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RELATOS PARA NO DORMIR

EL DON DE SOFIA

Era una mujer mala, y no como se suele decir cuando alguien no se porta bien, no, ella era mala, intolerante, de mal carácter, fría como el acero y de corazón negro.

Había sido así desde siempre, desde que de pequeña se enrabietaba para manipular a sus padres, desde que aprendió también a manipular a sus compañeros de clase, a sus amigas, y ya de mayor a sus compañeros de trabajo y superiores.

Tenía cierta facilidad para la manipulación por tres motivos. Uno era que observaba a la gente, era como un vicio; cinco minutos de conversación con alguien le servía para asentar las bases de la futura manipulación. Dos, porque escudriñaba las debilidades y miedos de la gente y las usaba en su beneficio. Y tres, porque era una chica mona, dicharachera, coqueta, y eso le servía para hacer que la gente se sintiera a gusto, y sin darse cuenta, se le abrían.

Sofía era una persona vengativa. Cuando alguien le llevaba la contraria se enfurecía, aunque realmente estuviera equivocada, y lo hacía pagar.

Aquella noche se fue a dormir muy enfadada con Pilar, la de administración. Le había dicho que hacía mal la facturación de e-motiv, una de las empresas que más dinero facturaba, la típica empresa que hay que cuidar porque si se van probablemente las despedirían. Se ofreció para enseñarle donde cometía los fallos, sin acusaciones ni malos rollos, pero a Sofía nadie le decía que estaba equivocada porque eso era imposible, ella no hacía nunca nada mal, "qué se ha pensado la inútil esa, ¿que me puede dar lecciones a mí?, si ni siquiera es capaz de mantener una relación de más de un mes con ningún tío". Se la llevaban los demonios. A duras penas consiguió dormirse, aunque le daba un poco igual, si llegaba tarde a trabajar mañana pondría cualquier excusa y todos la creerían.

Tuvo muchos sueños de esos cortos, de los que te estresan, y cuando te levantas estás agotada. Pero entre sueño y sueño tuvo una especie de sueño placentero. Soñó que se le aparecía un hombre extraño en su propia habitación. Al hombre, vestido de negro, no se le veía la cara, y todo él aparecía como borroso. Es lo que tienen los sueños, no son muy coherentes. Se la quedaba mirando, en silencio, estiró el brazo hacia ella, señalándola y luego se esfumó como el humo de un cigarro cuando pasa alguien cerca y lo agita.

En ese momento se despertó y miró el reloj, aun le quedaban veinte minutos. Se dio media vuelta y siguió durmiendo. En lo que para ella fue menos de un minuto sonó el despertador. Lo paró a tientas y se desperezó, se sentó al borde de la cama y tras un rato sentada, se levantó al lavabo y luego a la cocina para desayunar.

Su primer pensamiento fue para Pilar, "esa inútil que tendré que aguantar hoy otra vez, a ver si tiene un accidente con el coche y no viene a trabajar durante una buena temporada". Eliminó a Pilar de su mente. Se vistió, se perfumó y se fue a trabajar.

Cuando llegó se sentó en su sitio, encendió el ordenador y empezó a mirar las principales webs de noticias. No es que le interesara, la daba igual lo que le pasara a gente desconocida, pero así estaba al tanto de todo para poder influir en los sentimientos de los demás, a los que las desgracias ajenas sí que parecían afectar.

Luego miró un par de webs de moda y cuando se dio cuenta ya habían pasado cuarenta minutos. Era extraño que Pilar no hubiera aparecido para "enseñarle" a hacer las facturas de e-motiv. Sus compañeros estaban preocupados, Pilar era de las que iba a trabajar con fiebre y si por lo que fuese no podía ir a trabajar, avisaba siempre a dos o tres personas.

A media mañana el supervisor informaba a la plantilla de que Pilar había sufrido un accidente de coche, "está bien, solo se ha roto una tibia, pero tendrá para una buena temporada". Sofía se sobresaltó y una sonrrisilla maligna apareció en sus labios, "vaya, parece que Dios o quien coño sea me ha leído la mente esta mañana, jajaja".

