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Todo lo que ha ido pasando a lo largo de este 2022 alrededor de la compra de Twitter me ha hecho replantearme bastante mi relación con Internet.
Ya no recuerdo en qué año exactamente empecé a conectarme a Internet pero calculo que sería alrededor de 1996 cuando un módem de US Robotics de apenas 28k baudios entró en mi casa y empecé a conectarme a través de la vieja Infovía y el ISP de Arrakis (ahora BT para quienes luego de mayor estuve trabajando dos años y medio, casualidades de la vida). Lo que sí recuerdo fue la fascinación que me creó. Estaba enganchado a los ordenadores desde mi viejo Spectrum de 8 bits pero esto me descubrió un mundo nuevo.
Cuando eras un friki de provincias en los 90 o tenías la suerte de compartir tus aficiones o intereses con tu grupo de amigos o estabas condenado a un pequeño ostracismo. Me gustaba el rol pero en mi grupo no terminó de cuajar así que tuve que buscarme la vida con sucedáneos varios. Con un amigo jugaba a Magic, con otro al juego de cartas coleccionable de El Señor de los Anillos, a otro le lié para comprar a medias una caja de inicio de Warhammer... Iba diversificando y explotando cualquier interés medianemente friki que veía en mi entorno y además hacía verdaderos malabarismos con mi paga para poder cubrir tantos frentes a la vez.
Y de repente llegó Internet. Ya no estaba limitado a mis amigos de toda la vida o al club de rol local sino que ahora podía conectar a distancia con frikis de todo el mundo. Podías entrar en el canal #Magic del IRC y buscar alguien con quien jugar utilizando unos clientes súper precarios que había de aquella. Podías hablar de casi cualquier tema imaginable en las news (los foros todavía no habían empezado a explotar). Y, para alguien que siempre había sido muy curioso, podías buscar información sobre cualquier tema y pasarte horas leyendo. Bueno, horas no, porque de aquella Internet se pagaba por minutos como una llamada local y como te pasases tus padres te pedirían explicaciones cuando llegase la factura del teléfono :)
Una evolución natural de aquello con el tiempo fue pasar de consumidor a creador. En el propio espacio que me daba Arrakis monté una pequeña web en HTML recopilando anécdotas chorras que pasaron en clase. Luego (y esa es otra historia que merece ser contada algún día) terminé transformando un trabajo de clase en una web de Geocities que al final se convirtió en una sección en Ciudad Futura y que en última instancia terminé vendiendo por unos 300$. Con los años fui teniendo una web en PHPNuke, algo muy en boga por entonces, de ahí me pasé a un Wordpress autoalojado y finalmente estuve en una plataforma de blogs que se llamaba La Coctelera. Con mis amigos hablaba por correo electrónico, Jabber o lo que fuese.
Internet hasta principios o mediados de los 2000 era un lugar caótico pero apasionante.
Pero de repente poco a poco todo empezó a centralizarse. Llegó Gmail y prácticamente todos nos llevamos los correos ahí. Con el tiempo los chats también pasaron a ser vía Google Talk. Las webs personales y los blogs fueron muriendo poco a poco o centralizándose en Blogger. Y al final toda la interacción social mudó de gente publicando en sus propios blogs y comentando en los de los demás a una centralización en Tuenti, Facebook y similares. Pero también hay que reconocer que el alcance en estos años se multiplicó. Lo que antes éramos cuatro frikis de repente se convirtió en algo mainstream. Todo el mundo estaba en las RRSS. Para lo bueno y para lo malo.
Y entonces llegó Twitter. Posiblemente el servicio al que más tiempo haya dedicado en mi vida Internauta. Casi 15 años usándolo. Revisando la exportación que me hice antes de dar carpetazo puedo recordar los tres últimos lustros de mi vida. Los primeros años de Twitter fueros geniales. Era un lugar divertido, ingenioso, donde podías pasar horas leyendo e interactuando. Pero a la larga la masificación y la migración al timeline algorítimo fueron toxificando el ambiente.
Repasando mi viejo archivo veo que ya en 2009, a pesar de estar encantado en Twitter, no me gustaba que fuese una red centralizada e hice un intento de mudarme a Identi.ca. Aguanté menos de un año porque éramos cuatro gatos y volví a Twitter. Pero los acontecimientos de este año me han reactivado ese viejo interés por el software libre que, aunque nunca se fue del todo (llevo usando Linux desde 1998), se había diluido un poco en los últimos tiempos.
No sólo he abandonado Twitter por Mastodon sino que directamente he montado mi propio nodo. Aprovechando que el VPS iba algo holgado me he montado también un servidor de XMPP. Los correos personales que aunque cada vez son menos me los he llevado a Proton a quienes les pago una cuenta muy gustosamente. Estoy intentando cambiar Goodreads por una instancia de Bookwyrm. Y en general estoy procurando que mi uso de Internet dependa menos de las big tech y esté más centrado en la privacidad e incluso en la autosuficiencia cuando sea posible.
Y aquí entra Gemini. Cuando lo conocí me encantó su simplicidad basada en Markdown. No pretendo escribir un blog ni que lo lea nadie. Si quiero contar algo para eso tengo Mastodon. Pero a veces sí que me apetece escribir algo un poco más largo por el mero placer de hacerlo. Que alguien me lea es secundario. Para este caso de uso me encaja Gemini perfectamente. No necesito montar un ngnix o un CMS. Apenas un binario de un mega y ficheritos de texto plano con el formato más fácil que conozco.
No sé si escribiré aquí a menudo. Pero sí sé que si quiero escribir algo para mí ahora mismo ésta es la mejor opción.
Cápsula lanzada. Empezamos.
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