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2023-07-21
Lo de tener un blog desde hace tantos años es, a veces, muy interesante: a veces te permite ver, por ejemplo, cómo el tiempo ha cambiado tu forma de ver las cosas.
Hace casi veinte años, un yo más joven escribía por aquí mis dudas sobre si debía votar o no[1].
Me consta que la opinión del yo de hace veinte años estaba muy meditada, y no era un capricho decidido a la ligera. pero, para bien o para mal, ha pasado el tiempo y, aunque mis ideas políticas no ha variado mucho, mi opinión en el sentido más pragmático sí que ha cambiado.
Así que aquí va mi (tardío) mensaje a mi yo más joven (y más guapo, con más pelo y más delgado):
En las democracias representativas, el trabajo de los partidos políticos es, básicamente, obtener votos para construir mayorías con las que formar gobiernos.
El trabajo de los gobiernos así formados (y, en puridad, también el de los representantes en la oposición) es aprobar leyes; leyes que, previsiblemente, irán orientadas en la dirección que marquen la ideología, el programa, la tradición política y la capacidad negociadora de los partidos que hayan contribuido a ellas.
Naturalmente, un gobierno no podrá aprobar todas las leyes que le gustaría. Estará condicionado por los pactos que pueda formar, claro está; pero también por otros condicionantes sociales, como la opinión pública o los poderes económicos, militares o ideológicos. Un gobierno podría considerar deseables cosas como, por ejemplo, la privatización de los recursos del estado o la nacionalización del sistema productivo, pero, normalmente, no podrá alcanzar esos objetivos directamente, y tendrá que conformarse con cambios menores que le aproximen a su ideal.
Pero, en cualquier caso, la herramienta que tienen los gobiernos para alcanzar sus objetivos son las leyes.
Estas leyes articulan cosas como los impuestos, servicios sanitarios y de asistencia, defensa, cuidados, educación, relaciones laborales, urbanismo y obras públicas, códigos civil y penal y, a través de todo esto, todas las relaciones sociales y económicas de la sociedad.
En definitiva, son las leyes las que definen una nación.
En resumen: en una democracia representativa votamos a partidos para que hagan leyes.
El único efecto que tiene el voto es el de dar al votante cierto (poco) poder de decisión sobre qué grupo formará gobierno y, por tanto, que tipo de leyes se aprobarán. Individualmente, el efecto del voto es prácticamente nulo; colectivamente, es la herramienta de acción política más poderosa disponible en las democracias representativas.
Votes o no votes, habrá un gobierno. Y ese gobierno hará leyes acordes con su propio enfoque político. EL voto es, en última instancia, la forma de influir sobre qué leyes se van a aprobar.
No votar no combate el sistema: si no votas, el sistema simplemente te ignora.
No votar no manda un mensaje político: si no votas, lo único que muestras es que confías plenamente en el criterio de tus conciudadanos.
[1] mis dudas sobre si debía votar o no