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Desde pequeño me han fascinado las pirámides de Egipto. Con pocos años ya seleccionaba sĂłlo las piezas piramidales de los juegos de construcciĂłn y en la playa, en vez de hacer esplĂ©ndidos castillos de arena, hacĂa grandes pirámides, para asombro de familiares y amigos.
Me pasaba horas calculando senos y cosenos de pirámides reales mediante trigonometrĂa.
En el colegio sacaba buenas notas en general, mi mente, sedienta de conocimientos, siempre ha necesitado actividad, pero era especialmente sobresaliente en matemáticas. AsĂ, cuando al resto de mis compañeros les costaba mucho calcular una integral, a mi me daban clases aparte de materias un curso superior. Fue cuando me decidĂ por hacer la carrera de arquitecto.
En la Universidad saquĂ© la carrera con matrĂcula de honor, y ya acabada dicha carrera continuĂ© acudiendo a la facultad para continuar perfeccionando mi estilo.
ConocĂ a un profesor llamado Yaser Tahmaz. Era de El Faiyum, una pequeña ciudad de Egipto, cerca de Giza. TenĂa 54 años y era catedrático de ciencia y tecnologĂa cuántica. Su aspecto era el de el clásico profesor chiflado: calvo con el poco pelo que le quedaba despeinado, con gafas de pasta rotas siempre caĂdas en una nariz aguileña, aspecto desaliñado y muy despistado. Era muy reservado pero se lanzaba cuando se tocaba el tema de los viajes en el tiempo. Estaba convencido de que era posible viajar en el tiempo, que solo era cuestiĂłn de dar con la fĂłrmula exacta.
Se pasaba horas y horas en su taller, hasta el punto en el que de vez en cuando el decano bajaba a llevarle algo de comer, porque si por Ă©l fuese, nunca comerĂa, lo encontraba una pĂ©rdida de tiempo, como dormir o ducharse, por eso era conocido como un profesor excĂ©ntrico y eso hacĂa que no fuese muy apreciado entre sus colegas de profesiĂłn ni entre el alumnado, que lo consideraban como a un perturbado.
Estaba inmerso en un proyecto universitario sobre el estudio del misterio de la creación de las pirámides y el posible uso de aparatos tecnológicos rudimentarios, subvencionado por el rectorado, y para el que necesitaba un ayudante, asà que me presenté sin dudarlo.
Debido a mi avanzado intelecto, siempre he sido el bicho raro en el colegio, entre mis pocos amigos, entre mi familia y... bueno, un bicho raro en general, por lo que cuando conocĂ al profesor entablĂ© cierta amistad enseguida, aunque al principio me chocĂł un poco su desconcertante teorĂa.
Solo despuĂ©s de firmar los papeles del contrato, en el que habĂa las tĂpicas cláusulas de confidencialidad, me explicĂł en quĂ© consistĂa realmente su proyecto. Yaser estaba convencido de que eso de las pirámides era una creaciĂłn de gentes del futuro o de extraterrestres, y para demostrar ese y otros misterios trabajaba en una especie de máquina del tiempo que ocultaba de las miradas de cualquier curioso que entrase en el aula-taller.
— Mejor será que de esto no digas ni una palabra— me dijo con una mirada amenazante y enseñándome el contrato reciĂ©n firmado. ¡Por Dios, si yo soy arquitecto! Lo que menos necesitaba Yaser era un arquitecto, y yo de tecnologĂa no tenĂa mucha idea, más allá de montar un ordenador por piezas.
— Bah, tonterĂas, ya me serás Ăştil en su momento, la taqlaq— siempre decĂa “la taqlaq” que más tarde supe que significaba “no te preocupes” —Todo el mundo es Ăştil para algo, sadiqui.
Pasaron las semanas, que se convirtieron en meses, sumando años. EmpecĂ© a trabajar en un bufet de arquitectos del tĂo de MarĂa, una compañera de facultad con la que compartĂ algo más que los apuntes y que despuĂ©s de una corta relaciĂłn, aĂşn seguĂa sintiendo algo por mi.
