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Pasamos por esta vida sin darnos cuenta. Un día todo acaba.
Afortunado aquel que es capaz de vivir a su manera.
Soy un saco de dolor, de odio, de tristeza y de mierda. Mis sueños dejaron de inquietarme y ahora la materialidad amenaza con engullirme, con devorarme sin piedad, amortajar mi existencia y reducirla a unos cuantos jirones de pelo y uñas.
Las peores cicatrices se llevan por dentro, aunque algunas se ven por fuera colgando, pues dentro ocupan tanto espacio que llegan a ahogar. La miseria que me rodea lo hace aún peor.
El dolor que siento, el vacío, eso no lo paras con gasas, algodon ni alcohol.
Siguió al viejo clérigo hasta una casa en la montaña, a las afueras del pueblo. Entró y vio una basta inmensidad en penumbra, llena de velas, unas acabando y otras recién encendidas. Todo era más grande dentro que la casa, ¿cómo podía caber esa inmensidad en una casa tan pequeña?. Notó su presencia.
— ¿Qué son todas estas velas?
— Cada vela es la vida de alguien. Todos tenemos la nuestra.
— ¿Cual es la mía?
El clérigo miro hacia un lado. Sin palabras ella entendió cual era su vela, estaba acabando.
He sacudido a manotazos el miedo de mi cuerpo, hasta el último rincón de mi ser. Miro a la cara a la muerte y escupo sobre ella.
Ya no soy más que un despojo, mi rostro afirma lo que mi cuerpo ya no puede, y en mis podridos pensamientos, de pronto, mi infancia se vino a bocajarro, recordando aquellos tiempos de jodida inocencia, cuando hacían conmigo lo que les venía en gana, pero era feliz.
A mí no me contaban quién los había exterminado; tampoco hacía falta, lo sabías. Lo sabías cuando pasaba a tu lado, lo sabías cuando después del temporal metía sus corceles negros a pastar los brotes en la primavera baldía y cuando, joven y altivo, eras presa de la más profunda indignación y exigías justicia, venganza, porque sabías quién era.
Y la respuesta triste y seca era la misma: ¿Para qué? No lo puedes demostrar. No puedes pillarlo, y si lo pillas, morirás. ¿Para qué, para que una noche que tus allegados estén solos empiecen a arder sus almas?
Así pues aprendí a callar y mirar para otro lado, con la hiel al rojo vivo, pero claudicando.
Erase una vez un hombre asqueado de la sociedad, esa masa inútil, aborregada y servicial destinada a esclavizar personas.
Echaba de menos aquellos tiempos en que lo importante para retratar era el entorno, no una cara en medio de lo irreconocible, el culto a lo fatuo, un intento por dejar una impronta en este mundo. Tal intención hizo subvertir su percepción de la humanidad. De ahora en adelante, a todos les buscó rostro de sicarios.
Hastiado y desconfiado decidió dar la espalada a la humanidad. Eliminó el sonido de las palabras que profanaban sus intenciones de ser punto y a parte. Los sonidos se extinguieron, la razón se ahorcó en sus habitaciones y solo el eco pervivió en su bóveda craneal.
La muerte no viene a buscarme, la muerte cabalga a mi lado. Aquel día me despertaba sin saber que la muerte estaba de paseo, deslizándose por la vida sin esfuerzo.
Cuando las cosas acaban, la vida se viste de negro y se borran tras una esquina, sécamente.
Ante mis ojos se descubrió. Me dejó mirar, pero no tocar. Los sentimientos se subieron a la vorágine que su esencia emanaba, y nada pude hacer por mi, hasta que el libre albedrío asaltó mis párpados, haciéndolos caer, pesados, ingobernables.
La apatía me vence. Ya hace tiempo que olvidé mis aficiones. Me rodea un halo de monotonía que me consume, un bucle del que no encuentro salida.
No tengo ganas de hacer nada, solo de estar tumbado viendo la mierda que ponen en la caja tonta para que el día se me pase antes. Llega la noche y tras dormir poco y mal, se repite el día de ayer, cual día de la marmota.
Estoy muerto en vida. Y así pasan los días, las semanas, los meses y los años. Empiezo a peinar canas y todo continúa igual. Hecho la vista atrás y mi vida ha sido desperdiciada, pero lo que me aterroriza es que hecho la vista adelante y solo veo oscuridad.
Otra noche más me hallo cenando solo. Sentado en el comedor intento tragar esa bola de angustia mientras no soy capaz de acallar el ruido en mi mente.
