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Stezan Zweig se suicidió el 22 de febrero de 1942 pensando que la barbarie iba a triunfar en el mundo. Dejó, como legado, además de múltiples poemas y obras, «El mundo de ayer», donde repasa el mundo anterior a la primera guerra mundial y sus sueños de un mundo cosmopolita, ilustrado y pacífico.
No pudieron ser esos sueños, pero tampoco se hicieron realidad las pesadillas que, finalmente, doblegaran la voluntad del autor hasta preferir su propia muerte a contemplar lo que había de venir.
Meses, solo meses después la esperanza ante la derrota del nazismo sería obvia, en 1943 ya sería obvio quién tenía problemas, en 1944 ya solo era cuestión de tiempo. Stefan solo hubiera tenido que esperar, no para el triunfo perfecto del mundo que él amaba, pero sí para una nueva construcción de la civilización, con sus fallos, pecados y lo que se quiera, pero cierta clase de civilización, por lo menos.
Sin llegar a elementos tan trágicos, propongo no perder la esperanza ante los problemas del mundo de hoy (o de Internet). Son vencibles y, si no puedes verlo hoy, piensa que quizás mañana todo se vea más claro.
Me pregunto qué nos hemos perdido de Stefan Zweig, qué de todos los que en algún momento han perdido su esperanza. Aunque no hayan llegado a extremos tan dolorosos, aunque solamente hayan dejado de crear, cuánto se habrá perdido por dejarse arrastrar por el «no puedo vencerlos». Bueno, pues aún así, aún en la oscuridad o, precisamente por ella, tanto más es valiosa la luz, por pequeña que ésta sea. Si uno puede prevenir la enfermedad, esto es lo mejor, pero si no es posible, habrá que intentar curarla, y si tampoco eso al menos tratarla, aliviar sus efectos, procurar que no se extiende. Siempre hay algo hermoso que se pueda hacer, y lo hermoso ha de valer incluso más cuando está rodeado de tristeza.
«Stefan Zweig pone fin a sus días»
~ Autor Miguel de Luis Espinosa