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Maddie Stone
Foto: Sombra de nubes con luz difusa roja durante el período de disturbio.
(Mediodía) | Public Domain Review[1]
Si el año 2020 se ha sentido como una serie de desastres cada vez mayores - una pandemia, una crisis económica y un ajuste de cuentas sobre la justicia racial, todos agravados entre sí y con el telón de fondo del colapso climático - también es el año en el que un futuro mejor se hizo evidente. Para que la humanidad prospere en la Tierra, en el siglo XXI y más allá, tenemos que reinventar nuestra relación con el planeta y entre nosotres.
Y como sea que decidamos reconstruir desde la tierra[2] literalmente[3] quemada[4] de este terrible año la Internet desempeñará un papel vital. Impulsados por la necesidad de distanciamiento social los lugares de trabajo y las aulas se han trasladado a nuestros ordenadores y a la nube; incluso después de que haya una vacuna contra el coronavirus, el trabajo y el aprendizaje a distancia seguirán siendo probablemente la norma para muchos. La digitalización de nuestras relaciones también se ha acelerado este año, y nuestros nuevos rituales basados en la pantalla para socializar con los compañeros de trabajo, tener citas, celebrar acontecimientos de la vida y llorar la pérdida de seres queridos están dejando una marca indeleble en nuestra cultura.
Pero si Internet va a ayudarnos a liberarnos del pantano recalentado del capitalismo del siglo XXI también tendrá que evolucionar. Aunque nació de los ideales de equidad y de compartir el conocimiento, la web actual refleja las realidades de un mundo dominado por los Koch y los Bezos: beneficia desproporcionadamente a los ricos y privilegiados mientras que trata al resto de nosotres como mercancías monetizables, fomentando el consumo sinsentido de un buffet interminable de información digital. Alojado en servidores y transmitido a través de redes alimentadas por combustibles fósiles nuestro uso de Internet contribuye significativamente a la crisis climática, algo que rara vez se reconoce y que se desconoce en gran medida.
Branch es un intento de imaginar algo radicalmente diferente: una Internet creada para todes nosotres y para el planeta del que dependemos. En sus páginas encontrarás ensayos, presentaciones, obras de arte y entrevistas con diseñadores, ingenieres de software, activistas y otres, que esbozan una imagen de cómo podría ser un mundo digital más limpio y justo. La imagen está muy lejos de ser completa pero después de pasar algún tiempo explorando Branch he empezado a ver los contornos de una Internet sostenible con más claridad. Y la posibilidad de construirla es increíblemente emocionante.
Las aportaciones de Branch van mucho más allá del discurso del capitalismo verde defendido por empresas como Amazon, Microsoft y Google, que se centran en la limpieza del suministro de energía que alimenta la web mientras mantienen intactas sus motivaciones lucrativas, basadas en un crecimiento digital sin fin. En cambio, describen nuevos tipos de espacios virtuales en los que los principios de justicia climática e incluso de decrecimiento se incorporan a la arquitectura digital. En lugar de tratar la acción climática como un problema de contabilidad que puede resolverse con astuta matemática, Branch afirma que la verdadera sostenibilidad requiere un enfoque interseccional que considere el impacto climático de nuestras vidas en línea junto con la experiencia de le usuarie, la accesibilidad y los derechos digitales.
Los resultados son tan ingeniosos como sorprendentes. Por ejemplo, ¿qué pasaría si en lugar de servir a todes les visitantes de un sitio web la misma selección de anuncios y vídeos de reproducción automática los sitios se adaptaran a lo largo del día para reflejar la cantidad de energía renovable con la que funcionan en ese momento? Esta es una de las fascinantes ideas expuestas en “10 Rules for Building a Low-Impact Website”[5], un manual básico sobre diseño web amigable para el clima, elaborado por el fabricante de ropa sostenible Organic Basics, Jesper Hyldahl Fogh. ¿Y qué pasaría si se pudiera alentar a las personas a tomar decisiones más respetuosas con el clima en Internet? En “Design for Carbon Aware Digital Experience”[6], la diseñadora de interacción sostenible Lu Ye describe una extensión de Chrome que ha creado para alertar a les usuaries cuando su navegación por la web tiene un alto impacto climático y les sugiere que cambien a actividades que utilicen menos datos.
