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Siempre tengo al Camino de Santiago en mi plan b) de cosas pendientes que hacer en vacaciones. Y estaba harto de ver en YT los típicos vídeos de qué equipo llevar, cuándo ir, reglas de los albergues, mejores rutas y un montón de cosas prácticas. Pero nunca me había salido nada remotamente espiritual. Así que dejé de confiar en el algoritmo y me puse a buscarlos yo.
Entre los resultados me salió el de un señor interesante que cubrió la distancia de Cracovia a Santiago de Compostela y, luego hizo el epílogo a Finisterre. Total, unos cuatro meses de nada, andando, acampando, quedándose en monasterios, iglesias y ya en Francia y en España albergues para peregrinos. La diferencia es que él sí lo hizo con intención religiosa profunda. Algo que puedo decir animado por mis dos años de seminario diocesano y otro más de postulante salesiano, que aunque no llegara a nada con algo me quedé.
Pray and go to the ends of the Earth
Después de dejaros eso, con la advertencia que a mi también me resultan difíciles algunas pocas de las cosas que cuenta, dejadme ahora tratar el tema de esta entrada.
Acababa de ver ese vídeo del bueno de Krzysztof cuando me pongo a reflexionar sobre la idea de la pobreza del peregrino. Se estimula al peregrino del Camino de Santiago a vivir esos días como un pobre, como una especie de práctica espiritual. Esto se supone que estimula la humildad, la comprensión y la amabilidad, y sirve para perder el miedo a muchas cosas que te puedan pasar. Pero a mí nunca se me ha escapado, si se me permite un apunte, que esta pobreza es elegida y que con eso dista un mundo de la pobreza polvorienta común y corriente. La pobreza es, en muchos sentidos, una imposibilidad de elegir, una restricción a la libertad y una situación de la que no se puede escapar, por lo regular, solo por las propias fuerzas.
Y siguiendo ese pensamiento que la pobreza de espíritu no es otra cosa que reconocerse que uno no tiene las capacidades para hacer el bien que a uno le gustaría. Las fealdades espirituales son más fáciles de esconder que las físicas, todas esas cobardías, envidias, egoísmos, perezas, iras y soberbias se pueden resguardar en el corazón con ayuda de miedos y mentiras. La pobreza espiritual no sería otra cosa que la humildad, esto es la perpetua voluntad de decirse la verdad a uno mismo, sin pecar tampoco de irse al extremo contrario, viéndose un monstruo irredimible y todas esas cosas.
Reza y camina hacia los confines del corazón.
~ Miguel de Luis Espinosa