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2004-12-10
Cuando yo era pequeño, la vida educativa para llegar a universitario se estructuraba así: Ocho años de EGB, tres de BUP, uno de COU, un examen de Selectividad y la Universidad.
El examen de selectividad era el que te permitía acceder a la universidad y, según la nota que sacases en él, elegir qué carrera querías.
El meollo es que los institutos (donde se impartía BUP y COU) medían su "nivel" según el éxito de sus alumnos en selectividad, por la simple y cómoda fórmula **Alumnos Aprobados / Alumnos Matriculados en COU**. Obviamente, según esta fórmula, lo ideal era que aprobasen **todos** los alumnos que hubiesen **cursado COU**.
El instituto donde yo estudiaba por aquel entonces era de los conocidos por su "bajo nivel" (en parte, por culpa de alumnos como yo), y eso era algo que a las autoridades escolares correspondientes no les gustaba, como es lógico, nada.
¿Como se hace para subir el nivel de un instituto?
La solución _moral_, coincidente con el espíritu educativo, sería poner los medios para que los alumnos aprendan más y mejor, tener alumnos más preparados, y que levanten el pabellón del instituto ante los férreos jueces de la selectividad.
En otras palabras que, de los alumnos que tienes, aprueben más: Incrementar el valor del primer elemento de la formulilla de arriba.
Pero hay una forma más práctica, rápida, cómoda y eficiente de lograr ese objetivo.
Si, de alguna forma, sabes qué alumnos de BUP no pasarán el examen (o cuales tienen pocas probabilidades de hacerlo), puedes intentar impedirles el paso a COU, de forma que, auque siga aprobando selectividad el mismo número, la proporción sea mayor. O sea, bajar el valor del segundo componente de la función.
De este modo, obtienes el mismo resultado (subir el porcentaje de aprobados) sin tener que efectuar un especial esfuerzo educativo. Simple y cómodo.
Evidentemente, con este segundo método, el espíritu y toda la base fundamental en la que debe basarse un sistema educativo se van por el sumidero. Pero el "nivel" sube. Y eso es lo que importa.
De modo que, en mi instituto, el Director del centro y el Jefe de Estudios paraban a los alumnos más "tontos", "difíciles", "rebeldes", "incapaces" etc. en el patio y tenían con ellos charlas "extraoficiales".
Uno de esos alumnos tontos era, precisamente, el que te escribe esto. Y como tal, tuvo su charla "extraoficial" con el entonces Jefe de Estudios (que, posteriormente, llegaría a Director).
El señor Jefe de Estudios tuvo la amabilidad de informarme de que, desafortunadamente y a su pesar (porque me estimaba mucho), yo no podría seguir estudiando allí el año siguiente por culpa de la compleja y burocratizada normativa escolar. De modo que lo mejor sería que me fuese buscando otro instituto en el que estudiar el próximo curso.
Hubo muchos otros de mis compañeros "tontos" que escucharon esas charlas y aceptaron su destino cambiando voluntariamente de instituto. Pero yo, que soy cabezón hasta lo estúpido y que, además, era un crío politizado que había participado en lo que era una especie de sombra de un "movimiento estudiantil" y se había leído todos los BOEs al respecto, sabía que lo que decían era falso o, cuando menos, una sesgada interpretación de la normativa.
O sea: No era cierto que yo (ni los otros "tontos") tuvieramos que cambiar de instituto. Solo intentaban que, creyendolos, nos marcháramos voluntariamente y sin hacer ruido.
El caso es que, al final y a pesar de ellos, me quedé.
Pero muchos otros "tontos" no lo hicieron. Algunos se marcharon a otros institutos. Otros, simplemente, dejaron de estudiar.
Algunos, porque se creyeron sus mentiras. Otros porque, aunque no las creyeron, sabían que no sería buena idea estudiar en un instituto en el que no se les quería. Otros, por fín, tendrían sus propias razones.
Las previsiones funcionaron: Yo, como alumno "tonto", contribuí a bajar el nivel del instituto en uno de los peores años de mi vida (tanto en lo académico como en lo que se refiere a la vida en el instituto).
Pero el "nivel" del instituto subió. No sé cuanto ascendió pero, para orgullo del profesorado que lo anunciaba a voz en grito los años siguientes, abandonó los humillantes puestos de cola que antes ocupara.
A costa de los alumnos "tontos". A costa de todos los principios educativos. A costa del futuro de muchas personas.
Pero el "nivel" del instituto subió.
Supongo que ahora será un ejemplo de éxito educativo.
Y, recuerda:
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