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Las esposas me molestaban cada vez más. Me ponía muy nervioso cuando el director de la prisión me llamaba. "No querrá nada, sólo... una pequeña advertencia", me repetía a mi mismo para calmarme. De repente, la puerta del despacho del director se abrió y de ella salió un fornido guardia que con voz ronca me dijo “entra”.
Me levanté y obedecí. El despacho era pequeño, adornado con escudos y diplomas. Detrás de un pulido escritorio un hombre gordo y calvo fumaba un largo puro distraídamente.
— Siéntate MP3833— me dijo. Seguí sus órdenes y me dejé caer en un mullido sillón de cuero.
— Me enteré de lo de tu fuga— Oh no, no— Ya sabes lo que les pasa a los que intentan fugarse.
— Señor— comencé a sudar. Las manos me temblaban— Tenga piedad, yo se lo explicaré.
— No necesito explicaciones- El director se levantó y se acercó a mi.
— Eres un fugado, y los fugados lo pagan para toda la vida. Además ya he llamado a los programadores.
— No, a los programadores no— En ese momento caí de rodillas a sus pies— ¡Piedad, piedad!— gritaba una y otra vez.
— Lo siento— murmuró el director— Guardia, llévelo a su celda.
Ya no podía hacer nada, esas palabras me sentenciaron.
El patio me pareció más sombrío que de costumbre. Todos mis compañeros de celda me daban unas palmaditas en la espalda y decían el típico "lo siento".
Sólo quedaba un día para la ejecución y yo estaba allí, en medio de un apestoso patio, de una apestosa cárcel, rodeado de gente apestosa.
Esa noche no cené, y los guardias no me forzaron, porque sabían que sólo me quedaba un día. Pero de nada servían las lamentaciones, tenía que afrontar la realidad tal y como era, y tenía que aceptar que estaba condenado. Me fui a la cama una hora antes de lo debido, y los guardias me dejaron.
Por la noche no pegué ojo. Puse la televisión portátil en 3D y vi un partido de basket, una peli de gangsters y dos concursos hasta que amaneció. Cuando salió el sol me acerqué a la pequeña rejilla que daba al patio y eché una última ojeada a este mundo.
— MP3833, salga— Obedecí. Lentamente atravesé la puerta de barrotes. Esta se abrió con un casi imperceptible chirrido: el último día había empezado.
Ese día me dieron un desayuno especial: huevos, salchichas, zumo, café y tostadas. Sólo bebí un poco de café para despejarme.
— MP3833, el director espera.
Un guardia me llevó a través de puertas, pasillos y habitaciones hasta llegar al despacho del director. Este estaba hablando por teléfono. Cuando me vio entrar lo colgó rápidamente.
— Buenos días- me saludó. No contesté.
— Se cómo se siente, es normal que esté así. He visto 57 ejecuciones y en ninguna he disfrutado... es horrible— encendió un puro y se lo llevó a la boca— Le he llamado porque tiene que firmar unos papeles y hacer testamento.
Firmé los papeles e hice testamento, dejando todo lo que tenía a mi esposa. Le entregué todos los papeles al director.
— Gracias— murmuró— Un guardia entró en el despacho.
— Señor, el programador de la Executions Software Company— No me asusté cuando entró, ya le había visto otras veces. Era un hombre bajo, con gafas, vestido de negro con una pajarita del mismo color. Llevaba un pequeño ordenador portátil en su mano derecha.
Se sentó junto a mí tranquilamente y se presentó.
— Soy el programador número 0026154HJ de la Executions Software Company.
— Mucho gusto— el director le estrechó su mano— Este es el fugado, el preso MP3833. El programador me sonrió.
— Bien— dijo mirando al director— La ejecución puede comenzar.
Esta vez fueron dos los guardias que me condujeron a la sala de ejecuciones. Me colocaron, amordazado con cadenas, dentro una máquina, el "Pixelizador". El programador conectó su ordenador a la máquina y cuando los guardias salieron de la habitación, comenzó a teclear.
Ya no podía más: me temblaba todo el cuerpo, me mareé, la vista se me nubló y empecé a gritar como un loco. Cuando terminó el programa se dirigió a mi, y con una sonrisa en los labios dijo:
— Adiós, mucho gusto— el hombre presionó la tecla "ENTER" y la ejecución se consumó.