Al principio no confiaron mucho en mis proyectos, pero poco a poco empecĂ© a tener cierto prestigio a causa de mis edificaciones piramidales, sobre todo por mi Ăşltima creaciĂłn, el hotel Al Qibla en El Cairo, una pirámide de 102 metros de altura, todo una gran cristalera que permite ver el interior, al estilo de la entrada del Luvre de ParĂs. Entre tanto el profesor Yaser trabajaba incesantemente en su alocada teorĂa de conseguir viajar en el tiempo.
La subvenciĂłn para el proyecto asignado por la Universidad se terminĂł y como no habĂa avanzado nada lo cancelaron, pero al seguir como profesor de tecnologĂa le permitieron quedarse con el aula-taller. Yo empecĂ© a ganar mucho dinero, asĂ que de vez en cuando ayudaba econĂłmicamente al profesor. Un dĂa me llamĂł sobresaltado:
— Emilio, yallah, yallah, lo tengo, lo he conseguido, ja, ja, ja, es genial....es... fantástico. Ven lo antes posible.
— ¿Que pasa?— respondà asustado.
— He conseguido acabar la máquina del tiempo, corre, ven a la facultad.— y colgó. Al cabo de unos minutos estaba en el aula-taller, donde el Profesor pasaba interminables horas de estudio.
— Cuéntame eso de que has acabado la máquina del tiempo.
— No conseguĂa ajustar la energĂa cuántica necesaria para desmaterializar el objeto del viaje, asĂ que con un cañón de fotones de antimateria tuve que regular la energĂa cuántica que...
— Resume un poco. ¿Funciona?— dije yo sin mucho interés por lo que me contaba.
— Verás, el caso es que no lo he probado con seres vivos aun, pero he conseguido enviar objetos al pasado. Desaparecen de la plataforma.
No pude reaccionar durante unos segundos. Si era verdad lo que me estaba diciendo Yaser, esto iba a ser el ingenio del siglo, qué digo del siglo, ¡de toda la historia!.
— Yaser, con todos mis respetos, ¿cómo sabes que los objetos van al pasado? Según me has dicho, has conseguido que desaparezcan, pero no sabes qué pasa con ellos, no sabes si se destruyen o...
— Vaya, veo que todo este tiempo no te ha servido para creer en mi proyecto, ma shallah.
— Mira, no es que no crea, eres brillante y aunque no entiendo mucho sobre teorĂa cuántica, creo que tus avances en este campo han sido muy grandes, pero entiende que tenga mis dudas.
— Mira— se fue a un rincĂłn del aula y me trajo una hamburguesa en mal estado. —Esta hamburguesa es del mediodĂa. La puse en la plataforma de la máquina y fijĂ© en el contador la fecha de hace dos semanas, el dĂa de la inauguraciĂłn de tu hotel— vaya, asĂ que el profesor no está tan desconectado del mundo como yo creĂa— Ha aparecido asĂ, podrida, llena de gusanos, Âżte convences ahora?— Yo seguĂa muy escĂ©ptico con el tema, el profesor podrĂa haber manipulado la hamburguesa para justificar su Ă©xito despuĂ©s de tantos años de fracasos. Me debiĂł leer la mente.
— Ya veo, a los escépticos como tu solo les vale lo que ven, ¿verdad?
Como no me vio muy convencido, hizo una prueba delante mio. CogiĂł un trozo de tarta de queso que no se comiĂł del menĂş de la Universidad y lo colocĂł en la plataforma, bajĂł el protector de pvc y se dirigiĂł a la parte trasera del armatoste en que se habĂa convertido su "máquina del tiempo".
— Mira. Desde este contador elijo la fecha, vamos a poner el 3 de Abril, hace seis dĂas— apuntĂł una especie de cañón a la plataforma, situada a 7,43 metros exactos y encendiĂł la maquina, Que empezĂł a zumbar, y varias lucecitas empezaron a encenderse y apagarse. AlineĂł una especie de cañón hacia una cĂ©lula fotovoltaica situada en la base de la plataforma donde estaba la tarta y al cabo de unos segundos apretĂł un pulsador y se oyĂł un leve chasquido elĂ©ctrico que apenas durĂł un segundo y la tarta desapareciĂł.
— ÂżDĂłnde.... cĂłmo.... pero no es posible.... donde está la tarta?— Mi mente no era capaz de aceptar lo que mis ojos acababan de presenciar. MirĂ© a Yaser que tenĂa una sonrrisilla de satisfacciĂłn y autosuficiencia.
