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Title: Grito nocturno Author: Severino Di Giovanni Date: 1 de agosto de 1925 Language: es Topics: Poesía
Terminada la fiesta de luz, aquel crepúsculo ebrio de rojo se iba lejos
en las
profundas vorágines de su imperio.
El sol enloquece.
Se marchaba, lejos, lejos.
Y con él, la fiesta que me había excitado de entusiasmos y de promesas.
Y en la borrachera de su rojo, le envié mi último adiós con la mirada,
mientras triunfalmente ingresaba en la amplia vorágine de fuego. ¡Se
había
marchado!
¡Oh, voracidad jamás saciada de nostalgia!
¡Oh, desesperación infinita de tanta libertad huida!
¡Oh, desgarro inmenso de amor que concluye tan rápidamente y, nos
abandona presuroso!
Legado ansioso de ti; ardiente en el deseo de tu fugaz estada.
Y así insatisfecho y sediento me abandonas en la noche con el solo
recuerdo
del aire ardiente que sofoca con su perfume opresor.
Pero también tu perfume se desvanece lentamente mientras profunda y
majestuosa viene la noche. Y siento con su llegada el reverbero de un
enjambre infinito de luces fosforescentes, mil cantos que llegan a mis
oídos
como mil gritos. Y se acentúan, silban susurran, se entrechocan,
crepitando
en gritos mayores y en música nocturna.
Griterío nocturno, para mi nostalgia voraz y desesperada, la eterna
música
nocturna.
¡Música nocturna!
Llanto del universo y risa borbollante de vientos quejumbrosos.
¡Oh, cuánta fiebre arde en tu inmensa oscuridad!
¡Oh! ¡!Cuánta alegría haces gozar con tu dolor de silencios!
¡Oh música nocturna!
Gritos de las tinieblas.
En el calor sofocante de la fiesta solar de mi juventud de ilusiones, en
esta
noche transcurrida entre el fresco del aire y el rocío que ataviaba la
hierba de
húmedas perlas, encontré el descanso restaurador y con ímpetu canté mi
canción
Canción libre, que se unía a la música de los gritos de las tinieblas.
Canté
Oh, noche de misterios, de consuelos y de silencio que pesa sobre mi
espíritu.
Tu peso, como el cuerpo de una bella muchacha que se aproxima, se
compenetra y deja un olvido infinito.
Y mi espíritu de ti siente el dolor que después me atraviesa mi carne.
Y pesa.
Como el cuerpo de una bella muchacha.
Y me da voluptuosamente la posesión de ti.
Oh, noche de misterios.
Oh, noche de silencios sin la pálida luna y las luces de las estrellas.
Pero solo.
Oh, mi noche oscura, solo, sin claros, y en tu posesión me das dulzuras
y
tormentos.
Con momentos de deseos livianos como una aureola.
…
¡Y con mi canción cantaban también los secretos y misteriosos cantores
de la
noche!
Y su canción era el eco de un coro melodioso que envolvía casi
completamente mi canto.
Coro de gritos, golpes y crepitar de ramajes arrancados y destrozados
por el
viento, artífice del canto eterno, que mezclados en el dolor, resultan
ser mis
compañeros.
Cantemos aún más y mezclemos mis lágrimas de alegría con vuestra linfa
jugosa de dolores, que ahora la gran noche es nuestra, como es nuestro
el
velo negro que adorna el ataúd donde aguardamos nuestra festiva
resurrección.
¡Resurrección de vida!
¡Placer de poseer tan inmensamente que transforma nuestro tormentoso
dolor en infinitas dulzuras!
Y la grandiosa posesión de la noche que transforma el tormento en
delicia,
borra la nostalgia que brama en mi pecho y me libera de la sed de
desesperación.
Todas las fuerzas cercanas de los coros eternos rimaban con la noche y
me
regocijaba con ellos amando la tenebrosa compañía que me otorgaban el
vigor para nuevas conquistas.
Exultante, olvidé todo y cuando el sol me quiso reprender con su aurora
de
oro, huí al regazo interminable del nuevo sueño conquistado y no quise
mirar
más sus danzas de rayos y luces.