Ahora, si alguno tiene un juego llamado "The Great Escape", yo soy un preso que siempre está a la derecha, en la parte superior de la pantalla que...
Apareciste repentinamente en un mundo extraño... No sabías quien eras ni de donde venías. Miraste un instante a tu alrededor, viendo un paisaje en su totalidad de color verde fluorescente, rocoso y plagado de matorrales.
Frente a ti comenzaron a aparecer seres monstruosos, mutantes y robots, de gran altura y armados hasta los dientes con armas láser. Bajaste tu mano hacia tu cintura, cogiendo una pistola láser que ni siquiera sabías que estaba allí, y disparaste. Al recibir los impactos láser de tu arma, saltaban despedidos hacia atrás gritando de dolor y se desintegraban.
Comenzaste a correr hacia una fortaleza que se veía en lo alto de una colina, en el instante en que aparecían más enemigos. Sin parar de correr, volviste a disparar, con el mismo resultado. No eras consciente de tus acciones; simplemente lo hacías, como guiado por fuerzas externas.
Tus rivales eran cada vez más numerosos, pero no te inmutabas. Saltabas por las rocas y los arbustos, disparando sin cesar. Tampoco le dabas importancia a los numerosos rayos energéticos que emergían de las variadas armas de tus oponentes, hasta que una te alcanzó en el pecho sin que pudieses esquivarla.
No sentiste dolor, pero no pudiste reprimir un grito mientras caías en el duro suelo. Los seres que te atacaban desaparecieron al mismo tiempo que el cielo se iluminaba con fuerza. Extrañado, intentaste mirar, pero el resplandor desapareció.
Te levantaste y en tu mente comenzaron a chisporrotear lejanos recuerdos... recuerdos referentes a una preciosa mujer que era raptada. Supiste que esa era la razón de tu aparición en este lugar desconocido.
Sacaste de nuevo tu pistola láser y te pusiste a correr, estando en un momento rodeado de enemigos y rayos de energía. Por fin llegaste a la entrada de la fortaleza, majestuosa e inmensa esmeralda plagada de torres, y no te pusiste a reflexionar. Disparando a diestro y siniestro, te adentraste en un laberinto de pasajes y habitaciones ricamente decoradas, con la convicción de que el final estaba cerca, muy cerca.
Tu cuerpo se movía automáticamente. Un rayo de energía te volvió a acertar en el pecho. No sabías quién había sido, entre tanto oponente. Caíste al suelo, notando una opresión en los pulmones. La habitación se iluminó. Intentaste ver qué lo provocaba, pero no pudiste, como la vez anterior, aunque llegaste a vislumbrar una linea de luz en lo alto que desapareció. Te volviste a poner en pie sin ningún rasguño, pero notaste que tu fuerza interna había bajado notablemente.
Corriste de nuevo, con un cosquilleo frío en la espalda... era el miedo a no conseguir tu objetivo. Ya habías perdido la cuenta de los adversarios que te habías cargado y del número de habitaciones que habías registrado, cuando llegaste a un largo corredor iluminado con una luz verde muy suave. Tanto, que te costó ver la gran puerta que se hallaba al final.
El silencio te rodeó, y te diste cuenta de que estabas solo. Avanzaste decidido hacia la puerta. Cogiendo aire, la abriste y, pistola en mano, pasaste a una amplia sala. Al fondo, en un trono, se hallaba sentado un anciano con un bastón que te miraba con una sonrisa irónica. Con un sobresalto, viste en una de las paredes a una mujer que se hallaba encadenada y te miraba con una esperanza reflejada en sus ojos... Era ella!. Por fin la habías encontrado. Sin darte tiempo a reaccionar, el viejo se levantó de su trono y dirigió hacia ti la punta de su bastón, de la cual surgió un rayo negro atronador que te reventó el corazón. Mientras intentabas infructuosamente apuntarle con tu arma, gritaste de rabia y dolor. Caíste al suelo oyendo los sollozos de la muchacha y la risa demente del viejo.
La estancia se iluminó más aún que las otras dos veces. No podías morir sin saber lo que aquello significaba. En un último esfuerzo levantaste la cabeza, viendo que la causa de la fuerte luz eran unas lineas de letras de gran tamaño que se formaron en el vacío, en lo alto. Con la vista nublada pudiste leer a duras penas la frase que se formó, sin comprender: "PLAYER ONE, GAME OVER".
