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[1] CUANDO LOS HIPÓCRITAS vienen a ti, dicen: “¡Damos fe de que tú eres en verdad el Enviado de Dios!” Pero Dios sabe que tú eres realmente Su Enviado; y Dios da fe de que los hipócritas ciertamente mienten [en su declaración de fe].
[2] Han hecho de sus juramentos una pantalla [para su falsedad], y apartan asĂ a otros del camino de Dios. Malo, en verdad, es lo que suelen hacer:
[3] esto, porque [declaran que] han llegado a creer, mientras que [interiormente] niegan la verdad –y por eso sus corazones han sido sellados, de forma que no pueden comprender [qué es verdadero y qué es falso].
[4] Y cuando les ves, su aspecto te agrada; y cuando hablan, prestas atención a sus palabras. [Pero aunque parezcan seguros de sà mismos,] como si fueran postes [firmemente] plantados, ellos piensan que todo grito va [dirigido] contra ellos. Esos son los [verdaderos] enemigos [de toda fe], tened pues cuidado con ellos. [Se merecen la imprecación:] “¡Que Dios los destruya!” ¡Que corrompidas están sus mentes! –
[5] pues, cuando se les dice: “Venid, el Enviado de Dios pedirá [a Dios] que seáis perdonados”, vuelven la cabeza, y les ves retirarse llenos de soberbia.
[6] Es igual que pidas perdĂłn por ellos o no: Dios no les perdonará –pues, ciertamente, Dios no guĂa a la gente perversa.
[7] Ellos son los que dicen [a sus paisanos ]: “No gastéis nada en los que están con el Enviado de Dios, para [obligarles a] que se vayan.” Sin embargo, a Dios pertenecen los tesoros de los cielos y la tierra: pero los hipócritas no pueden comprender esta verdad.
[8] [Y] dicen: “¡En verdad, cuando regresemos a la Ciudad, los más honorables expulsarán de ella a los más despreciables!” Sin embargo, el honor pertenece por entero a Dios, a Su Enviado y a los que creen [en Dios]: pero de ello los hipócritas no se dan cuenta.
[9] ¡OH VOSOTROS que habéis llegado a creer! No dejéis que vuestros bienes o vuestros hijos os distraigan del recuerdo de Dios: pues quien tal haga --¡esos, precisamente, son los perdedores!
[10] Y gastad en los demás de lo que os hemos dado como sustento, antes de que le llegue a uno de vosotros la muerte, y diga entonces: “¡Oh Sustentador mĂo! ¡Si tan sĂłlo me concedieras una breve prĂłrroga, darĂa limosna y serĂa de los justos!”
[11] Pero Dios no concede prórroga a ningún ser humano una vez vencido su plazo; y Dios es plenamente consciente de lo que hacéis.