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Hace ya unos 30 años existían las asociaciones de vecinos, locales de reunión de las vecinas y vecinos del barrio donde se exponían los problemas y carencias que habían y se organizaban para solucionarlas. ¿que falta una plaza? la construímos en el solar abandonado de la esquina, ¿que no llega el transporte publico? se secuestran los autobuses y se hacen llegar a las zonas obreras, ¿que falta un centro social? se ocupa la vieja fábrica abandonada y se restaura para devolver equipamientos al barrio.
Con el paso del tiempo, la negra sombra de la política lo infestó todo, y estas asociaciones se fueron politizando e incorporaron la figura del regidor, un político del ayuntamiento, y las asociaciones se transformaron en "centros cívicos" o "casales", con el sello del ayuntamiento de turno bien visible. La función de estos regidores no es más que formar parte de las decisiones de los vecinos, reconduciendo en cada momento las diferentes situaciones, apagando fuegos y amansando la conciencia vecinal, desactivando las asociaciones vecinales combativas que se mantenían al margen de directrices políticas, vaciándolas de sentido alguno.
Ahora todo pasa por el regidor, que no plantea soluciones reales por el bien de los vecinos, sino por el bien de los intereses de partido: turismo, megacomercios, negocios y gentrificación, corrupción: progreso como ellos lo llaman.
Años de continuas decepciones después, las vecinas y vecinos de los barrios moribundos, masificados de negocios pero abandonados de sentido comunitario y solidario, deciden recuperar aquella fórmula de la autogestión de la vida en sus barrios, independientemente de ideologías. Se unen, se organizan y vuelven a crear redes de solidaridad y apoyo mutuo, como antaño, como debe ser, porque las personas no somos islas.
Es entonces cuando desde los consistorios entienden que estas formas de actuar van en contra de sus intereses politico-económicos y ordenan su eliminación. Puede que antes intenten negociar una salida menos traumática a base de promesas de las que las vecinas ya están hasta las mismísimas gónadas.
No dudan en usar todo tipo de tretas para eliminar estos locales, ya sea por los desalojos, inspecciones acompañadas de elevadas multas, coacción administrativa y cómo no, mediante la violencia policial. Aparece entonces el cuarto poder del Estado, los medios de comunicación, para criminalizarlos con la técnica de transferir la información al espectador directamente de las notas de prensa policiales o consistoriales, evitando contrastar nada porque no les pagan para eso.
Las vecinas y vecinos pasan a ser vándalos con fines terroristas y la sociedad, esa masa totalmente aborregada, creerá a pies juntillas todo lo que la Tele dice, porque en la Tele siempre dicen la verdad.
¿Consecuencias? barrios en lucha, violencia policial, detenciones, montajes policiales, juicios y hasta en muchos casos, cárcel; víctimas del capitalismo más desenfrenado y violento que aplasta todo lo que es molesto para sus intenciones.
Gamonal, Sants, Orcasitas, Santiago el Mayor en Murcia, Gracia, son algunos de esos barrios combativos donde nunca dejaron de existir aquellos locales vecinales, por el contrario, muy activos y comprometidos con el vecindario, con su barrio al que aman tanto que no dudan en sacrificar una parte de sus vidas para protegerlo como si fuera un hijo.
Todos con una amenazante sombra que se cierne sobre ellos y ellas: Se están aburguesando, permitiendo así un estudiado modelo de eclosión cultural capitalista que atraerá a profesionales neoliberales.