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AMALGAMADOS

► MI NOMBRE ES TIEMPO

— Mi nombre es Tiempo y vengo a ponerte en tu sitio.— En los ojos de su víctima pudo leerse el miedo.

-Capítulo 1-

El tiempo pone a cada uno en su sitio

La sociedad es como un animal herido. Como cualquier animal perseguido, se vuelve agresivo, impredecible y peligroso. Como todos los animales, tienen sentimientos, odian y aman, mienten, discuten y maltratan.

Tiempo es sociópata, odia la sociedad y lo que representa, no se las apaña y no se lleva bien con la gente. Cuando hace su trabajo siente un placer indescriptible. Cree estar haciendo un bien a esa sociedad que tanto odia y cree sinceramente que su misión en la vida es "hacer limpieza", diezmar, purgar a ese monstruo formado por seres odiosos.

Tenía a su victima delante y la miraba a esos ojos inundados en miedo. Tiempo sabe matar de 12 formas diferentes y tiene dudas del método que usará hoy.

No tuvo que pensarlo demasiado, eligió "la silla turca". Se sentó encima y dando un golpe rápido y fuerte con la palma de la mano entre el labio superior y la nariz, desplazó el conjunto de huesos del cráneo hasta el hueco situado en el esfenoides, donde está la hipófisis o pituitaria, ahora destrozada, que regula el sistema endocrino, y está alojada en un hueso llamado "silla turca" por su forma. Tardó poco en morir.

Tiempo sacó de su bolsillo el dispositivo, apretó el botón y un click anunció que lo había activado. Al cabo de unos segundos sonó el pitido que indicaba que ya estaba listo para su uso. Le bajó el labio inferior y le marcó a fuego el interior, un reloj ovalado. Así firmaba sus víctimas.

Ya en casa pidió hora para tatuarse: un reloj en su torso, un reloj por cada víctima, porque el tiempo nos pone a todos en nuestro sitio.

-Capítulo 2-

Palacios

Ángel se despertó a las nueve de la mañana. Tenía unos días libres y se permitió el lujo de despertarse más tarde.

Era un día especial, hoy vería a Ruth, su sobrinita de cinco años a la que tanto amaba. Ruth es una niña muy despierta e inteligente y eso la hace parecer más mayor. Después de tres años de tratamientos de fertilidad que no funcionaron y de otras técnicas de embarazo su hermana y su cuñado se dieron por vencidos. Ocho meses después nacía de forma natural Ruth; quizá por eso Ángel la quería tanto, fue una niña milagro, para sus padres, pero sobre todo para él.

Debido a su trabajo la veía menos de lo que a él le hubiera gustado, pero siempre que la veía le llevaba algún regalo.

— La vas a malcriar— le decía su hermana, pero era inevitable. Hacía más de seis meses que no la veía y se iba a permitir un par de días para pasarlos con ella.

Se fue con Ruth a su lugar favorito, Woody's, el típico local americano de helados y bebidas azucaradas. A Ángel no le gustaba como los "yankies" estaban introduciendo su cultura por todo el mundo, pero a Ruth le gustaba mucho el batido de fresa con caramelo que vendían allí y a ella no podía negarle nada; quizá su hermana tenía razón y la estaba malcriando.

Mientras Ruth se bebía su batido y Ángel su refresco, jugaban al juego favorito de Ruth, Palacios. Era un juego en el que Ruth inventaba una historia sobre príncipes, princesas y dragones, que Ángel tenía que ir descubriendo. Era como un juego de rol y Ángel se sorprendía de como Ruth era capaz, a su corta edad, de inventar esas historias fantásticas pero con toda coherencia y detalle, y de cómo era capaz de acordarse de todo; a veces el juego podía llegar a durar todo el día.

— No puedes abrir la puerta, tito, no cogiste la llave que había en el lago, ¿te acuerdas de aquel resplandor en la orilla?

— Oh, vaya.

— Ya no puedes volver atrás— dijo Ruth con cara de maldad y media sonrisita. "Menuda lianta estás hecha" pensó Ángel mientras la miraba en silencio. "Sigue así, serás una mujer espabilada e independiente". A Ángel se le caía la baba con Ruth.

Cuando acabaron salieron dirección al parque. A pocos metros se cruzó con Adela, una amiga de su hermana y de Ruth, que lo saludó efusivamente.

— Hola Ángel, cuanto tiempo sin verte por aquí. Hola Ruth, que guapa vas hoy.

— Hola Adela, si, hacía tiempo que no me pasaba a ver a Ruth, ¿que tal va todo?

— Bien, ya sabes, el trabajo, la casa, la ONG...

— Si, siempre faltan horas al final del día.

— Si, cierto. Bueno, tengo que irme, a ver si nos vemos y nos tomamos un café— dio dos torpes besos a Ángel— Adiós Ruth.

— Adiós— caminaron unos metros en silencio.

— Tito, Adela siempre va con prisas— dijo Ruth, y añadió— y tu siempre te pones nervioso y tonto.

-Capítulo 3-

Acoso

Esa tarde, la última que pasó con Ruth, Ángel se dirigía a la estación de tren para regresar a la ciudad cuando se encontró con Adela.

— Hola Ángel.

— Hola Adela, ya me voy a la estación— la vio más nerviosa de lo normal.

— ¿Ya te vas? Bueno, a ver si no tardas tanto en dejarte ver— Ángel se quedó pensativo.

— ¿Sabes qué? tengo tiempo, ¿que te parece hacer ese café que propusiste ayer?

— Eh... bueno, mmm, vale, va.

Se fueron a la cafetería de la estación. Ángel vio que Adela estaba nerviosa y su mirada era huidiza.

— ¿Estás bien? te veo preocupada.

— Si estoy bien, bueno, con los problemillas que todos tenemos, ya sabes, pero bien... Bueno, a quien quiero engañar, me conoces desde hace tiempo.

— Bueno, pues si no es muy personal y me lo quieres contar, igual puedo ayudarte.

— Es una tontería. Álex, mi ex, que me está jodiendo a base de bien. No se hace a la idea de que ya lo nuestro terminó, y a pesar de que ya hace casi dos meses que lo dejamos, no quiere darse por enterado.

— Entiendo.

— Al principio no fue mal, él se mostró comprensivo y con esperanza en que pudiera arreglarse, pero cuando vio que la cosa iba en serio, empezó a acosarme por teléfono primero, luego en persona, vigilándome en todo momento.

— Que cabrón.

— Si... cuando salgo del trabajo ahí está con el coche, sin hacer ni decir nada, cuando salgo con los amigos me lo encuentro en el mismo local, me encuentro las flores del jardín de la entrada a casa machacadas y bla, bla, bla.

— ¿Has puesto alguna denuncia?

—Si, pero dicen que no pueden hacer nada porque todo es circunstancial, y lo de las flores, no hay pruebas de que fuera él.

— Entiendo, si, es lo de siempre. Bueno, mira, no se si sabes que tengo un amigo Inspector de policía, hablaré con él.

— ¿De verdad harías eso?

— Claro mujer, no es problema.

— Te lo agradezco muchísimo, no sabes lo asustada que empiezo a estar. Álex es un cabrón violento, menos mal que me di cuenta a tiempo.

— Dalo por hecho, te avisaré cuando sepa algo, dame tu teléfono.

— Si, apunta: 1696 235 913

— Vale, te hago una perdida y así ya tienes mi número.

— Gracias de nuevo Ángel.

Se despidieron con dos tímidos besos. Ya en el tren, Ángel estaba absorto. El traqueteo y las vistas pasando a toda velocidad ejercían un efecto tranquilizante en él. Se puso a pensar en Adela. Era una chica muy atractiva y a Ángel le gustaba mucho, aunque ocultaba sus sentimientos. Estaba seguro de que ella sentía algo por él. Era una chica muy sociable y parlanchina pero con él se mostraba siempre torpe y huidiza, ¡hasta la pequeña Ruth se dio cuenta!

Sumido en sus pensamientos no se dio cuenta de que ya había vuelto a la asquerosa y degradada ciudad que tanto odiaba y amaba a la vez.

-Capítulo 4-

Un encargo

Sonó el teléfono y al quinto tono lo cogió.

— No, lo siento, se equivoca de número, ese hombre ya no vive aquí.

