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«Fell on Black Days» o del inconveniente de haber nacido (2)

Que las cosas salgan «al revés», es decir, en un exceso; más allá de lo planeado y, finalmente, buscar la razón de ello (pensemos en un negocio, una relación, una frase mal dicha, un...) es para descubrir, en el fondo, que en realidad existe una falla de origen; algo que se ha vuelto contra nosotros desde el principio de nuestra existencia; como marcados por un hado silencioso que ejerce su veneno a la larga (o a corto plazo: desde siempre), como el líquido inyectado desde las superficies dérmicas.

En esta hipocondria psicológica está la falacia de hallar el error para combatirlo... ¿Los errores se combaten; se elminan? Los errores, como hechos pasados son, algo imposible de borrar... Los gurús del éxito dicen que no importa llegar a la meta sino esforzarse y que el error es algo necesario para triunfar. Ok. Ya lo sabíamos pero tal vez no lo practicábamos.

Pero en esta falacia está la de buscar algo que se entiende por destino como fatalidad que es, probablemente, lo más cercano a nada. El propósito del mundo y, por lo tanto, de cada acción cuyo pronóstico se basa en la experiencia y aún en la razón, no dice nada que no esté fuera de ellas: no dice estrellas, nebulosas, aire, vida o muerte.

Whomsoever I've cured, I've sickened now

(Fell on Black Days)

Esta frase considera un auténtico vuelco de cierto camino esperado. Pero comunica la indeterminación del vuelco mismo como misterio, es decir, sin explicación. Esta «suerte» es como cuando Job hace su duelo en ceniza y silicio, temblando. Pero este misterio, referido como tal de forma indeterminada, es decir, como ocultamiento, en Job es resultado del capricho omnipotente de YHWH, quien encarna este carácter inexplicable azar de los sucesos en el mundo... Un atisbo de lo monstruoso que es el caos imperceptible pero matemáticamente comprensible (...) como patrón, acaso, de una entropía demencial o demasiado grande.

Pero en la canción (Soundgarden) no es más que una sugestión que alude a esa potencia inabarcable que es la estructura de los acontecimientos... Y que equivale a no tener culpa en ello o aún, responsabilidad, como lo enuncia bien Nietzsche en una breve reflexión:

[...] calificamos de bueno o de malo no ya a un motivo aislado, sino a todo el ser de un hombre, que genera el motivo como el terreno que produce una planta. De este modo, responsabilizamos sucesivamente al hombre primero de las cosecuencias de sus actos, luego de sus actos, después de sus motivos y, por último, de su propio ser.

(Humano, demasiado humano, 39, «La fábula de la libertad inteligible», Cap. 2).

Nietzsche considera absurdo el juicio de "bueno" o "malo" porque se toma «la consecuencia por causa»; es decir, que un acto no puede ser calificado moralmente porque su resultado (bueno o malo) no lo generó.

[...] dicho ser no puede ser responsable, dado que es una consecuencia absolutamente necesaria y configurada por elementos e influencias de cosas presentes y pasadas. Por consiguiente, el hombre no es responsable de nada: ni de su ser, ni de sus motivos, ni de sus actos, ni de las consecuencias de éstos.

(Íbidem).

Sigue el pensador alemán que la cuestión es cultural («vinculado a la evolución de la moral y de la civilización»). En sí, la responsabilidad y la culpa son elementos con los que se crece y se configuran en lo social. De acuerdo, podría decirse lo mismo del Destino y, de cualquier cosa que usemos para explicar ese «misterio causal» del mundo (y de las circunstancias), hasta que exista la teoría que por fin lo aclare.

Nietzsche se adelanta a lo que hoy la neurociencia considera la naturaleza de las decisiones: estamos condicionados por la experiencia y la historia (la de otros; la cultura, etc.) que nos influencian, y nuestras decisiones son un subproducto de eso. La cuestión es todavía más desapercibida: el cerebro «toma» la decisión diez segundos antes de que nos demos cuenta (de que existe una decisión...). El instante es de carácter meramente sensitivo.

Así que, caer en «días aciagos» es una red digna de un fractal cuyo origen está en el "star-stuff" sagiano (Sagan,Carl, The Cosmic Connection: An Extraterrestrial Perspective, p. 184, 1973) el cual, irónicamente, comprende un característico 4% del universo; a saber: la materia (Richard Paneck). Un «caos» matemático (digna «exteriorización») donde no hay causa conocida.

Más allá del optimismo que puede representar «decidir» ir hacia adelante y «cambiar» la noción de destino, ¿no sería el cambio mismo un componente no añadido de ese mismo remolino biológico?