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Baudolino. Umberto Eco (2000) DeBolsillo.
Pg. 449 Por lo demás, tenía solo una pierna, pero era la única. No es que fuera cojo, porque esa pierna se pegaba naturalmente al cuerpo como si no hubiera habido nunca lugar para la otra, y con el único pie de es única pierna el ser corría con mucha desenvoltura (…) La rapidez con la que se movía era tal que no se conseguía discernir un movimiento del otro, como sucede con los caballos, que nunca nadie ha podido decir si hay un momento en el que los cuatro cascos se levantan del suelo o si apoyan al menos dos. Cuando el ser se paró delante de ellos, vieron que su único pie tenía un tamaño por lo menos doble al de un pie humano, pero bien formado, con uñas cuadradas y cinco dedos que parecían todos dedos gordos, toscos y robustos.
Luego aparece una blemia:
Pg. 443 La criatura, con los hombros anchísimos y, por consiguiente, muy achaparrado, peor con la cintura fina, tenía dos piernas cortas y pelosas y no tenía cabeza, ni, por lo tanto, cuello. En el pecho, donde los hombres tienen los pezones, se abrían dos ojos rasgados, vivacísimos; debajo de una ligera hinchazón con dos fosas nasales, se abría una especie de agujero circular, pero muy dúctil, de manera que cuando se puso a hablar adoptaba formas distintas, según los sonidos que emitía.
Pg. 444 Ellos como nosotros es siervos del Presbyter, y como ellos los poncios, los pigmeos, los gigantes, los panocios, los sinlengua, los nubios, los eunucos y los sátiros-que-no-se-ve-jamás. Todos buen cristiano y siervo fiel del Diácono y del Presbyter.
Cuando el Poeta interroga a Gavagai sobre su aspecto y el de los blemias, Gavagai no hace distinciones físicas y dice que todos son iguales. Los otros insisten en que las diferencias son obvias y el ser insiste. El poeta se desespera con él.
Pg. 446 Boron dijo: “Cortemos por lo sano. Este esciápodo no sabe ver la diferencia entre él y un blemia, no más que nosotros si consideramos la diferencia entre el Porcelli y Baudolino. Si reparáis en ello, es algo que pasa cuando nos encontramos con extranjeros. Entre dos moros, ¿vosotros sabéis ver la diferencia?. Sí-dijo Baudolino-, pero un blemia y un esciápodo no son como nosotros y los moros, que los vemos cuando vamos a donde viven. Ellos viven todos en la misma provincia, y Gavagai distingue entre blemia y blemia, si dice que el que acabamos de ver es amigo suyo mientras los demás no lo son. Escucha bien, Gavagai, has dicho que en la provincia viven panocios. Yo sé qué son los panocios, son gente casi como nosotros, salvo que tienen dos orejas tan enormes que les descienden hasta las rodillas, y cuando hace frío se las enrollan en torno al cuerpo como si fueran una capa. ¿Son así los panocios? Sí, como nosotros. También yo tiene orejas. Pero no hasta las rodillas, ¡por Dios!. También tú tiene orejas mucho mayores que las de tu amigo cerca. Pero no como los panocios, ¡por los clavos de Cristo!. Cada uno tiene orejas que su madre le ha hecho a él.
Gavagai les instruye sobre las creencias de cada grupo que convive bajo la tutela del Diácono. Tienen diferencias a cerca de la naturaleza divina de Jesús, sobre la inmaculada concepción, etc., pero se respetan entre ellos bajo el paraguas de la fe y autoridad del Presbyter y de su Diácono.
Pg. 447 Amigos –dijo Baudolino, dirigiéndose a sus compañeros-. Me parece evidente que las distintas razas que existen en esta provincia no dan impoertancia alguna a sus diferncias de cuerpo, de color, de forma, como hacemos nosotros, que incluso al ver a un enano lo juzgamos un error de la naturaleza. Y, en cambio, como por otra parte muchos de nuestros sabios, les dan mucha importancia a las diferencias de ideas sobra la naturaleza de Cristo, o sobre la Santísima Trinidad. Es su manera de pensar.
Encuentran a los seres sin lengua.
Pg.448 …seres con facciones casi humanas, que saludaban con las manos pero emitían solo aullidos (…). Por lo demás son como nosotros, ¿verdad?-lo aguijoneaba el Poeta. Es como nosotros cuando nosotros está callados.
Gavagai los conduce hacia el mercado donde no hay objetos metálicos y todas las razas se mezclan en el intercambio de enseres y alimentos.
Pg. 451 Divisaron lo que debían ser sin duda los pigmeos, de piel muy oscura, con un taparrabos de paja y ese arco en bandolera con el cual, como quería su naturaleza, estaban perennemente en guerra con las grullas (…) He ahí los poncios y, aunque habían leído sobre ellos, nuestros amigos no dejaban de examinar con ojo curioso a aquellos seres con las piernas rectas sin articulaciones en las rodillas, que caminaban de manera rígida, apoyando en el suelo sus cascos equinos. Pero lo que más les hacía destacar era, para los hombres, el falo que les colgaba del pecho y, para las mujeres, en la misma posición, la vagina, que sin embargo no se veía porque la cubrían con un chal anudado detrás de la espalda (…) Al final, vieron descollar a los gigantes, que además eran monóculos.
Pg 454 Pero has notado que los gigantes tienen un solo ojo?. También yo. Vea, yo cierra este ojo y queda solo el otro. Sujetadme, que si no, lo mato –decía el Poeta con la cara roja.
Pg. 455 Nubios es gente muy rara. Tú sabe, ellos circunceliones. Buenos guerreros solo porque desea martirio. No hay guerra y él quiere martirio enseguida. Nubio es como niños, quiere enseguida lo que gusta a él.
El eunuco Práxeas los recibe en el palacio del Diácono del Preste Juan. Los presentan y resulta ser un joven plagado de lepra que no ha conocido otra cosa que las órdenes de los eunucos y que dice que el reino del Preste no existe y que todo es invención de los eunucos para controlar todo. Baudolino le cuenta historia e incluso exagera para darle placer. Está muy enfermo y al final, muere ante Baudolino. De mientras, los hunos blancos, atacan la ciudad y se disponen a batallar. Organizan a los “monstruos”.