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RELATOS PARA NO DORMIR

CON NOSOTROS

-1-

De pequeño, cuando sus padres le llevaban a las fiestas que se hacían en fechas señaladas siempre se había fijado en aquellas personas vestidas de rojo, con ese círculo blanco y una cruz roja dentro en la espalda. Ya en el instituto conoció a Oscar, el que fuera uno de sus mejores amigos, y un día en la feria de abril, empezaron a hablar sobre entrar como voluntarios en la cruz roja.

Hicieron la formaciĂłn en la localidad vecina y entraron a formar parte de U.V.S.E., la unidad de voluntariado de socorros y emergencias. Constaba de tres equipos y cada uno entrĂł en un grupo diferente, Oscar en el equipo 1 y Jordi en el equipo 2.

El edificio era un antiguo palacete de 4 plantas cedido por una familia adinerada. Antiguamente habĂ­a sido un sanatorio de tuberculosos, y aquĂ­ empezaba el misterio.

-2-

Los más veteranos solían contar a los novatos historias de un fantasma que se aparecía en el edificio. Muchos de aquellos veteranos las contaban por que a ellos se las habían contado cuando eran novatos, pero realmente no sabían de qué hablaban ni de si eran ciertas o no. Oscar y Jordi escuchaban aquellas historias con gracia, ninguno de los dos creía en estas cosas.

Con el tiempo Oscar iba cada vez menos a las guardias y cuando iba se limitaba a acudir a los servicios de su grupo. Jordi por el contrario mostró un gran interés y acudía a casi todas las guardias de todos los grupos y poco a poco fue integrándose de tal manera que contaban con él para servicios intersemanales y para guardias en ambulancia. Conciertos, partidos de fútbol, de básquet, gimcanas, actos culturales, ruas de carnaval o de Reyes formaban parte de los servicios normales y con el tiempo lo iban llamando para incidencias de más gravedad: incendios en ciudad, incendios forestales, guardias en ambulancias nocturnas, simulacros, etc.

Una noche tuvieron un servicio en un antiguo pabellón del equipo municipal de básquet, utilizado entonces para conciertos o congresos públicos. Esta vez tocaba concierto de varios grupos de rock y heavy.

La noche fue muy tranquila, desmitificando aquello de la agresividad de estos grupos. Finalizado el acto regresaron a la base a dejar el material. Al dĂ­a siguiente tenĂ­an guardia, como cada domingo y como ya era tarde decidieron quedarse en la base a dormir.

Mientras hacían sueño iban contando historias, y por supuesto, salió a colación el tema preferido, el fantasma. Estaban sentados en los sofás del salón principal, separados del patio por una gran puerta de cristal, a oscuras, como solían hacer siempre, solo con la tenue luz de una pequeña televisión al fondo, por lo que el ambiente acompañaba.

— Pero venga, va, que esas historias son para los novatos.

— Que no, que son ciertas, yo he visto cosas— decía Yolanda.

— ¿Como cuál?— preguntó Robert.

— Un día estábamos los de incidencias viendo la tele y se encendieron las sirenas de las ambulancias.

— Eso habrá sido algún compañero para gastaros una broma.

— ¿A las cuatro de la madrugada? Y solo habíamos cuatro personas y todos estábamos viendo la tele.

— Joder que miedo, yo me hubiera cagado, vamos, que me hubiera ido a casa— dijo Laura.

— Bueno, podría ser algún cortocircuito en la sirena— dijo el incrédulo Robert.

— ¿De las cuatro ambulancias y a la vez? Mira, ya estuvimos varios días intentando buscar explicaciones y no encontramos ninguna.

— ¿Y quién es ese fantasma?, quiero decir, alguien que vivió aquí, o algún cenutrio que hizo ouija o qué— preguntó Jordi, que aunque no creía en estas cosas respetaba a quien sí creía y le gustaba oír las historias.