Como señalan muchas propuestas, el diseño para el medio ambiente y los seres humanos suelen ir de la mano: un sitio web simplificado se cargará mucho más rápido en un teléfono antiguo que en uno sobrecargado digitalmente, lo que quizá anime a le usuarie a conservar su viejo dispositivo durante más tiempo. Sin embargo, como nos recuerda el defensor de la gobernanza de internet Michael Oghia en su ensayo "Interconectades: La sostenibilidad en la agenda", la gente no puede tener experiencias sostenibles en línea si no puede conectarse en absoluto. Garantizar que todo el mundo tenga una conexión a internet fiable y asequible, y acceso a los contenidos en su lengua materna, podría ser el reto de desarrollo sostenible más olvidado del siglo XXI.
Para hacer frente a ese reto - y también al reto inseparable del cambio climático - no podemos esperar a que las grandes empresas hagan lo correcto. Por el contrario, tenemos que exigirles que se responsabilicen de su fracaso en actuar con la urgencia que requiere este momento.
Varios artículos de Branch muestran cómo podría ser una nueva cultura de responsabilidad climática en la tecnología. En “Hoy Google deja de financiar a los negadores del cambio climático”, un comunicado de prensa paródico publicado originalmente en el Día de la Tierra, los activistas de Extinction Rebellion se disculpan ante el público por "poner el beneficio por encima del planeta financiando a los negacionistas del cambio climático" y se comprometen a abandonar todos los contratos con aquellos que buscan bloquear la acción climática o acelerar la producción de combustibles fósiles. En "La vida oculta de une usuarie de Amazon", la artista e investigadora Joana Moll ofrece a los espectadores un vistazo al laberíntico mundo del código que se carga y se ejecuta involuntariamente al realizar el proceso habitual de compra de un libro de Jeff Bezos en Amazon. Al revelar la friolera de 8.724 páginas, o 30 vatios-hora, de secuencias de comandos que se ejecutan durante esta única transacción -muchas de ellas escritas con la intención de recopilar datos sobre el comprador-, Moll ilustra cómo la "explotación agresiva de sus usuaries" por parte de Amazon supone una insidiosa carga climática.
Las piezas de Branch son viñetas; la colección en su conjunto es un punto de partida. En última instancia, si vamos a extraernos de una web optimizada para captar nuestra atención vamos a tener que trabajar todes juntes para construir lo que viene después.
Y hay innumerables formas de empezar. Puedes tomar medidas para alinear tu vida digital con tus valores, ya sea alojando tu sitio web en energía renovable o eligiendo reparar un dispositivo viejo en lugar de reemplazarlo. Puedes compartir estas decisiones con tus amigues, familiares y colegas; las investigaciones[7] demuestran que los cambios de comportamiento no sólo cambian lo que somos y por lo que estamos dispuestos a luchar sino que a menudo son contagiosos.
Puedes plantear la justicia y sostenibilidad internética en el trabajo. Comunícale a tus superiores que el desarrollo de un agresivo plan de reducción de emisiones de carbono les pondrá en el lado correcto de la historia. Si no se muestran receptivos a ese mensaje, hablar públicamente es una de las acciones más poderosas que puedes llevar a cabo[8]. Organiza tu lugar de trabajo para poder exigir planes cada vez más ambiciosos y una mayor responsabilidad a los dirigentes de la empresa que prometen hacerlos realidad.
Si todo esto te parece mucho debes saber que simplemente reconociendo que la red actual es injusta e insostenible estás dando un primer paso radical. Igualmente radical es la noción de que tenemos el poder de cambiarlo. Si lo hacemos hoy, tal vez, dentro de una generación, el año 2020 marque un claro punto de inflexión en los estratos de la historia de Internet, repletos de fósiles de una época pasada que decidimos descartar y mantener bajo tierra.
Maddie Stone es periodista científica y doctora en Ciencias de la Tierra y del Medio Ambiente. Es la antigua editora de ciencia de Gizmodo y fundadora de Earther. Escribe para Vice, Grist, National Geographic, The Atlantic y Washington Post.
Enlaces:
[5] “10 Rules for Building a Low-Impact Website”
[6] “Design for Carbon Aware Digital Experience”
[8] una de las acciones más poderosas que puedes llevar a cabo