Otra noche más en la que me hallo solo, miro a mi lado y no estás, miro el reloj y la angustia da paso a frustrantes arcadas.
Me acechan visiones que tal vez nunca han sido y esa negra desesperación que hace que un plato de la balanza cada vez pese más que el otro.
Demasiadas veces he vivido aquello en el pasado, que parece que fue ayer; pesadillas reincidentes que siempre despiertan de su letargo para joderme la vida cada día un poco más y de la misma manera, ya sabes, la historia se repite.
No se qué he hecho para merecer este castigo, pero si esta ha de ser mi penitencia, antes prefiero sumirme en el eterno sueño.
No lloréis por mi, pues ya no existo.
No os entristezcáis por mi ausencia, pues ya no sufro.
No recéis por mi alma, pues se fue en paz.
Quedaros con mi recuerdo, y así, agarrado a vuestro corazón, hacedme presente.
Miro el reloj y ya son las 3:32 de la mañana del ya martes 22 de Julio, día de inflexión. Escribo estas líneas mientras yaces sin control de ti misma.
Hasta el yonki más adicto decide un día acabar con la relación amor-odio que lo derrumba porque llega ese día en el que topa con su punto de inflexión.
El inmigrante decide dejar atrás todo lo que ama para mejorar su hastiada vida en un país desconocido, sin conocer su destino, dejando atrás la miseria. También encontró su punto de inflexión.
Conocedora de mis fantasmas, me atormentas con ellos, reduciéndome a lo que ves, una sombra de mi mismo.
Me dices “te quiero” pero suena vacío, porque quien te quiere no permite que sufras, no te hace daño, se sacrifica, ¿estás dispuesta a hacerlo? La respuesta es fácil: No.
No puedo ni quiero seguir en este estado de putrefacción espiritual, de sentimientos estériles y sueños nonatos.
La puta oscuridad de la que a veces me alimento me engulle y me digiere, para cagarme después como el mojón de mierda que soy.
Busco en las basuras de mi pasado los pedazos de mí que abandoné cuando mi ego se emborrachó de soberbia mientras, cautivos y desarmados, gritaban los presos de mi cordura.
Solo y vencido, con un pensamiento de clemencia que murió antes de llegar a ser palabra, me hallo desterrado para siempre en el foso del olvido en el que estoy sepultado.
Pongo la música alta para huir de la profunda sensación de tristeza que me invade en cuanto bajo un pie de la cama. Mi incapacidad para sentir nada me preocupa. Quizá mi amor se ha roto para siempre. Quizá solo sea la química interior del cerebro, alterada por las drogas y el alcohol.
Me sorprendo a mí mismo preocupándome por gente a la que objetivamente le importo una mierda, más o menos como ha sido siempre. Las personas se me dividen entre a las que les importo poco o nada y las que se acercan a mí por costumbre o por interés.
Me entristece ver que mi amor está roto en mil pedazos y que no tiene pinta de arreglarse. Sube más el volumen, puede que eso me impida pensar.
Me despierto por la mañana y me llega vagamente el aroma a café recién hecho, desde mi habitación pequeña pero acogedora. Me siento bien, hoy va a ser un gran día. Pero esa sensación desaparece pronto. Abro los ojos y todo está oscuro y no se muy bien dónde estoy, no se donde está arriba y abajo, izquierda y derecha. Aquella sensación que hace unos instantes me invadía, ahora es un vago recuerdo de mi ya lejano pasado, de momentos felices que quedaron para el nostálgico recuerdo.
Empiezo a orientarme, ah, si, ya recuerdo, estoy solo, en una habitación de alquiler oscura y fría de un pútrido piso compartido con otros tres fracasados como yo.
Mi cuerpo está cansado y mi alma se escurre entre los dedos de una mano que aprieta hasta ahogarme.
Aún es de noche, la ciudad duerme, pero hoy igual que ayer tengo que irme a esa trampa que llaman trabajo, para estar todo el día esperando, con el sudor de mi frente y el dolor de mis manos, el salario de mierda que me dan después de que los buitres se lleven buena parte.
¿Cómo he llegado a esto? Atrás quedó la inocencia de la infancia, las ilusiones de adolescente, los sueños de futuro. Todo ha pasado a ser parte de mis sueños rotos en mil pedazos.
Ayer todo era una explosión de color y alegría. Hoy todo es oscuro, frío y triste a los ojos de éste autómata moribundo que pide a gritos la visita de la negra parca para poder descansar de una puta vez.
Ya no hablas como era habitual, tus labios están cerrados con llave.
Ya no tarareas canciones por las mañanas, te cortaron las cuerdas del arpa.