Colgó su aparato, un Tracker CCM con detección de llamada, geolocalización por satélite y anonimizador. Se hizo con él hace años a través de un contacto corrupto del ejército.

Tiempo utilizaba un sistema metódico para contactar con sus nuevos clientes. Solo hablaba por teléfono con ellos dos veces, una para concretar la primera cita y otra para avisarles del fin del servicio y emplazarse para la segunda y última cita. En su sistema telefónico informatizado quedó registrado el número del cliente y toda su información que el propio sistema recuperaba de la base de datos del sistema de espionaje Sitel del Estado Español.

Si quien había llamado no se tragaba la excusa y volvía a llamar, desechaba el cliente automáticamente, era muy paranoico y sospechaba enseguida de la policía o afines.

Estudió la información y solo cuando estuvo seguro de que era "civil" aceptó al cliente y lo llamó desde su dispositivo con total anonimato.

— Soy Tiempo, te veré mañana a las 14h en el parque abandonado de la antigua fábrica de cristal. 142 del Paseo de San Juan, en el barrio del Taralar. Ve solo— colgó.

Como siempre hacía, antes de acudir a su cita escuchaba la banda de radio de la policía mediante un escáner modificado para poder descifrar la señal. Su posición como investigador privado de prestigio le daba ciertas concesiones.

Llegó tres horas antes y se aposentó en la cuarta planta de la ruinosa fábrica desde donde la vista era excelente. No quería caer en ninguna trampa, ya sabes que Tiempo es muy paranoico.

Ya era la hora pactada cuando apareció un chaval joven. Esperó sin quitarle ojo de encima hasta que a las 15:15h el chaval, cansado de esperar, se levantó del banco donde estaba sentado y se marchó. Tiempo no vio nada raro, ningún movimiento extraño, nadie cerca de la zona, así que bajó por un gran hueco que se utilizaba en su tiempo para subir y bajar el material, y se deslizó mediante una cadena con un sistema de poleas. A unos metros paró al chaval y lo introdujo en la antigua zona de carga y descarga, resguardados de miradas indiscretas.

— Tu debes ser Tiempo, pues no eres muy puntual— Tiempo puso su maletín encima del muro de carga y lo abrió.

— Dame tu móvil y todo cacharro electrónico que lleves encima.

— Toma el móvil y el "reloj"— esta última palabra la dijo con cierto tono burlón.

Miguel se fijó en el maletín, era metálico y muy grueso. Dentro llevaba una especie de pistola lectora. Tiempo la cogió y rastreó con ella el cuerpo de Miguel buscando campos electromagnéticos generados por cualquier aparato electrónico oculto; no encontró nada. Para más seguridad, el maletín llevaba incorporado un sistema inhibidor de señal.

— Bien, ahora dame los datos que necesito.

— Ese tío es un cabrón, nos tiene esclavizados y abusa de los trabajadores, sobre todo con las tías con las que...

— Ssshhhh, para un momento. Me importan una mierda tus compañeros de curro, ¿sabes?. Lo siento, no hago de niñero.

— ¡Vamos, no me jodas!, pensaba que eras un puto sicario, ¿acaso te da miedo?— a Tiempo nadie le había hablado así. Su corpulencia, su frialdad y a lo que se dedicaba era suficiente para infundir temor y respeto, y este pringao le vacilaba— Tengo dinero si es lo que te preocupa, hemos recogido casi dos mil Euros.

— Pfff, eso no me llega ni para pipas— La actitud de Miguel le provocó simpatía— Dime nombre y apellidos, edad aproximada y fisionomía, y si tienes una foto mejor, pero escúchame: no te prometo que me vaya a encargar del tema, mi nivel está muy por encima de estas mierdas, a ver si aprendéis a solucionar vuestros propios problemas, niñatos.

Miguel lo describió pero no pudo darle la foto porque la tenía en el móvil, "putos niñatos, no son nadie sin una mierda de móvil" había pensado Tiempo, y en ese momento odió aún más a Miguel. Finalizó la cita y se separaron.

— ¡Eh!, mi móvil y mi reloj.

— Ya te los haré llegar.

— ¿Pero que coño...— Tiempo se giró y la mirada que le echó lo petrificó— vale, está bien.

Tiempo se marchó en una potente moto de alquiler a la que previamente había falsificado la matrícula; era un experto falsificador de todo tipo de documentación.

Paró en la costa cerca del puerto y se dirigió al solitario espigón. Cuando se hubo asegurado de que no había nadie se quitó la careta de silicona y la peluca. Nunca iba a ninguna cita a cara descubierta, otra de las medidas que tomaba en su trabajo, Tiempo es muy paranoico.

Devolvió la motocicleta a la tienda de alquiler y firmó la documentación de entrega con su documentación falsificada. El móvil y el reloj de Miguel se lo envió anónimamente por mensajería al día siguiente.

-Capítulo 5-

Favores entre colegas.

Buscó información sobre el tipo que tenía entre manos, pero no encontró nada interesante, y era raro porque parecía que quería mantenerse oculto, normalmente no costaba tanto encontrar algo, así que fue a ver a su amigo de la infancia, Antonio Alsina, Tony para los amigos, así, con y griega, que le daba un toque duro, según decía. Tony era Inspector de la policía nacional.

— Hola Sr. Inspector— dijo Ángel remarcando la frase.

— Arratsalde on Sr. Investigador privado, ¿que le trae a usted por mi comisaria?— dijo Tony con sorna. Ángel era de origen euskera y siempre lo saludaba en su idioma.

Eran buenos amigos desde los seis años. Ángel se mudó de colegio y al llegar al nuevo no fue muy bien recibido, los demás niños se metían con él. Tony fue el único que no lo hizo y se hicieron buenos amigos. Hoy él es investigador privado y Tony Inspector de la policía nacional.

— Necesito un favor.

— Ya decía yo que no venías a verme a mi.

— ¡Pero si llevo una foto tuya en mi cartera!, jajaja. No, en serio, mira, tengo un nuevo caso pero no encuentro información por ningún lado. Ahí tienes lo poco que tengo— le dejó encima de la mesa una carpeta con la escasa información.

— Estos trabajitos tienen que acabar, el comisario tiene la mosca detrás de la oreja, demasiadas entradas personales a la base de datos sin haber caso abierto.

— Lo se, esta es la última, de verdad, además, me debes una, ¿o ya no recuerdas el caso Arrabal?

— Si, no hace falta que me lo recuerdes. A ver lo que tienes; vaya, tiene que ser un pez gordo para que el gran Ángel Eranguren no encuentre nada. Veré que puedo hacer.

— Gracias Tony, la verdad es que es importante. Me das el toque cuando sepas algo, ¿ok?.

— Vaaaaale, y a ver si un día quedamos para algo que no sea trabajo, podría estar bien y todo.

— Si, es verdad. Bueno, nos vemos. Agur.

Ángel llamó a Adela para preocuparse por ella y para decirle que ya había hablado con Tony. Le gustaba hablar con Adela aunque le costara horrores debido a su timidez con las mujeres.

Estuvieron hablando más de una hora, era muy diferente para ambos hablar por teléfono que hacerlo en persona, por lo que el ambiente era más relajado y todo fluía sin esfuerzo. Cuando colgaron Ángel se quedó con esa conocida sensación de vacío y soledad con aroma a esperanza. Al cabo de unos minutos continuó con sus quehaceres.

-Capítulo 6-

Pederastas

Esta sociedad está llena de depredadores. Tiempo la llamaba Suciedad, y como tal había que limpiarla y nadie mejor que él para hacerlo.

La vileza humana llegaba a extremos atroces y eso Tiempo no podía tolerarlo; quería eliminar a todo parásito humano, debía desaparecer de la faz de la Tierra todo aquel que no fuera útil para la sociedad y borrar de un plumazo a todos aquellos que abusan, traicionan, violan o machacan; egoístas, incultos por voluntad, mentirosos, liantes o falsos. La lista era larga.

Estando en el lavabo de una cafetería escuchó una conversación.

— Lo tengo todo bien montado, jamás nos pillarán. No hombre, tranquilo... usaremos la red Tor que nos ofrece anonimato. Mira si no quieres pues tú mismo, para mí todos los críos, me lo voy a pasar muuuuy bien con ellos.

