escríbeme cogiendo el dominio de esta web y cambiando el primer punto por una arroba
2005-10-03
Por supuesto, la velocidad no es un concepto muy marsupial, pero servidor se fue este fin de semana a experimentar lo que se siente al conducir a ras de suelo.
Todo el mundo me había comentado la sensación de velocidad y es cierto; aunque el kart no coge mucha velocidad (unos cincuenta), el ir pegado al suelo y demás hace que parezca que vayas embalado, la sensación es mayor que al ir a 120 por la autopista.
En fin, el lugar elegido fue Sils [1]. Los karts que se encuentran allí tienen la peculiaridad que no pueden ponerse en movimiento por sí solos, con lo que hay que empujarlos. Para ello disponen de unos karts especiales remolcadores que asisten a todo pobre diablo al que se le para el coche, bien sea por accidente o por frenar demasiado.
Todo comenzó con una sesión de entramiento (parte libre y parte cronometrada para decidir posiciones de salida), donde un servidor no cogió el truquillo al kart y hizo el ridículo más espantoso (el momento estelar llegó al tomar una curva demasiado deprisa, intentar esquivar un coche parado, salir de pista, esquivar por instinto los neumáticos y acabar... en otra pista donde competían karts más potentes). En todo caso, entre calada y calada (como buen cigarrillo que diría uno) y accidente y derrape, acabé sin una vuelta decente para clasificar, con lo que ocupé la anti-pole.
Tras un interludio de comentarios jocosos (justificados) sobre mi persona, nos tocó correr- con el aviso de que uno de los dos remolcadores no estaba disponible.
Tras dar un par de vueltas sin incidente (pero con la calma), comenzaron a aparecer accidentados en la pista, con mayor frecuencia de lo esperado. Otra vez al tomar una curva pasado de vueltas, el kart se me quedó frito. Al parecer el segundo remolcador también había fallado y sólo me quedó esperar a que viniese alguien a, literalmente, empujar.
Por suerte, durante el rato (que se me hizo largo), una compañera se me quedo parada al lado y tuve conversación hasta que me volvieron a poner en marcha, para acabar último.
La organización nos compensó con ocho minutos a los tres más afectados (supongo que las plazas libres que tenían en la siguiente ronda)- algo ligeramente insuficiente porque correr contra desconocidos no tiene la misma gracia que contra los colegas. En todo caso, mi actuación fue algo más digna y creo que acabé octavo de diez... satisfecho con mi progresión desde no haber conducido nada en mi vida hasta dar unas vueltas sin incidente.
En todo caso, animo a la gente a probar. La sensación de velocidad es gratificante y derrapar es muy emocionante. Es un entretenimiento algo caro, pero divertido.