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Capítulo Quinto
La dama del cucharón

Has vuelto al palacio justo cuando el sol está surgiendo del horizonte.  
Iki, cumpliendo su obligación, se acaba de levantar y corre
escaleras abajo.  Le sigues hasta el comedor, rodeado por el nuevo
silencio del palacio.  Incluso a esta hora un día normal traería al
menos los saludos de los sirvientes, unos a otros y las conversaciones
que se hacen indispensables para el trabajo.  El chico 
encuentra muchas caras sonrientes que quieren felicitarle por la
salvación de la condesa, pero nadie quiere hablar.  ¿Por qué ha
huido el emperador?  ¿Es cierto lo que cuentan del ejército?  ¿Y
cómo es que no ha muerto la vieja lechuza?  Además ya sospechan de
que el chico no puedes decirle nada, y ahora mismo, lo único que
quiere es su cuenco de avena y hablar con los de su mesa: Roy el 
calvo, que nunca lo ha sido salvo cuando se quemó el pelo ayudando
en la cocina, a los siete años; Ebw el pequeño, que sí que lo es
y bastante canijo además, que siempre hace reír a todos aunque su
trabajo de limpiar las chimeneas sea el menos envidiado de todos y
Plu, el mensajero, el único que se ha recorrido toda la ciudad y
que siempre trae una historia o un chiste.  Pero ninguno de estos
placeres le estará permitido a Iki este día.

A Meny, la dama del cucharón, según la llaman los esclavitos, le
sale una voz quebrada para darle la mala noticia.  --Iki,
gorrioncito, la vieja lechuza dice que tienes que estar en su
desayuno.  --Y toda la juventud de los sirvientes se queda quieta 
para oír la respuesta del chico que lo vio todo: lavanderas, 
doncellas, mensajeros, pinches, cocineros, barrenderos, arrieros,
pajes esperan que a Iki se le escape algo de cuando el su divina
majestad hirió de muerte a la condesa y como, un niño de su misma
clase, pudo salvarla.

Iki inclinó su cabeza hacia atrás. --Pero si le tocaba a Frek.

--Pues sí, y ya está allí, pero aún así, es lo que te ha mandado la
Señora.

--Vale, pero diles a todos que no tengan miedo, la vieja lechuza
no es como el bobo. --Si acaso “el bobo” se refería a persona
distinta del emperador, todos los presentes le están entendiendo 
mal. 

Dicho eso se dispone a salir volando escalera arriba, pero
Meny le sujeta por el hombro. --Eres un valiente, ¿lo sabes? Todos
estás asombrados de que salvaras a la condesa con el emperador
mirándote. ¿No tuviste miedo?

--No. --Iki miente, lo que pasa es que no quiere hablar de eso
ahora, ¿vale?, que si lo podía olvidar un poco más a lo mejor se
le iría la escena de las pesadillas.  Además que ya daba igual
porque... ¡ya daba igual, se había ido!

--Bueno, pues peí-na-te y ponte la túnica buena, ¿va-le?

--¡Sí, sí, sí! Tengo prisa.  --Le molesta que Meny le tenga que
recordar todo eso, primero porque tiene razón y segundo porque
muestra a todo el mundo que sigue siendo un chiquillo tonto y
despistado.