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-¿Acompañado?- Dijo Javier, jadeando de los nervios.
Myriam se arrodilló en la cama y rápidamente se sacó las botas.
-Ah, Tan sucia no eras al final- atina a decir Milei, pero la Rusa lo calla con el
Ãndice en sus labios.
-Puedo serlo, a veces.
Myriam estaba decidida a darle una lección al pichón de fascista sobre el entrismo
troskista. Su mano marcada por años de estudio y tipear tweets se dirige a miembro
viril del diputado. En un parpadeo se deshizo del cinturón y abrió la bragueta del
jean. Contrario a sus prejuicios, no se hayó con una maraña de pelos y mugresino
con una verga pálida, pulcra, y suave.
Milei no reaccionaba, de haberse batido a duelo, estarÃa muerto. La pistola la tenÃa
el, pero la mano mas rápida era la de la rubia.
Como la vanguardia va a tomar el poder ante la inevitable revolución, Myriam tomól
miembro de Milei y se puso a trabajarlo. Se sentÃa firme, suave pero con potencial.
Poco a poco, el pene de Milei fue creciendo y endureciéndose hasta alzarse orgulloso
y solo en su entrepierna.
Myriam se sorprendió cuando sintió la sangre palpitar fuerte en su mano, pensó
incluso que se le iba a infartar el liberal en su mano.
Lo contrario, al usar la chaqueta de cuero se sentÃa un hombre viril y poderoso.
Nunca se lo admitió a nadie, pero era su pelo de Sansón. Con esa campera, era capaz
de ganar las presidenciales del 2023.
Milei agarra a Myriam del pelo y le susurra caliente y animal al oÃdo: Venà que el
León te va a dejar Renga.
Sedienta de carne, Myriam gime: Se ve que tenias razón con la mano invisible del
mercado-.
Sus cuerpos se fusionaron a la luz del fuego y el olor de la leña se mezclo con el
olor humano de su pasión desenfrenada. Milei le quitó el corpiño a Bregman con un
rápido movimiento. Ella hizo lo suyo con 'el.
La nieve, el frÃo, la incomodidad, la sorpresa, el desprecio y la falta de respeto.
Amar y ser amado es increÃble, pero no se puede vivir del amor y el odio es su vecino
rojo sangre. Todas las rutas apuntaban a que lxs legisladores iban a soltar su lado
mas instintivo e iban a azotarse entre sà con sus pasiones más eróticas.
Un beso.
Una mordida.
Un grito.
Manos que se hunden en la carne suave, manos que aprietan carne dura.
Un suspiro.
FrÃo que se desliza en el muslo de Myriam.
La puta madre-. Se queja.
Perdón...- no llegó a terminar el seguidor de Rothbard que se cae en la cama y la
palma.
La escuela de Chicago se equivocó en todo menos una cosa, el mercado es
verdaderamente eficiente.