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Llevo un par de semanas sin entrenar en el rocódromo por motivos personales, así que mi entrenamiento estrictamente relacionado con escalada se basa en lo mencionado ya en las otras entradas.
Quería aprovechar esta entrada para hablar de algo diferente, sobre la nieve y la montaña. Para dar un poco de contexto, he nacido en Granada. He vivido en muchos sitios, pero he nacido en Granada. Nunca he esquiado o hecho snowboard, me habré subido en el telesilla un par de veces en mi vida. Sin embargo estoy acostumbrada a pasear por Sierra Nevada en diferentes epocas del año desde que tengo memoria. Pese a su nombre, la Sierra no siempre tiene nieve, pero sorprendentemente tiene muchos tipos de nieve cuando sí la tiene. Cuando no, tiene arroyos y cascadas, incluso un valle que el suelo está blandito (como si fuera un bollo) por el agua que baja de las montañas. En invierno ese valle está lleno de nieve, hielo y nieve polvo, en primavera de nieve de primavera (que está sucia de barro a veces y pesa un poco), pero si la miras desde un punto más alto, como el Mojón del Trigo, un pequeño monte que me gusta subir, en cuyo pico hay un antiguo observatorio, incluso la nieve primavera es bonita. Desde ese mismo pico, que a veces comparto con algunas cabras cuando subo, en verano se puede ver otro edificio abandonado en el acantilado, al oeste de la llanura. Era una estación de esquí, antiguamente, ahora solo son ruinas. A veces fantaseo con montarme una base secreta allí para leer y pintar, y arreglarla. Al princpio tenía esta misma fantasia con el propio observatorio, que también estaba abandonado desde hace muchos años, yo lo conocí abandonado. Al parecer fue construído en 1902. Me colaba dentro y subía unas escalerillas que había hasta llegar lo que se suponía era una suerte de cúpula. Hace pocos años lo compró la universidad y ahora es moderno y está cerrado con una cerradura de las buenas de verdad, no de esas que se pueden abrir con ganzúas, me bastó un vistazo para saberlo.
Pues hay un camino casi en línea recta de este pico a la Virgen de las Nieves. La virgen de las nieves es un arco en forma de V invertida, hecho con piedras en cuya punta hay una virgen, y en el centro del arco, sobre el suelo de arena y piedra hay un bloque también de piedra que hace las veces de altar. En verano todos los años se hace una misa allí y se llevan toda la parafernalia de misa muy temprano. Lo bueno de esto es que es más fácil subir muy temprano al Veleta y ver amanecer desde allí ese día, porque abren una barrera al tráfico en la carretera de montaña para que puedan pasar la misa, y te puedes acercar lo suficiente como para que si sales de casa a las cuatro de la mañana puedas llegar a ver el amanecer a las siete o las ocho desde el pico del Veleta. Si no hay muchas nubes puede que al llegar seas capaz de ver el mar desde allí. Y es que Granada, aunque no sea en la ciudad-ciudad, tiene mar. Así que puede verse, si te fijas bien y entornas un poco los ojos. Por supuesto uno puede hacer esto cualquier día del año, pero en ese caso es mejor quedarse en el albergue esa noche y salir entorno a las cuatro pero desde el albergue. Para cualquiera de las dos opciones, es necesario llevar una linterna, y como sostener la linterna se hace una tarea complicada cuando tienes que agarrarte a rocas para subir el veleta (se llega así más rápido que por el camino liso) es mejor llevar una linterna de frente.
Como me gusta escalar, a veces cojo atajos en roca para subir los picos, pero no son cosas muy complicadas (además subo con botas de montaña y no de escalada). Mi padre me sigue a veces (solo en estos casos, pues la realidad es que yo le sigo a él el resto del tiempo), y ambos vamos cargados con cámaras, agua y palo de senderismo. En invierno y primavera, es probable como decía encontrarse nieve en rutas habituales. He de pararme aquí para decir que no tenemos raquetas de nieve, que son complementos para zapatillas que se asemejan a raquetas de tenis, a veces con clavos, y que facilitan un paseo sobre nieve porque evita en mayor medida que te hundas. Pero nos apañamos con ropa técnica impermeable y botas de senderismo. Caminar sobre nieve tiene una técnica distinta, y aunque esté acostumbrada muchas veces me sigo hundiendo hasta la cadera con un mal paso. Lo más importante por tanto es confiar en más de un punto de apoyo, y no volcar toda tu confianza en el siguiente paso. No pasa nada por hundirse en nieve (en la sierra, que no hay cráteres ni caidas complicadas si estás leyendo bien el terreno) pero es más fácil y seguro reponerse si a la vez otro pie está fuera y otra mano agarra un bastón bien asegurado. Hay veces que al avanzar, se avanza en horizontal por un camino de ladera, algo inclinado, y con nieve. Si la nieve es blanda y pesada (como la nieve primavera) lo más sencillo es crear una muesca en la nieve usando la bota: es tan fácil como darle una patada lateral a la ladera y apoyarte sobre esa muesca. Esto no funciona, por ejemplo, si es nieve fina, o si es hielo, claro. Cuando la nieve es fina hay que tener cuidado con las laderas, porque puede caer desde arriba. La nieve fina, sin embargo, también puede levantarse con viento como si fuera arena en dunas del desierto, pero blanco. Si caminas por nieve fina en llanura y pasa una ráfaga de viento, a veces te azota en la cara y te llega un frío húmedo como una lluvia muy fina y fría. Este tipo de nieve es la que te invita a saltar encima y escuchar un sordo "puf" al caer.
