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No recuerdo cuántos años tenía exactamente, sin embargo fue a esos de los 9 o 10 cuando tuve mi primera computadora, una Amstrad 1640 que me regaló mi tío, lo hizo porque ya se había comprado un Pentium con Windows 95.
Al ser mi primera computadora, no tenía idea de cómo manipularla. Ésta venía con MSDOS v3 y la pantalla era monocroma, venía con un mouse pero sin la bolita.
Al endencerla solo podía ver el prompt y escribir.
No fue hasta un poco después que mi buen amigo Homero me enseñó los comandos básicos para navegar por el sistema de archivos: DIR y CD (y esto lo escribo con mayúsculas porque a DOS le importa un carajo). Con estos dos comandos podía intrusear en todas las carpetas que venía la computadora.
Aprendí a ejecutar los binarios EXE que traía el disco duro y también aprendí a ejecutar el gestor gráfico GEM, a través de los 4 diskettes 5"¼ de colores, era un proceso lento y repetitivo, el mensaje de inserte el siguiente diskette era recurrente. Una vez abierto el GEM las cosas no mejoraban mucho, el mouse no traía la bolita, y los que me pude conseguir eran más pequeños, por lo que tenía que girar los rodillos del mouse con el dedo para navegar XY.
No puedo recordar esos tiempos como los mejores, si bien era mi primera computadora, era ya antigua para la época. Veía esas pentiums con Windows con algo de recelo y pena.
No pasó mucho tiempo hasta que mi mamá me regaló la segunda computadora, una Pentium de 133 MHz con 16 MB de RAM y 10 GB de HDD. La compró usada en el famoso persa Bio Bio de Santiago.
Si bien también era tecnología algo obsoleta para ese tiempo, mi experiencia con esta computadora fue pura felicidad.
Traía Windows 95 Plus! Con varios juegos de la época y con varios videos de Anime (al parecer su dueño anterior le gustaban bastante). Era una odisea explorar el sistema de archivos y encontrarse con algo nuevo y divertido. Era también una experiencia el intercambio de CDs con programas, sharewares y multimedia. Conocí a algunos que me prestaban cajas llenas de material para instalar, como también revistas y diskettes con mucho software de todo tipo; videojuegos, programas demo, reproductores, themes de varios programas, videos tutoriales, y muchas curiosidades que simplemente no puedo recordar.
Luego las cosas estuvieron bien, aburridas pero bien, ya el 2002 me regalaron una PC nueva, un Pentium 4 con 256 MB de RAM y 40 GB de HDD. Pude jugar cosas más nuevas y con mejores gráficos, pero la excitación... la gloria se iba perdiendo, quizás era yo el que se estaba perdiendo, qué se yo.
Como muchas cosas en mi vida llegan tarde, el internet también lo fue. Antes del 2006 mi experiencia con el internet se limitaba únicamente a conectarse desde computadoras ajenas, en casas ajenas, en dormir en habitaciones ajenas. Amaba poder quedarme en casas con acceso a internet; llevaba un arsenal de diskettes y CDs vírgenes para poder almacenar todo lo que encontraba de mi interés; música, texto, imágenes y videojuegos. El internet para mí siempre fue un mundo soñado... surreal, un mundo al que siempre quise pertenecer pero que hasta ese momento nunca pude. Era un amor platónico poder abrir un navegador y que al tipear la URL esta responde con el HTML. Era un mundo donde había muchísimo material a libre disposición, páginas web hermosas con contenido hermoso, con personas reales detrás del nickname de algún chat, de algún foro. Habían personas que compartían mis mismos intereses. Eso lo encontraba (y lo sigo encontrando) algo místico.
Todo fue sombrío hasta el 2006, cuando por fin mi madre se atrevió a contratar un plan de internet (quizás quería compensar su culpa de haberse separado de mi papá). Era un plan de 300 Kbps, y fue lo suficiente para perderme por completo en el ciberespacio.
Pude realizar todas las actividades que siempre quise; descargar música por Soulseek, vídeos por KazAa, registrarme en foros, jugar en línea, Quake 3 Arena, Worms Armageddon, Counter Strike 1.6. Me pasaba noches enteras en eso, lo recuerdo con mucha felicidad. Una espiral de lugares, momentos, de bytes y de bits.
Debo reconocer que el internet cambió mi vida en un sentido completamente lúdico, como niño siempre busqué la diversión y el ocio. No soy una excepción a mi generación, sin embargo, también debo reconocer que siempre he amado profundamente las computadoras, son transformadoras en muchos aspectos y son capaces de llevarte a muchos lugares. Por eso siempre trato de ser consciente de que, al estar frente a una, estas frente a una poderosa máquina procesadora de ceros y unos, tantos ceros y unos posibles, tantas combinaciones juntas, que las posibilidades puedes ser infinitas.