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--=[ TRISTEZA NÃO TEM FIM ]=--------------------------------------------------- Electo Javier Milei, un “liberal libertario” que en realidad es un miembro de la ultraderecha más rancia de Argentina. Una persona mentalmente inestable que asegura hablar con su difunto y clonado perro a través de su hermana, con quien tiene una “relación especial” que raya en el incesto. Si fueran sólo esas sus excentricidades, y si realmente se tratara de un liberal libertario, Argentina en este momento tendría un presidente tradicional. Pero ocurre que Milei es el padre de todos los huevos de serpiente que pueden existir en Argentina, y sus primeras medidas así lo demuestran: no sólo pactó fuertemente con la “casta” a la que él decía repudiar, sino que además coronó en los puestos más importantes a personas con un pasado muy turbio. Rodolfo Barra es un nazi confeso, que en 1996 debió dimitir de su cargo justamente por esta misma razón (y por un tendal de causas de corrupción). Patricia Bullrich, además de su meandroso recorrido político, es la ejecutora de una reducción criminal de los haberes jubilatorios durante el gobierno fatal de De la Rúa, y fue hace pocos años también la ministra de Seguridad bajo la cual tuvimos el segudno desaparecido en democracia: Santiago Maldonado. Y muchas otras víctimas de la represión policial, entre ellos niños, ancianos, médicos. Auguro un inicio de gobierno en el que se verán algunas posibles mejoras en aspectos puntuales de la economía a fuerza de recortes en áreas esenciales como Salud, Transporte y Educación; no por nada el FMI se dispone a desembolsar mil millones de dólares para promover la buena imagen de su gobierno. Los primeros meses serán dorados, de “plata dulce” para la clase media que ya dispone por sí misma de dólares; a salvo de la hiperinflación, gozarán de un costo de vida ínfimo, y acceso a dólares muy baratos, viajes al exterior, y todo lo que en Argentina ya vimos en los períodos neoliberales. La clase trabajadora, en cambio, verá menguada su capacidad de compra, y eso quienes tengan el privilegio de conservar sus empleos. Habrá reducción de sueldos, pérdida de derechos laborales (probablemente se derogue el aguinaldo, las vacaciones pagas, los aportes patronales) y mucha mano de obra desocupada que competirá ferozmente por volver al sistema. Los medios de comunicación oligopólicos se encargarán de dorar la píldora para que la vida en Argentina parezca un idilio; y es que este gobierno es el punto cúlmine de un plan que nació hace ya muchos años y se fue preparando con la gentrificación de numerosos barrios porteños (que ahora tienen el nombre más glamoroso de “distritos” y “comunas”; barrio sonaba a pobre, a conurbano). La ciudad de Buenos Aires será la vidriera del plan neoliberal represivo: sin mendigos ni manteros, sin cartoneros, sin graffiti, pero con una cuidada y ensayada falsa diversidad que engañará a más de uno. Las Marchas del Orgullo serán permitidas (no hacerlo reforzaría la idea de un Lebensraum), lo mismo que alguna que otra muestra de rebeldía curada. El resto del país, en cambio, sufrirá atrozmente las políticas neoliberales, con excepción de la provincia de Buenos Aires, que también sufrirá pero en menor medida, gracias a sus tierras fértiles y su pujante industria. Luego del idilio inicial que suele durar unos ocho meses, vendrá el momento de mostrar logros reales y no cosméticos. Será difícil, pues LLA es un conglomerado políticamente inestable, lleno de luchas intestinas por el poder. Empezará a resquebrajarse la fachada y las primeras tímidas protestas aflorarán, aunque todavía en los medios chicos, independientes o fuera de gracia con la claque. Será el momento, entonces, de las primeras expresiones populares de descontento que se mostrarán abiertamente en los medios oligopólicos, pero con el único fin de proporcionar circo a la clase media, que odia al populacho y ve con buenos ojos su caida en desgracia. Sobrevendrá entonces la verdadera estanqueidad de la economía que, primarizada, dependerá mucho de la suerte de las cosechas, predestinadas a fallar debido al cambio climático que el presidente electo se emperra en negar. Sin ingresos reales, se verá obligado a tomar más deuda o emitir, pero para entonces es muy probable que haya optado por la dolarización de la economía, con lo cual no podrá emitir moneda para financiarse internamente. Sin dólares frescos, con los números del campo en rojo por el cambio climático y sin margen de maniobra, comenzará la debacle final. El Estado, debilitado por la motosierra, no podrá contener de ningún modo la gran crisis social que se habrá estado gestando esos meses. El estallido será inevitable, pero los últimos estatales en mantener su sueldo serán las fuerzas represivas. El gobierno no se irá sin antes echar mano de los ahorros (ya en dólares) de millones de argentinos ingenuos o desmemoriados. Se repetirá la misma historia. Vendrá el peronismo a sofocar el incendio y a reconstruir, sólo para que al poco tiempo los rescatados de las llamas comiencen a despotricar contra sus salvadores.