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Tengo una familia que tengo que, con el tiempo, reconocer que somos bastante peculiares. Bastente más de lo que siempre he querido reconocer. Supongo que es lo que tiene la familia, que normalizas formas de ser y actuar, que no son tan normales o al menos no deberían serlo pero como es algo que siempre ha estado en tu ser desde siempre nunca le has dado mucha importancia.
Mi padre, siempre lo consideré una persona, normal, cariñosa, buen padre y nunca noté sus carencias las cuales por supuesto son mis carencias, pero con el tiempo, y mi propia análisis de mi persona he visto que menos normalidad, tenemos de todo.
Siempre he querido a mi madre, pero nunca ha sido para mí una figura demasiado importante, ese rol siempre lo tuvo mi padre, pero resulta que mi padre, algo que me llevó mucho tiempo entender, su madre murió cuando él tenía 9 años. Después de mucho tiempo, él me reconoció que por supuesto, la muerte de una madre a esa edad tan temprana marca a una persona para siempre, a él y a toda su descendencia. Mi padre tuvo una adolescencia feliz, a su manera, pero aprendió rápidamente a eliminar todo apego emocional que tuviera con su madre, y sus hermanas mayores, no eran más que obstáculos para su día a día. Encima, otra figura muy imporante para un niño de su edad, era su hermano mayor, que también murió en un accidente automolístico.
Podriamos hablar muchísmo, de cómo estas circunstancias, afectaron a mi padre, pero realmente la desconozco. Pero sí sé como me afectaron a mí. Y es que ahora sé, que aunque me considero una persona con una infancia feliz y sin problemas y realmente soy bastante afectivo gracias a mis tías, hermanas de mi madre, que fueron las que de verdad me educaron, de una forma la figura de un padre dominante, sin sentimientos, hegemónico y que no deja, ni a mi niño interior ni a mi ser emocional interior tampoco salir, está ahí para siempre. Con veinte años, escribí un diario por un tiempo que al final dejé y hace pocó lo leí y la última frase era: "mata a tu padre". Por supuesto no es literal, es, y ahora lo recuerdo, si quieres ser feliz contigo mismo, mata a ese padre hegemónico que no deja sacar tus emociones, lloros, miedos, ilusiones, etc, reales de tí mismo.
Recordaré siempre esa noche, nunca me la podré quitar de la cabeza. Acababa de tener una pequeña bronca con mi padre porque no me dejaba dormir tranquilo, y me despertó diciendome, mira a ver que le pasa a tu madre. Me levanté cabreado pensando en qué tontería quería ahora, pero no, estaba mi madre con convulsiones, vomitando, sin poder controlaserse y llorando histérica. Pude, yo solo, llamar a una ambulancia, que tardó más de veinte minutos en llegar, y en ese lapso donde intentaba que mi madre se controlase solo recuerdo su mirada de pánico cogiendome la mano con fuerza y mirandome a los ojos como pidiendo que por favor, no la dejase sola, que no se quería morir.
Lo peor para mí, fue cuando llegó la ambulancia y hubo que llevarla al hospital, y me dijeron que tenía que ir sola y mi madre seguía agarrada a mi mano implorando que no la dejase sola.
La noche por supuesto fue un carrusel de emociones, afortunadamente llegaron casi todas sus hermanas, y de la idea de iba a morir llegaron las "buenas noticias" de que iba a sobrevivir y al final fue un alivia, pero, realmente, ¿lo fue? Recuerdo una frase de mi padre: "para que se quede mal prefiero que muera". Ahora se arrepiente, pero tenía cierta razón. Esos meses, pasaron un millón de cosas, se nos rompió la vida a todos, intentamos seguir nuestras rutinas, nos adaptamos como pudimos y por un año, estuve llevándola todos los días a rehabilitación, porque los médicos decían que ese primer año era vital para su recuperación.
Lo más interesante es que ese primer año, mentalmente estaba mucho más activa, más inteligente y mejor de lo que está ahora cinco años más tarde. Y también recuerdo mucho, una frase de una rehabilitadora que me dijo, tu madre está muy mal, ha perdido más de medio cerebro, pero yo prefiría que mi madre estuviera así que muerta. En su momento le dí la razón, ahora no.
Han pasado más de cinco años, ella sigue igual o incluso peor, ha perdido, y con razón, las ganas de vivir, hasta me ha pedido que la mate, pero lo peor no es nada de eso. Lo peor es que me he dado cuenta las carencias afectivas de mi familia donde la cuidamos, la asistimos, le damos de comer, pero no le damos cariño, porque nos cuesta horrores hacer eso, porque no nos sale, no somos casi capaces de acariciarla, ni de abrazarla, ni de besarla, y de ahí viene todo lo que he contado al principio, que aunque yo pensaba que mi familia era normal, no lo somos, somos incapaces de mostrar sentimientos reales de amor y afecto, de dar un abrazo sincero, y ahora entiendo que mi madre en el fondo quiera morirse.
Como final diré que el nombre de este artículo viene a referencia de que cuando una persona querida por tí, muere de verdad es muy duro, y tienes un periodo de duelo, más duro o más largo pero al final pasa. Pero cuando un ser querido por tí, realmente ha muerto, porque mi madre actual no es lo que ella era, pero físicamente, sigue ahí, viva, no hay forma de hacerle un duelo real. Y la situación puede alargarse tanto como la medicina actual decida, incluso podría mi madre vivir más años que mi padre o yo mismo, pero ya no es mi madre. ¿Cómo lidiamos con eso? Las preguntas, problemas, dolor y daño emocional permanente puede directamente ser indescriptible.
Sin querer hablar de mis emociones, porque como he dejado claro, no puedo o no sé, o no estoy preparado para ello, solo diré una cosa. A día de hoy todo ser humano que he conocido vivo, tiene una especie reflejo o algo brillante en sus ojos que hace que te dé la sensción de que está vivo. Mi madre está viva, se comporta como un ser humano normal y corriente, pero hace cinco años que no le veo ese brillo en sus ojos.