A Tiempo le saltaron las alarmas, ¿un pederasta?. Si había algo que odiaba profundamente era a los pederastas. Hace algún tiempo, uno intentó engañar a la pequeña Ruth, que aunque sabe de sobra que no tiene que hablar con extraños y no aceptar nada que le ofrezcan, es muy difícil no sucumbir ante un cachorrito de perro como anzuelo. Por suerte su hermana lo vio y pudieron detener al mal nacido.

Activó su bluetooth y se sentó cerca, activó la aplicación “bluetheft” y rastreó el local. Empezaron a salir dispositivos en la aplicación y se la jugó con uno llamado "baby-dick", “que obvio” pensó Tiempo. Capturó todo el tráfico de ese dispositivo y lo reordenó. ¡Ondo! Ya tenía el nombre, su dirección personal, la cuenta de correo, contraseñas, enlaces a webs... Pagó y se fue.

Estuvo durante una semana haciéndose pasar por una niña de 11 años llamada Ruth a la que le gustaban los cachorritos y después de horas de náuseas, por fin pudo quedar con él... en el parque de la vieja fábrica de cristal.

Utilizó su táctica de impuntualidad para forzar a que se marchara cansado de esperar. Al pasar por el descampado notó un fuerte golpe en la cabeza. Cuando despertó se encontró amordazado y atado de pies y manos, desnudo, en el interior de la fábrica.

— Vaya, la bella durmiente se digna a despertarse— Tiempo hablaba con un machete en la mano. Su victima empezó a forcejear y a gritar, aunque su voz sonó amortiguada por la mordaza.

— Grita, pedazo de mierda, aquí nadie te va a oír— cogió el móvil de su víctima y puso imágenes de niños. Su victima sufrió una erección involuntaria. Tiempo sintió un enorme asco que le provocó náuseas.

— Disfrutas violando niños, ¿verdad marikoi?, ni en una situación como esta eres capaz de contener la trempera, putakumea. Me das asco tú y la gente como tú. He clonado tu móvil y voy a ir a por todos los retrasados de tu agenda— sin mediar palabra cogió el miembro de la víctima y se lo rebanó de una tajada. El amputado comenzó a gritar y a agitarse intentando liberarse, lo que hizo que se desangrara más rápido. Se desmayó.

Cuando volvió en sí estaba muy mareado y pálido.

— Que mala cara tienes, eunuco. ¿sabes? sería muy fácil acabar contigo pero no disfrutaría tanto como si te torturo primero, pedazo de mierda— la rabia se le notaba en la voz.

Empezó a hacerle cortes por todo el cuerpo y ha echarle sal encima. Los gritos eran desconcertantes. Cuando se cansó cogió una jaula que había llevado con una rata dentro.

— Mira, saluda a tu nuevo amiguito.

Metió la rata en un pequeño saco y metió la cabeza de la víctima dentro, cerrando la cuerda. La rata rabiosa empezó a arañarle y a morderle la cara. Tiempo disfrutó como nunca, se sentó en el suelo con las piernas cruzadas y cerró los ojos, concentrándose en los gritos amortiguados por la mordaza. Al cabo de unos minutos de éxtasis la voz se apagó. Tiempo sacó su marcador y apretó el dispositivo.

-Capítulo 7-

Una llamada inesperada

— Egun on Ángel, ya tengo lo tuyo, ¿estás libre?

— Kaixo Tony, si, tengo un rato, ¿nos vemos donde siempre?

— Vale, en media hora. Agur.

— Agur.

Quedaron en una cafetería cerca de la comisaria, la cual era su punto de encuentro. La regentaba la hija de uno de los policías, así que siempre estaba llena de ellos.

— Toma, no hay mucho, la verdad. Ese tío, sea quien sea, se esconde bien y no deja muchos rastros.

— Si, es muy poco, pero ya me vale, esker anitz.— Ángel se fijó en el libro que tenía Tony, el cual era un ávido lector, cual drogadicto a la heroína. Se titulaba "Hasta el tuétano: sangre, sudor y orina" y la portada era simple, un cuchillo ensangrentado.

— ¿Qué lees ahora?.

— Ah, es la opera prima de un nuevo escritor que promete.

— Pues la portada es chula, ya me lo dejarás.

— De eso nada, paga los 14 Euros que vale y ayuda al pobre escritor a ganarse la vida— en ese momento sonó el móvil de Ángel.

— Hola Adela, ¿que tal?

— Bien, me has venido a la mente y te he llamado.

— Ah, muy bien.

— Había pensado que tal vez te gustaría quedar, no se, si te apetece. Estás haciendo mucho por mi y quisiera agradecértelo.

— Ah, oh, ehhhh, si, vale...

— Esta tarde me viene bien, además tengo una reunión en la ONG allí en la ciudad, podemos quedar después.

— Vale, pues dame el toque cuando acabes y concretamos.

— Vale, hasta luego entonces.

— Adiós— colgó. Otra vez esa sensación.

— ¿Adela? vaya, que callado te lo tenías, golfo.

— Es una amiga.

— Yaaaaa, claro...

— Gracias, te debo una. Agur.

— ¿Y te vas así, sin informarme sobre Adela? Eso no se le hace a un amigo.

Quedó con Adela a las nueve y decidieron ir a cenar. Estaban muy nerviosos pero a lo largo de la noche y gracias al vino que tomaron cenando se fueron relajando. Hablaron de todo y de nada y así, sin darse cuenta, se hizo tarde.

— Huy que tarde se ha hecho, ya no hay tren, me voy a buscar un hotel para pasar la noche.

— ¿Que dices Adela?, te quedas en mi casa.

— Oh, bueno, no me gustaría molestar.

— No molestas, no se hable más— ya en casa, Ángel abrió el sofá y pusieron sábanas limpias.

— Tu como si estuvieras en tu casa. Bueno, me voy a dormir, buenas noches.

— Buenas noches Ángel.

Ángel no podía dormir, tenía a la mujer que amaba a unos metros y estaba paralizado. ¿Y si me levanto y la abrazo? No, eso sería muy atrevido, quizá había malinterpretado las señales y Adela no quiere nada conmigo, aunque por otro lado, es evidente que Adela siente algo y... En ese momento se abrió la puerta y Adela se metió en su cama, desnuda.

Empezaron una serie de caricias tímidas y torpes, que fueron aumentando y transformándose en abrazos y besos. Juntaron sus cuerpos hasta fusionarse en uno solo. Ángel pudo comprobar que las curvas que se insinuaban siempre en Adela y que ésta se empeñaba en ocultar, en realidad eran de infarto. Cogió sus pechos y los apretó mientras ella jadeaba. La erección de Ángel era tan evidente que Adela cogió su miembro y lo introdujo en su vagina húmeda y caliente. Empezó a embestirla suavemente al principio y cada vez más violentamente. Al punto del clímax paró, le dio media vuelta y la puso boca abajo, penetrándola desde atrás. Esa maniobra hizo que Adela llegara al orgasmo. Ángel la embestía cada vez más violentamente, hasta casi hacerle daño, y por fin eyaculó dentro de ella. Por la mañana desayunaron juntos. Ella estaba pletórica, pero Ángel estaba callado.

— Estás bien Ángel, te veo distante, quizá no ha sido buena idea lo de anoche. Quizá bebí demasiado y no debería haber sido tan osada en...

— Fue maravilloso Adela, y no me arrepiento en absoluto— le dijo con una sonrisa.

Acompañó a Adela a la estación y quedaron en verse otro día, sin concretar cual. De regreso a casa Ángel iba pensando en lo sucedido. Amaba a Adela y el sexo había sido muy bueno, pero no podía estar con ella, no en su situación, y no sabía como decírselo.

-Capítulo 8-

Baño eléctrico

La gente ha perdido los valores por completo. Ya nadie cumple la palabra dada, ya nadie es fiel a las personas ni a sus ideales, se ha perdido toda coherencia, compromiso y responsabilidad, y como se ha generalizado, ya no está mal visto. Nos hemos habituado al egoísmo y a la corrupción de la sociedad.

No solo se informaba de su víctima, si no también de su cliente. Supo que Miguel trabajaba desde hacía 14 años en una empresa de servicios sociales de la que era enlace sindical de un sindicato anarquista. Estaba casado y tenía dos niñas de dos y cinco años, la edad de Ruth. Parecía todo correcto y le empezó a caer mejor; eso de que los anarquistas en el pasado quemaran iglesias, mataran curas y violaran monjas le hizo sonreír.