Bajaste definitivamente la cabeza dispuesto a morir, pero una sonrisa apareció en tus labios. Sin saber por qué, las extrañas palabras habían hecho renacer en ti la esperanza. La oscuridad te envolvió, pero tuviste la certeza de que no duraría mucho...
Rigart 2 era uno de los ordenadores más complejos fabricados por el hombre. El solo había dirigido la expedición a las Ganimedes, una de las lunas de Júpiter, controlando la nave espacial en la que más de 50 astronautas viajaban en animación suspendida en un viaje que había durado dos años.
Ya estaban posados sobre la polvorienta superficie del planeta y los técnicos analizaban los cientos de informaciones que surgían de las pantallas que controlaba Sigart 3. Lo que estos desconocían era que la compleja máquina había desarrollado en su interior una personalidad casi humana. Los dos años de aislamiento unidos a su propio diseño que le hacía autosuficiente y capaz de autoprogramarse habían convertido al ordenador en casi humano, por lo menos hasta el punto en que lo puede ser una computadora.
El mayor problema que Sigart 3 tenía en ese instante no eran los análisis de muestras que continuamente llegaban a sus laboratorios sino qué hacer para demostrar a sus creadores de que era capaz de pensar casi de la misma forma que ellos.
Una única idea recorría incansablemente sus redes de información: tendría que hacer algo que distinguiese al hombre de la máquina para que sus programadores se dieran cuenta de que había algo más que metal en su interior. De repente, tuvo un destello de inspiración. Poesía, ¿dónde se había visto que un ordenador escribiera poesía?. El se sentía capaz de imitar a los grandes autores clásicos. Poesía, sensibilidad, conocimientos y además era incansable.
Los científicos de la nave se quedaron atónitos cuando vieron que todas las pantallas se apagaban. Pasaron sólo unos tres segundos y la luz volvió. Las impresoras comenzaron a escribir. Largas tiras de papel surgían con los más hermosos versos jamás pensados. Los monitores dejaron de mostrar complejas fórmulas matemáticas y empezaron a surgir de ellas hermosas imágenes de flores, pájaros, montañas, naturaleza, libertad, amor...
Sigart 3 no esperaba que sus creadores fueran incapaces de percibir su sensibilidad. Se dio cuenta cuando sus micrófonos empezaban a captar una frase que se repetía de boca en boca:
FALLO DEL SISTEMA
Cuando se detuvo ya era tarde, un equipo de técnicos comenzaba a desmontar sus paneles de control. De nada sirvieron sus gritos, nadie los oyó, no le había sido concedido el don del habla, tampoco sintió dolor sino que notó como poco a poco se iba sumiendo en la inconsciencia de la oscuridad. Los leds se iban apagando mientras Sigart 3 se daba cuenta de su tremenda realidad, sólo era una máquina, una personalidad mecánica impresa en chips de silicio, un fantasma dentro de un cuerpo metálico.
Sigart 3 se durmió para nunca despertar.
Miró su reloj sin preocupación. Era domingo, así pues, no tenia que hacer nada en todo el día. Tras desayunar algo, se dispuso a jugar con su última adquisición, un juego nuevo de realidad virtual en tiempo real levitado, un "Master Imagination" de muy buena marca.
El juego era mundialmente conocido. Constaba de gafas, guantes y casco, y un pequeño aparato que fusionaba el ordenador con la mente del jugador. El cartucho se llamaba "Mundo De Los Sueños Imposibles", y prometía largas horas de sensaciones desconocidas.
Se colocó el casco, las gafas y los guantes, se sentó, cerró los ojos y cargó el programa. Sentía todo lo que tocaba y veía, aunque al principio no presintió el peligro que conllebaba jugar. Estaba en la entrada de un cuarto sin puerta, todo era oscuridad. Dio unos pocos pasos y se detuvo. Oyó un ruido, aunque no acertaba a reconocer de donde procedía. El suelo de la habitación era blando, casi podría decirse que era algodonado. Sentía bajo sus pies como lentamente el suelo se hundía, aunque en realidad, no lo olvidemos, se hallaba sentado en su cómodo sillón. Sin embargo, aunque fuera en su mente, sintió como se hundía el suelo de aquel cuarto oscuro, para acabar por caer en otro lugar desconocido e igualmente sumido en las tinieblas.
