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Nos dirigíamos con rumbo fijo a Kepler-442 b para hacer unas prospecciones en su superficie. La vida en la Tierra tiene los días contados y Kepler es el exoplaneta más parecido al que nuestra tecnología nos permite llegar.
Algo falló en el ordenador de a bordo. Nos desviamos 6 parsecs y acabamos a 19.56 años luz de distancia. Mientras averiguábamos dónde estábamos y recalculábamos el rumbo de vuelta, captamos la señal electromagnética de un pequeño planeta, que de no ser por el equipo de detección, hubiera pasado inadvertido.
Hicimos un barrido con el equipo de mediciones en busca de vida hostil y composición de su atmósfera, y tras asegurarnos de que todo era correcto decidimos enviar un equipo de reconocimiento compuesto por seis personas. Yo fui una de ellas.
Lo que hemos visto nos ha dejado helados. Un planeta muy parecido a la Tierra, con oxigeno, agua, flora y fauna, pero lo que de verdad nos sorprendió fueron sus habitantes. ¡Eran bebés!.
Las óptimas condiciones meteorológicas, tanto de temperatura como de humedad, permiten que los bebés pudieran sobrevivir al raso, desnudos, solo bebés y niños de hasta cuatro años. No hemos visto niños mayores, ni adolescentes, ni adultos, ¿por qué?, ¿cómo han llegado aquí los bebés?, ¿quien los cuida?.
El paisaje es selvático, con zonas más abiertas, montañas y lagos, todo un vergel de naturaleza. Así debió ser nuestro planeta alguna vez.
De la tierra han empezado a salir unos seres de forma indeterminada, recubiertos de un denso manto de vegetación y barro, a los que llamamos "los cuidadores". Se mueven despacio, casi a cámara lenta. Alimentan a los bebés, los limpian y los cuidan, y luego desaparecen hundiéndose de nuevo en la tierra fangosa. Les empezamos a llamar "los Gormogon", por que cuando se mueven emiten un sonido gutural parecido.
En los meses que hemos estado en el campamento hemos aprendido que este planeta se mantiene virgen porque sus habitantes jamás desarrollan la personalidad destructiva humana, no les da tiempo. Cuando van a cumplir cinco años, los cuidadores se los llevan y nunca vuelven. Nos enteramos más tarde de que los hunden en la tierra fangosa y allí, por algún extraño proceso morfológico, se transforman a su vez en cuidadores. Es violento ver como le hunden la cabecita al bebé, pero es curioso ver que no lloran.
Los cuidadores no parecen que tengan vida propia, ni mente propia, solo hacen lo que hacen porque es lo que se tiene que hacer, siempre se había hecho así.
Nunca averiguamos de donde vienen los bebés, pero veíamos bebés nuevos conforme se iban los niños mayores, alcanzando así el equilibrio poblacional.
Hemos sido unos ilusos. Estaba claro que estos cuidadores no iban a permitir que el planeta se corrompa por nuestra culpa.
Se mostraron hostiles hacia nosotros. Toda su dulzura con los bebés desapareció, dejando paso a una violencia inusitada. Se agitaron mucho cuando detectaron nuestra presencia y demostraron que estaban creados no solo para cuidar, si no para vigilar y proteger; y también para matar.
Empezaron a cazarnos lanzándonos pegotes de barro a gran distancia. Si consiguen alcanzarnos, el barro lanzado se adhiere al organismo y lo envenena. Se llevan el cuerpo y lo hacen desaparecer.
Solo quedo yo del grupo de seis exploradores.
Todo en este maldito planeta me chirría. ¿Como llegan los bebés?, ¿quien los pare?, ¿qué son los cuidadores?. Ya nunca sabremos quien hay detrás. Tengo barro en la nuca, se me acaba el tiempo.