Los islandeses tienen una palabra para indicar cuando el tiempo es interesante de mirar, pero no tanto de vivir (osea para mirar desde la ventana agustito en tu casa y no salir ni de blas): Gluggaveður. Hay que saber bien leer estas señales, y los perros por ejemplo lo hacen mejor que nosotros. En una ocasión veraniega a mi padre y a mi nos cazó una tormenta en la sierra, que llevaba horas alterando a un perrillo que ladraba al lado nuestra durante ese paseo, de unos amigos. Yo di por hecho que el perrillo ladraba por molestia de algún tipo y me paré un par de veces a acariciarla y otra a lavarle las patitas en un arroyo, pero ella seguía ladrando y ladrando. Nos separamos en cuanto la amenaza de tormenta fue evidente y mi padre y yo nos escondimos en una suerte de cueva. Desde allí pudimos ver un rayo estrellarse en la misma llanura por la que hace minutos andábamos, y luego escuchamos un trueno amenazador. Comprendimos entonces el miedo ancestral por las tormentas y el pensar antiguo de que era algún dios muy enfadado. No sabía definir ese momento antes, pero después de ir a islandia creo que sería Gluggaveður. Con esto quiero decir que hay que tener mucho cuidado con el tiempo atmosférico, y saber cuando tú, como persona, no tienes nada más que hacer que refugiarte. Y en relación a eso, igual que en cualquier situación, hay que aprender a refugiarse. En la sierra hay varios refugios con espacio para dos o tres personas, en los que meterse si una tormenta de nieve te alcanza (o si quieres dormir). Y si no, siempre hay que conocer las situación y los movimientos menos peligrosos en relación al tiempo. Si el viento se levanta, hay que pegarse a la pared y alejarse de los acantilados (y si no, pegarse al suelo, o calcular hacia que lado si una se cae, se cae con menos peligro). Si hay tormenta, alejarse de llanuras y árboles, y plegar y guardar los bastones. Si llueve hay que procurar cubrirse con material que no cale, aunque haga calor, y además como la visibilidad empeora mucho, hay que confiar en el camino que conoces. Si no lo conoces, hay que esperar.
Durante finales de primavera la nieve se derrite y se convierte agua fría que cae de las rocas. Durante esta época en un buen día además hace sol y buen tiempo, y acercar la mano a una roca goteante genera cierta alegría. Durante el verano en la ciudad el calor es casi insoportable, y en la propia sierra hace calor de estar en pantalón corto y manga corta. En esos días, hay un camino que puede hacerse en el valle que durante el invierno está nevado. En verano son rocas y algunos hierbajos de hojas peludas y cardos, pero hay un caminito con saltos de roca que se transforman en pequeñas cascadas de agua fresquísima. Si una va hasta allí, puede meterse en el riachuelo y colocarse debajo de las cascadas o remojarse en el arrollo que las acompaña. Como está lleno de rocas hay que tener cuidado con no resbalarse o hacerse daño, pero es un descanso estupendo del calor. En otro monte cercano a sierra nevada, más cerca de la ciudad, hay un paseo similar a este en el que se puede caminar dentro de un río (al ser más bajo que la sierra, hay árboles y plantas y bichos) y traspasar varias cascadas también. En este caso el agua fría puede llegar incluso a la cintura, y está bien si llevas ropa que no pasa nada que se moje, o un bañador y la ropa en alto. Pero lo mejor es que el agua es cristalina y limpia, y meter la cabeza te deja fresca durante mucho rato, hasta llegar a la cascada. Cuando te acercas a la cascada desde el río, el propio río de empuja un poco hacia atrás mientras te salpica agua que golpea en las piedras. Hace mucho ruido y si vas con alguien tienes que gritar y hacer gestos. A los perros les encanta, se meten sin pensarlo y luego se revuelven y mojan todo a su alrededor.
En cualquiera de las épocas del año, una puede sentarse sin más en una roca, sin caminar, sin buscar nada. Las cabras lo hacen todo el tiempo. A mi las rocas me invitan a amarrarme e intentar subirlas, pero también está bien sólo sentarse. Y desde ahí a veces puedes ver unos pajarillos pequeños que se esconden entre las rocas (normalmente una los oye antes de oirlos) o halcones, que sabes que son halcones aunque pasen como balas. Y eso es Sierra Nevada, para mi.