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Dicen que por las noches pueden oírse los lamentos de los espíritus; otros dicen que es sólo el viento al pasar por las dos columnas de piedra naturales que hay en la orilla. Sea como sea, el páramo no deja indiferente a nadie. Hasta el más incrédulo afirma haber notado sensaciones extrañas, seguramente sugestionados por el peso de la propia historia, o tal vez no. Lo cierto es que allí hubo una desgracia y desde entonces nada ha vuelto a ser como antes.
Hace muchos años existía un camping a la orilla de un lago. El camping no era muy grande, casi exclusivo, y sus clientes solían ser los mismos cada año.
Cuando la modernidad extendió su sombra por todo el país, el camping "Los suspiros" no podía quedarse atrás y también se modernizó. Después de edificar bungalows, lo siguiente fue la corriente eléctrica, una rudimentaria instalación hecha por un Ayuntamiento, siempre ahorrando en costes, que provenía de una antigua presa cercana que debía haber cerrado hacía años pero que los maletines de dinero entre empresarios y políticos mantuvo abierta más de la cuenta. Aquel año, varios factores se aliaron para que fuera posible la tragedia.
Fue el año en que el verano fue el más caluroso que recordaban los ancianos del lugar, lo que hizo que el camping hiciera un pleno de aforamiento. También fue el año en que más había nevado en invierno, lo que hizo que en pleno deshielo, la presa, a kilómetro y medio del camping, estuviera al máximo de su capacidad.
El destino decidió que ese verano fuese el último para mucha gente. Una calurosa noche de Julio nadie podía dormir, el bar estaba en pleno apogeo, todo el camping estaba en el guateque, muchos viendo la tele, aires acondicionados a máxima potencia en los bungalows... La presa, como todas las noches, al 100% de generación de energía.
Esta mala previsión energética fue la causante de que el sistema no pudiera aguantar y reventara. Como la derivación era de muy mala calidad, la sobrecarga dejó sin abastecimiento eléctrico a las propias turbinas de la presa: el precario sistema informático, que no pasaba una revisión desde hacía más de siete años cayó y las compuertas se abrieron como media de seguridad en estos casos. Tampoco sonó la alarma de desalojo presa abajo.
Tantos y tantos hectómetros cúbicos desenfrenados en cuestión de pocos minutos anegó el lago, y por ende el camping. Todo quedó cubierto por el agua. Sólo eran visibles las cumbres de las dos columnas de piedra naturales.
113 muertes, solo 32 cuerpos recuperados y tres supervivientes marcados para toda su vida. Dicen las malas lenguas que aún hay restos humanos enterrados en el lodo bajo el lago.
Numerosos testimonios coinciden en lo mismo: en las calurosas noches de Julio, puede oírse música, risas y lamentos en el lago. Muchos testigos han presenciado niños con cubitos y palas cruzando la carretera que rodea el lago a la misma hora que sucedió la tragedia hace más de diez años. Otros aseguran haber visto autoestopistas de aspecto tétrico en las noches posteriores al accidente, y que, al pasar de largo y mirar por el retrovisor, ya no estaban.
La fauna en la zona donde estaba situado el camping ha desaparecido, es curioso estar en plena naturaleza y que no se oiga ni el trino de un pájaro.
Montañistas que hicieron noche con sus tiendas de campañas huyeron despavoridos abonando allí sus pertenencias; fenómenos sin explicación se suceden casi a diario en el ya denominado "lago negro".
Pensad lo que queráis, creyentes, incrédulos, espiritistas. Así sucedió todo y así os lo he explicado.
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