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Una vez en San Marcos, es invitado a cenar por el actual Presidente, el General Emilio Molina Vargas. El concepto de hospitalidad, tan presente en la obra homérica, es trasgredido en esta escena. Mellish, que es el invitado, trae un pastel para el Presidente a modo de detalle. La conversación es la que sigue:
-Oh señor Fielding!
-Excelencia…
-(Presentando a sus secuaces): Coronel Díaz…
-Mucho gusto.
-Señor Fielding, permítame decirme cuánto me complace tener a un intelectual norteamericano, alguien con quien puedo intercambiar ideas sobre política contemporánea y opiniones…
-Le he traído un pastelito.
-Muchas gracias. Es de crema…prefiero la nata.
-Lo pedí de nata pero no hay nata los martes.
-Señor Fielding, la cena está servida.
Después de la cena se produce una situación totalmente cómica que contradice toda ley de la hospitalidad: el invitado debe pagar la cuenta de la cena, eso sí, con una tarjeta de crédito del Banco de América (aludiendo al financiamiento de Estados Unidos en las dictaduras sudamericanas).
Para mostrar el contrapunto a esta situación tan paródica, nos apoyamos en la hospitalidad solemne que ofrecen los Feáceos, anfitriones de Odiseo. No solo hacen gala de su hospitalidad al ofrecerle alimentos y cobijo a Odiseo si no que además, después de saber quien es, lo cargan de tesoros y lo acompañan hasta las playas de Ítaca con sus naves.
En la secuencia siguiente, la jugarreta del intento de asesinato de Mellish por parte del dictador y sus secuaces ejemplifica las argucias políticas del régimen. Pretenden asesinar a Mellish y culpar a los rebeldes para que Estados Unidos les ayude a derrocar la causa rebelde y ejercer así el poder.
Aquí distinguimos el ejercicio de la argucia política. En la Odisea también se nos presenta una situación de este tipo cuando los pretendientes intentan asesinar a Telémaco, preparándole una emboscada. Sin embargo, en ninguno de los casos, la argucia estratégica es llevada a término. Cuando los rebeldes salvan a Mellish, le dicen:
-Expósito quiere verle.
-Expósito intentó matarme.
-No, fue Vargas quien intentó matarle pero con uniformes como los nuestros y así los Estados Unidos culparían a Exposito. ¡Vamos, vamos!