— Al hamdu lilah, ves como no eran invenciones mĂas, jajaja, es fantástico, es..... ¡sublime!
— Pero ¿donde está la tarta?, ¿como sabemos que la tarta ha viajado en el tiempo?
— Los occidentales siempre tan impacientes, ven—Me llevó al fondo del aula y en otra plataforma idéntica a la otra estaba la tarta, desecha y llena de moho.
— No es posible, Âżeres consciente de lo que has conseguido, de lo que esto significa?— montones de ideas bombardeaban mi cerebro, quĂ© significaba esto y cĂłmo cambiarĂa nuestras vidas, pero tambiĂ©n quĂ© podrĂa pasar si esto caĂa en manos errĂłneas. Y hablando de cambios, tambiĂ©n empecĂ© a pensar en como nos afectarĂa indirectamente los posibles cambios que se efectuaran en el pasado, que irremediablemente tendrĂan consecuencias en el presente. Yaser pareciĂł leerme la mente.
— Claro que sĂ© lo que significa esto y lo que puede ocasionar en malas manos, pero tambiĂ©n he pensado en cĂłmo podrĂa cambiar los conocimientos de la historia que tenemos hasta ahora y comprender muchos de los misterios histĂłricos. Pero lo que he conseguido aquĂ va más allá, imagina si la segunda plataforma la situamos lejos, en otro paĂs.... podremos enviar objetos y personas a distancia, habremos conseguido la teletransportaciĂłn!!!— No habĂa pensado en ello. Varios experimentos actuales ya han conseguido enviar partĂculas a varios kilĂłmetros entre universidades mediante la fĂsica cuántica, y Yaser era un prestigioso cientĂfico especializado en fĂsica cuántica reconocido mundialmente, Âżpor quĂ© no podrĂa Yaser haber hecho tamaño hallazgo? No sabĂa cĂłmo encarar mi siguiente pregunta, asĂ que fui directo.
— ¿Sólo has hecho pruebas con objetos, digamos, inertes?— La cara de Yaser cambió a una mueca casi de dolor.
— De momento sĂłlo he realizado pruebas con objetos. Hay un obstáculo que aun no te he comentado Emilio, y es que de momento sĂłlo funciona con objetos inmĂłviles. El acelerador funciona descomponiendo la materia y para ello hace varios barridos escaneado las partĂculas que lo forman y comparándolos entre si para cerciorarse de que no están en diferente posiciĂłn, y si no es asĂ se aborta el proceso. He intentado hacer las pruebas con insectos, ratones y mascotas, pero ÂżcĂłmo se le explica a un animal que se estĂ© quieto?
— Pero en teorĂa deberĂa funcionar, Âżno?
— Y en la práctica tambiĂ©n— y puso esa cara que sĂłlo Ă©l sabe poner de corderito que sabe que van a degollar— Emilio, debemos dar un paso más, debemos poder enviar al pasado a alguien de carne y hueso— ÂżDebemos? hasta ahora siempre habĂa usado la primera persona y ahora me incluye, no me gusta la direcciĂłn que está tomando esto.—Ahora necesito que alguien se preste voluntario para hacer un viaje al pasado de verdad.
— ¿Estás loco?, ¿quién iba a querer prestarse voluntariamente?
— Nadie debe saber lo que hemos conseguido aquĂ, Âżfahem?
— Si, entiendo, pero... No, no. Te veo venir y...
— ÂżNo te gustarĂa viajar al antiguo Egipto y ver cĂłmo se hicieron las pirámides? Es el sueño de tu vida, siempre has querido desentrañar ese misterio.
— Lo que no quiero es morir en el intento.
— Oh, vamos, sadiki, la taqlaq, no va a pasar nada, tu lo has visto con tus propios ojos, no hay problema.
— Claro, y ahora vas a decirme que ni la hamburguesa ni la tarta han sufrido en el viaje, ¿verdad?
— Mira, la fĂsica cuántica permite estar en dos estados al mismo tiempo y sĂłlo cuando se mira en quĂ© sitio estás realmente te posicionas, ya te expliquĂ© el teorema del gato de Schrödinger, es asĂ de fácil, ya se han hecho pruebas satisfactorias sobre esto.
— Con partĂculas, no con un conjunto de varios millones de ellas.
