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Baudolino. Umberto Eco (2000) DeBolsillo.
Reinaldo le encarga la historia del Preste Juan como ancestro de los Reyes Magos. Deciden canonizar a Carlomagno y pretenden hacer descender de este a Federico para legitimar su poder.
Entre Boron, el Poeta, Abdul y Baudolino, crean el palacio del Preste Juan. Hablan con SolomĂłn de GĂ©nova, un judĂo sabio. Deciden escribir una carta del Preste Juan a Federico.
Hablando con Kyot, que ha oĂdo hablar de un castillo como el que inventan sobre el Preste, donde está el Santo Grial, se apunta a la carta. Toman más miel verde y se imaginan el Grial en el castillo. Pero el rabĂ SolomĂłn les aconseja que sean vagos en sus descripciones para alimentar la intriga.
Pg.175 No escribáis Greal, no escribáis copa, usad un tĂ©rmino más impreciso. La Torá no dice nunca las cosas más sublimes en sentido literal, sino segĂşn un sentido secreto, que el lector devoto tiene que adivinar poco a poco, lo que el AltĂsimo, que el Santo bendito sea por siempre, querĂa que se entendiera al final de los tiempos.
Reinaldo muere. La carta deja de tener sentido ya que Ă©l debĂa hacerla circular por las cancillerĂas del mundo cristiano pero Baudolino sigue reescribiĂ©ndola.
DespuĂ©s de diez años en Paris, Baudolino vuelve a la corte. Federico lo disfraza de mercader y Baudolino se va por sus tierras nativas en burro. Llega a su ciudad natal y reconoce a su padre y amigos –despuĂ©s de un choque-. Están construyendo una ciudad aduanera para molestar al emperador y cobrar tributos mercantiles. Sus compatriotas alzan AlejandrĂa de la nada, Federico se enfada y les ataca. El asedio se hace largo y penoso y las tropas de la liga llegan amenazadoras por otro flanco. A Baudolino se le ocurre disfrazar a uno de San Pedro, hacer entrar un escuadrĂłn por la trampilla desde el exterior y no hacer rehenes para que los soldados crean y prediquen que la ciudad está protegida por San Pedro. La cosa sale mal, los soldados no lo creen pero la gente del pueblo sĂ. Uno de los del pueblo propone engordar una vaca para que Federico crea que aĂşn tienen muchos vĂveres y resistirán mucho más al asedio. Federico, exhausto, decide retirarse de AlejandrĂa y, a su vez, Baudolino, pacta con los de la liga y al final, Federico no es atacado y regresa a su Palacio.
Pg.240 -Padre mĂo, yo las gentes de estos lugares los conozco a todos un poco. Pero ahora el problema no es preguntarse quiĂ©n es este hombre, sino si es verdad que en la ciudad tienen todas esas vacas y todo ese trigo. Porque, si quieres mi opiniĂłn sincera, podrĂan estar intentando engañarte, y haber atiborrado a la Ăşltima vaca con el Ăşltimo trigo. -Bien pensado, Baudolino. Eso no se me habĂa ocurrido en absoluto. -Sagrada Majestad –intervino el marquĂ©s del Montferrato- , no les reconozcamos a esos villanos más inteligencia de la que tienen. Me parece que nos encontramos ante una clara señal de que la ciudad está más aprovisionada de lo que suponĂamos. -Oh, sĂ, sĂ- dijeron a una sola voz todos los demás señores, y Baudolino concluyĂł que nunca habĂa visto a tanta gente, de mala fe, todos juntos, reconociendo perfectamente cada uno la mala fe ajena.
Federico se bate en Legnano y es herido. Baudolino le propone ir a ver al Preste para que Federico sea reconocido por toda la cristiandad.
Baudolino conoce a Zosimo, este le roba la idea de la carta y la difunde en nombre de otro emperador y empiezan a circular cartas del Preste. Baudolino se enamora de Colandrina, esta se queda embarazada, pierde al niño y muere.
Pg.284 Fantaseábamos como niños y yo me decĂa: pobre Abdul, crees que el amor es una princesa lejana y, en cambio, la mĂa está tan cerca que puedo acariciarla detrás de la oreja, y ella se rĂe y me dice que le hago esgrisolillas…Pero durĂł poco. (…) La encontrĂ© en cama muriĂ©ndose, y en cuanto me vio intentĂł excusarse conmigo porque, decĂa, el niño habĂa salido antes de tiempo, y estaba ya muerto, y ella se angustiaba porquĂ© ni siquiera habĂa sabido darme un hijo. ParecĂa una virgencita de cera, y habĂa que pegar el oĂdo a su boca para oĂr lo que decĂa. No me mires, Baudolino, decĂa, que tengo la cara despotricada por todo este llanto, y asĂ además de con una mala madre te encuentras con una mujer fea…MuriĂł pidiĂ©ndome perdĂłn, mientras yo le pedĂa perdĂłn a ella, por no haberle estado cerca en el momento del peligro. Luego pedĂ ver al muertecito, y no querĂan que lo viera. Era, era…(Baudolino se habĂa parado. VolvĂa la cara hacia arriba, como si no quisiera que Nicetas le viera los ojos.) Era un pequeño engendro –dijo poco despuĂ©s-, como los que imaginamos en la tierra del Preste Juan. La cara con los ojos pequeños, como dos hendiduras al travĂ©s, un pechito delgado, delgado con dos bracitos que parecĂan tentáculos de pulpo. Y desde el vientre hasta los pies estaba recubierto por una pelusa blanca, como si fuera una oveja. Pude mirarlo poco tiempo, luego ordenĂ© que lo enterraran, pero no sabĂa ni siquiera si se podĂa llamar a un cura. SalĂ de la ciudad y vaguĂ© toda la noche por la Frascheta, diciĂ©ndome que habĂa empleado hasta entonces en mi vida en imaginar criaturas de otros mundos, y en mi imaginaciĂłn parecĂan portentos maravillosos, que en su diversidad daban testimonio de la infinita potencia del Señor; pero luego, cuando el Señor me habĂa pedido que hiciera lo que hacen todos los demás hombres, habĂa generado no un portento sino una cosa horrible. Mi hijo era una mentira de la naturaleza, tenĂa razĂłn OtĂłn, mucho más de lo que pensaba, yo era un mentiroso y habĂa vivido como un mentiroso hasta tal punto que tambiĂ©n mi semilla habĂa producido una mentira. Una mentira muerta. Y entonces entendĂ…(…) que si aquel era mi destino, era inĂştil que intentara ser como los demás. Estaba consagrado ya a la mentira. (…) Me decĂa: mientras inventabas, inventabas cosas que no eran verdaderas, pero verdaderas se volvĂan (…). Y, en cambio, la Ăşnica vez que has querido hacer una cosa verdadera, con una mujer que no podĂa ser más sincera, has fracasado.
Federico promete no asediar la ciudad si la cambian de nombre y la llaman Cesarea. Baudolino va como mediador y deciden cambiarla de nombre pero llamarla como ellos quieran. Pura burocracia.