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  Título:         Arrieritos
  Estado:         Borrador
  Completo:       Sí
  Incluído en:    Pólvar
  Inicio:      	  2023-01-12
  Última Edición: 2023-01-13
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                      Arrieritos
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12 de enero de 8932
Sábado

Querida mamá Isabel, quiero que sepa que estoy bien de
salud y no me falta de nada. Don Eusebio ha sido justo
conmigo y estoy contento. Acabamos de llegar al pueblo
de Cebollas a tiempo para la Feria. Dice Don Eusebio 
que podemos quedarnos un día, pero que hemos venido a
vender nuestras medicinas y comprar cebollas. Parece
que eso también lo hacemos los arrieritos, no solo 
llevar los cargamentos de los demás.
  Quiero escribirle todo lo que ha pasado para que
usted pueda leérselo también a los demás. Pero primero
me gustaría preguntarle por su salud y la felicidad de
todos. Espero volver con dinero para casa. Perdone que
me estoy liando, solo quiero que estén bien. Por favor
digánmelo para que pueda estar tranquilo. Escribánme
a Mujeríos, el Fuerte, no el pueblo.
  Mis aventuras han sido bastante excitantes para mi 
edad y condición. Le explico: dejamos Fuentenueva de
madrugada —como se escribe en tantos libros— y no pasó
nada. Yo estaba muy nervioso por si nos sorpendían los
bandidos, y cuando Don Eusebio se dió cuenta me expli-
có que los bandidos no tienen en cuenta a los «arrie-
ritos» como nosotros, que somos muy poca cosa en su 
opinión, que no les vale la pena morir en una cuerda
por lo que pueda cargar una mula de gente flaca. No-
sotros guiamos dos mulas, Luna y Ladós, que le puso
Luna porque era «la una» y Ladós porque era «La dos»
que compró. Me parece que no es una razón buena para
dar un nombre a nadie, pero a ellas les da igual. Co-
mimos en el camino y eso me pareció extraño porque,
como sabe usted, mamá Isabel, nunca había comido nada
fuera de Fuentenueva, ni tampoco nada como lo que co-
mimos: tres piezas de torta dura y queso. Lo primero
no gustó mucho, pero calmó el hambre, lo segundo sí
estuvo bien. Dice Don Eusebio que la torta dura es el
pan de los arrieritos, forraje si se está en mucho a-
puro y carne en la desesperación. No comprendí a que
se refería hasta que miró a las mulas con aire triste.
Espero no pasar por un apuro igual.
  A la media tarde cruzamos la pista del ferrocarril.
Todavía se ve la zanja de las vías y muchas de las 
traviesas de maderas, pero los hierros hace mucho que
se los llevaron, salvo lo más oxidado. Yo me llevé co-
mo una pieza de clazo de recuerdo. Me dará suerte.
  Después, como estaba muy cansado le dije a Don Euse-
bio que si íbamos a acampar, pero me contestó que no,
que era sitio malo, por los bandidos. Así que tuvimos
que seguir hasta alcanzar los muros de Cebollas. Y fue
mucho mejor, porque dormimos en los establos de la po-
sada, junto con Luna y Ladós. Y hoy no he hecho mucho,
¡hasta jugué un rato con los niños del pueblo, como si
todavía fuera un crío!
  Hala, ya lo sabe usted todo. Rece por mi que yo reza-
ré por ustedes. Dígame si necesitan plata para que a mi
pago el orfebre de donde esté mande recado al orfebre
de Fuentenueva de traspasarles lo que yo pueda pagar.
  A Díos confío esta carta que con mi bendición viaja.   
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