— Mira, piénsalo, no es algo para decidir ahora. Bueno, tengo que dejarte, tengo claustro de profesores y ya llego tarde. Masá aljer.
— No tengo que pensar nada, la respuesta es no. Masá al nur.
Me fui a casa dándole vueltas al asunto. Aquello me sobresaltĂł de tal manera que me quedĂ© en estado catatĂłnico. Mi yo racional lo tenĂa muy claro, pero mi yo irracional tenĂa muchas dudas. Mi yo arquitecto empezĂł a dar rienda suelta a la imaginaciĂłn. Âży si Yaser tenĂa razĂłn y no hay ningĂşn problema? podrĂa viajar hasta la Ă©poca del antiguo Egipto y descubrir por mi mismo el gran secreto de la creaciĂłn de las pirámides. Pero no, no, no puede ser, no iba a ser yo quien hiciera de conejillo de indias del profesor.
A la mañana siguiente fui a reafirmarme en mi intenciĂłn de no ser el "sujeto de pruebas nĂşmero 1", pero no encontrĂ© por ningĂşn sitio al profesor. PreguntĂ© a otros profesores y al rectorado, pero no supieron contestarme. Dos semanas más tarde desaparecĂa la máquina del tiempo del aula-taller del ala 2 del campus de tecnologĂa de la Universidad.
Pasaron dos años y 4 meses sin noticias del profesor Yaser, y yo mientras tanto acabé de fraguar mi reputación con otra de mis obras arquitectónicas, un gran hotel de lujo, esta vez en Dubai, por encargo de un jeque que quedó impresionado con el hotel Al Qibla de Egipto.
Los Ă©xitos me llovĂan, se puede decir que me convertĂ en un hombre de Ă©xito al que nada le faltaba. Pero yo sentĂa un vacĂo en mi interior, la misteriosa desapariciĂłn del profesor Yaser y su peculiar proyecto del que a dĂa de hoy aun no habĂa tenido noticias. Pero lo que más remordimientos me provocaba era haber tenido en mi mano la posibilidad de viajar en el tiempo y no haberla aprovechado. Si esa tarde hubiera dicho que si, quizás el profesor Yaser no habrĂa desaparecido y yo... nunca lo sabrĂa y ahora ya era tarde.
Me levantĂ© por mañana tarde, para variar, con el tiempo justo de darle dos bocados a un sandwich y salir pitando al bufet. Me pasĂ© el dĂa de reuniĂłn en reuniĂłn con una sensaciĂłn extraña y cuando salĂ del edificio me fijĂ© en esa persona, la misma que vi al salir de casa para coger el taxi, la misma que vi en la cafeterĂa de enfrente del bufet a media mañana, la misma que vi de pie mirándome cuando me asomĂ© a la ventana. Me hice el despistado y de repente corrĂ hacia esa persona y la empujĂ© contra la pared. Al no esperarse mi reacciĂłn no pudo defenderse y cayĂł contra unos bidones de basura de un restaurante.
Me acerqué hacia él con la intención de enzarzarme en una pelea.
— ÂżQuiĂ©n eres, por quĂ© llevas siguiĂ©ndome todo el dĂa?— mi sorpresa fue mayĂşscula cuando debajo del gorro y las gafas de sol apareciĂł Ă©l.
— Veo que te va muy bien, sadiki— No me lo podĂa creer, Âżese hombre que desapareciĂł sin dejar rastro aparece de golpe, muy desmejorado y de manera clandestina.? Al cabo de 40 minutos estábamos en mi casa poniĂ©ndonos al dĂa.
— ... y ese es el motivo de mi partida, espero que lo entiendas Emilio. DebĂa experimentar con seres vivos y la Universidad no era el mejor sitio para hacerlo, tarde o temprano hubieran acabado por darse cuenta y eso no podĂa pasar.
— Me lo podrĂas haber dicho, yo...
