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Sus compañeras siempre se quejaban de todo, que si trabajaban muchas horas, que si las cargas de trabajo elevadas, la sobreexposición al estrés, y muchas veces tenían razón, pero tampoco hacían nada para solucionarlo.
Su 'deporte' favorito era criticar a las demás. Despotricaban de la compañera que tenían al lado cuando esta no estaba presente, pero esta a su vez se sumaba a criticar a las que no estaban presentes, un círculo vicioso.
Él era humilde, no quería problemas con nadie, se llevaba bien con todo el mundo y nunca se metía con el trabajo de las demás.
Por eso mismo no solía ser muy criticado, no era del rollo de ellas.
Pero un día, cuando terminó sus estudios superiores y promocionó en su trabajo, todo cambió.
Las que nunca hacen nada para mejorar su situación empezaron a criticar al que sí quiso mejorar.
Debido a su nueva titulación, lo pusieron en una sala, grande, cómoda, sin estrés aparente, y fue muy criticado por ello: que si era un enchufado, que si se follaba a la jefa, que si se había vendido, que si se tocaba los huevos todo el día, que si yo también podría hacer lo que hace él que es darle a una teclita de vez en cuando, bla bla bla... pura envidia y resignación de sus nulas capacidades para no hacer nada por mejorar.
Otra cosa no, pero las campañas de acoso y derribo se les daba muy bien. La presión fue tal que cogió la baja por ansiedad. Todas empezaron a hacer lo que mejor saben: no tiene aguante, ya se ha olvidado de lo que nosotras aguantamos, bla bla bla...
La realidad era otra. Su puesto, realmente, tenía mucho más estrés que todo el que ellas soportaban todas ellas juntas. Su puesto era vital para la empresa, puesto que esa tecla que tenía que pulsar de vez en cuando, era imprescindible para asegurar la continuidad de la empresa. Si algo iba mal, 'esa tecla' ejecutaba un protocolo de salvaguarda. Había que saber si la amenaza era real, qué tipo de rango tenía, y sobre todo qué tecla pulsar y cuando, ya que 'esa teclita' no solo era una, si no un panel lleno de teclas, lucecitas por todos lados, pulsadores e interruptores.
Su trabajo tenía más estrés que el de ellas, pero lo que realmente acabó con su salud fue la campaña de acoso y derribo orquestada por las del 'team' de déspotas profesionales. Meses de críticas, de hacerle el vacío, de acoso personal, de invenciones de todo tipo de mentiras, lo dejó fuera de juego. La empresa no pudo cubrir a tiempo su puesto, por que nadie tenía formación, así que puso a una de esas que solo sabe despotricar de todo, y no dio la talla, se equivocó de tecla y todo se fue a la mierda.
La empresa se hundió, y con ellas todas las despotricadoras profesionales, que ahora criticaban a la que se equivocó desde la cola del paro.