Estudió la escasa documentación a la que su amigo de la infancia le había costado tanto conseguir y se preparó para su FES (fase de especial seguimiento). Salió hacia la empresa de Miguel, esperó a que saliera su víctima y lo siguió. Hizo lo mismo durante dos semanas, apuntando en su libreta horarios, lugares, amigos, etc. En el domicilio de su víctima anotó también las cámaras de seguridad cercanas, seguridad de su casa, rutas de escape, rutinas de patrullaje de la policía y todo lo que considerara necesario. Tiempo es muy paranoico. Cuando lo tuvo todo atado y bien atado, actuó.

Se puso su ropa negra, se quitó todo aquello que pudiera incriminarle si era descubierto y se dirigió a la casa de su víctima, a las afueras del barrio rico de la ciudad. Eran las 00:37 de la noche del domingo, el mejor día para hacer su trabajo (la gente está agotada del fin de semana y se acuesta pronto para trabajar al día siguiente).

Lo vio llegar en su Jaguar XJ. Clonó la frecuencia de la puerta de su parking con un escaner y esperó. Al cabo de un tiempo prudencial activó la puerta del parking pero no la dejó abrir del todo, se coló por debajo. ¡ya estaba dentro!

Conocía su casa; Trinitario le había conseguido los planos. "Trini" era salvadoreño y había venido a España a ganarse la vida huyendo de la Mara de los Trinitarios de su país. En realidad se llama Wilson, pero Tiempo lo rebautizó como Trinitario, Trini para los amigos. Mediante un antiguo cliente de Tiempo, Trini contactó con él para que matara a un sicario enviado desde el Salvador para eliminarlo, “de una mara no huye nadie” le había dicho Trini. Como no pudo pagar contrajo una deuda. Ahora trabajaba para urbanismo con una identidad falsa y le sacaba los planos que él le pedía.

Sabía que su víctima era soltero y estaría solo. Este tipejo no tenía apenas muebles ni objetos personales, ni fotos de familia ni nombre en el buzón, “¿Qué escondes?”.

Subió a la planta superior donde se estaba dando un baño en su inmensa bañera de burbujas mientras de fondo sonaba “Gabriel's Obboe” de Ennio Morricone. Entró con cuidado. Las cosas se le pusieron fáciles ya que estaba de espaldas a la puerta. Cogió su "Caja Omega", un condensador casero de alto voltage, la activó y la soltó dentro de la bañera. Su víctima empezó a agitarse espasmódicamente mientras Tiempo se deleitaba con su sufrimiento, incluso notó una ligera pulsión sexual. Cuando dejó de agitarse recuperó su Caja Omega que ya estaba descargada, activó su dispositivo y marcó a su víctima.

Con la oscuridad por cómplice, vigiló el exterior. Todo estaba tranquilo. Con la misma rapidez que había entrado, salió y se marchó en su transporte favorito, una motocicleta Suzuki SV alquilada.

A la mañana siguiente telefoneó desde su Tracker CCM a Miguel para informarle del trabajo realizado y de sus honorarios. Lo citó esa misma tarde en el lugar de siempre. Mientras esperaba a Miguel, dentro de la fábrica quemó su libreta de notas y la ropa usada en el crimen.

-Capítulo 9-

No siempre el tiempo es oro.

Necesitaba ver a Ruth, pasar un rato con ella lo animaba, lo hacía sentirse bien, pero antes tenía que encargarse de Álex, el ex de Adela.

Fue al trabajo de ella. Le había comentado que siempre la esperaba en el coche y luego la seguía para intimidarla. Aunque era noche cerrada, vio un Seat León a la luz de una farola que coincidía con el de Álex, se cercioró revisando la matrícula y esperó. Cuando Adela salió del trabajo Álex la siguió y Tiempo siguió a Álex en su motocicleta alquilada. Pararon en un semáforo y Tiempo paró al su lado. Le hizo señas como para preguntarle por una dirección y el incauto de Álex bajó la ventanilla, sonaba “Ciudad muerta” de Guilty Brigade. Era tarde así que no había nadie por los alrededores del polígono industrial, y en ese momento Tiempo metió la mano dentro y apretó con la mano el músculo trapecio de Álex, que quedó inconsciente. Ahora apretó la base del cráneo, la primera cervical, con el pulgar y el índice a modo de pinza hasta que sonó un leve chasquido, lo que significaba el fin de Álex. A lo lejos se oía el motor de un camión, por lo que Tiempo dio media vuelta y se marchó sin poder firmar su trabajo.

Si Adela se enteraba de que fue él quien mató a Álex no se lo perdonaría. Era el motivo por el que a sus 42 años seguía soltero. No podía estar con nadie debido a lo que se dedicaba, un sicario, un matón mentalmente inestable; necesitaba matar. Lo hizo por primera vez a los nueve años cuando torturó y mató a su gato por puro placer, y le gustó.

Contaba 16 años cuando mató al abusón del instituto tirándolo por una cornisa. Todo apuntó a un fatal tropiezo del chaval, pero el placer que sintió Tiempo se multiplicó por diez. Ya por entonces había desarrollado una elevada sociopatía, la gente le provocaba asco y odio, estaba convencido de que la sociedad estaba llena de parásitos que no merecían vivir y creyó firmemente, cual miembro de una secta, que su misión en la vida era eliminar la escoria de la sociedad: pederastas, violadores, machistas, borrachos o yonquis, en definitiva, toda persona que él entendiera que no debía seguir viviendo. Le hizo gracia cuando vio la serie Dexter, "la realidad supera la ficción, amigo", pensó entre risas. Al igual que su homólogo en la ficción, era incapaz de sentir afecto por nadie y le costaba horrores hacer su papel de buen hermano, hijo, amigo... Pero era diferente con la pequeña Ruth, que lo transformaba en una persona diferente, y ahora le estaba pasando con Adela.

Muchas veces se había planteado dejar ese estilo de vida y ponerse en tratamiento, pero necesitaba matar como necesitaba comer, además, ¿como va uno al loquero y dice: “Hola, soy un asesino que odia a la gente pero quiero dejar de serlo, y más le vale que lo consiga o le rebano el pescuezo”?. Tiempo lo había pensado alguna vez entre risas.

La primera y última vez que intentó dejarlo, sus demonios lo torturaron. Se mostraba agresivo en su día a día, más inestable de lo normal y el mono psicológico era tan fuerte que, como a cualquier yonqui, le provocaron sudores, ansiedad, taquicardias y temblores. Hacía años que se había resignado a estar solo y sabía que moriría solo. Y no quería ni imaginarse lo que sucedería el día que Ruth se enterara de a qué se dedicaba su tío favorito; sería su fin, él sería su propia víctima. Todo esto lo atormentaba y las pesadillas lo perseguían casi a diario.

Esa noche se sentía tan sucio que no quiso ir a su casa, se fue a pasar la noche a la vieja fábrica de cristal, donde cada vez pasaba más rato y en la que ya empezaba a ser su nueva casa. A la mañana siguiente iría a devolver la Suzuki SV de alquiler, su moto favorita.

-Capítulo 10-

Tras la pista.

El Comisario Jurado estaba reunido con los inspectores de policía de las comisarías de todos los distritos de la ciudad en la sala de información de la Comisaría central.

— Hemos encontrado el cuerpo de un traficante en el callejón Gral. Almansa. El modus operandi es el mismo que los del asesino del reloj. La autopsia ha revelado que murió de un fuerte golpe entre la boca y la nariz que le destrozó el cerebro. Lleva la marca en el interior del labio inferior, una quemadura con forma de reloj ovalado hecha con la misma herramienta que en los otros 12 casos.

Seguimos sin ninguna pista, ningún testigo, ninguna prueba abandonada en el escenario del crimen o alrededores, nada.

Este hijo de puta cubre muy bien sus huellas y desde Interior nos presionan cada vez más. Tenemos que conseguir algo y pronto, o rodarán cabezas en esta comisaría, ¿está claro? Pues salid a la calle a conseguir pistas, y no me importa como las consigáis, no quiero que haya ni una muerte más en mi ciudad.

El comisario Jurado, a punto de la jubilación, era un sabueso de la antigua escuela al que no se le escapaba ningún detalle. Había resuelto casos de interés nacional, incluso colaboraba con la policía francesa y portuguesa, pero éste caso se le estaba resistiendo y no podía permitir jubilarse sin haber resuelto este caso que ya duraba demasiado.

