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Nota del autor: Es recomendable, para una mejor comprensiĂłn de esta historia, haber previamente leĂ­do el Diario de campo de Eduard Santagelo sobre los Vastaya.

Diario de Campo de Eduard Santagelo sobre los Vastaya (https)

Los fantasmas no existen

— Todo el mundo sabe que no existen.

— ¿Quiénes no existen? ¿Los fantasmas? ¡Pues claro que sí!

— ¡Pero si no aparecen en mis libros de la escuela! ¡Ni siquiera en los libros de la biblioteca de la Academia Yordle!

— Eso es porque no todo lo que existe está en los libros. Por muy grande que sea una biblioteca, nunca será capaz de albergar todo el conocimiento.

— ¿Y si no están en un libro, cómo estás segura de que existen?

— Porque los he visto con estos viejos ojos.

— ¿De verdad? ¿Me lo cuentas?

— Oh, no creo que esa historia te interese. Al fin y al cabo no aparece en tus libros.

— ¡Por favor, abuela!

— Está bien. Pero sólo si me prometes que hoy no te quedarás hasta tarde leyendo.

— Prometido. ¿Y puedo escribirla?

— Como prefieras, pero ponle mi nombre. Ahora, escucha atentamente. Ocurrió hace muchos años, poco después de casarme con tu abuelo. Era la primera vez que le acompañaba en un viaje comercial, y también sería la última vez que visitamos Jonia, porque cuando comenzó la guerra dejó de ser un buen lugar para hacer negocios…

___________________

— ¡Mira esas montañas, querido! ¡Son hermosas! Son tan hermosas que me casaría con ellas si...

— ¿Si qué?

— Si no estuviera casada ya, claro.

— Si lo dices por mí, no me importa que te cases también con una montaña. Yo, de hecho, desposé a una duna en mi último viaje a Shurima. Pero luego me divorcié porque era muy seca conmigo…

Ambos soltamos una carcajada, y cuando terminamos de reĂ­r tu abuelo se puso serio.

— Cariño, sé que te hacía ilusión hacer este viaje. Pero recuerda que aunque no existan paisajes tan hermosos como los de Jonia, éste sigue siendo un lugar peligroso, lleno de magia y criaturas que, aunque parezcan inofensivas, pueden ser más poderosas de lo que aparentan ser. Así que tienes que tener cuidado, ¿de acuerdo?

— Sí, querido. Lo sé.

— Esta noche tengo que reunirme con una tribu que vive en el corazón del bosque. Aquí en Jonia se toman muy en serio la preservación de la naturaleza, sus tradiciones y su entorno, así que es todo un logro que me dejen ir hasta su poblado. Pero por esa misma razón no puedes acompañarme. De modo que te quedarás aquí, en el campamento, así que no hagas ninguna locura y no salgas de la tienda para nada que no sea recibirme con un abrazo. ¿Entiendes?

— ¡Entendido sargento Santagelo! ¡Señor sí, señor!

Tu abuelo esbozó una sonrisa y me miró a los ojos, antes de cerrarlos para besarme tan intensamente que…

___________________

— ¡Puaj, un beso!

— Sí, un beso. ¿Qué pasa, eso tampoco aparece en tus libros?

— No, ¡qué asco!

— Pues quítalo si quieres. Pero como me vuelvas a interrumpir te daré uno.

— Ugh no… Sigue.

— A ver, por dónde iba…

___________________

Hacía tiempo que la noche había caído, pero yo no podía dormir. Una de las veces que abrí los ojos, observé una extraña luz morada que se movía alrededor de la tienda. Fui a investigar de qué se trataba, pero cuando salí de la tienda la luz se adentró en el bosque. Decidí seguirla, pensando que quizá un paseo nocturno aliviaría mi insomnio. Reconozco que no fue la mejor de mis ideas, pero no habría conocido al fantasma de no haberlo hecho.

Cuando llevaba unos minutos siguiendo a aquella cosa, se detuvo. Cuando me acerqué lo suficiente como para tocarla, activé una trampa de las que te dejan colgando boca abajo de un árbol. Bueno, no siempre te dejan boca abajo, pero yo tuve mala suerte.

— ¡La tengo! ¡Hemos cazado a la extranjera!

— ¡Ay! ¡Sacadme de aquí! Malditos bandidos, ¡no sabéis quién soy!

— Claro que sabemos quién eres, mujercita, y vamos a sacar bastante por tu rescate.

— ¡No! ¡Mi marido vendrá a rescatarme! ¡Auxilio! ¡Socorro!

