madrileño, colectivo muy conocido por su poco aprecio y respeto al resto de vehículos y personas con las que se cruzan a diario. Esto es porque ese modelo se está imponiendo en muchos trabajao sdel sector servicios bajo mentiras como que es una "economía colaborativa" y desvaríos de ese estilo.
El caso más sangrante es el de los servicios de reparto a domicilio. Hace años, cuando una pizzería tenía un servicio a domicilio era porque tenía contratados a N repartidores a jornada parcial o completa y eran éstos quienes esperaban los pedidos y los llevaban a casa. Ese modelo cambió con la irrupción de Uber, Glovo y otras empresas del sector en el que convirtieron al trabajador en un "colaborador" (para no tener que contratarle y pagarle únicamente por los pedidos que sirve) que un algoritmo se encarga de mantenerle en un estado de semi-esclavitud. No tienen horario, no tienen una cartera de clientes. Sólo tienen una aplicación que, en base a cosas oscuras, les asigna recorridos y pedidos. Podéis ver el probrama que John Oliver ha dedicado a este tema recientemente en HBO.
Food Delivery Apps: Last Week Tonight
Estas aplicaciones y sus algoritmos utilizan las valoraciones de los clientes finales (que no los clientes verdaderos, que esos son los restaurantes) para llevar al límite a los trabajadores. Límite que les lleva a cometer imprudencias, circular por lugares incorrectos o a trabajar aún estando mal de salud. El límite en ocasiones termina siendo el fallecimiento del 'rider' en un accidente de tráfico como ha pasado recientemente en Madrid.
Y lo mismo que se está haciendo en el reparto a domicilio o en el servicio de taxi se está haciendo en las formaciones no regladas, en los restaurantes, en los alojamientos turísticos... todo para producir al final un empobrecimiento paulatino de trabajadores y recortes en sus derechos laborales.
¿Y quién se beneficia de este modelo?
Porque este es un modelo que parece que sólo tiene víctimas. Las personas de reparto arriesgan su vida, los restaurantes tienen que bajar los precios debido a los márgenes que les imponen las aplicaciones de reparto... tal vez la gente que hace los pedidos sean los únicos beneficiados, junto a los fondos de inversión que han puesto grandes sumas de capital en estas empresas las cuales siguen siendo deficitarias. ¿Acaso la gente que usa esos servicios para comprar tiene más tiempo libre o compra mejores productos que hace 10 o 12 años? Seguramente no. No, porque la lista de damnificados por este modelo no para de crecer. La lista de tiendas que han cerrado por no poder competir con Amazon o la de restaurantes que han seguido el mismo camino por no poder competir con las cocinas fantasma no para de crecer.
Pero ¿qué aporta usar esas aplicaciones? ¿Tiempo? No lo creo. ¿Mejor servicio que el que te daba el librero que te conocía desde hacía años y ya te podía aconsejar cuando te veía entrar por la puerta? ¿Mejor servicio que el del restaurante que sabes cómo se llama y que te saluda cuando os cruzáis por la calle del barrio? No, no lo creo. Sólo aportan una sensación de libertad falsa a costa de mucha, mucha gente.