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2005-11-22
La ventaja que tiene el infierno es que todo funciona mucho mejor.
No hace falta que nadie oganice nada, ni que los demonios se pongan de acuerdo entre ellos o con sus clientes. De hecho, pese a la imagen que solemos tener del infierno, la verdad es que los demonios no hacen nada. No hace falta recordar que los demonios no son de naturaleza sociable ni participativa.
Simplemente con que cada demonio o condenado se comporte de manera egoísta y persiga su propio interés, el infierno se mantiene en contínuo y perfecto funcionamiento. No hace falta nada más.
La gente cree que el infierno es una especie de prisión en llamas, donde los demonios se dedican día y noche a mantener las calderas bién alimentadas. Pero no es cierto.
A los condenados al infierno se les hace creer que están el el cielo, y se les anima a elegir su propia felicidad. Les dicen que tienen derecho a hacer lo que quieran para alcanzar su meta, y que impedírselo sería una injusticia.
Paradójicamente, esto convierte al infierno en una terrorífica máquina de crueldad.
Por ejemplo: Cuando un condenado quiere escuchar música nadie se lo impide. Al contrario, se le anima a ejercer su legítimo derecho. Sobre todo, si eso molesta al condenado de al lado, que quiere dormir. Y, por supuesto, las autoridades infernales ven con satisfacción cualquier intento del segundo por proteger su derecho al descanso e impedir a su vecino escuchar esa música.
Por eso mismo los demonios, como te decía, no tienen que hacer nada. Simplemente actúan como cualquier condenado y buscan satisfacer sus gustos. De hecho, hay quién dice que los demonios no existen, que simplemente son los condenados con más habilidad, experiencia o fortuna para manipular, extorsionar o aprovecharse del resto. No sé si esto es cierto pero, si así lo fuera, el infierno sería la creación más eficiente jamás concebida por hombre, demonio, espíritu o diós alguno.
Cada uno solo tendría que seguir su propio interés, y sería como si una **mano invisible** guiase al infierno a su máxima eficiencia. Brillante. Maquiavélico.
Y todo esto sin hablar de la frustración que provoca esta contínua e imposible búsqueda de satisfacción. Los condenados escuchan contínuamente que lo único que se interpone entre la felicidad y ellos es su propia búsqueda y que aquellos que aún no la han encontrado solo lo deben a sus limitaciones naturales: Si aún no has llegado a lo más alto, es que no has pisado suficientes cabezas.
Lo que sí es necesario es que se impida cualquier posible brote de cooperación. Si algunos condenados empezasen a colaborar entre ellos, ese estado de contínua guerra hobbesiana perdería eficacia. Es muy improbable que llegaran a subvertir el orden demoníaco, pero sin duda no sería todo lo perverso que puede ser.
Por ello es importante que los condenados crean que están en el cielo, que viven en el mejor de los mundos y que las cosas no pueden ser de otro modo. Y por eso se les recuerda contínuamente que tienen derecho a alcanzar esa felicidad prometida, aún a costa de los demás.
Si, el infierno sí que funciona bién.
El cielo es mucho más complicado.
Porque, claro, se supone que allí debe estar agusto todo el mundo. Y eso, siendo como somos cada uno de una manera y con unas opiniones, es muy difícil.
Una buena parte del tiempo se les va en decidir qué quieren hacer y cómo lo van a hacer. Por ejemplo: ¿Qué temperatura es la ideal y con qué margen de variación? ¿Cada cuanto tiempo debe cambiarse para adaptarla a los gustos de todos?
Y ponerse de acuerdo no solo es cansado y difícil. A menudo también es mucho más lento. Y organizar el trabajo para que nadie haga más que los demás o nadie se aproveche es francamente complicado.
Además, cuando uno decide hacer algo, debe tener siempre en mente si eso causará algún perjuicio a los demás. Después de todo, ellos también se han ganado el cielo y no es cosa de estropeárselo. Ser amable con todo el mundo puede ser muy cansado.
Seguro que tú creías que el cielo era perfecto y que todo era disfrutar. Pero no es cierto. Lo de las arpas queda muy bién en una postal pero ¿Y los que prefieran tocar el banjo?. Los ríos de miel necesitan muchísimo mantenimiento para estar límpios (y uno se aburre muy pronto de la miel) y las huríes molan, pero también tienen sus derechos y no pueden ser tratadas como objetos sexuales (despues de todo, ellas **también** están en el cielo).
Por eso las cosas son más complicadas en el cielo que en el infierno. Supongo que se podría aplicar alguna versión de la segunda ley de la termodinámica, pero eso te lo dejo a tí como ejercicio.
En resumen: Si el infierno solo requiere para funcionar que pienses solo en tí mismo, el cielo necesita que pienses en tí y en todos los demás. Como te puedes imaginar, requiere más esfuerzo y es mucho más complicado.
Aunque no tengo acceso a los datos demográficos, supongo que es por eso que hay mucha más gente en el infierno que en el cielo.
según las encuestas y como era de esperar, hay más personas en el cielo que en el infierno que dicen encontrarse **satisfechas / muy satisfechas** con su situación en la vida.
Pero lo que es más interesante es que, según esas mismas encuestas, hay muchas más personas en el infierno que **valoran positivamente** su sociedad.
Lo que demuestra, como te decía al principio, que la ventaja que tiene el infierno es que todo funciona mucho mejor.