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Añoranzas y pesares

Termino el mes de Abril leyendo todo un clásico del genero fantástico: El Trono de Huesos de Dragón de Tad Williams. Es el primer volumen de la serie titulada Añoranzas y Pesares escrita por este autor en la primera parte de la década de los 90 del pasado siglo. Lo tenía pendiente en mi lista desde hacía mucho tiempo, quizás demasiado. Lo raro es que me he metido en la historia sin conocer mucho sobre ella, lo cual es bastante difícil para un libro escrito hace treinta años. Estoy a pocas páginas de terminar este primer volumen y por eso me he puesto a escribir esta nota, no tanto en como reseña sino como conjuntos de pensamientos que me han venido estos días sobre la novela.

Lo primero que llama la atención es el parecido que hay entre el universo que nos ofrece Tad Williams llamado Osten Ard y el de Canción de Hielo y Fuego de R.R Martin. Tanto es así que el propio Martin ha debido afirmar en varias entrevistas que el universo de Williams fue clave para su inspiración. Un universo en el que varios reinos inspirados en reinos históricos de nuestro mundo real conviven bajo la frágil monarquía suprema de un solo rey. En el caso de Osten Ard tenemos un reino claramente inspirado en los vikingos, otro que se parece mas a los galeses o irlandeses de la alta edad media, otro inspirado en sajones o ingleses y por último, un reino claramente influenciado por el romano, que en la antigüedad gobernó el mundo conocido pero que actualmente se conforma con ser una sombra de lo que fue.

Otra curiosa coincidencia y que claramente influyó en Martin es la estructura de las religiones y el conflicto entre el nuevo monoteísmo y el politeísmo tradicional. En Osten Ard, tenemos por un lado la religión monoteista que poco a poco ha ido ganando terreno y es una analogía casi total del cristianismo, con un mesías llamado Jesuris, hijo del dios único Aedón, que murió traicionado por los suyos en lugar de clavado en la cruz, colgado de un árbol. El conflicto entre la nueva religión oficialista y los viejos panteones politeístas de los viejos pueblos está muy presente en la novela.

Estas han sido los dos aspectos que me han recordado mucho al Poniente de Martin. Aún así no creo que esté a la altura de este segundo. He leído por ahi que Williams ha sido injustamente olvidado y estoy totalmente de acuerdo. Para darle valor a la novela hay que contextualizarla dentro del género de fantasía y entender que en el año 90 constituía un puente entre la fantasía más tradicional creada por Tolkien y la nueva fantasía que estaba por llegar de la mano de Martin. Los arcos argumentales de Williams son complejos y sus personajes se intuyen también grises aunque no terminan de ser desarrollados completamente. Desde luego no se desarrollan al nivel que lo hará Martin unos años después, en 1997, con Juego de Tronos. Y por supuesto falta mucha oscuridad y mucha dosis de *grimdark* de la que ahora estamos bien acostumbrados en el genero fantástico con autores como Abercrombie. Pero se intuye por todos los lados el esfuerzo por crear una historia diferente, respetando los arquetipos del canon pero queriendo aportar nuevas fórmulas al género fantástico. Solo por eso ya merece la pena disfrutar de la novela.

Por todo ello no me gustaría ni infravalorar la novela, y la serie hasta lo que llevo leído por lo menos, pero tampoco darle una importancia u otorgarle unos méritos que no se ha ganado frente a autores y sagas posteriores. De cualquier manera es innegable que para el año en que fue escrita la serie aporta un montón de ideas nuevas que leídas en su momento si debieron resultar innovadoras y revolucionarias en el género.

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Abril 2022