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Singing in the rain (1952) Stanley Donen y Gene Kelly. Exercici de crítica cinematogràfica (La Casa del Cine, 2010-2011).
Singing in the rain es un musical que homenajea el género compilando, en un solo filme, dieciséis canciones la mayoría de las cuales están compuestas por Nacio Herb Brown y escritas por Arthur Freed, el productor de la película. La famosa canción que da título a la película ya fue compuesta para The Hollywood Revue of 1929 y posteriormente interpretada por varios artistas.
A excepción de Make’em laugh y Moses, las canciones provienen de musicales de los años treinta. Sin embargo, Make’em laugh es un reconocido plagio del Be a clown de Cole Porter, canción que aparece por vez primera en pantalla en The Pirate de 1948. Es evidente el grado de rigurosidad y precisión coreográfica por parte de los actores y circulan las mil y una anécdotas sobre la dificultad de su realización y el sufrimiento de los actores debido a un esfuerzo físico titánico.
Singing in the rain es música, color, baile y comedia pero es también parte de la historia del cine: el atropellado paso del mudo al sonoro. A modo de comedia se nos presentan los primeros pasos del cine sonoro, sus dificultades y sus inesperados efectos secundarios como el hecho que fueran contratados profesores de dicción o que estrellas del mudo, como le acontece al personaje de Lina Lamont, vieran sus carreras cinematográficas truncadas a causa de su voz o su acento.
John Gilbert, gran galán del cine mudo, sufrió tales consecuencias con la llegada del sonoro. Pero si hay algo de lo que está impregnada la película desde la primera escena hasta la última es de engaños y apariencias, dejando patente la propia esencia del cine, esa maravillosa fábrica de sueños tricotados con mentiras e ilusiones.
Ya en la primera escena, se nos presenta a una pareja de protagonistas sumidos en el engaño. Don Lockwood (Gene Kelly) y Lina Lamont (Jean Hagen) son dos actores de moda que simulan un romance para dar bombo a su carrera. Cuando la reportera le pregunta a Don a cerca de la gestación de su romance, en su lugar, Don explica su relación con su amigo de la infancia, Cosmo Brown (Donald O’Connor).
Sin embargo, aquello que va narrando es desmentido por las imágenes. Dice haberse criado en las mejores escuelas y actuado en las mejores sales, cuando en realidad, las imágenes nos muestran a los dos amigos naufragando en el mundo del espectáculo. Y mientras apela a su lema, la dignidad, las imágenes nos desvelan todo lo contrario. La gira que vende como refinada no es más que un espectáculo de vodevil que nos introduce el primer número musical, Fit as a Fiddle (and ready for love), una conocida canción de 1932 cuya letra está escrita por Arthur Freed, Al Goodhart y Al Hoffman.
El siguiente engaño acontece cuando Don, atacado por las fans, se inmiscuye en el coche de Kathy Selden (Debbie Reynols). La seducción se basa en el engaño: ella finge no conocerle y él finge ser un gran actor y galán para seducirla.
Poco después, otra mentira: ella, actriz de segunda fila, se hace pasar por una actriz de teatro que quiere triunfar en Broadway y arremete contra la industria cinematográfica a favor del teatro, alegando que los actores de cine no son más que sombras mudas, que no son de carne y hueso, que ni siquiera hablan ni actúan.
Sin embargo, en la escena siguiente, Don descubre que, en realidad, Kathy es también una actriz de vodevil cuando sale del pastel en la fiesta que el productor ofrece en su casa. La guinda de la escena es puesta con un clásico tartazo al puro estilo del slapstick primitivo.
Seguidamente, Don y Cosmo se encuentran en uno de los platós del estudio, donde se nos muestran los trucos y decorados de los rodajes, esa arquitectura de los sueños que evidencia Cosmo en su número Make’em laugh. En la siguiente escena, de nuevo otro engaño: Don y Lina ruedan una escena de amor muda.
Don descubre que Kathy ha perdido su trabajo por culpa de Lina. Mientras los actores muestran su amor a través del gesto y nos deleitan con una perfecta declaración de amor, se desacreditan con las palabras. Acto seguido, otra declaración de amor ficticia, llevada a la perfección en uno de los platós del estudio donde Don lleva a Kathy.
Él le dice que es el escenario perfecto, ella contesta que es un escenario vacío y entonces él, actuando como un mago, crea una atmósfera ideal a través de un atardecer de focos, un humo que simula niebla de las montañas, unas luces de los colores un jardín, la brisa de un ventilador, una escalera que emula un balcón y otros focos a modo de estrellas y luz de luna. You were meant for me, le canta Don a Kathy debajo de la escalera como un Romeo a su Julieta.
En una escena posterior, el público es desengañado. En el preestreno de la película, descubren que el sonido no está sincronizado y que la protagonista tiene errores de dicción, entre otros errores. Lo que tenía que ser una película de amor, seria, conmovedora, acaba siendo una comedia barata y estúpida que el público rechaza con vehemencia. Deciden, pues, convertir la película en un musical y, ante la imposibilidad de Lina de cantar, Kathy doblará su voz. Al final de la película, con una significativa subida de telón, se desvela ante el público que es Kathy quien canta y no Lina.
La gracia de todo es que, en realidad, era Jean Hagen (Lina) quien cantaba la canción y no Kathy, con lo que el engaño riza el rizo desde el principio hasta el final de la película.