— Haberte dicho quĂ©, Âżque he tenido que sacrificar animales porque mi máquina no descomponĂa bien la materia viva?, Âżque una vez efectuadas con Ă©xito las pruebas con animales empecĂ© a hacerlas con personas?, Âżque he sacrificado humanos en mis perturbados ensayos? SĂ, muchos quisieron hacerlo a cambio de un buen fajo, y otros eran escoria de la humanidad que se lo merecĂan, pero en todos esos casos si me hubieran descubierto me hubieran encerrado de por vida y a ti conmigo, Âżfahem? No estoy orgulloso del final de todos esos fracasos, que Allah me perdone, ni despuĂ©s de haber tenido Ă©xito por fin, haber tenido que hacer desaparecer al sujeto alfa para que no hablara.— No podĂa creer lo que estaba oyendo, hasta donde podĂa llegar la locura de un hombre para conseguir sus objetivos—....as bien?, Emilio !!, Âżestás bien?
—Si, si— dije todavĂa con un escalofrĂo en el cuerpo —no te creĂa capaz de hacer algo asĂ. Ahora me cuentas todo esto y me haces cĂłmplice de todas tus locuras.
—Ni yo me creĂa capaz. La taqlaq, porque esta conversaciĂłn nunca ha tenido lugar— Mi mente no paraba, iba como un aviĂłn supersĂłnico, ÂżhabĂa dicho....?
—Yaser, ¿has dicho que tu proyecto ha tenido éxito?
—Oooohhhh sadiki, siiiii, he perfeccionado tanto mi máquina que por fin he conseguido poder descomponer materia viva sin riesgo alguno. No puedo darte muchos detalles si no quieres oĂr cosas que no quieres oĂr— se hizo un silencio que debiĂł durar pocos segundos pero que a mi se me antojĂł eterno. —¿Quieres verlo?
SentĂ un escalofrĂo que subiĂł por la espalda erizándome los pelos del cuerpo. Una parte de mi rechazaba esa locura, ¡por Dios, habĂa muerto gente!, debĂa denunciarlo de inmediato, pero mi otra parte se morĂa de ganas por salir pitando hacia donde fuese que se encontrara la máquina de Yaser. Él debiĂł leerme la mente (siempre lo hacĂa), porque al mirarme hizo su clásica sonrisa de medio lado y me dijo:— Coge algo de comer y vámonos.
DespuĂ©s de varios kilĂłmetros por autopista y otros tantos por carreteras de pueblo semi abandonadas llegamos, ya de noche a una masĂa perdida Dios sabe donde, el lugar ideal para esconderse (y hacer desaparecer a gente). Entramos en la oscura masĂa y Yaser encendiĂł un quinquĂ© de petrĂłleo que emitĂa una tenue luz. En la parte trasera de la masĂa, lo que serĂa el establo, se encontraba la máquina. Me quedĂ© un buen rato mirándola sin aĂşn creerme lo que tenĂa delante; la habĂa perfeccionado mucho.
— Marhaban a mi humilde morada, no hace falta que te presente al Dr. Who.
— ¿Vamos, no me digas que le has puesto nombre a la máquina?
— Claro, no le iba a llamar máquina todo el rato, ¿acaso a ti te llaman humano?
— Muy acertado el nombre— los cachibaches y cables se habĂan multiplicado, ya no hubiera sido posible esconder tamaño artificio en el aula de la Universidad.
EncendiĂł la máquina que lanzĂł el clásico zumbido y se empezaron a encender y apagar lucecitas por todos lados. ¡Aquella bestia debĂa devorar toneladas de watios de electricidad!
— AĂşn recuerdo lo escĂ©ptico que eres, asĂ que te harĂ© una demostraciĂłn— cogiĂł un ratoncito de una jaula, lo puso en la plataforma y bajĂł el plástico protector —ahora voy a programar la máquina para que lo envĂe a esta mañana. En la plataforma dejĂ© comida esta mañana con azul de metileno, pero como ves ahora está vacĂa, a mediodĂa la quitĂ©. EnviarĂ© al ratĂłn a esta mañana y luego lo traerĂ© de vuelta. Sabrás que todo ha ido bien porque tendrá la boca azul.
ApuntĂł el cañón a la cĂ©lula fotovoltaica y apretĂł el pulsador, no sin antes ofrecerme unos auriculares protectores —Ponte esto, la potencia se ha multiplicado y el chasquido del cañón es ahora muy fuerte— Tras un intenso chasquido y unos pocos segundos desapareciĂł el ratĂłn. Sin dar lugar a Yaser a que me dijera nada, me quitĂ© la protecciĂłn acĂşstica y fui corriendo a la segunda plataforma. AllĂ habĂa un pequeño roedor que antes no estaba. AbrĂ la protecciĂłn de pvc, cogĂ al animalito y le mirĂ© la boca: ¡azul!