— Esto antes era un sanatorio de tuberculosos regido por monjas. Dice la leyenda que una de las monjas se quedó embarazada y que cuando ya no pudo ocultarlo más se subió a la cuarta planta y se tiró al patio— explicó Yolanda.

— Si, es cierto. Cuando dejó de ser un sanatorio y se cedió a cruz roja, en las obras de asfaltado que hicieron en el patio encontraron cuatro esqueletos, se supone de los que morían sin familia. Uno de aquellos esqueletos era de una mujer que estaba embarazada—apuntó Laura.

Todos giraron la cabeza a su derecha hacia el patio, del cual solo les separaba una vidriera con puerta de cristal. Se hizo un silencio tenso que durĂł unos segundos.

— Además se cuenta que hace años desaparecieron dos voluntarios.

— Seguro que se fueron por patas, jajaja

— ¿Os habéis fijadao en una cosa? Las cuatro de la madrugada, cuatro personas en el turno de noche, cuatro ambuláncias en el patio, cuatro esqueletos encontrados también en el patio...

— Joder, es verdad, que casualidad...

Otro silencio de aquellos incĂłmodos.

— Ostia, pues yo he traído mi walkman, tiene para grabar voz, podemos ponerla en la escalera de arriba y mañana la miramos a ver si hay algo— comentó Sergio. Todos los que decían haber visto al fantasma coincidían en que lo habían visto en la segunda planta, al lado de las escaleras.

— Yo paso, haced lo que queráis pero conmigo no contéis— dijo Laura.

— Vale, ve a buscarlo.

Sergio rebuscĂł en su mochila y cogiĂł su walkman.

— ¿Alguien me acompaña?

— Que pasa, ¿tienes miedo?

— ¿Yo? que va, es por si se me aparece y no os lo queréis perder— dijo Sergio sin mucha credibilidad.

La verdad es que estaba cagado de miedo, todos lo estaban. Todos menos Laura subieron a la segunda planta y dejaron el walkman al lado de la escalera y la encendieron. Bajaron al salĂłn y al cabo de un rato se animaron para dormir algo antes de empezar la guardia.

-3-

Se levantaron con mucho sueño, entre el concierto de la noche anterior y lo tarde que se fueron a dormir estaban hechos polvo.

Mientras todos se fueron a los servicios del día, Sergio subió a la segunda planta a recuperar su walkman y se quedó escuchando la grabación, pero no había nada grabado. Cuando regresaron sus compañeros Sergio les dijo que no se oía nada en la grabación, para disgusto de todos que tenían la esperanza de que se hubiera grabado alguna voz.

— Vaya mierda, aquí no se oye nada.

— ¿Pero has subido el volumen? a veces se graban muy bajito.

— Si, claro, pero no ser oye nada, solo el ruido estático de la cinta.

— Oíd chicos, creo que no lo hacemos bien. En un programa de radio que escucho que va de cosas raras y fenómenos paranormales dicen que las psicofonías no se oyen así como así, se necesita un programa de audio de ordenador para identificar las ondas y pasar un filtro para aumentar el volumen— dijo Laura.

— Ostia, pues ya miraré por Internet como hay que hacerlo. Estoy seguro de que se ha tenido que grabar algo— dijo Sergio con una sonrisa picarona.

Al cabo de unos dĂ­as habĂ­a conseguido aislar un ruido pero no acababa de entender lo que era, no estaba familiarizado con el programa de ediciĂłn de audio que se habĂ­a instalado y no sabĂ­a aĂşn como funcionaba del todo.

-4-

Pasaron unas semanas y desde base llamaron a Jordi para hacer turno de incidencias nocturnas. El turno empezaba a las diez, pero llegó antes para estar un rato con algunos compañeros antes de empezar el turno.

HabĂ­a llegado ropa nueva al despacho del responsable de U.V.S E. en la planta baja y se tenĂ­a que ordenar por tallas y meter en unas cajas, asĂ­ que Jordi, siempre dispuesto a colaborar, ayudĂł en la tarea.

