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Perdido en el traslado

2006-01-17

"Lost in traslation" (además de una película) es una expresión inglesa que significa "Perdido en la traducción" y no, como he puesto en el título "Perdido en el traslado".

Se refiere a todos esos matices y juegos de palabras que desaparecen al traducir un texto, porque un idioma no permite los mismos artificios y matices que otro.

Traducir es complicado, y probablemente sea imposible no "perder en la traducción" cientos de pequeños detalles. Pero, para estos asuntos, mejor pregunta a pjorge[1] o Maiko[2], por ejemplo, que seguro que pueden contarte montones de cosas más interesantes.

Yo, de lo que te quiero hablar hoy es de algo más parecido a mi "Perdido en el traslado": De erratas, confusiones y despistes que nos han legado algunas curiosidades literarias:

La palabra que nunca existió

Durante cinco años, el "Webster's New International Dictionary" contenía una entrada para la palabra "dord", que no existe en inglés (Ni, por lo que sé, en ningún idioma). Según la definición del Webster's, "dord" sería un nombre usado en física y química que significaba "Densidad".

Para entender de donde salió esta palabra inexistente, tenemos que ver cómo se hacía un diccionario antes de que la informática facilitase las cosas.

Un diccionario no es más que un gran listado de palabras con sus definiciones. Como, para agregar una nueva, hay que hacerlo colocándola entre las que le corresponda, tener una lista y rehacerla cada vez que metas una palabra no es nada útil. De modo que se usa un fichero con cajoncitos etiquetados con la letra que le corresponda y, dentro de cada uno, fichas de cartón ordenadas con cada palabra y su definición. Para añadir una palabra nueva, se agrega en su cajoncito entre las fichas que corresponda. De este modo, además, muchas personas pueden trabajar sobre el mismo diccionario. Como te puedes imaginar, las fichas se escribían a mano.

Cuando los tipos del ""Webster's New International Dictionary" decidieron comenzar a meter abreviaturas, cometieron un pequeño desliz.

Alguien colocó, correctamente, una fichita indicando que la abreviatura "D" o "d" se usa en física y química para referirse a la densidad. Pero esto, escrito en inglés, daría una ficha con este aspecto:

**D or d:** (Phisics and Chem) Density.

Naturalmente, estaba escrito a mano.

Pero, cuando otra persona cogió la ficha para montar la página del diccionario, la leyó mal, juntó las palabras, y quedó algo parecido a esto:

**Dord:** (Phisics and Chem) Density.

Ya la habían liado. Tardaron cinco años en darse cuenta.

El adulterio mola

Pero "Dord" no es la errata más famosa de la tipografía inglesa, hay una bastante más antigua:

En la Inglaterra del siglo XVII, con la generalización de la imprenta, se cometió la que sería, probablemente, la errata más famosa de la historia: Un desliz tipográfico hizo que se "perdiera" una negación, convirtiendo el Exodo 20-14 en "**cometerás adulterio**".

También por esa época, dicen que hubo una Biblia que confundía a Jesús con Judas, aunque siento no tener ninguna referencia más exacta de ello, y podría ser una leyenda urbana.

Pero, más allá de las erratas, la Biblia abunda en errores de traducción, que se supone que es de lo que iba esto.

Ahora yo hablaría de las diferencias entre los términos "parthenos" y "neanis", y la importancia de no confundir las palabras "`almah" y "bethula". Pero, como luego me tachan de anticatólico, mejor te buscas tú la vida directamente, que no quiero follones. Además, no me parece elegante discutir si una dama es virgen o no. De modo que, mejor, hablemos de camellos, que ellos no se ofenden.

De camellos y maromas

Dice, según nuestra traducción, Mateo 19,23-24:

Entonces Jesús dijo a sus discípulos: Yo os aseguro que un rico difícilmente entrará en el Reino de los Cielos. Os lo repito, es más fácil que un camello entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos.

Que tiene un sentido bastante claro: "O la pasta, o el cielo". Pero uno no puede dejar de preguntarse que a qué leches viene ese camello. Que los camellos no tienen nada de malo, oye. Pero que no acaba de encajar en el contexto.

El Nuevo testamento, por lo que sabemos, estaba escrito en griego koiné (que era el que se hablaba en Alejandría y el que estaba más extendido en esa época).

Dicen los que saben de estas cosas que, al parecer, cuando hicieron la traducción del griego del texto, alguien creyó leer la palabra _kamelos_ (Que significa "camello") donde debía poner _kamilos_ (Que significa algo así como "cuerda" o "maroma"), dando así lugar a la confusión que aún arrastramos, por lo que la frase de Mateo debería haber quedado más o menos así:

[...] es más fácil que una soga entre por el ojo de una aguja, que el que un rico entre en el Reino de los Cielos.

Como, a todos los efectos, resulta igualmente imposible meter tanto una maroma como un camello por el ojo de una aguja, la frese original tiene exactamente el mismo sentido de "_Los ricos no van al cielo_", aunque la alusión a la cuerda parece bastante más lógica que su versión camélida.