Me hallaba sentado en la mesa mientras Yaser me servĂa un tĂ© de menta bien caliente. Aun no podĂa creer lo que habĂa visto, mi mente no era capaz de asimilar lo que esto significaba.
— Asà que es cierto, lo has conseguido. Tengo muchas preguntas que hacerte.
— Empieza, tenemos toda la noche.
— Las pruebas siempre las has hecho haciendo viajes cortos en el tiempo, dĂas o semanas, pero ÂżcĂłmo podemos estar seguros de que funciona a mayor longitud de tiempo?
— Fácil. Uno de los enviados, al que paguĂ© mucho dinero por cierto, tenĂa la misiĂłn de matar al General Prim. AsĂ que puse la fecha a 30 de Diciembre de 1870.
— Venga hombre, ¿el General Prim?, ¿no puedes inventar algo mejor?, además, se estaba buscando que lo mataran, si no hubieras “enviado” a alguien hubiera muerto igualmente a manos de cualquiera.
— Te dejas un pequeño detalle, sadiki, el propio General sabĂa que algo se tramaba contra Ă©l y asĂ se lo habĂan comunicado su hombre de confianza, Ricardo Muñiz, y el diputado republicano Morayta y ambos le aconsejaron que variara su itinerario habitual la misma tarde del atentado, y asĂ lo hizo. Si no sabĂan su itinerario, ÂżcĂłmo alguien hubiera podido matarlo?
— ÂżTe das cuenta de lo que has hecho? Has variado el curso de la historia, alteraste el futuro, que es el presente de hoy, ¡ese es exactamente el temor que tenĂamos sobre el asunto!.
— La taqlaq, solo era la prueba de fuego, a Prim, tarde o temprano se lo hubieran cepillado, tu mismo lo has dicho. El caso es que Dr. Who funciona.
— ¿Y que fue del “enviado”?, ¿lo dejaste en el pasado?
— Oh, no, por supuesto que no, debĂa probar que Dr. Who fuera capaz de traer de vuelta sano y salvo al enviado, Âżrecuerdas el “sujeto alfa” del que te hablĂ©?.
— Si, lo recuerdo, y no quiero saber más— Todo aquello me parecĂa vomitivo, querĂa salir de allĂ y no volver a saber nada más del asunto. Pero de nuevo, mi “yo” curioso hizo sonar su voz por encima de la de mi consciencia. EmpecĂ© a dudar, a hacerme preguntas que yo mismo me contestaba mientras Yaser ajustaba cosas en su máquina. Cuando Yaser desapareciĂł sentĂ que con Ă©l desapareciĂł tambiĂ©n la oportunidad de poder viajar a Egipto y descubrir el gran secreto de la creaciĂłn de las pirámides. Ahora se me presentaba de nuevo esa oportunidad, Âżla iba a dejar escapar otra vez?. Me convencĂ a mi mismo de que tenĂa que aprovecharla cuando notĂ© la mano de Yaser en mi hombro.
— Dr. Who está preparada, sadiki.
— Pero como voy a.... es decir, cuando esté en el pasado como voy.....
— Tranquilo Emilio, en estos casi 2 años largos he tenido tiempo de pensar en todo. No te he contado que instalĂ© una plataforma en Madrid para el “enviado”. SĂ, he conseguido lo que yo denomino "viaje en el tiempo teletransportado". He instalado una plataforma en mi ciudad, El Faiyum, en un sitio que no existe en el pasado. Otro de los “enviados” la ha probado y funciona.
— Ya, ya, no me digas más.
— He preparado un equipo que te será Ăştil cuando estĂ©s allĂ: brĂşjula, mapas de la Ă©poca, varios libros tuyos de esos de arquitectura piramidal, una grabadora para que hagas tus anotaciones, una libreta y lápices, un camelbag, gafas de sol, bueno, todo lo que te puede ser Ăştil, y por supuesto, las ropas de la Ă©poca, compradas en un mercadillo egipcio, con los complementos necesarios para que no te tomen por un esclavo.
