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Mi primera computadora fue un Amstrad (Alan M. Sugar TRADing)

Antes que nada, un pequeño inciso. Quería expresar mi especial predilección por el término "computadora" porque es el que se usaba en mis años de infancia, porque suena más exacto y preciso que el que se impuso más tarde en España (i.e. ordenador) y porque aún se emplea en América Latina por mera influencia del término anglosajón computer. Ahora sí puedo comenzar con mi relato.

Corría el año 1988 cuando por fin mi hermano y yo íbamos a tener nuestra primera computadora después de presionar convenientemente a nuestros padres para que accedieran a la compra de esa máquina tan deseada. La excusa era la misma de todos los niños en aquella época: la necesitábamos para estudiar. Nada más lejos de la realidad, pero eso solo lo sabíamos nosotros.

Por aquel entonces no sabíamos lo que era un ordenador personal (Personal Computer) como el IBM PC, pero tampoco mis padres se lo habrían podido permitir. Aunque no teníamos muy claro cuál era el modelo que queríamos comprar, ya habíamos visto y soñado con algunas microcomputadoras con microprocesadores de 8 bits como, por ejemplo, los Amstrad CPC 464/6128, los Spectrum y los MSX (un estándar de computadora que fabricaron diversas marcas como, por ejemplo, Sony y Philips). La mayoría de ellos funcionaban con casetera, otros con disquetera de 3” y otros con cartuchera. Esa era la clase de computadoras que ya habíamos visto antes en la casa de algún amigo, el escaparate de alguna tienda o en los anuncios publicitarios de televisión o de prensa.

Fuimos a una tienda de electrodomésticos de Palma (Mallorca) llamada Radio Borne, uno de los pocos establecimientos en los que había suficiente oferta de hardware y de software como para hacer una buena elección. Nuestra intención era comprar una computadora con la que pudiéramos correr juegos como los que habíamos visto en los Amstrad CPC 464/6128 o en el MSX, pero al final nos decantamos “erróneamente” por el Amstrad PCW 8256 (Personal Computer Wordprocessor).

El Amstrad PCW 8256 venía con monitor monocromo verde con disquetera de 3” incluida, teclado QUERTY e impresora. Era un equipo perfectamente preparado para tareas de procesamiento de texto, una especie de máquina de escribir “supervitaminada”. Su precio fue de 79.000 pesetas (actualmente, 480 euros) y nuestro padre los pagó a tocateja porque nunca le ha gustado pagar las cosas a plazos. De hecho, en mi casa no se compraba nada si no se disponía del dinero necesario.

Al final, como dice el refrán, no hay mal que por bien no venga. El Amstrad PCW 8256 no tenía un gran catálogo de juegos y sus juegos costaban una media de 3.500 pesetas cada uno (21 euros al cambio actual). Además, era bastante difícil encontrar discos de 3” formateables, periféricos y programas de gestión para tareas cotidianas. Todas esas dificultades me llevaron a buscarme la vida por mis medios, y eso hizo que despertara en mi una cierta pasión por las computadoras y su funcionamiento interno.

Gracias a los artículos y listados que se publicaban en las revistas Amstrad Ocio y Amstrad Profesional (procedentes de la antigua Amstrad User) y a los manuales que venían con la computadora, aprendí a “programar” en Mallard Basic y me adentré en el sistema operativo CP/M. También cayó en mis manos el famoso libro de Rodnay Zaks Programación del Z80, con el que aprendí a programar algunas cosillas en ensamblador. No era lo más común entre los niños de 11 años, pero mi computadora no me permitía pasar las horas muertas jugando como en los Amstrad CPC.

En resumen, el Amstrad PCW 8256 no fue una computadora que tuviera demasiado éxito en España (al contrario que en el Reino Unido), pero a mí me inoculó el virus del cacharreo, de la curiosidad por saber qué hay más allá de lo que muestra la pantalla. Me acordé mucho de esos tiempos cuando descubrí GNU/Linux y el uso de la terminal. Las entrañas de la computadora eran algo maravilloso.

Memorándum

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