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Este mes y después de mucho papeleo por fin hemos conseguido instalar paneles solares en casa. Es algo que nos ha hecho especial ilusión porque además de la satisfacción que nos produce el poder poner un minúsculo granito de arena en ser algo más sostenibles es algo que con los ahorros que nos va a suponer no solamente se va a amortizar en poco tiempo sino que directamente va a ser muy rentable.
Y aquí es donde, una vez recibida nuestra primera factura tras la instalación de las placas, me he puesto a pensar. Aunque la comparativa no es relevante al 100% porque el uso de la calefacción (eléctrica) no ha sido igual en ambos meses la diferencia ha sido espectacular y eso teniendo en cuenta que refleja únicamente el ahorro por haber dejado de consumir energía y todavía no está compensando los excedentes que hemos vertido a la red. Estamos hablando de una factura que ha sido prácticamente seis veces inferior a la del mes anterior y que nos libera de un gasto recurrente que podremos dedicar a otras cosas o directamente al ahorro. Es algo que me recuerda poderosamente a la teoría de las botas de Terry Pratchett. Paradójicamente se puede permitir ahorrar más y mejor quien más tiene. Un privilegio que se retroalimenta y perpetúa. Y que crea sinergias con otros privilegios. Si te puedes permitir un vehículo eléctrico tienes combustible prácticamente gratis para la mayoría de tus trayectos.
Poder poner placas solares es extremadamente rentable y supone unos ahorros tremendos cada mes, pero exige una inversión inicial que no va a ser fácil para quien más lo necesite. Es cierto que hay ayudas que financian buena parte del coste, pero también tienen lista de espera y la inversión inicial sigue siendo tuya. Para mucha gente esperar un periodo indeterminado de tiempo que puede llegar a medirse en años para cobrar una subvención no es un escenario realista.
Por sostenibilidad, por soberanía energética y por la liberación parcial que supone del yugo mensual de la factura de la luz esto debería ser accesible para todo el mundo y no sólo para los que hemos tenido la suerte de estar razonablemente acomodados.
Antes dije que este privilegio se realimenta. Pero es todavía peor. Incluso se refuerza en determinadas situaciones negativas para el bien común. Una subida en la tarifa regulada de la luz no sólo supone un beneficio indirecto al aumentar tu ahorro por autoconsumo sino que además supone un beneficio directo porque normalmente la subida de tarifas lleva asociada también una subida en el precio al que te van a pagar los excedentes que inyectes. Una vez más, beneficiamos al que menos lo necesita y castigamos al resto.
No sé muy bien qué pretendía decir con todo esto. Supongo que se podría resumir en que a pesar de estar muy contento con nuestra nueva autosuficiencia energética (aunque sea parcial) no puedo evitar sentir una ligera culpabilidad en el fondo...
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