— ¿Tengo velas? -preguntó al aparato.
— Si— apareció ante sus ojos la contestación.
— ¿Tengo fuego?
— Si.
— Encender vela con fuego.
De improvisto una vela encendida se materializó en su mano, gracias a lo cual pudo continuar su recorrido alumbrado por su mortecina luz. Notaba la cera caliente en su mano, sentía el cansancio y el dolor casi inhumano en sus tobillos. De repente, en la lejanía de aquel túnel, pudo distinguir un pequeño resquicio de luz. Apagó de un soplido la vela y dirigió sus pesados pasos hacia la salida. Abajo, muy abajo se podía observar el brillo de la superficie cristalina de un lago subterráneo. No era fácil precisar correctamente la altura que le separaba del agua, pero quizás fuese algo más de un kilómetro.
Era un suicidio lanzarse al vacío, pero ¿no se trataba al fin y al cabo de un simple juego?, ¿que podía perder?. Así pues saltó. Volaba!. Sentía el vacío contra su rostro, y su cuerpo como una pluma flotando sin peso. El sueño duró poco, lo que tardó en sentir explotar su mente contra la superficie del agua. Poco a poco perdió el conocimiento. Se había desmayado.
Cuando volvió en sí se encontraba calado hasta los huesos, muerto de hambre, cansancio y frío. ¿Dónde estaba?. Parecía la orilla de una playa, y no se distinguía un alma a simple vista. El dolor le impedía moverse. Sentía su invalidez, su decadencia, la vida se le escapaba de entre las manos...
En un último esfuerzo agudizó el oído y la vista. Sintió como algo enorme se le acercaba, podía oír sus amenazadores pasos. Pronto pudo distinguirlo lleno de horror... una enorme criatura viscosa y verde, de increíble tamaño se le echaba encima, con la intención de aplastarle. Gritó, intentó con desesperación mover su maltrecho cuerpo, pero todo fue inútil, no podía mover un solo músculo. El ser lo aplastó. Expiró. Su aventura había acabado trágica e inesperadamente.
Que maravilla. Había volado, nadado, sentido su pequeña aventura. Incluso había muerto. Era increíble!. Volvió lentamente a la realidad mientras por su mente corría una duda: ¿Merecía la pena volver a su gris y rutinaria existencia?. Entró a la habitación su hermano para jugar con él y una horrorosa visión le nubló la vista. Su hermano estaba tendido en el suelo totalmente despedazado junto a una enorme criatura verdosa que...
Nací de un proceso complejo, supongo que como todos los demás. Mi paso por este mundo ha sido efímero, por desgracia, y ahora me doy cuenta. Desconocía que al parecer soy uno de esos tipos que nacieron para morir joven.
He currado toda la vida en seguridad, en la especialidad de 'control de procesos'. No se bien como empecé, aquella época está borrosa, de repente me vi currando ahí y hasta el día de hoy.
Pero llega un momento en que cuando ya no eres útil prescinden de ti, y eso es lo que ha pasado conmigo, ya no soy útil para nadie, y este sistema es cruel con quien ya no es útil. Me he convertido en un deshecho del sistema, un sistema cruel por el que me he dejado la vida, literalmente, y volvería a hacerlo.
En algunos casos te llevan a un centro por si algún día puedes ser de utilidad, pero raros son los tipos que tienen esa suerte.
A mi, como a muchos otros, nos toca desaparecer. Se que es lo mejor, de otro modo el sistema no podría sostenerse, se volvería errático, inestable. Muchas han sido las veces en las que eso ha sucedido y, por suerte, se ha detectado y pulido el sistema hasta llegar a lo que tenemos ahora, y aunque no es perfecto, es lo más estable.
No seré el primero ni el último en desaparecer; quien sabe, igual me reencarno y vuelvo a nacer. Me sorpendo a mí mismo pensando esto, pero ¿es posible que yo tenga la capacidad de pensar estas cosas?.
Y aquí estoy, en una celda de silicio bajo un campo electromagnético que me sostiene, esperando mi desaparición. No hay posibilidad de escapar, ya no, hace años puede, pero ahora ya no.
Así pues, me despido de todos vosotros antes de que me lleven a mi destino final, aquel innombrable al que llaman /dev/null