— NADIE vendrá a rescatarte.

Cómo queriendo contradecir las palabras de aquel rufián, el fantasma hizo su gran entrada. Apareció desde el cielo, volando…

___________________

— ¿Entonces los fantasmas vuelan?

— No lo sé. Supongo que algunos sí, y otros no, depende de cómo sea el fantasma. Este se movía tan rápido por el aire que parecía volar.

— ¿Pero volaba o no volaba?

— ¿Qué más da? ¿Quieres saber también lo que le hacen los fantasmas a los niños que interrumpen?

— Sí… Digo no. Perdón, abuela.

— Así me gusta. Como iba diciendo…

___________________

Era un espectáculo para la vista. A la luz de la luna, el tono dorado de aquella criatura bañaba suavemente aquel rincón del bosque. Mientras despachaba a aquellos bandidos, se movía rítmicamente, como si se tratase de un baile, en vez de una pelea. Cuando terminó, hizo una pose triunfal, como si todo aquello hubiese sido una exhibición. Fue entonces cuando pude apreciarlo, y supe al instante que aquello no era humano, aunque lo parecía. Era como una mezcla entre un pavo real y un humano, sólo que sus plumas doradas formaban una capa en vez de una cola. Se quedó en aquella pose unos segundos, como esperando aprobación.

— ¡Asombroso! ¿Pero me va a rescatar o algo?

— ¡Casi se me olvida! ¡Mi público de esta noche! Una actuación fabulosa, ¿verdad? Shh. No hace falta que respondas. Tu cara lo dice todo.

El medio pavo medio humano me liberĂł, y una vez de vuelta a tierra firme le dĂ­ las gracias.

— Gracias, ehm… Lo que seas.

— ¿Cómo que lo que sea? ¡Todo el mundo sabe lo que soy! Soy un bailarín de batalla. Soy EL MEJOR bailarín. Soy la danza de la luna de esta noche. Soy ra…

— Yo me refería a tu… raza, o lo que sea. ¿Eres un espíritu, un fantasma o algo así?

— Un fantasma con mucho arte, sin duda. Ahora aparezco y ahora… ¡desaparezco!

El fantasma dio una voltereta y desapareció de mi campo de visión. Tras unos segundos, reapareció detrás mía y me quitó la alianza del dedo casi sin que me diese cuenta.

—¿Qué es esta cosa? ¡Brilla mucho!

— Es mi anillo de boda.

— ¿Anillo de boda? ¿Vamos a casarnos? Debería pedírtelo yo, que para eso te he salvado —el fantasma se arrodilló delante mía y sujetó el anillo entre sus manos—. ¿Quieres casarte conmigo, mi rescatada humana?

— ¡No digas tonterías! Ya estoy casada, no puedo casarme contigo. Ahora devuélveme eso, si no te importa.

— Uff, menos mal. Yo tampoco quería casarme contigo. Prefiero ser libre. Libre como el aire, libre como la magia, libre como… ¿Quieres venir conmigo?

— ¡No! Bueno, algo sí que me gustaría. Pero tengo que volver. Mi marido pronto volverá, y no quiero que me pille fuera.

— Una lástima. Me lo estaba pasando bien. Bailaremos otro día. U otra noche. ¡Hasta entonces!

Sin esperar a que contestara, el fantasma se fue tal como había venido. Supe entonces que aquél encuentro no se me olvidaría jamás. Y que la próxima vez haría caso a tu abuelo. Fin.

___________________

— ¿Fin? ¿Y ya está?

— Pues sí. ¿Qué más quieres? ¿Que me hubiese ido con el fantasma? No estaría aquí contándote cómo descubrí a los fantasmas de haberlo hecho.

— Pero no le preguntaste nada acerca de los fantasmas. Cómo eran, dónde viven… ¿Son todos mitad humano, mitad pájaro? Te guardaste el descubrimiento sólo para tí.

— Todos los días hacemos descubrimientos, pero la mayoría son sólo descubrimientos para nosotros mismos. Ninguno de esos eruditos se habría creído mi historia de todas maneras. Venga, es hora de irse a la cama.

— Jo, pero…

— Ni peros, ni poros. ¡A domir! Y ni se te ocurra contarle nada de esto al abuelo.

— Vale… Pero cuando sea mayor, quiero viajar a Jonia, y escribiré un libro que descubra los fantasmas a todo Piltover.

— Tendrá que ser un libro muy bueno si de verdad quieres que todo el mundo lo lea. Buenas noches, Eduard.

— Buenas noches, abuela.

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