Cuando acabaron cerraron y se fueron a la bodega "la cepa" para tomarse unos refrescos y Jordi encargĂł los bocatas para la cena de la unidad. Al cabo de un rato se despidieron y Jordi volviĂł a la base, eran ya casi las diez.

Empezó la guardia y fue de lo más tranquila. A primera hora salieron a buscar a un abuelo con hipoglucemia y lo trasladaron al hospital. De vuelta se comieron los bocatas y se pusieron a ver la tele. Locay, el telefonista, entró al salón.

— Jordi, ¿te encargas un momento de la centralita? me estoy meando.

— Si, claro— se dirigió a la entrada donde estaba situada la centralita con los teléfonos y la emisora de radio.

Al cabo de un rato apareció Locay blanco y sudando, sin decir ni una palabra y con una mirada de auténtico pánico.

— ¿Estás bien? Ni que hubieras visto un fantasma— se cachondeó Jordi.

— N... no.

— ¿Qué ha pasado? ven siéntate— se dio cuenta de que no estaba bien. Se levantó para dejar sentarse a Locay mientras le daba aire.

— Joder, me cago en mi puta estampa.

— ¿Pero qué te pasa?— los otros dos compañeros, Emilio y Lidia entraron en la centralita preocupados.

— Su puta madreeeee..... Me estaba lavando las manos y en el espejo he visto una puta monja detrás mío, me he girado de golpe y no había nadie allí— Locay estaba visiblemente asustado. Todos se miraron.

— Bueno Locay, a veces se ven sombras que parecen...

— Se lo que he visto, y no es la primera vez, así que no intentes convencerme de lo contrario— Locay hacía siempre el turno de noche. Tenía unos 54 años y llevaba media vida en cruz roja. Había visto cosas raras muchas veces pero nunca lograba acostumbrarse.

De repente empezaron a oĂ­r pasos en el piso de arriba, todos se quedaron quietos mirando al techo, se podĂ­a escuchar el corazĂłn de todos a punto de salirseles del pecho.

— No creo que sean pasos, estos edificios tan antiguos crujen con los cambios de temperatura y...

— Qué coño, eso son pasos— dijo Emilio. Acto seguido se oyó un golpe fuerte y seco que hizo que todos dieran un respingo.

— Me cago en dios, yo voy a subir a ver que mierda pasa arriba— dijo Jordi.

— Te acompaño— dijo Emilio cogiendo un palo de las camillas que usaba Locay por si alguien entraba a robar, y ambos subieron a la planta de arriba.

Cuando llegaron no vieron nada raro. Los dos iban muy apretados y muertos de miedo. Abrieron la puerta del aula, de donde venĂ­a el ruido que oyeron abajo y al encender la luz vieron ropa tirada por el suelo y por encima de las mesas. Emilio bajĂł corriendo, cogiĂł de la centralita la llave del despacho del responsable de U.V.S.E. y abriĂł la puerta; se quedĂł blanco. La ropa que hacĂ­a escasamente 3 horas habĂ­an estado guardando en cajas en la planta baja no estaba, eran las que habĂ­a esparcidas en el aula en la planta de arriba.

Subió corriendo las escaleras llamando a Jordi a gritos pero no bajaba. Cuando llegó, acompañado de Locay y Lidia, Jordi no estaba. Lo llamaban pero no respondía, lo buscaron por el resto del edificio sin encontrarlo. Asustados llamaron a la policía. Eran las cuatro de la madrugada.

-5-

Ese mismo día, después de haber leído varios manuales por Internet y de hacer varios intentos mediante el sistema de prueba-error, Sergio consiguió dominar el editor de audio. Le pasó varios filtros a la grabación hasta que por fin pudo descifrar la voz de aquella psicofonía que captó su walkman. Se quedó estupefacto. Enseguida llamó al resto para informarles de su hallazgo. Todos pusieron escuchar con claridad lo que aquella tétrica voz femenina les decía.

"Jordi está con nosotros"

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