"Eres inteligente pero yo lo soy más. Te acabaré pillando, aún no se como, pero acabarás entre rejas. Cometerás un error y yo estaré ahí para tirar del hilo que me llevará hasta ti, tenlo claro"

-Capítulo 11-

Un nuevo encargo

Eran las 15:17 de la tarde del domingo. Estaba la televisión puesta en las noticias del canal 5. Adela estaba acabando de comer cuando una noticia le llamó la atención.

"Ha aparecido el cuerpo sin vida de un joven en la Avenida Industrial. Álex C. de 35 años y origen español se encontraba en el interior de su vehículo, un Seat León, el cual estaba parado en un semáforo con el motor todavía en marcha. Se desconocen las causas de la muerte..."

Adela se atragantó. Las escenas mostraban la avenida por la que ella volv��a a su casa del trabajo e imágenes del Seat de su ex, y Álex G. correspondía con Álex Galván, su nombre. Enseguida llamó a Ángel.

— ¿Has visto las noticias?

— No veo mucho la tele, ¿por?

— Han encontrado al cabrón de mi ex muerto en su coche.

— ¿Qué dices, en serio?

— Si, acabo de verlo en las noticias. Era un cabrón, pero nadie merece morir.

— Si, es cierto— En ese momento Ángel sonrió.

— Aún no se saben las causas de la muerte. Joder, hace unos días te pedía ayuda y ahora está muerto, ¿no habrás sido tu, no?— bromeó Adela.

— Si, fui a tu trabajo, lo seguí y lo maté.

— Jajajajaja. Bueno, ya no tendrás que mover tus hilos. Aún así te estoy muy agradecida.

— Bueno, tu harías lo mismo por mi.

— Y más.

En ese momento sonaba su Tracker CCM.

— Adela, he de dejarte, me llaman al fijo.

— Oh, si, claro, bueno pues... si te apetece volver a quedar llámame.

— Lo haré, agur.

— Adiós.

Descolgó el Tracker.

— No, se equivoca, ese hombre ya no vive aquí, lo siento.

Anotó el número y averiguó a quien pertenecía. Una breve búsqueda y enseguida quedó satisfecho. Lo llamó desde el aparato.

— Soy Tiempo, te veré mañana a las 14h en el parque de la antigua fábrica de cristal. 142 del Paseo de San Juan, en el barrio del Taralar. Ve solo— colgó.

Como siempre hacía, tras escuchar por el escaner de la policía y asegurarse de que no había ningún dispositivo montado, porque Tiempo es muy paranoico, se presentó horas antes para asegurarse de que todo iba bien. Cuando el cliente se disponía a marcharse lo interceptó y lo llevó al interior de la fábrica. Abrió su maletín, metió el móvil y las llaves del coche del cliente y después lo escaneó. Iba bien vestido, con un traje caro, un corte de pelo caro y unos gestos que denotaban clase.

— Vaya, veo que se toma su trabajo muy en serio. Creo que he acudido al profesional adecuado.

— Soy Tiempo. Dígame de que se trata.

— Mi cliente es alguien muy importante e influyente, todo debe llevarse con la máxima profesionalidad— le dio un portafolios con fotos, informes y recortes de periódicos y revistas de economía.

— Estudiaré la documentación y le llamaré. Sus pertenencias se las devolveré por mensajero.

— Claro que si, es usted un hombre muy precavido, me gusta. Aquí le dejo una parte de sus honorarios— sacó un fajo de billetes de 500 que dejó encima del maletín— Ahí tiene un pequeño adelanto de 4 mil Euros para los gastos que pueda tener. He de decirle que la víctima es un hombre de negocios muy importante, así que espero que esté a la altura, y sobre todo, que no deje cabos sueltos. Si le queda grande el encargo espero que será lo suficientemente profesional para rechazarlo.

— Nunca he tenido que rechazar ningún trabajo— dijo Tiempo algo molesto.

— Bieeeennnn. Si este trabajo sale bien, habrán más.

Se despidieron y Tiempo fue a informarse sobre su nuevo trabajo.

La víctima era el Sr. Alcázar, un hombre de negocios muy poderoso vinculado al mundo del hampa aunque nadie había podido demostrarlo nunca. El Sr. Alcázar es un duro empresario, un tiburón de las finanzas, pero también es el capo de una organización criminal dedicada al tráfico de drogas, armas y trata de blancas. Sus poderosos tentáculos llegaban hasta la política en sus más altas esferas, todo legal, pero con un fuerte tufo a corrupción. Este trabajo le iba a costar mucho más que los anteriores, debía preparárselo muy bien.

-Capítulo 12-

Castigo corporal

Había pasado cerca de un mes y su próxima víctima se retrasaba. No había tenido más encargos desde entonces y la bestia asesina que llevaba dentro luchaba por salir a machetazos de su ser y Ángel ya no podía retenerla mucho más tiempo.

Esa calurosa noche de verano costaba conciliar el sueño, y Tiempo no pudo más. Recurrió a su remedio de urgencia: la flagelación, “tortura eta sufrimendua”.

Abrió la nevera y del último cajón, abajo de todo del frigorífico, sacó dos cilicios, un chaleco de pinchos y una cuerda de espinas. Se desnudó.

Se puso los cilicios, uno en cada muslo, y el chaleco con los pinchos rasgando su cuerpo. Cuando empezó a sangrar las gotas resbalaban por su cuerpo, tiñendo los 12 relojes tatuados en uno de sus costados, creando un curioso mural Daliniano.

El dolor era insoportable, pero también balsámico y hasta narcótico. En su equipo de música sonaba “Coffe and Amphetamines” de Banda Cojones, y algún vecino molesto intentó sin éxito hablar con Ángel para que bajara el volumen.

Se quitó el chaleco y cogió la cuerda, la enrolló en su mano y la apretó durante unos instantes, clavándose las espinas. Luego la soltó y empezó a flagelarse dando latigazos a su espalda, alcanzando el límite de su umbral de dolor, lo que hizo que se le nublara la vista. Aún así siguió flagelándose con más furia, hasta que perdió el conocimiento.

A la mañana siguiente se despertó dolorido y desorientado. Le costó centrarse pero por fin consiguió levantarse. Las sábanas estaban totalmente manchadas de sangre y las paredes y el techo lleno de salpicaduras. Se miró al espejo del cuarto de baño y se asustó, "joder Angelito, esta vez te has pasado", pero se sentía bien. Necesitaba recabar toda la información sobre Alcázar y procesarla lo antes posible o no aguantaría mucho más tiempo, y no podía recurrir a Tony, esta vez no.

Decidió pedir ayuda a Phineas Lulz, un grupo de ciberdelincuentes antisistema sin ética alguna escindidos de Anonymous y que el Ministerio de Interior consideraba como terroristas. Ángel ya contó con ellos como investigador privado en el caso de la desaparición de Sara, una niña de clase alta que fue raptada, torturada, violada y asesinada hace algunos años. Fue un caso muy mediático y las líneas de investigación llevaron a Ángel a sospechar de un grupo de empresarios. Finalmente fueron detenidos cuatro empresarios de grandes multinacionales españolas de los cuales solo dos entraron en prisión. Los otros dos fueron "ajusticiados" por Tiempo. Para este nuevo caso tuvo que gastarse casi todos sus ahorros para conseguir la información que necesitaba, pero le daba igual, este caso le iba a reportar suculentas ganancias.

Averiguó los trapos sucios del Sr. Alcázar, balances económicos y cuentas bancarias, posesiones, viviendas y despacho habituales, empresas, ONGs, contactos... "¡Este tipo es Dios! no se cómo te voy a eliminar, pedazo de mierda, pero cuenta con ello".

Otro hubiera rechazado el trabajo, pero para Tiempo era un reto personal, ya estaba cansado de lo de siempre, necesitaba un aliciente en su vida extralaboral.

Junto a la información relativa al Sr. Alcázar, el grupo ciberdelincuente le “regaló” a Tiempo los códigos de apertura de las puertas del edificio donde estaba ubicado el despacho del Sr. Alcázar, hackearon la red local que gestionaba las cámaras de seguridad para poderse conectar desde internet y un sin fin más de “trabajos” por los que Phineas Lulz eran famosos mundialmente.