Ya no ríes como antes, tu sonrisa te la arrancaron a golpes.
Ya no sales apenas de casa, encadenada en tu jaula de cristal.
Tus sueños se han convertido en pesadillas.
Pero tranquila, un día todo acabará, de una manera esperadamente repentina.
Una noche más de remordimientos que no me pertenecen, de temblores del alma, de opresión y ahogo, de nauseas nonatas.
Llego a casa sin ganas de nada, mientras voy recogiendo los cristales rotos de mi vida por el camino.
Si hago lo correcto, ¿porqué me duele tanto?. Si es perjudicial y lo mejor es dejarlo pasar, ¿por qué no puedo, que me retiene?
Solo puedo seguir viendo como mi vida se cae a pedazos cada día.
Nos odiaban, no encajábamos en su mundo, querían nuestra aniquilación. Por desgracia nos necesitaban, por desgracia.
Estábamos en todas partes. Camareros en sus exclusivos restaurantes, asistentas de hogar de sus mansiones, sanitarios de sus centros privados de salud, mecánicos de sus cochazos, administrativos de sus finanzas... la mejor infiltración que podía existir.
Pasaron años, nos aseguramos de haber accedido a todas sus entrañas, y entonces llegó el día.
Muchos nos traicionaron; la convivencia provocó connivencia y decidieron olvidarse de sus orígenes. Correrieron la misma suerte.
Está a mi lado y no puedo dejar de pensar en ella; ese culo tremendo, esas tetas turgentes, con los pezones siempre erectos bajo la blusa de seda.
Llevo tiempo con ella en mi mente, en mis sueños húmedos, en mis cavilaciones. Tengo una novia que está buenísima y hace de todo en la cama, ¿por qué me he obsesionado con ella?.
– Va hermanito, bébete el colacao que te llevo al instituto, que si llegas tarde la mama me echará bronca.
Se da la vuelta. Le miro el culo y siento otra erección.
Ya están los niños de los vecinos de arriba cantando y gritando, como todas las noches.
Falta poco para que el padre llegue del bar, borracho, y les grite "subnormal" un par de veces o tres.
A ver lo que tardan en acabar llorando, como casi todas las noches.
A ver lo que tarda la mujer en acabar con la cara morada, como casi todas las noches.
Mi mente impura, sórdida, lasciva y vil rescata los pensamientos más oscuros, los más secretos, aquellos que todos tenemos desterrados en el ostracismo de nuestro Yo más mezquino, y los vomita contra una hoja en blanco.
Hay quien saca su Yo más ruin mediante la actuación, otros componen letras que se convertirán en canciones miserables. Otros como yo vomitamos mezquindad en hojas en blanco.
La gente se escandaliza, se llevan las manos a la cabeza cuando leen mis escritos. Mi mujer seria capaz de abandonarme con nuestra hija, no sin antes llamar al psiquiatra para que me interne.
¿Y vosotros qué hacéis para que vuestra oscuridad no os devore?. Salís a violar, a dar palizas, a asesinar, o sois especuladores agresivos que dejáis a familias enteras en la ruina, os pasais horas jugando a juegos donde lo único que hay que hacer es matar... matar.... mmmmmm..... matar, será lo próximo, ¿no?.... seeeee….
En el lugar más recóndito de la isla encerró a los piratas que mamá le había presentado. Luego, subió al torreón del castillo y allí dejó dormidas a todas las princesas que conocía. Cogió las cosquillas y las metió sin cuidado en un cajón, y soltó al unicornio y a los dragones y ni siquiera giró la cabeza para mirar cómo desaparecían. Encogió a los gigantes y a las hadas les quitó la varita y les cortó las alas. Hecha la limpieza general, cerró los ojos y sopló las velas.
Dicen los curas violadores de niños que la culpa es de los niños que los provocan. "Se agachaba enseñando el culo para provocar" decía uno.
¡Indignación, rabia y odio!
Dicen los violadores de mujeres que la culpa es de las mujeres que los provocan. "Se agachaba enseñando el culo para provocar" decía uno.
La palabra amor en tus labios es pura retórica. Dicen que si no te quieres a ti misma nunca podrás querer a los demás, entonces pienso que si nunca me has querido no es posible que te dieras cuenta de que toda mi vida, todos mis actos fueron porque yo sí que te quería a ti y no supiste verlo, no supiste apreciarlo, no quisiste entenderlo. Al fin y al cabo para ti solo fui un pelele, alguien prescindible, un pasatiempos de tu incapacidad para mantener a nadie.