No paraba de sentir escalofrĂos, sofocos, mareos, inquietud. No era capaz de permanecer sentado mucho tiempo, pero tampoco de pie. Lo que me estaba proponiendo Yaser era algo sin precedentes. PodrĂa por fin conocer el sistema usado para hacer las pirámides (y descartar la disparatada teorĂa de los extraterrestres o las gentes del futuro).
— Dr. Who está preparada, Emilio —Sin pensarlo dos veces acepté la invitación del profesor, que de inmediato me conectó a la máquina y la activó. Poco a poco empecé a sentir un hormigueo en el cuerpo que se acentuaba a la vez que empecé a perder visión, para volver a recuperarla al poco tiempo.
Cesó el hormigueo y a mi alrededor empezó a materializarse el paisaje. La visión que tuve me acongojó; estaba en mitad de un desierto, en el cual la temperatura era devastadora. La plataforma estaba situada entre los arbustos que crecen al pie de las palmeras, en un pequeño oasis.
¡Lo habĂa conseguido! Dios mio. Estaba en ... Egipto. Por fin podrĂa ver esas maravillas creadas por unos seres que ni el mejor ingeniero del siglo XX pudiera ni siquiera soñar con hacer, por fin sabrĂa como consiguieron crear esas maravillas que han perdurado hasta nuestros dĂas.
El Faiyum no existĂa como tal, sino que era conocida como Shedet, el mayor centro de culto de la zona. Pero las grandes pirámides estaba a unos 80 kilĂłmetros al Nor-este, en Giza. Me unĂ a una caravana que cruzaba Nubia y en dos dĂas y medio llegaba a Giza.
Estaba impaciente por ver las pirámides, por ver el desarrollo de las obras, por ver toda la multitud de gentes trabajando en la creaciĂłn de pirámides como la de Keops, construida por el faraĂłn de la cuarta dinastĂa del Antiguo Egipto, cuyo arquitecto de dicha obra se llamaba Hemiunuo, finalizada alrededor de 2570 a.C, siendo la primera y mayor de las tres grandes pirámides de la NecrĂłpolis de Giza, a las afueras de El Cairo.
Pero... quĂ© raro, no habĂan pirámides por ningĂşn lado, Âżes posible que haya habido algĂşn error de fechas o de lugar?
Me encontrĂ© con una caravana Nubia que al ver mis ornamentos me hicieron una reverencia y me acogieron en su campamento. DespuĂ©s de una cena frugal, con gran dificultad comunicativa conseguĂ averiguar que estábamos en el Egipto del faraĂłn Ahmose I, el fundador del Imperio nuevo, por lo que aproximadamente estábamos en el año 1500 A.C. Los mapas estelares tambiĂ©n lo confirmaban. Dios mĂo, Âży las pirámides?, ¡en esta Ă©poca ya deberĂan haber sido edificadas!.
Les pregunté con mi pésimo egipcio antiguo aprendido como hobby y a través de dibujos y gestos a aquellas gentes sobre construcciones piramidales. Extrañados se miraban unos a otros y negaban con la cabeza.
Empecé a sentirme mal, ¿como era posible?, ¿estamos equivocados en la datación de las pirámides?
Pasaron los dĂas y las semanas y mi bĂşsqueda de las pirámides era infructuosa. RegresĂ© a la plataforma para volver a mi Ă©poca, pero no estaba, habĂa desaparecido. SentĂ un repentino mareo seguido de vĂłmitos y descomposiciĂłn. Era mi fin, ÂżdeberĂa quedarme en Egipto para siempre?, ÂżvendrĂa Yaser a buscarme?
Pasaron varios meses sin que nadie viniera a por mi. Me asentĂ© en Shedet, actual El Faiyum y cada dĂa revisaba el lugar donde tenĂa que estar la plataforma. Con el tiempo empecĂ© a revisarlo una vez por semana, un par de veces al mes, pero al final desistĂ de la idea de que me enviaran de nuevo al futuro, mi presente.
Pero lo que realmente me atenazaba era la inexistencia de pirámide alguna en ninguna zona histórica de Egipto. ¿Es posible que no existan las pirámides?! ¿Como llegaron entonces a nuestra época? Muchas de esas pirámides datan del año 4000 A.C.
La tristeza me comĂa por dentro. ÂżQue podĂa hacer? Desolado y angustiado no me quedĂł otro remedio que hacer lo que mejor se me daba........ CONSTRUIRLAS.