-Capítulo 13-

Sexo a cambio de información

Ángel quedó en verse con Adela, necesitaba estar con ella, oír su voz, sentir su olor.

Quedaron en casa de ella porque la de Ángel estaba todavía llena de sangre. Adela preparó una cena romántica y cambió las sábanas de la cama. Pensar en Ángel la ponía tan nerviosa como cachonda. Aún tenía en la cabeza la noche que pasaron juntos y cuando lo recordaba le temblaban las piernas.

— Te echaba de menos.

— Y yo a ti, pasa y siéntate, ya está la cena lista.

— Toma, he traído vino.

La cena fue muy distendida. Adela estaba deseando abalanzarse sobre Ángel pero se contuvo. El vino dio paso a las risas y las risas a las bromas. En una de las bromas en la que acabaron abrazados Adela no pudo resistirse más y besó apasionadamente a Ángel. Él la abrazó y se la subió encima a la vez que caminaba hasta la mesa del recibidor, donde la sentó y le arrancó la blusa y el sujetador. Dejó a la vista su espléndido pecho y Ángel sintió una punzada de deseo. Cogió sus pechos y los apretó mientras mordisqueaba los pezones que se pusieron aún más erectos y duros.

Ella le quitó el cinturón y le bajó los pantalones mientras le mordía el cuello. Se dio cuenta de que no llevaba calzoncillos.

Ángel la asió de nuevo y la llevó a la habitación, tirándola en la cama bruscamente. Eso le provocó un calentón a Adela, que disfrutaba de cierta violencia sexual controlada. Ángel le bajó los leggins y se quedó un rato contemplando la figura escultural de Adela.

Ella se incorporó para coger a Ángel y lo atrajo hacia sí. Notar su peso encima de ella y su erección aún la calentó más. Ángel le bajó el tanga y empezó a besarle los pezones, bajando por el pecho hasta la barriga donde se entretuvo unos momentos, hasta que bajó a su zona erógena más íntima, bien depilada, y mientras le separaba con mimo los labios, empezó a lamer su clítoris, poco a poco, pasando de vez en cuando la lengua por los labios menores y metiéndola en su vagina, para volver a lamer su clítoris, esta vez más rápidamente. Adela gemía cada vez más alto, le temblaban las piernas, estaba llegando al éxtasis.

Su vagina estaba ardiendo y muy húmeda y Ángel empezó a notar sus temblores cuando Adela lo hizo parar, se incorporó y cogiéndole su miembro erecto se lo metió en la boca. Empezó a lamer su miembro, haciendo succión mientras le acariciaba los testículos. Ángel estaba en trance mientras Adela se entretenía en su glande. Dejó de lamerle y miró a Ángel a los ojos. Él la estiró en la cama y mientras le separaba las piernas, se estiró encima mientras la penetraba.

A cada embestida Adela jadeaba más fuerte. A punto de correrse se retiró, se giró y se puso encima de Ángel. Cogió su dura verga y se la introdujo en su ardiente vagina y empezó a agitarse como si estuviera a lomos de un pura sangre.

La visión de esa amazona al galope encima suyo hizo que llegara al punto extremo de placer y sin que ella dejara de galopar sobre él, Ángel se corrió como pocas veces había conseguido, para al poco rato, correrse ella como si estuviera poseída.

Por la mañana se despertaron a mediodía. Estaban en la posición de “cuchara” y empezaron a darse los mimos de buenos días, que dieron lugar a abrazos y a la erección de Ángel, para el que el polvo matutino era el mejor del día. Sin hacer demasiados movimientos Adela cogió el miembro de Ángel y la deslizó en su vagina, húmeda de nuevo. Follaron durante unos veinte minutos hasta que Adela no pudo más y se corrió; al poco rato lo hizo Ángel.

Estaban abrazados y Ángel se interesó por la ONG con la que colaboraba Adela, la cual parecía una tapadera del Sr. Alcázar. Necesitaba obtener información sobre el Sr. Alcázar y le daba igual el modo, y aunque tenía ganas de ver a Adela y estar con ella no podía desaprovechar esa oportunidad.

— No se mucho de quien la dirige, creo que se llama Jose Luis Alcázar, el hijo del gran empresario Rodrigo Alcázar.

— ¿Y a qué se dedica la ONG?

— Ayuda a los refugiados que huyen de sus países en guerra, desde aquí, pero también con voluntarios que regalan su solidaridad en los campos de refugiados. Ahora estamos colaborando muy activamente con los refugiados sirios— "La tapadera perfecta para el tráfico de todo tipo", pensó Ángel— Colaboramos con otros entes como Cruz Roja y Human Rights.

Ángel ya tenía información suficiente para procesar.

-Capítulo 14-

La sospecha

Tony estaba cansado y ya no razonaba de forma coherente. Llevaba más de 24 horas de servicio buscando, entre montañas de informes algo que se le hubiera pasado por alto. El Comisario apretaba cada vez más y solo descansarían en la comisaría cuando cazaran al "asesino del reloj".

Estaba a punto de conseguir algo, lo presentía, estaba a las puertas de encontrar una hebra de donde tirar.

Habiendo pasado varios años de asesinatos, le pasó fugazmente por su mente Ángel. Se dio cuenta que en muchos de los asesinatos Ángel le había pedido información, pero estaba cansado y no ahondó en el asunto; lo achacó al trabajo de su amigo como investigador privado de prestigio, y dio carpetazo a esa vía de investigación. "Antoñito, nos hacemos mayores" se dijo así mismo en su mente.

-Capítulo 15-

Un domingo cualquiera

La cultura de la apariencia es la reina en la sociedad. Nos inculcan que debemos agradar a los demás, "ten un cutis suave, unos senos grandes, un pelo brillante, unos dientes blancos, viste de marca, haz morritos en un selfie y súbelo a las redes sociales", y lo peor de todo, "ve la tele, no leas, no pienses, no seas crítico, eso es de radicales violentos".

Esta sociedad valora positivamente lo falso y fugaz, lo etéreo; ama al que más grita, al más gallito, y muy negativamente la cultura del esfuerzo, del individuo, el pensamiento crítico o las inquietudes intelectuales. Conclusión: la pérdida total de valores y la deriva moral.

Tiempo ya tenía suficiente información y pasó a la segunda parte, su FES. Enumerar la rutina de un mafioso como el Sr. Alcázar no era nada fácil, precisamente porque sus guardaespaldas evitaban la rutina como medida de seguridad, pero siempre hay un patrón, unas directrices básicas que toda persona sigue y Tiempo era muy bueno en su trabajo.

Tras casi tres meses desde el encargo, tenía suficiente información y sabía que el domingo, después de acudir a su cita semanal en el selecto club del Círculo Ecuestre se confinaría en su caro despacho, ubicado en un gran edificio de su propiedad en el barrio más caro de la ciudad; una fortaleza con grandes medidas de seguridad que no supondrían un problema para Tiempo. "Me encantan los domingos" pensó. Pero antes tenía que deshacerse del hombre de confianza de Alcázar, Francisco. Antes de salir, escuchó un rato la emisora de la policía, se había convertido en un vicio, y Tiempo era muy paranoico.

Como siempre, alquiló una motocicleta con su documentación falsificada y se dirigió al pudiente Barrio del Sol, aparcó a dos calles y se aposentó en la esquina del edificio, fuera del ángulo de visión de la cámara de seguridad. Cogió su terminal cifrado por satélite Black Phone Enc-3 y llamó al móvil de Francisco. Se hizo pasar por un amigo de Úrsula, la putita travesti de Francisco, para decirle que alguien le había dado una paliza que casi la mata. Francisco sintió una punzada de dolor. Hacía un par de meses, en uno de sus ataques de enajenación mental, le dio una paliza a Úrsula y desde entonces se sentía culpable.

Francisco sufría estrés post-traumático desde su infancia debido a la dura disciplina impartida por su padre, el cual también había sido mano derecha del Sr. Alcázar.

Tiempo jugó muy bien sus cartas; enseguida vio a Francisco salir del parking a toda mecha en su Audi A7. El Sr. Alcázar estaba solo.