¿Locos o tontos?

Lo de la traducción no es un problema exclusivo de la Biblia, claro.

Erasmo de Rotterdam, el humanista más famoso de nuestra vieja y sufrida Europa, fue un tipo que, entre otras cosas, escribió un libro titulado "Elogio de la locura". Si no te lees el libro, pero te suena de escucharlo (Y de que tienes un amigo con una beca Erasmus), lo primero que te imaginas es que Erasmo, que era un tipo muy sabio, habla en él de la "locura creadora" o alguna cosa parecida.

Algo así es lo que le ha pasado al autor de este artículo[3], en el que dice que:

La locura creativa está considerada como "una buena locura" o un "buen delirio" (así al menos se ha considerado en la antigüedad). Pensemos en el Elogio de la locura de Erasmo.

Pero no es el único. Este 2005, con lo del año del quijote y eso, se han prodigado los sesudos trabajos que tratan de explicar el quijote en esta línea, como este artículo[4], donde compara la locura de Don Quijote con el tipo de "locura" de la que habla Erasmo:

La duda que se plantea para los que hablan de la locura, incluso Erasmo, es dónde se encuentra la locura y dónde la razón. Pero en Erasmo la locura, como oradora, expone formas de demencia que quizás no eran evidentes para la sociedad, pero sí para ella, dueña del saber sobre el equilibrio mental.

Algo muy parecido se puede leer en esta página (PDF)[5] del suplemento literario del periódico español "El País":

Leído a la luz de Erasmo [...] el Quijote recoge las lecciones del Elogio de la locura, obviamente, porque don Quijote pasa por ser loco pero a cada momento se muestra más cuerdo que nadie al grado de que su aventura relativiza los absolutos tanto de la lógica como de la imaginación, dándole su parte de razón a la locura de don Quijote y parte de su locura a la razón del mundo.

Pero Erasmo no habla de esto. Ni "locura creadora", ni "inspiración del artista" ni "relativización de la lógica". Nada de nada.

La palabra que usa Erasmo para referirse a la locura es "_Estultitia_", lo que en la edad media se consideraba una clase de "locura", pero una clase muy concreta y especial: La estulticia, la estupidez, la ignorancia.

Si hubiese querido referirse a la locura tal como la entendemos nosotros, habría usado la palabra "_Insania_", mucho más adecuada.

Para acabar de asegurarnos, el título original de su libro, que está en griego, es "Morias Enkómion", donde "Moria" de nuevo significa "Estulticia".

Porque el libro de Erasmo no habla de "Locura creadora" ni nada por el estilo. Erasmo de Roterdam, además de ser un tipo muy listo, también era un cachondo. Elogio de la locura es una broma irónica. Una crítica a su época (y, en realidad, a todas) donde da la palabra a la estulticia, que nos habla de cómo es ella la que domina el mundo, y cómo son los estúpidos los que tienen más éxito.

Si no quieres leerte el libro (que, por otro lado, es divertido) para comprobar lo que te digo, solo tienes que abrirlo por el inicio de su primer capítulo, donde los traductores suelen poner una nota al pié de la página explicando que conservan el título equivocado por tradición, pero que sería más correcto poner "Encomio de la Estulticia".

Si muchos de los sesudos intelectuales que hablan de este libro hubiesen leído sólo la primera página, se habrían ahorrado un buen patinazo.

La excepción que no confirma nada

Los romanos tenían un dicho:

Exceptio regulam probat.

Que significa, traducido lo más literalmente que puedo:

La excepción prueba la regla.

Que, supongo, te suena de algo.

En latín, como en español, el verbo "probo" (probar) se usa en dos sentidos distintos.

Uno es el sentido de demostrar algo, como cuando "se prueba" la culpabilidad del acusado.

El otro es el de "poner a prueba", como cuando "pruebas" la sopa o te "pruebas" un traje.

Ahora, seamos razonables.

Si tú tienes una regla como, por ejemplo, "Las rosas son rojas" y te encuentras con una rosa blanca (una excepción), sin duda pensarás que hay que revisar tu regla. O bien lo que has visto no es una rosa, o bien la regla es errónea, o bien tienes que matizarla...

Lo que no vas a pensar, si eres una persona sensata, es "_Eh, mira, una rosa blanca, esto demuestra mi regla de que las rosas son rojas_".

Lógicamente, lo que los romanos querían decir era que:

La excepción **pone a prueba** la regla.

Lo cual tiene bastante más sentido que la traducción que se ha extendido en nuestro idioma, que dice que:

La excepción **confirma** la regla.

Seamos serios: ¿Desde cuando ninguna excepción ha confirmado cualquier regla?

Links

[1] pjorge

[2] Maiko

[3] este artículo

[4] este artículo

[5] esta página (PDF)

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Publicación orginal.

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