Por la tarde finalizó su jornada y se fue a la parada del autobús. Habían modificado el recorrido por unas obras y tuvo que ir al metro; odiaba el metro, "me cago en la puta, en verano todo funciona como el culo, pandilla de inútiles. Ahora tendré que ir en metro como si fuera una lata de sardinas llena de gente apestosa y salidos que arriman cebolleta, ¡que asco!". Pagó el billete y de camino al andén un chaval con prisa le dio un empujón sin querer:

— A ver si miras por donde vas, niñato de mierda.

— Ha sido sin querer, ¿vale?.

— No te atropellara el tren, desgraciado de mierda.

— Anda y que te den, mal follá.

Bajó al anden de muy mala ostia, estaba atestado de gente. Cuando se acercaba el convoy alguien empujó al chaval que había tenido el altercado con Sofía y cayó a la vía. El tren le pasó por encima, matándolo al instante.

Algunos corrían sin saber a donde, otros chafardeaban a ver si veían algún trozo del chaval y otros atendían al pobre maquinista que estaba en shock. Sofía sonrreía, "un hijo puta menos en el mundo, pero, ¿será posible queee....? primero Pilar y ahora el imbécil este... no se que pensar... ¡ah, si lo se!". Deseó una crisis de ansiedad a una mujer que estaba cerca, mirando lo ocurrido. De repente la mujer cayó al suelo temblando y sollozando. Cuando llegaron los primeros sanitarios a ella se la llevaron en camilla. "Jajajaja, ¡pero qué don es este!, no lo entiendo, me han ofrecido un don.... a mí...., es lo que siempre soñé, ahora se van a enterar todos esos gilipollas de como se las gasta Sofía, Jajajajaja".

Por donde pasaba todo eran caídas, crisis de ansiedad o de pánico, infartos, etc.

A la mañana siguiente, en el trabajo, "hizo limpieza" con sus compañeros. Al portero, que siempre la piropeaba, lo tiró al suelo al resbalar con la cera de pulir y se luxó el codo, "puto baboso de mierda". A Mario, el de los recados, le tiró una estantería prefabricada llena de historiales antiguos encima, "a ver si aprendes de una puta vez a que el café lo quiero con 3 de sacarina" y las gemelas fueron despedidas, "no las aguanto a esas putas pijas de mierda".

Finalizó su jornada y fue a casa feliz y contenta. Por el camino fulminó a un gordo que estaba al lado de ella en el metro. Iban los dos de pie y el sudor de él en su piel le dio mucho asco, "puto gordo asqueroso, dúchate, joder", y ya en su barrio se le desplomó encima el chiringuito al quiosquero, "a ver si me guardas el Vogue la próxima vez, gilipollas", y la señora Encarna, la del tercero, cayó por las escaleras, "ahora pones la tele a toda ostia en el puto hospital y les jodes la noche a los pacientes, puta vieja de mierda".

Nunca había estado tan relajada desde hacía mucho tiempo. Se dio un baño, cenó algo y se fue a dormir.

Tuvo uno de esos sueños recurrentes. Estaba en la playa y venía una ola gigante y ella echaba a correr pero no se movía del sitio. Corría y corría pero la ola se acercaba más y más. Es curioso como en los sueños te ves desde fuera, como si fueras un espectador viéndote a ti mismo. La ola la arrastró y desapareció. El sueño acabó de golpe.

Aquella mañana no fue a trabajar, ni la siguiente. Sus compañeros se preocuparon mucho, por que no cogía el teléfono, así que avisaron a la policía. Cuando la patrulla llegó a su casa y tras no abrir la puerta, la forzaron y entraron. En el lavabo vieron a Sofía en la bañera. Estaba hundida en el agua, ahogada. Según el forense, llevaba casi dos días muerta, pero lo que más le extrañó fue que el agua que llenaba la bañera donde se ahogó Sofía era agua de mar.

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