Se deslizó como una comadreja hasta el parking y allí cogió el ascensor hasta la planta 12 donde estaba el despacho. Gracias a la información obtenida por el grupo de ciberdelincuentes Phineas Lulz y el hackeo de la red de seguridad, en su Black Phone tecleó la orden “inurl /viewframe mode=” tal como le habían dicho los chicos de Phineas Lulz y se conectó a la intranet que gestionaba las cámaras de seguridad. Fue poniendo en "stand by" por unos instantes las cámaras a su paso y volvía a dejarlas activas cuando se encontraba fuera del rango de visión. Cuando llegó al despacho del Sr. Alcázar utilizó la tarjeta magnética que reprogramó en su casa; la puerta se abrió tras un leve chasquido, "Phineas, sois caros pero sois cojonudos". Cerró con cuidado y sin hacer ruido se acercó a la puerta del despacho mientras desactivaba la cámara que había delante.

— ¿Eres tú, querido?, ¿ya has solucionado el problema que te ha hecho dejarme solo? Tu padre nunca lo hubiera hecho, él era un caballero que anteponía mi bienestar ante todo.

"Como me ha escuchado este puto viejo". No podía permanecer callado o perdería del todo el factor sorpresa. Solo se le ocurrió carraspear, suficiente para el viejo. Abrió la puerta del despacho y allí estaba el Sr. Alcázar, sentado en su cara butaca de piel giratoria de espaldas a la puerta mirando las espléndidas vistas de la ciudad por un gran ventanal. Cuando se giró para seguir humillando a Francisco se encontró con una cara que no conocía a escasos centímetros de la suya. El porte del Sr. Alcázar era tranquilo pero sus ojos mostraban desconcierto.

— ¿Quién coño eres y qué haces en mi despacho?

— Soy Tiempo y he venido a ponerte en tu sitio.

— Tu eres un mierda que no sabe con quien está hablando, ¿sabes quien soy yo?

Tiempo se lo quedó mirando con la cabeza ladeada como si estuviera reflexionando la pregunta. Sin mediar palabra se acercó de un rápido salto mientras sacaba dos pequeños estiletes de sus mangas y le hizo dos cortes, uno a cada lado de sendas yugulares. El Sr. Alcázar se llevó las manos al cuello intentando vanamente detener la hemorragia. Su cara tomó un rictus de terror mientras empalidecía. Se levantó de su butacón tropezando y cayó al suelo, donde vio como la oscuridad invadía su despacho.

Tiempo se permitió el lujo de servirse un buen wisky, un caro Dalmore 62, del mueble bar del finado y se sentó en el butacón, de lado, apoyando los pies en la mesa, mirando por el gran ventanal las vistas de la degradada ciudad. “Así que esto es lo que ve un tiburón de los negocios corrupto y mafioso… la ciudad a sus pies”, pensó Tiempo.

Al cabo de un rato bajó los pies y empezó a chafardear en los cajones. El fino instinto de Tiempo hizo que prestara atención a unos documentos que habían encima del enorme escritorio. Eran unas concesiones de obras en suelo rústico protegido, terrenos descalificados a causa de un incendio provocado por los hombres de Alcázar, lo que le reportó suculentos beneficios a él y a su socio, ¡el Ministro del Interior!.

En los documentos habían cartas y fotocopias de cruces acusatorios de e-mails entre ambos y Tiempo ató cabos. Al parecer la avaricia del Sr. Alcázar no conocía límites y quiso sacar tajada de la beneficiosa situación chantajeando al Ministro.

Tiempo se guardó los documentos, levantó el cuerpo ya sin vida del temido Sr. Alcázar y lo sentó en su butaca, sacó su dispositivo y lo accionó para marcar a su víctima.

Cuando entró Francisco y se acercó al Sr. Alcázar, la visión de ese hombre degollado le llenó de asco.

-Capítulo 16-

Un testigo

A la mañana siguiente Tiempo llamó a su cliente por el Tracker para avisarle de que el trabajo había sido realizado con éxito, le informó de sus honorarios y quedaron para verse en dos días.

Por la tele abrían los informativos con la muerte del gran empresario Rodrigo Alcázar. Sin duda se había decretado secreto de investigación porque en los noticieros insistían en que se desconocían las causas de la muerte.

Tony estaba aún en el escenario del crimen acabando de coordinar la investigación. Rutina y más rutina, ya empezaba a estar cansado de toda esa mierda, “¿cómo puede el ser humano ser tan despiadado?”, se seguía preguntando pese a llevar más de 30 años en el cuerpo.

— Inspector, tenemos abajo a un testigo.

— Gracias Pedro, ahora mismo bajo.

Cuando bajó había un señor de unos 60 años flanqueado por dos agentes.

— Mi nombre es Eusebio Martín y vivo aquí detrás, en la calle Sevilla.

— Muy bien, dígame que fue lo que vio.

— Si, verá, yo suelo acostarme tarde y antes de hacerlo bajo al perro, un Fox Terrier, a que haga sus cosas, ya me entiende. Estos perros son muy nerviosos, se utilizan para la caza del zorro y aunque son muy dóciles tienen muy mala leche cuando quieren y…

— Entiendo, pero vayamos al asunto si le parece.

— Oh, si, claro, mi hija siempre dice que hablo mucho y me voy por las ramas. Yo no creo que sea así, pero bueno, los hijos ya se sabe, ¿tiene usted hijos?

— Cíñase, por favor— miró de reojo a su compañero que le hizo una mueca de fastidio a modo de mofa.

— Verá, vi a un tipo vestido de negro aparcar su moto. Me dio mala espina porque a esas horas, un domingo… Aquí nos conocemos todos y ese tipo no era de aquí.

— No sabrá por casualidad qué moto era, ¿no?, o su matrícula.

— Pues si, mire usted por donde mi hijo tiene una igualita, y a mi me gusta el mundillo de la moto, ¿sabe? Yo tuve una Benelli 650 en mis viejos tiempos, ¡qué moto, por Dios! Me recorrí media España con mi novia, la que hoy es mi mujer. Que recuerdos me trae…

— ¿Que moto es, por favor?

— Ah, si, perdone, es que me emociono. Es una Suzuki SV naked, del 2004, lo se porque el chasis es plano, no tubular.

Algo en la mente de Tony le pellizcó, una sensación conocida que le pasaba muchas veces cuando obtenía un dato que le parecía familiar.

— Yo seguí caminando y más adelante vi a ese hombre otra vez parado en la esquina de San Antón con Pérez Galdós, hizo una llamada y al cabo de un rato dobló la esquina y lo perdí de vista, yo estaba sentado en un banco del parque con Foxy, mi Terrier, ya le he hablado antes de él.

— Gracias señor Eusebio, ha sido de mucha utilidad.

Empezó a atar cabos. Hacía un par de semanas ya tuvo esa misma sensación revisando informes en su despacho, pero la desechó inmediatamente. Ahora se le presentaba otra sólida corazonada que apuntaba de nuevo a su amigo. “No, no… no puede ser, debe ser coincidencia” se decía sin mucha convicción.

Ya en su despacho empezó a revisar la extensa documentación que se apilaba en su mesa. Dejó de lado todo lo que no tuviera que ver con lo que andaba buscando, hasta que encontró coincidencias.

Vio que hasta en cuatro casos Ángel le había pedido información de personas las cuales acabaron siendo víctimas del asesino del reloj, el último fue un pequeño empresario de un centro social, que según la autopsia, murió electrocutado. Y ahora la motocicleta marca Suzuki modelo SV, la misma que tanto le gusta a Ángel.

Pero no podía ser, era imposible. Ángel era una buena persona y mejor investigador. Recordaba cómo le había afectado el caso de Sara, la niña raptada y asesinada, además, se desvivía por su sobrina Ruth. No, Ángel era inocente, solo eran coincidencias.

-Capítulo 17-

Zorionak

Se han perdido todos los valores, entre ellos, la palabra dada. Antes no hacían falta contratos, valía tanto o más la palabra entre dos hombres para cerrar un trato. Si alguno no cumplía su palabra era su ruina.

Hoy en día la palabra solo sirve para engañar, para sobornar, para corromper. En esta sociedad o comes o te comen, o matas o te matan, y no parece que vaya a mejorar.

Tiempo llamó a su cliente para citarlo más tarde, a las 21h. Menudo bombazo tenía entre manos, pero a Tiempo no le interesaba el dinero, ni a Ángel tampoco. El Ministro era un asqueroso gobernante, una basura corrupta que debía morir. Ya sabes que Tiempo es muy paranoico, pero estaba tan lleno de ira que descuidó sus tradicionales medidas de seguridad.

— Vayamos dentro, a estas horas patrulla la policía y no quiero que nos vean.

— Muy precavido Sr. Tiempo. He de decirle que no pensaba que fuera usted capaz, pese a su fama de implacable. Cuando mi cliente vio las noticias me pidió personalmente que le transmitiera sus felicitaciones.

— Seh, pues ya sabe como me las gasto.

— Vaya, le veo tenso.

— ¿Tenso?, noooo, que vaaa….— En ese momento sacó los documentos que encontró en el despacho del Sr. Alcázar.

— ¿Que es eso?

— Mira pedazo de mierda, esto que tengo aquí implica a tu cliente en una trama corrupta. ¿Te suena la sierra de Barbenque?

— Menudo contratiempo, Sr. Tiempo, creía que no tenía usted escrúpulos, y creía que era usted un buen profesional, pero tiene moral, eso no es bueno ni para usted ni para mi cliente.

— Madarikatua hondatuta, zure bizitzarekin ordaindu zoazen— Cuando se ponía nervioso le salía su vena euskalduna.

— Tranquilícese Sr. Tiempo, mire, será mejor que lo dejemos aquí. Tenga sus honorarios y deme esos documentos.

— ¡Zoaz pikutara, akerra!— dijo Ángel mientras sacaba una navaja automática y le asestaba una puñalada en el abdomen a su cliente.

— La has cagado…. mamón— pudo decir su cliente antes de morir.

Ángel salió de la fábrica, se subió a la motocicleta alquilada y se fue a toda mecha, pasando al lado del Honda Civic de Tony, el cual lo había seguido. Se apuntó la matricula de la motocicleta marca Suzuki.

Tony se dirigió a la comisaría a buscar información de la motocicleta. La búsqueda lo llevó a una tienda de alquiler de vehículos, Moto rent. “Mañana a primera hora les haré una visita”.

-Capítulo 18-

Se ha detenido el tiempo

— Soy el Inspector Alsina, de homicidios. Necesito información sobre uno de sus vehículos, una motocicleta Suzuki SV, matrícula 8081-GNG.

— Si, por supuesto, a ver... Si, mire, fue alquilada ayer por Hugo González, la tiene que devolver hoy. ¿Le imprimo la ficha del alquiler?

— Si, por favor.

Tony llamó a la grúa municipal para que se llevasen un vehículo que estaba aparcado en la esquina de la calle. Necesitaba ese espacio para apostar un vehículo camuflado y esperar a que apareciera ese tal Hugo.

Deseaba que no fuese Ángel, su amigo de la infancia. Cuanto más lo pensaba más coincidían los tiempos y las formas, pero aún le quedaba una pequeña esperanza de que todo fuesen coincidencias.

Dos horas y veinte minutos después aparecía una Suzuki SV por la calle y aparcaba delante de la tienda. No pudo ver quien era el conductor porque se quitó el casco dentro de la tienda, pero vio claramente a su mejor amigo saliendo al cabo de un rato. “Mierda Angelito, ¿pero quien coño eres?, no te reconozco”. Todo podía ser circunstancial, pero ya no quedaban dudas.

Tony volvió a entrar en la tienda y pidió que le dieran los datos de los últimos 5 años. La recepcionista fue muy colaboradora y no puso pegas. Se lo grabó en un CD.

Se fue a casa, no quería estudiar esos datos rodeado de ruido y distracciones. Empezó buscando las fechas de los asesinatos y a cruzarlas con los datos de la tienda. Encontró varias entradas y para su decepción, en los modelos alquilados y devueltos en las fechas de los asesinatos siempre había una Suzuki SV y siempre con datos de cliente diferentes. “Maldita sea Ángel, ¿qué coño pasa por tu mente?”.

Decidió quedar con Ángel al día siguiente a medio día en la cafetería de siempre. Tenía que hablar con él pero no sabía qué reacción tendría Ángel, así que eligió un terreno seguro. Si era culpable lo sabría.

— Egun on Antoñito.

— Kaixo Ángel, ¿que tal va todo?

— Bueno, ya sabes, con mis temas.

— Ya, ¿y con esa chica?, ¿Adela se llama, no?

— Pues no lo se Tony, me gusta y estoy bien con ella, pero de momento solo somos amigos, ya se verá. Por cierto, ¿para qué querías verme?

— He descubierto algo y quería comentártelo.

— Bien, dime que es.

— ¿Sabes los asesinatos del reloj que tantos quebraderos de cabeza nos están dando?, pues creo que he encontrado algo que podrá resolver el caso— Tony se fijó en el lenguaje no verbal de Ángel, que aparentemente era normal.

— Ah, bien, ¿no?

— Si, creo que puedo averiguar quien es el asesino.

— ¿Benetan? ¡Ondo!— Tony no necesitaba nada más. Ángel siempre había sido un témpano de hielo, pero lo conocía muy bien y sabía que su amigo hablaba en euskera cuando se ponía nervioso.

— Si Ángel, si, y no te haces una idea de quien es.... ¿o si?— Ángel se quedó quieto, mirando a Tony sin pestañear.

— No has debido llegar tan lejos. Dime, ¿qué error he cometido?

— Tu sano vicio, Ángel, la Suzuki.

— Ángel miró a la calle por el ventanal de la cafetería, hacia su Suzuki SV que había aparcado afuera.

— Muy listo. Mira, te aprecio mucho, así que si quieres vivir vas a dejar que me vaya, ¿verdad?

Se quedaron en silencio. Tony nunca pensó en que Ángel llegara a amenazarlo. Ángel se levantó y se marchó sin prisa. Cuando se subió a la moto salió Tony, indeciso.

— ¡Detente Ángel, estás detenido!— dijo sin mucha convicción.

Tony le había dado demasiada ventaja. Ángel ya estaba en marcha y se incorporó velozmente a la carretera, apurando las marchas de la máquina. Cuando llegó a la esquina se le abalanzó un vehículo negro, con las lunas tintadas y sin matrícula que se dió a la fuga. Tony echó a correr hacia el cuerpo tirado en la carretera. Lo imitaron varias personas más, mientras otras llamaban a una ambulancia desde sus móviles.

— Tranquilo amigo, te pondrás bien.

— Lo siento Tony.

— Calla, no pienses en eso.

— Lo he hecho por ti, por mi hermana y mi sobrinita Ruth, por Adela. Este mundo es una cloaca y alguien tenía que hacer limpieza.

— ¿Por qué tu?

— Por favor... no les digas nada a ellas, por favor....

— Tranquilo Ángel, te pondrás bien.

Llegó la ambulancia y fueron camino del Hospital General. Ángel no sentía nada pese a las múltiples fracturas, veía borroso y solo una frase le rondaba la cabeza. “Se ha detenido el Tiempo”. Murió camino del Hospital

-EPILOGO-

— Señor, el problema ha sido resuelto.

— Bien. ¿Algún testigo?

— Tranquilo, se han tomado las medidas necesarias.

— ¿Y nuestro... infiltrado?

— Ha hecho un buen trabajo.

— No se si fue buena idea contratar a ese hombre, ese Tiempo.

— Lo fue, señor, no podiamos implicar a nadie de nuestro círculo. Nadie imaginaba que saldría rana.

— Tienes razón, ¿y los documentos?

— Los hemos recuperado, eran los originales. Hemos actuado rápido y no le había dado tiempo a hacer copias.

— Bien, podéis iros.

El Ministro se relajó en su sillón, acabó de firmar unos documentos mientras apuraba su copa de wisky y salió camino de su casa.

La noticia cayó como un jarro de agua fría. Su hermana no podía contener las lágrimas por lo sucedido, pero también por la pequeña Ruth, con la que Ángel tenía un vínculo muy especial. Iba a ser duro darle la noticia a la pequeña.

Adela sufrió un ataque de ansiedad y tuvieron que llevarla al hospital. Allí le dijeron que estaba embarazada. Iba a tener un pequeño Ángel, ¿o quizá un pequeño Tiempo?, eso ella no lo sabría nunca, Tony cumplió su palabra.

En los suburbios del barrio chino, un Audi A7 con el parachoques abollado está aparcado frente a un burdel. Francisco está penetrando por el culo a Úrsula mientras le aprieta los testículos rasurados hasta hacerla gritar. En su boca una sonrisa, "ahora soy libre".

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